#Reseña Chicas muertas, por Selva Almada

Hoy, ayer y hace 30 años. Los femicidios son parte de esta sociedad desde siempre, sólo que hace pocos años se llama a los crímenes contra mujeres por el nombre que corresponde.

Selva Almada se hace eco de la triste realidad que atraviesa a la Argentina y se traslada a la década de los 80 para poner luz sobre tres casos de femicidios que quedaron en la nada. Tres chicas muertas en manos de asesinos que continuaron su vida con total normalidad porque no hubo una justicia que los juzgara.

Selva Almada, fotografiada por Enrique García Medina.

Con un relato claro y estremecedor, la escritora encabeza la investigación de los casos de Andrea Danne, asesinada de una puñalada en el pecho mientras dormía, Sara Mundín, desaparecida en el contexto de la prostitución, y María Luisa Quevedo, encontrada en un campo violada y estrangulada mientras iba a su primer trabajo.

¿De qué se trata el libro?

Las (casi) 200 páginas convierten a quien las lee en une acompañante imaginarie de Almada, que se inmiscuye para conocer la vida de las víctimas, su entorno, sus deseos, y desmenuzar el contexto en el que vivían: pueblos del interior el país en el que la violencia machista era un hilo conductor en la vida de una mujer.

Portada del libro: Chicas muertas
Portada del libro: Chicas muertas

Tomando distancia temporal de los hechos, se apropia de toda la información que recoge e intenta armar una respuesta que aporte un leve esclarecimiento a estos casos inconclusos que no llegaron más que a ser noticia en el diario o la radio local.

Mezcla, además, recuerdos propios de su infancia como el impacto que el crimen de Andrea le causó (Selva era pequeña cuando sucedió), para reforzar aún más la crudeza de la narración. Cada línea escrita lastima, cala hondo en los huesos pero lo que duele más es no saber en manos de quién o quiénes murieron las tres mujeres.

A través de los relatos de los familiares que Almada entrevistó, María Luisa, Andrea y Sarita cuentan sus vivencias y traen en algunos fragmentos un poco de su vida ya esfumada. Las chicas muertas vuelven para contar y visibilizar que en los años 80, en el interior del país, la violencia machista existía y tenía un total respaldo de la sociedad y la justicia.

Juega un poco con la superstición y la creencia en otros espíritus cuando trae a escena a la «Señora», una mujer que se vincula con el Más Allá y transmite sensaciones y percepciones de las víctimas y de la escritora también, poniendo en evidencia sus miedos.

¿Por qué es un libro feminista?

Transitar embarazos jóvenes, ejercer la prostitución, vincularse con hombres violentos o trabajar únicamente del cuidado. Así sucedía la vida de quien nacía mujer hace 30, 40 o 50 años cuando prácticamente sabían qué era lo que les deparaba el futuro, porque estudiar o trabajar fuera del pueblo era algo que muy pocas podían lograr.

«Chicas muertas» es un libro que hiere y permite a cada mujer que lo lee agradecer el estar viva, porque los femicidios y la violencia machista en todas su expresiones son una constante en la Argentina. Lo único que queda es prender las velas blancas que la «Señora» le da a Selva para que Andrea, Sarita y María Luisa puedan descansar.


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