Crisis sanitaria, climática y ecológica

El pasado 20 de mayo, el Observatorio de la Tierra de la NASA eligió como foto del día una imagen de Argentina. Específicamente, una fotografía satelital que muestra el avance de los desmontes en Salta. La imagen de la izquierda muestra el estado de las tierras en Salta el 18 de diciembre de 2000 y la de la derecha muestra cómo ha avanzado la deforestación en la zona hasta el 24 de diciembre de 2019. Al desplazar el círculo blanco podemos comparar ambas fotografías.

Esta situación ya había sido denunciada por Greenpeace. La organización afirma que, desde que comenzó la cuarentena, ya se ha desmontado el equivalente a media ciudad de Buenos Aires (casi 10 mil hectáreas) en las provincias de Santiago del Estero, Formosa, Chaco y Salta. Mucha de esta tierra ahora se usa para monocultivos de soja y para ganadería. ¿Por qué esto es grave?

Hernán Giardini, coordinador de la campaña de Bosques de Greenpeace, explica:

«Además de ilegal, es completamente inadmisible que, frente a la emergencia sanitaria, climática y de biodiversidad que estamos sufriendo, se siga deforestando. Los gobiernos no pueden seguir siendo cómplices y deben ponerle un freno a la ambición destructiva de algunos empresarios agropecuarios».

Greenpeace Argentina.

Esto se relaciona con lo dicho por la comunidad científica, que señala que la destrucción de ecosistemas facilita la transmisión de enfermedades zoonóticas, como el coronavirus o el hantavirus, que luego pueden evolucionar en pandemias. Diversos especialistas han advertido que la deforestación obliga a los animales a vivir en condiciones de hacinamiento, lo que crea un caldo de cultivo para enfermedades que luego pueden trasladarse a les humanes

Preservar nuestros bosques es vital para la salud de las personas. No es ningún secreto que las ciudades con más arboleda tienen menor polución en el aire. Los bosques actúan de esa misma manera con la contaminación en el mundo: son grandes fábricas naturales que purifican el aire que respiramos, reduciendo el dióxido de carbono (CO2) que no sólo es perjudicial para nosotres en grandes cantidades sino también para la atmósfera de la Tierra. Por ende, la conservación de la vegetación en nuestros parques trae beneficios muy necesarios en estos momentos críticos para la humanidad.

No podemos negar que la pandemia del COVID-19 ha causado una crisis sanitaria generalizada en el planeta. En Argentina esto empeora si tenemos en cuenta los problemas de salud ya presentes en gran parte de la sociedad: diabetes, obesidad y/o enfermedades cardiovasculares.

Como bien dicen las campañas, nuestra mejor arma contra este virus es lavarnos las manos con frecuencia y mantener el distanciamiento social. Sin embargo, esto es difícil de cumplir para muchos habitantes del país ya que no tienen acceso a agua potable, viven en condiciones de hacinamiento o dependen del dinero que generan por día de trabajo. Estas condiciones hacen que les más pobres sean les más expuestes a la pandemia.

Los residentes de los barrios Padre Mujica y Padre Ricciardelli en Buenos Aires denuncian desde hace semanas el abandono del Estado y los peligros de la desigualdad. Hoy, las villas son el mayor foco de contagio, principalmente debido a la falta de servicios básicos. Además, esta situación empeora cuando tenemos en cuenta que les más vulnerables enfrentan hoy también la pérdida de su ingreso económico, debido a la imposibilidad de salir a trabajar. 

Vemos entonces que les más afectades por la crisis sanitaria también son les más afectades por la crisis ecológica. América del Sur se ha vuelto el epicentro del coronavirus, con Brasil como el país más preocupante. Las medidas laxas, la ceguedad consciente del presidente Bolsonaro ante la crisis sanitaria que se da en su país y su aliento a las reuniones masivas en medio de una pandemia conforman una bomba de tiempo. Si a todo esto sumamos que es el país más deforestado, con 1,3 millones de hectáreas perdidas en 2018, no exageramos al afirmar que Brasil puede ser la fuente de una nueva epidemia o pandemia en un futuro próximo.

Según Antonio Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, en el marco del Día Internacional de la Biodiversidad el 22 de mayo,  las soluciones están en la naturaleza:

«Preservar y mantener la biodiversidad de manera sostenible es necesario para mitigar la disrupción climática, garantizar la seguridad del agua y la comida y hasta para prevenir pandemias. COVID-19, que emanó de la naturaleza, ha mostrado cómo la salud humana está íntimamente conectada con nuestra relación con el mundo natural. A medida que invadimos la naturaleza y agotamos los hábitats vitales, aumentan las especies en riesgo. Eso incluye a la humanidad y al futuro que queremos».

Antonio Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas.

Ambas crisis son globales, aumentan las desigualdades y se deben abordar desde la cooperación. Mientras pasamos esta pandemia, debemos tener puesto el ojo en el futuro y exigir el desarrollo y la implementación de soluciones tanto sanitarias como ambientales que involucren a la sociedad y que permitan la seguridad alimentaria, hacia la soberanía.

Es nuestra obligación hacer cumplir la ley de bosques, que desde su implementación ha recibido un presupuesto hasta 10 veces inferior al que le corresponde; la ley de glaciares, que diversos proyectos mineros están incumpliendo al contaminar zonas protegidas de glaciares; y la ley de presupuestos mínimos de adaptación y mitigación al cambio climático global, sancionada el año pasado. Además, garantizar la salud pública y el derecho a una vivienda digna. 

Múltiples especialistas —y personalidades como Roger Waters— han reafirmado en estas últimas semanas que volver a la «normalidad» de antes es inviable. Necesitamos una nueva y mejor normalidad en la que las desigualdades se reduzcan y se tomen acciones para detener y mitigar los efectos del cambio climático. No podemos pretender seguir viviendo en un mundo al que destruimos de manera consciente.


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Publicado por

Martina Storoni

Estudiante, comunicadora social y amante de la naturaleza. Porque el mundo es muy grande para ser una sola cosa.

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