La selva amazónica es una de las más importantes del mundo. Abarca 9 países y cubre aproximadamente el 40% del territorio sudamericano. Muchos han catalogado a la cuenca amazónica como «los pulmones del planeta» debido al importante papel que cumple a nivel mundial en el ciclo del carbono: hasta la década de los 90, absorbía hasta 2000 millones de toneladas de CO2. Además, se estima que es hogar de un cuarto de todas las especies del mundo y de 400 pueblos indígenas.
Hoy, este ecosistema tan importante para el equilibrio natural del planeta se encuentra amenazado. Desde el año pasado los focos de incendio arden en la selva: en julio de 2020 fueron 28% más extensos que en julio del año anterior. Expertos concuerdan en que el cambio climático ha agravado la situación, haciendo que el ecosistema sea menos húmedo y las temperaturas aumenten.
A su vez, esto afecta el ciclo de agua y lluvias que funciona en el Amazonas desde hace 55 millones de años. Es importante subrayar que cuando una zona ha sufrido a manos del fuego, es más propensa a volver a incendiarse. La muerte de los árboles de la selva afecta al sotobosque, haciéndolo más seco y sumando hojas y ramas como combustible para futuros incendios.
La responsabilidad humana
Los incendios naturales en esta zona son poco comunes; lo preocupante son los megaincendios, iniciados por la deforestación y la acción del cambio climático. Ambas de origen humano. Los más de 15 000 focos de incendio que arden desde julio tienen responsables muy claros: los sectores agricultor y ganadero.
Las quemas intencionales tienen como objetivo preparar el terreno para la explotación de ganado y para monocultivos como la soja o el aceite de palma. En su ambición ciega, las empresas responsables de esto dañan a nuestro planeta al aniquilar ecosistemas enteros y acelerar así la crisis climática. Sin mencionar las toneladas de CO2 y otros gases de efecto invernadero liberados a la atmósfera al realizar estas prácticas. Se disfraza la destrucción como desarrollo económico inclusivo.
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Al eliminar o sustituir ecosistemas complejos con monocultivos se pierde diversidad. Pero ¿qué perdemos cuando perdemos diversidad? Específicamente en la selva amazónica, el ecosistema equilibrado regula el clima y la calidad del aire, su ciclo de lluvias recicla el agua y recarga acuíferos, la densidad de flora contribuye a la captación de dióxido de carbono y actúa como barrera contra el efecto erosivo del agua y como fuente de recursos naturales. La pérdida de biodiversidad causa un efecto dominó que se extiende por los ecosistemas del mundo y afecta al planeta en su conjunto. Todo esto se traduce en un entorno que ya no puede adaptarse a las alteraciones ni a los cambios introducidos por las personas. Un sistema así de frágil no puede mantener el equilibrio climático y ecológico.
Una investigación publicada en la revista Science Advances estudió el posible futuro de la selva:
«Nuestros resultados indican que los cambios climáticos proyectados duplicarán el área quemada por incendios forestales, afectando hasta el 16% de los bosques de la región para 2050. Aunque estos incendios podrían emitir hasta 17.0 Pg equivalente de CO2 a la atmósfera, evitar una nueva deforestación podría reducir el total las emisiones netas de incendios a la mitad y ayudan a evitar que los incendios se escapen a áreas protegidas y tierras indígenas. Los esfuerzos enérgicos para eliminar las fuentes de ignición y suprimir los incendios forestales serán fundamentales para conservar los bosques del sur del Amazonas».
Game over
La pérdida de ecosistemas, la deforestación descontrolada y la acción humana irresponsable están acercando al planeta a un punto de no retorno. El denominador común parece ser la falta de supervisión desde los gobiernos de cada país. La reducción de presupuestos para el cuidado del amazonas, en Brasil; el acaparamiento de tierras y la tala indiscriminada que se dieron como consecuencia del acuerdo de paz entre el gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que eliminaron su control sobre zonas que antes protegían; y la inestabilidad política en Perú y Ecuador han reducido la capacidad de evitar estas actividades ilegales.
Según otro informe publicado en la revista Science Advances: «La única salida sensata es lanzar un gran proyecto de reforestación, especialmente en el sur y el este del Amazonas, acciones que podrían ser parte de la puesta en práctica de los compromisos que Brasil tomó bajo el Acuerdo de París». Sus autores afirman que cualquier incremento adicional de la deforestación debe ir acompañado de tres veces más reforestación, con detalles adaptados a los niveles nacionales.
El informe llama a la acción a les ciudadanes y a les líderes de Sudamérica, para que cambiemos la manera en la que vemos el ecosistema amazónico por una visión que proteja su infraestructura natural y que deje de lado las prácticas económicas insostenibles, como la ganadería intensiva y los monocultivos.
«Si superamos este punto de no retorno, más del 60% de los bosques amazónicos se convertirían en una sabana seca tropical. Lo que quedara de selva se limitaría a la porción occidental de la cuenca del Amazonas, a los pies de Los Andes. El sur, este y nordeste de la selva amazónica podrían desaparecer».
Carlos Nobre, investigador del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de São Paulo (Brasil), para El País.
Aunque el panorama actual puede ser desalentador, existen algunas razones por las cuales podemos mantenernos optimistas. La región de la selva amazónica ha aumentado sus zonas protegidas, transformándolas en parques nacionales y reservas indígenas. También, los márgenes legales para la protección de la cuenca han sido reforzados y mejorados. Y, tal vez lo más significativo, las organizaciones sociales, civiles y gubernamentales a lo largo del mundo han tomado conciencia de la importancia del Amazonas para el planeta y muchas de ellas, junto con movimientos indígenas, han aceptar la responsabilidad que tenemos para con el planeta.
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Es importante reclamar como ciudadanes mayor transparencia en los datos sobre ambiente y prácticas ganaderas a los gobiernos de turno, exigir que se respeten las leyes establecidas para el cuidado de los ecosistemas naturales e impulsar iniciativas que actualicen dichas leyes. La sociedad está más activa que nunca en temas de cuidado y respeto de la naturaleza. Si seguimos por este camino de iniciativa popular tal vez no sea demasiado tarde para poner un alto a las actividades ilegales y a la apatía que dañan al planeta Tierra.
Fuentes:
- The Dialogue
- BBC x, x
- El Tiempo x, x