Mi amor
tiene una voz extraña
color de la arena, la tierra,
la playa.
Mi amor
tiene una voz extraña
que hace juego con sus ojos
sus cejas y sus pestañas.
Arma con ellos la danza
que yo
no sé.
La danza que alguna vez
supe bien y olvidé.
Y arma también
la danza
de aquello que es frontera,
aquello que
quizás regresa.
Y también
puede ser
apenas un espejismo
una expresión de deseo en sí mismo
y escaparse una vez más
esfumarse, retirarse
como el mar,
como las olas, en realidad,
dejando al pasar
la arena
húmeda
marcada por la otredad
por su existencia imparable
inabarcable,
voraz.
Mi amor
sabe cómo bailar
la danza de esta poesía
y otras de
tonalidad similar.
Sabe actuar
la tragedia, el rechazo,
incluso, la soledad.
Y sabe también encontrar
las palabras precisas para un final,
la cadencia perfecta
para contar la guerra, la paz.
Y también todas las cosas
que entre estas líneas
aún no encuentran lugar.