Esta semana, París fue protagonista de un hecho que algunos podrían considerar apocalíptico: la Catedral de Notre Dame, uno de los edificios más importantes y turísticos del país, ardió en llamas frente a una multitud de franceses y sus plegarias. El humo del incendio cruzó el charco –con un poco de ayuda de la paloma tuitera– y todos los medios nacionales estuvieron pendientes de este fenómeno.
En vísperas de Semana Santa, se vieron movilizados tanto aquellos que tuvieron la oportunidad de recorrer sus recovecos como los que sólo la conocen por foto. Si bien no hay forma de negar el valor arquitectónico, histórico y cultural detrás de esos vitrales con más de 800 años de historia, lo cierto es que este hecho ha demostrado que, en pleno siglo XXI, cuando el debate por la separación de la Iglesia y el Estado se puso sobre la mesa y cada vez hay más pañuelos naranjas colgando de las mochilas, la religión y el catolicismo continúan siendo grandes íconos en nuestro país.
Desde que comenzaron a circular las primeras imágenes se generó la división de aguas en redes sociales: ¿realmente es tan trascendental para la vida cotidiana esto que sucede a miles de kilómetros? Más tarde, cuando empezaron a anunciarse las enormes sumas de dinero que ofrecerían algunos empresarios y particulares (que hasta ahora acumulan un total €800 millones), la pregunta fue ¿vale la pena invertir tanto dinero en un monumento de la humanidad en lugar de realizar algo de verdad útil por ella?
Más allá de los sentimientos encontrados, como bien explicó Héctor Borrat en su libro El periódico, actor del sistema político, las producciones periodísticas tienen el poder de excluir, incluir y jerarquizar hechos, fuentes, ideas, tendencias, etc. Resulta que no hubo medio que pasara por alto lo sucedido en Notre Dame. Clarín y La Nación le dedicaron la primera plana en sus ediciones impresas, mientras que en la web la cantidad de notas con curiosidades, historias y fotografías se multiplicaban.
Como contrapunto, al mismo tiempo que ocurría el incendio en Notre Dame, otro fuego consumía uno de los salones de la mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén, considerada la tercera locación más importante para el Islam. Aunque sus daños fueron mucho menores en comparación con la Catedral, la noticia no tuvo ni la mitad de minutos al aire. No tuvo su lugar en la primera página. De hecho, los titulares indicaban que «Una mezquita se incendió al mismo tiempo que Notre Dame».
Es irrebatible que la Edad Media quedó atrás y el debate avanzó hacia una sociedad que tal vez ya no sea tan devota de la Iglesia como en épocas de la Inquisición. Pero, aun así, uno de los principales diarios de nuestro país tomó la decisión de titular «Se incendió la identidad de Occidente». ¿Cuánto valor le otorgamos a ciertas ideas hegemónicas frente a sus dominadas?
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Debido al trágico femicidio de Agustina Imvinkelried, una joven de 17 años que fue estrangulada y enterrada con vida a la salida de un boliche en Santa Fe, y como aporte a la consigna #AmigaLlegué, escribo esta crónica ficticia (o no tanto) que intenta ser ilustrativa de una experiencia tan preocupante como cotidiana.
Martina había decidido que el viernes sería día de amigas, con todo lo que ello implica: una cena para luego ir juntas a bailar, como podría hacer cualquier grupo de chicas. Aquello que a simple vista parece un plan común y corriente resulta contener más obstáculos de los que unx pueda imaginar, sobre todo para ellas. Para todas.
La ropa, el transporte, el regreso, el alcohol, entre otros, son inconvenientes que deben sortear. «¿Ustedes ya decidieron qué ponerse? Yo tengo una pollera nueva pero si vamos a ir en colectivo prefiero no usarla», podía leerse en su conversación de WhatsApp.
El grupo decidió ir a un boliche en Palermo; ahora tocaba ver cómo viajar. Casi siempre recurrían a un Uber o usaban el Metrobús, ya que sus estaciones mantienen la calle bien iluminada y en esa zona mucha gente pasea por la noche (viajar en taxi ya no es una opción). Antes de dejar la casa, la madre de Martina, no por controladora sino por lo que escuchó en el noticiero sobre una joven de su misma edad que había sufrido una violación dentro del baño de un bar de la zona, le recordó: «Por favor, avisen cuando llegan, donde van a estar y cuando estén de regreso».
Luego de cenar en una pizzería, caminaron unas pocas cuadras hasta llegar al boliche donde pasarían el resto de la noche. A pesar de vestir «looks discretos» todas, los comentarios y bocinazos no tardaron en llegar. Una de ellas agarró un pedazo de baldosa rota de la vereda y en chiste expresó: «Tranquilas, al próximo desubicado le tiro». Las amigas soltaron carcajadas hasta que una de ellas acotó: «Fuera de joda, la mayoría de las veces si estoy sola camino con las llaves entre los dedos, leí que sirve en caso de que una necesite defenderse».
Una vez dentro del boliche, las consignas fueron las de siempre: no separarse mucho, estar atentas a los celulares, no tomar vasos de gente desconocida, avisar si alguna quiere irse antes y, en caso de que sea con otra persona, dejar el nombre, el número y compartir todo el tiempo su ubicación. «Ninguna sale de acá sola». Con las reglas del juego claras, empezó su noche de viernes.
La salida estuvo bien, las chicas pasaron un buen rato juntas sin mayores inconvenientes excepto por los usuales: algún que otro desubicado que pasa la mano «disimuladamente», otro que se pone pesado cuando se le niega un beso y un grupo de amigos que pensó que sería divertido apoyar a una de ellas por detrás. Pero hubo algo que sorprendió a las chicas, y fue que por primera vez un patovica llevó hasta la puerta a uno de los tipos que quiso ser el centro de atención de sus compañeros a costa de acosarlas.
—Guau, es la primera vez que veo que hacen algo así. Por lo general pasa desapercibido. ¡Muchas gracias! —afirmó Martina.
Las chicas esperaron hasta que se hiciesen las 6 para volver a sus casas. Resulta que antes de esa hora la calle está más desolada y todavía es de noche. Ahora tocaba dividirse estratégicamente para que ninguna tuviese que volver sola. Considerando las distancias y el dinero con el que contaban, algunas regresaron juntas en Metrobús y otras llamaron a un Uber.
—Avisen cuando llegan, ¿ok? —pidió una.
Martina fue una de las que regresó con el Metrobús. Ninguna podía acompañarla hasta la puerta, pero al ser de día y al estar sus padres presentes por cualquier inconveniente, no tenía problema. A lo largo del viaje, recibió varios «Llegué ¿llegaste?» de sus amigas.
Ahora le tocaba bajar a ella. Casi siempre es la última en llegar a su estación. Eran tan solo unas cuadras, a plena luz del día, pero aún así su paso fue acelerado y siguió el consejo de una de sus compañeras: las llaves entre los dedos por si es necesario defenderse.
Una vez del otro lado de la puerta, Martina le respondió a sus amigas con un «Ya llegué» A pesar de que todas habían arribado a sus casas hacia media hora ya, la noche para ellas recién terminaba con ese último «llegué». La joven se quitó los zapatos, el maquillaje, saludó a su madre que la esperaba con un ojo abierto y otro cerrado y se fue a dormir.
Horas más tarde, se despertó con una trágica noticia. Una joven de 17 años en Santa Fe había sido brutalmente asesinada a la salida de un boliche.
—¿Habrá sido que ella no conocía las reglas del juego? ¿Tal vez no tenía quien la esperase en su casa? ¿Puede que hubiese sido la ropa o el alcohol que tomó? Capaz sus amigas se quedaron dormidas antes de que llegue a su hogar… —fueron algunas de las reflexiones de su madre, quien compartía la mesa con ella mientras se tragaban esta horrible realidad.
Al final, Martina corrigió a su madre y explicó.
—Simplemente, no tuvo tanta suerte como nosotras.
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Hace ya siete años, la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió que cada 11 de octubre sería el Día Internacional de la Niña. ¿Por qué? ¿Por qué, además del Día de la Niñez, existe un día específico para ellas? Porque los números hablan por sí solos.
Los días internacionales sirven para sensibilizar, concienciar y llamar la atención de la opinión pública ante un problema sin resolver; en este caso, los alarmantes datos sobre la vida de las más jóvenes:
Educación: 31 millones de niñas en edad de cursar estudios de primaria se encuentran sin escolarizar en el mundo y se calcula que unos 17 millones de esas niñas no podrán asistir nunca a la escuela. Las niñas que viven en zonas de conflicto bélico tienen un 90 por ciento más de posibilidades de no ir a la escuela secundaria en comparación a las niñas que viven en países en paz. En Nigeria, son casi cinco millones y medio sin escolarizar; en Pakistán, más de tres millones; y en Etiopía, más de un millón.
Mutilación genital: más de 30 millones de niñas corren el riesgo de sufrirla en los próximos 10 años. La mayoría de esas niñas son sometidas a la mutilación genital antes de cumplir los 5 años de vida.
Matrimonio infantil: cada siete segundos, una niña menor de 15 años es obligada a casarse en algún lugar del mundo. Más de 750 millones de mujeres en el mundo se han casado antes de cumplir los 18 años. Níger, Chad, República Centroafricana, Malí y Somalía se ubican entre los lugares con peores tasas de matrimonio infantil, embarazo adolescente o mortalidad materna. Tan sólo este año, 12 millones de niñas menores de 18 años contraerán matrimonio y 21 millones de niñas de entre 15 y 19 años quedarán embarazadas en las regiones en desarrollo.
Violencia basada en género y prácticas dañinas: alrededor de 2.6 billones de niñas y mujeres viven en países donde la violación en el matrimonio no se prohíbe expresamente. La violencia física, sexual y psicológica basada en género puede tener lugar en el hogar, la escuela o dentro de las comunidades, y tiene sus raíces en la discriminación y la exclusión. Se calcula que las niñas menores de 16 años son víctimas de la mitad de las agresiones sexuales.
Mortalidad materna: es la segunda causa principal de muerte en niñas y adolescentes de 15 a 19 años de edad (después del suicidio). Se estima que 70 000 niñas adolescentes mueren cada año debido a complicaciones durante el embarazo o el parto. Cada año, 2.5 millones de niñas menores de 16 años dan a luz.
Exclusión económica: cuando los recursos del hogar son limitados, las normas sociales en muchos lugares dictan que los varones deben ser priorizados, dejando a las niñas con escasas oportunidades para la educación y en situación de riesgo de mala salud y nutrición.
Trata y esclavitud: de las 21 millones de víctimas de trabajo forzoso en todo el mundo, poco más de un cuarto (26%) son niños. Las niñas se ven desproporcionadamente afectadas, sobre todo por la explotación sexual forzada.
En este día, se busca destacar la necesidad de invertir y sensibilizar a los gobiernos y los estados para que actúen en pos de reducir estos números, y promover y proteger los derechos humanos de estas niñas.
El lema de este año es «Con ella: una fuerza femeninacapacitada». El foco está puesto en las dificultades que obstaculizan su educación, formación e ingreso en el mercado laboral. Por los problemas mencionados, tienen menor acceso a las tecnologías de la información y la comunicación , además de otros recursos como Internet.
Solo el 48,5% cuenta con un trabajo remunerado a nivel mundial, mientras que el porcentaje de los hombres es del 75. Apenas el 22% accede a un alto cargo, advierte el último informe de la Organización Internacional del Trabajo, y la brecha salarial se sitúa en el 20%.
En Latinoamérica, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), por cada 100 hombres que viven bajo esa condición, hay 118 mujeres y un tercio de ellas no logran generar ingresos propios. A esto se lo denomina «feminización de la pobreza».
El objetivo principal de este día es resaltar y reconocer las desigualdades que se sufren desde la base, desde la niñez, y cómo marcan el futuro de cada niña, al tiempo que destacar el trabajo de aquellas que han logrado superar estos obstáculos.
La joven activista, estudiante y premio Nobel de la Paz, Malala, quien lucha por la educación y los derechos de lxs niñxs, nos interpela: «Es imposible que prosperemos cuando la mitad se queda atrás».
Pese a que la mayoría de los Senadores emitiera su voto “a favor de las 2 vidas” el pasado 8 de agosto, no ha conseguido salvar ninguna: cada día se suman otras mujeres que fallecen por causa de un aborto en condiciones inseguras. El último caso que se conoce es el de una chica cordobesa que está al borde de la muerte.
Una joven murió el lunes 13 de agosto en el Hospital Sanguinetti, en Pilar. Había sido ingresada por complicaciones por un “aborto provocado, no espontáneo”, según confirmó el director ejecutivo del hospital, Esteban Sieling, quien agregó que, por temas legales y de confidencialidad, no puede revelar más información sobre el caso.
Ese mismo día, en un hospital de Pacheco, falleció una mujer de 34 años de José León Suarez, madre de un hijo de dos años, por intentar interrumpir su embarazo con un tallo de perejil. La mujer había ingresado el domingo a la guardia del hospital Belgrano con un shock séptico debido a una infección generalizada y fue trasladada luego de realizársele una histerectomía (extracción del útero) de urgencia.
Sobre este caso, la Campaña Nacional por el Aborto Seguro, Legal y Gratuito y la Red de Profesionales de la Salud por el Derecho a Decidir lanzaron el siguiente comunicado:
«La clandestinidad mata. ¡Aborto legal, seguro y gratuito ya! Llegó a la guardia de un Hospital del conurbano bonaerense por las consecuencias de un aborto inseguro. Estuvo dos días internada en dos centros de salud diferentes y falleció anoche. Tenía 34 años y era madre de un niño. (…) Desde el 8 de agosto, cada muerta y presa por abortar es responsabilidad del Poder Ejecutivo Nacional y de lxs 40 senadoras y senadores, integrantes del Poder Legislativo que se abstuvieron o votaron en contra de nuestro derecho a la vida, a la salud y al reconocimiento de nuestra dignidad».
Debido a estos casos, la organización Mujeres de la Matria Latinoamericana (MuMaLá) anunció la creación de un registro de muertes de mujeres ocurridas por abortos clandestinos en Argentina, similar al de los femicidios, para visibilizar y seguir exigiendo la aprobación de una ley de interrupción voluntaria del embarazo que dé respuesta a esta problemática.
«Las muertes de estas mujeres jóvenes y humildes que perfectamente podríamos denominar femicidios de Estado, ya que todas podrían haberse evitado, confirman lo que desde hace meses venimos denunciando: la clandestinidad se cobra la vida de miles de mujeres en nuestro país», expresó la coordinadora nacional de MuMaLá, Raquel Vivanco.
Vivanco reiteró cuál es el foco de la cuestión sobre esta práctica, a la que se calcula recurren más de 350 mil personas por año: «El aborto existió, existe y seguirá existiendo, la discusión defondo es si es clandestino o legal«.
El caso de la joven cordobesa
Por otro lado, esta semana comenzó con la noticia de una joven de 21 años que ingresó al Hospital Materno Provincial Doctor Raúl Felipe Lucini de Córdoba Capital con una grave infección por practicarse un aborto clandestino.
Hasta cuándo vamos a seguir negando la realidad y dejando que nuestras mujeres se mueran ? Basta de negar la realidad ! #@FranFortunaCba
El Tribunal Oral en lo Criminal N° 9 de Lomas de Zamora encontró culpable a Daniel Lagostena por la desaparición de su pareja Érica Soriano en 2010. Esta tarde se dio a conocer su sentencia: 22 años de prisión.
Lagostena fue la pareja de Érica, jóven de 30 años embarazada de tres meses. Entre declaraciones de conocidos, correos electrónicos y mensajes de texto, se entrevé una relación con claros indicios de un trato violento y manipulador. Hoy, Lagostena es condenado a 22 años de prisión por homicidio en concurso ideal con aborto en contexto de violencia de género.
«Siento que se hizo justicia, que por fin podemos dar un cierre a todo esto. Es como si Érica estuviera con nosotros», dijo Verónica, hermana de Érica, tras la lectura de la sentencia.
El último registro que se tuvo de Érica con vida es una llamada telefónica con una amiga, fechada el 20 de agosto de 2010. Ese mismo día había tenido una discusión con Lagostena, quien la había acompañado al ginecólogo horas antes.
La familia de Érica la esperaba al día siguiente en Villa Adelina para almorzar. Su madre intentó contactarse con ella durante seis horas, pero nadie atendió sus llamadas. Según Lagostena, ella se fue de la casa temprano, luego de un forcejeo, sin dinero ni documentos.
Las peritos encontraron restos de ropa interior, que se presuponen de la víctima, dentro de la chimenea (caliente por uso a pesar de que la temperatura ese día había sido de 24°C), y una mancha de sangre bajo una mesa que, al haber sido limpiada, no se pudo analizar.
Además se registraron llamadas entre el acusado y su sobrino, con quien tenía muy poco contacto, durante la madrugada de ese día, hora en la que se sospecha hicieron desaparecer el cuerpo de Érica.
A pesar de que la familia de la víctima siempre sospechó de que la pareja había asesinado y cremado a Érica, esta hipótesis fue considerada recién en 2016. Lagostena quedó detenido, y un año después el Juez de Garantías 8 de Lomas de Zamora elevó la causa a juicio.
En su última audiencia oral, mientras la defensa pedía su absolución por el beneficio de la duda, ya que el cuerpo nunca se encontró, Lagostena declaró: «Como lo vengo sosteniendo desde hace ocho años, soy inocente».
«Ya está, ya está, lo que sea después estará bien. Érica descansa en paz siempre, esto tiene que ver con esclarecer la verdad. Estoy totalmente agradecida de haber llegado a esta instancia, que años anteriores sería impensada», expresó a la prensa María Ester Romero, madre de la víctima.
A raíz de este caso se abrió una nueva investigación sobre la existencia de una «mafia de los crematorios», que valiéndose de la obtención de certificados de defunción con datos falsos incineraba cuerpos en el horno del cementerio de Lanús. Lagostena habría hecho desaparecer a Érica por este medio, ya que su familia es parte del rubro velatorio.
La marcha de Ni Una Menos y los plenarios por el aborto legal, seguro y gratuito llenaron las calles de color verde y violeta, de cantos y algunas «indignantes» paredes pintadas. Las mujeres coparon la ciudad con las expresiones más diversas, y como en todo acto de denuncia, el arte está presente y grita.
Desirée Duval forma parte de AÚLLA, el colectivo de mujeres artistas, y es tan fuerte como la loba que las representa. Sus dos pasiones son las artes escénicas y la moda; es actriz desde su infancia, directora y empresaria textil. Su amor por la creación, sus ideales de lucha y la búsqueda de la igualdad de género se fusionan en sus dos proyectos más grandes: su compañía de arte La Inefable y su marca de ropa unisex WTTJ.
Desde su adolescencia, Desirée sentía que no se reflejaba en aquellas consignas sobre lo que tenía que hacer o dejar de hacer. Motivada por sus deseos de independencia, comenzó a indagar en el feminismo y terminó de darle forma a algunas de las cuestiones que tanto había cuestionado de chica. Se propuso ocupar todos esos terrenos donde la mujer no tenía voz ni voto y llevarse a sus compañeras consigo.
Desirée Duval: Este colectivo nace por la falta de igualdad en el cupo laboral dentro del ambiente artístico. En teatros oficiales, como el San Martín o el Cervantes, trabajaba un 15% de mujeres contra un 85% de varones. Solo te encontrabas mujeres en el área de vestuario, algunas asistentes de dirección, actrices (obviamente, porque las necesitaban), pero en los puestos directivos no.
Entonces Aúlla nace para protestar, para impulsar movimientos y presentar leyes de cupo laboral femenino y demás, por lo menos dentro del ambiente artístico.
El primer movimiento que hicimos juntas fue un escrache en «Argentores». Cuando entrás ahí, encontrás toda una pared dedicada a todos los dramaturgos de la historia argentina y después de la universal. Si te ponías a ver con atención, no estaban las mujeres. Creo que la única mujer era Griselda Gambaro y la pusieron porque ya hubiera dado vergüenza negarla.
Dentro del espacio artístico, que se supone el espacio más «progre» socialmente, nos encontramos con que todos los jurados eran hombres, todos los sueldos con guita eran para hombres. Todos los directivos eran hombres. Todos los premios a la dramaturgia y a la puesta en escena eran para los hombres.
En un comienzo, AÚLLA era una sigla. Después se terminó orientando al tema del grito, el alarido, la denuncia. ¿Qué hacemos? Aullamos. Aullamos dolor.
E.F.: Además, utilizan la imagen de la loba. ¿Cuál es su significado?
D.D.: Cuando decidíamos el nombre, pensamos en la actitud que tiene la tigresa con sus crías, la actitud de lucha contra el león. Nos interesaba ir a lo salvaje. Alguien trajo el concepto de la loba y su relación con la luna llena, sus aullidos.
El aullido es desde los genitales. La loba puede llegar a despedazar a un macho si le toca a las crías. Se manejan en manada y salen en determinados horarios para cuidarse entre ellas. La naturaleza de la loba es algo impresionante, es natural.
E.F.: ¿Por qué es tan importante manifestarse en la calle?
D.D.: Porque nos tenemos que hacer dueñas de la calle, tenemos que salir a conquistarla. Una amiga me expresó estar un poco asustada porque «las marchas están terminando mal, y están saliendo a buscar a las pibas». Debemos decir no, cuidarnos como manada de lobas.
Cada vez que salimos a la calle organizamos un circuito de seguridad. «¿Te vas?», «¿Con quién te vas?», «¿Para dónde te vas?», «Avisá cuando llegues». Tenemos un listado de todas las AÚLLA que participarán en cada marcha, y cada una que se va la vamos tachando.
Causa mucho rechazo que la mujer se haga dueña de la calle.
El ámbito del hombre, patriarcalmente, es la calle: es estar todo el día fuera y volver con plata en los bolsillos, volver a las 9 y que esté la comida hecha. Si la mujer sale a la calle, es para llevar a los chicos a tenis e irlos a buscar.
¿Cuál es el lugar de mayor hostigamiento contra las mujeres? La calle. Salís con 12, 20, 35 años y tenés que soportar que el hombre cómodamente te diga que te haría 5 hijos. Les da mucho miedo vernos en la calle. ¿Qué pasa? Nos plantamos de otra manera, ya no somos visitantes. La calle es mía.
Es lo mismo que digo con la mujer en los ámbitos de negocios: es importante que la mujer maneje guita. La mujer tiene que copar los lugares de poder. No es por un tema en sí de la plata, sino de conquista de este territorio que no era ni en pedo pensado para la mujer y ahora sí.
E.F.: Ustedes llevan a las marchas una gran bandera con siluetas dibujadas donde se recuestan, y otras las levantan. ¿Qué significa su performance?
D.D.: Significa una lucha presente por todas esas que no están. Marchamos y luchamos por las que ya no lo pueden hacer. Cada nombre que está ahí no lo lloramos; nos levantamos, marchamos y seguimos luchando. Las resucitamos en fuerza, en poder. Lo que fue dolor, lo reciclamos energéticamente.
E.F.: ¿Qué pasa dentro tuyo cuando tomas el lugar de una de las chicas que ya no está?
D.D.: Tristeza. Me ha pasado sentir que puedo ser una, que puedo ser la de mañana. Me estoy acostando en la silueta de un nombre, un apellido, un DNI de una persona que fue asesinada por el solo hecho de ser mujer. Pero me paro, y salgo a gritar, salgo a aullar por ella. Es muy loco.
Nos traemos y nos resucitamos. Eso es algo muy rico, la sororidad que tenemos con las que no están, con las que están y con las que vendrán. Es una de las características principales del movimiento feminista.
No sé cuántos hombres tienen el privilegio de que los traigan y los resuciten energéticamente. Nosotras sí lo hacemos entre nosotras.
E. F.: ¿Por qué el arte es tan importante en tu vida y en la lucha?
D.D.: Todo lo que hago, para mí, es un acontecimiento político y no encuentro otra forma de hacerlo que no sea partir de lo artístico. Es mi forma de lucha. Y si vos sabés usar esa herramienta, y lo haces de forma consciente, es una gran forma de hacer política sin necesidad de pararte en una mesa y dar un discurso.
Crecí leyendo obras, novelas, clásicos que claramente hablan de problemas políticos y sociales. En la antigüedad, el teatro era el lugar donde se discutían los temas sociales, donde los actores representaban lo que estaba pasando para que la gente lo viera y tomase cartas en el asunto.
El teatro es el reflejo de la sociedad. Me encanta crear mundos porque me encanta crear esa realidad paralela que no deja de ser una realidad. Hacemos uso de la obra de teatro como excusa para mostrar un paralelismo que probablemente afuera no quieran ver o quieran esquivar.
E.F.: Para vos, ¿qué es ser artista?
D.D.: Ser artista es crear algo con un discurso. El artista no hace entretenimiento para que te rías un rato, sin generar pensamiento. El artista genera un acontecimiento artístico. Activa tu pensamiento. Te saca de tu lugar de confort, te deja preguntas y te hace decir “La puta madre, no sé si quería meterme en esto”. Eso es arte. El artista para mí es alguien que tiene una gran responsabilidad social.
E.F.: ¿Qué es el feminismo?
D.D.: Es la igualdad en sí. Es buscar la igualdad en todo concepto, tanto para el género masculino como para el femenino. Por eso es puntualmente por lo que lucho, para que no haya diferencias.
E.F.: ¿Podrías comentarnos algún caso particular de sexismo que hayas vivido en tu carrera como actriz?
D.D.: Cuando tenía 17 años, un productor me ofreció acostarse conmigo.
Si no eras flaca y estereotipada, si no te vestías como te tenías que vestir y mostrabas lo que tenías que mostrar, si no decías lo que tenías que decir y tenías relaciones con hombres que no te interesaban, no entrabas a ese mundo.
E.F.: ¿Qué le dirías a las mujeres que no se sienten representadas por el feminismo?
D.D: Que pueden decir eso porque muchas feministas les abrieron el paso para que puedan opinar.
El feminismo es hermandad, es sororidad, es compasión. No es odio. Vamos a seguir conquistando, y cuando nadie se de cuenta, ninguna mujer se va a encontrar diciendo “No, yo no soy feminista”.
Si no sos feminista ahora, si no podés declararte feminista ahora, en un par de años va a pasar. No por vos, quizás, pero sí por tu hija, por tu sobrina, por quien sea. Cuando te des cuenta de que ella tiene que tener los mismos derechos.
Fuente: Martina Tortonesi.
Hay muchas feministas que plantean al género femenino como el género oprimido. Para mí, somos el género de la resistencia. Somos las que resisten en carne, las que están seteadas para resistir, las que se bancan los golpes, las que se bancan el dolor del parto.
Es como los pibes de la villa que no se enferman nunca y andan en patas con 4 grados bajo cero. Esos pibes ya generaron otros anticuerpos. Nosotras también. Andá a decirle a un hombre que menstrúe una vez por mes, a hablarle de los dolores. Los hombres ven sangre y se mueren. Anda a explicarles el dolor de un parto. No existe.
Somos demasiado fuertes y ante eso hay mucho miedo, mucha «psicopateada». Te comen la cabeza para no te des cuenta de tu fuerza, es así.
Foto de portada: Martina Tortonesi.
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En una industria como la del cine, donde ya de por sí es difícil triunfar y sobre todo siendo mujer, ¿qué hubiese sucedido si en los libros figurase «la madre del cine» en lugar del «padre»? ¿Qué roles habrían ocupado las mujeres en la historia de las películas de haber sabido que las bases fueron sentadas por una de ellas?
Alice Guy fue la primera persona en vivir del cine y fue una pionera del séptimo arte. Aunque fue muy reconocida por sus contemporáneos del ambiente, es muy difícil encontrar su nombre en los libros.
Esta cineasta francesa trabajaba como secretaria de Leon Gaumont en la empresa fotográfica “Gaumont”, y a sus 23 años se convirtió en la primer persona en dirigir una película narrativa de ficción.
Repaso en la historia
Los pioneros más conocidos en la historia del cine son los hermanos Lumière y Georges Méliès.
En 1985, Auguste Marie Louis Nicolas Lumière (1862–1954) y Louis Jean Lumière (1864–1948) crearon el cinematógrafo, la primera máquina capaz de filmar y proyectar imágenes en movimiento. Meses después, realizaron su primera exhibición, a la que Alice y Gaumont fueron invitados, en el Salon indien du Grand Café de París, donde se proyectó “Salida de los obreros de la fábrica”, la primera película de la historia.
Aún así, los filmes de los Lumière estaban muy lejos de parecerse al cine que conocemos hoy en día. En principio, eran filmaciones de no más de un minuto, de un único plano y con cámara fija, sobre la vida cotidiana y sin intervenir en la escena. Los utilizaban de forma documentalista y creían que sería un gran aporte para las ciencias.
No vieron la potencialidad que las imágenes en movimiento tenían para el entretenimiento.
Es ahí donde aparece Marie Georges Jean Méliès (1861–1938) como el “padre del cine”. Este ilusionista es conocido por ser el “primero” en realizar cine de ficción. Su película más conocida y una de las más influyentes en el mundo del cine es “El viaje a la Luna” rodada en 1902.
La filmografía de Méliès se conoce como “teatro filmado” ya que literalmente filmaba un escenario con una escenografía montada y grandes elencos con vestuarios llamativos y mucho maquillaje, junto con otras características provenientes del arte dramático.
Además fue uno de los primeros en experimentar con efectos especiales, como las exposiciones múltiples y la cámara rápida. Sus producciones eran más complejas y extensas, y contaban historias para entretener al público, en lugar de documentar hechos como hacían los Lumière.
Entre estos grandes padres del cine, la figura de Alice Guy queda opacada y olvidada. Ella fue la verdadera “madre del cine”, la primera cineasta, incluso antes que Méliès.
Luego de presenciar la exhibición de los Lumière, en 1896 dirigió “La Fee aux Choux” (en español, “El Hada de los Repollos”), la primera película con una historia pensada para entretener al público. Sus filmes fueron un gran aporte para el lenguaje cinematográfico. Se calcula que llegaron a ser más de mil, de diferentes géneros; hoy, se conservan unos 350.
Al mismo tiempo, fue pionera de los efectos especiales, atribuidos normalmente al “padre del cine”. Utilizó la doble exposición de fotogramas y la cámara rápida y lenta. Fue la primera en colorear las películas y en incluir el sonido en el cine mediante la coordinación de la filmación y los sonidos de la escena emitidos a través de un fonógrafo.
Su marido fue Herbert Blanche, un camarógrafo que también trabajaba para Gaumont y con quien fundó, en 1910, su propia productora de cine, “Solax”, en Nueva York. Luego de 10 años de trabajo, la pareja decidió divorciarse; Blanche se trasladó a Hollywood y Alice regresó a Francia, donde no volvió a filmar.
Años después, regresó a Estados Unidos y descubrió que sus películas habían sido atribuidas a su exesposo, a otros miembros del equipo de filmación o simplemente habían permanecido como anónimas. En los años 40, Alice escribió sus memorias junto con un listado de todas las películas que había dirigido, para que su legado no se perdiera. Finalmente, murió en Nueva Jersey en 1968, con 94 años.
Una de sus películas, titulada “Las consecuencias del feminismo” y filmada en 1906, desarrolla una parodia sobre los roles de género. En él, los papeles se invierten: la mujeres actúan como hombres y los hombres como mujeres, por ejemplo en cuanto al cuidado de bebés.
Alice fue directora, productora, realizadora y actriz. Sin embargo, su trabajo pasó totalmente desapercibido, al igual que el de muchas otras mujeres del cine. Una visionaria que imaginó lo que pocos en su momento y que marcó el camino para los próximos genios, mas quedó tapada entre hombres.
Ella misma lo dijo en una entrevista, en 1912:
«Mientras una mujer esté en su lugar, no recibe ningún reproche, pero si ella asume y ejerce las prerrogativas asignadas a sus hermanos se la mira mal».
Su trabajo fue robado y ocultado. Como consecuencia, poco y nada se sabe de ella. Por si fuera poco, lo que más trascendió fue su posible romance con Gaumont. Incluso en las universidades, a la hora de recortar material de estudio ella es una de las primeras en quedar de lado o ni siquiera figurar en la currícula.
¿Cómo cambiaría todo si su nombre estuviese en los libros y sus películas en los museos de todo el mundo?
Con mis piernas camino, rápido o lento,
Corro, salto, esquivo, desfilo.
Las luzco, uso jeans, calzas y faldas,
A veces con tacos y otras sin depilar.
Prefiero no usar medias.
Me desplazo
De un lugar a otro,
De un pensamiento a otro.
Con mis piernas juego, ejercito, trepo.
Sean flacas o gordas
Si buscás, seguro encontrás raspones y moretones,
Estrías y celulitis.
Ando segura.
Me mantengo firme en lo que creo
Y huyo de las verdades absolutas.
Mis piernas las estiro;
Voy de puntas o como puedo.
Piso, pateo,
Me abro paso.
Bailo sin necesidad de ser profesional.
Giro y giro,
Cambio el rumbo.
Resbalo.
Voy en equilibrio
Y también lo pierdo.
Caigo y me levanto.
Recorro.
Me arrodillo.
Subo,
Bajo,
Entro,
Salgo,
Paso.
Cruzo de vereda.
Viajo.
Me acerco y me alejo
De vos, de ella o de él.
Mis piernas las abro.
Las enredo durante el sexo,
Dejo que se llenen de besos.
Me divierto
Y si quiero las cierro.
Las visto y desvisto.
Ni tu mandato ni tu opinión las hacen trastabillar;
De tantos golpes, aprendieron a esquivar.
No van a convencerlas de que hacen daño.
Hacen oído sordo a tus reclamos,
A tu súplica por que controle lo que hago,
Y se burlan de que te generen desagrado.
Te repito que son mías.
Siguen su camino, no el tuyo.
Y que con mis piernas hago y deshago.
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