
Hagamos un ejercicio: volvamos por un instante a la madrugada de ese 9 de agosto de 2018. Intentemos llevar la memoria hacia la frustración, la ira y el llanto que nos provocó escuchar que el proyecto de ley de interrupción legal del embarazo había sido rechazado por la Cámara de Senadores. Si cerramos los ojos, quizás hasta podamos visualizarnos a nosotres mismes: qué estábamos haciendo, con quién estábamos hablando, qué reacción nos generó saber que, una vez más, nos estaban negando un derecho.
Recordemos la hipocresía en los argumentos comunes de quienes proclamaban defender la vida. Repitamos en nuestras cabezas todas las veces que escuchamos decir que ninguna mujer iba presa por un aborto y pensemos en las personas que habrán apagado la tele pensando que, tal vez, tenían razón.
Dicen que tuve un bebé intenta saldar la deuda que el sistema judicial tiene con la legislación sobre los cuerpos con capacidad de gestar. La única herramienta que tiene es la información y la exhaustiva investigación sobre los hechos para responder a todas esas veces que se negó la existencia de mujeres presas por la interrupción de un embarazo.
Además del famoso caso Belén, quien sufrió un aborto espontáneo y pasó tres años en la cárcel luego de ser acusada por homicidio, hubo otras denuncias en las que se actuó tendenciosamente y se condenó cayendo en la mirada reduccionista que afirma que la mujer debe responder, ante todo, a su función reproductiva.
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El libro expone siete casos en los que distintas mujeres de diferentes partes del país fueron juzgadas por la justicia patriarcal que las consideró, antes que humanas, madres. «Madres que mataron intencionalmente a sus bebés», haciendo la vista gorda a cuestiones como el contexto, la educación y el mismo testimonio de las víctimas. Como si pudiéramos pensarnos por fuera de ese prisma.
Con una narración más apegada a la crónica, Dicen que tuve un bebé nos sumerge en los casos de Yamila, Paloma, Gimena, Eliana, Inés, Rosalía y Patricia. Aunque cada historia es muy particular, todas tienen en común haber parido en situaciones de extrema vulnerabilidad: la mayoría de ellas no sabía siquiera que estaba gestando y no habían podido tener control médico en ninguna instancia del embarazo.

Yamila parió sola en su casa y su bebé falleció por accidente. Paloma fue violada y dio a luz un bebé que no lloraba y aparentaba haber nacido muerto. Algo parecido le pasó a Gimena. A Eliana también la violaron a los 17 años de edad y quedó embarazada sin contárselo a nadie. Inés tenía 19 años cuando rompió bolsa en su casa, tras haberse enterado de que estaba embarazada tarde por ciclos menstruales irregulares. Hizo lo que pudo y, como la bebé no se movía, la creyó muerta.
Rosalía no pudo realizarse ningún control médico porque las condiciones de precarización de su trabajo no le permitían tomarse ni un solo día. Al parir, se desangró y, cuando recuperó la consciencia, vio a la bebé muerta. Patricia falleció estando presa por haber tenido un aborto espontáneo de un feto de cinco meses de gestación en su casilla.
«El cuerpo de Paloma, por ser una mujer pobre, no fue parte del cuerpo principal. Paloma declaró que la bebé estaba muerta, pero nadie la escuchó. Declaró que había sido violada, pero los tribunales se enfocaron en otra parte de la historia».
Dicen que tuve un bebé, ed. Siglo XXI.
Aunque el libro se lee con fluidez, sus páginas son un golpe al ánimo. La bronca se acumula en nuestro sistema y resulta difícil de creer que algunos de estos casos hayan tenido tan poca repercusión por fuera de los ámbitos feministas. La justicia no se puso del lado de las víctimas, sino que eligió construirlas como seres incapaces de vivir en sociedad por su «mala manera de maternar».
¿Y si se hace lo que se puede cuando los recursos escasean? ¿Y si pensamos que las situaciones de emergencia, la falta de educación sexual y la imposibilidad de acceder a un centro médico influyen a la hora de actuar? ¿Y si insistimos con una reforma en la justicia para que un cuerpo con capacidad de gestar sea, ante todo, concebido como un cuerpo humano?
La lectura de Dicen que tuve un bebé entristece, enfurece y termina de quitarle el velo que recubre a un sistema que se escuda con carátulas erróneas, jueces tendenciosos y fiscales moralistas. Es una excelente lectura para quien quiera enojarse, tal vez entendiendo que la ira es una fase inevitable en el despertar feminista.
Sobre las autoras y la editorial
El libro es un trabajo en conjunto de las abogadas María Lina Carrera, Natalia Saralegui Ferrante y Gloria Orrego-Hoyos. En el prólogo se detalla que el deseo de reconstruir estos casos surgió luego de que Saralegui supiera sobre la condena de Patricia, a quien consiguió entrevistar en prisión. Su posterior fallecimiento la impulsó a continuar investigando casos similares junto a Carrera y Orrego-Hoyos, cuyo resultado es este estudio.
Por otro lado, Siglo XXI es un proyecto editorial que busca difundir el pensamiento crítico y la circulación de ideas del campo de las Ciencias Sociales, Humanidades y la divulgación científica. Sus obras abordan autores clásiques, como Barthes, Luxemburgo y Marx, autoras y autores con trayectorias consolidadas y también «a quienes están dando forma a su primer libro y expresan tonos, estilos y temas de una nueva generación».
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