Artículo colaboración escrito por Helga Mariel Soto
Usar una remera puede ser un acto cotidiano estético sin mucho trasfondo, pero también puede ser una declaración política pública y una apuesta a visibilizar reclamos de la disidencia sexual. En este Día del Activismo por la Diversidad Sexual, un breve repaso histórico de este fenómeno.
Si hay algo que está más que claro en estos tiempos es que la indumentaria puede ser política. Aún más, puede ser un elemento crucial en un movimiento porque permite revestir los cuerpos de formas, colores, símbolos y consignas que pueden ser llevadas al terreno público fácilmente.
La historia de la remera como prenda es bastante corta en realidad, pero de manera rápida conquistó a les jóvenes, lo que hizo que se abriera un nuevo mundo de posibilidades estéticas.
Inicialmente era una prenda interior para los hombres, sobre todo aquellos en el ejército, pero luego de la Segunda Guerra Mundial comenzó a utilizarse como indumentaria casual, hasta que en los 60 y los 70 empezó a ser utilizada por todos los géneros, en parte, gracias a las diferentes culturas de la época que tenían remeras con logos, fotos y mensajes.
En este contexto también surgen las militancias de los sectores feministas y de la comunidad LGBTTIQ+ que estamparon remeras con sus reivindicaciones más importantes. De hecho, a esta época pertenece la icónica remera de «The future is female» creada en 1970 y algunas menos conocidas creadas por grupos de lesbianas y gays. El proyecto Wearing Gay History recopila muchos de estos ejemplos históricos, incluyendo algunos del grupo Act Up, organización vital en la época de la crisis del sida.
La representación local de esta problemática se puede ver en esta foto de Roberto Jauregui, el primer coordinador de la Fundación Huésped y hermano de Carlos Jauregui, cuyo aniversario de muerte en 1996 marca la fecha de hoy.
En el 2007, el denominado «no-grupo» Serigrafistas Queer salió a las calles y a diferentes concentraciones y Marchas del Orgullo para estampar prendas, banderas y otros objetos con frases que reivindicaban las disidencias sexo-genéricas con un estilo lúdico e irreverente tales como «Lucha ama a Victoria», «Amo a mi mamá travesti», «Estoy gay», «Sos re linda Ley 26.485». Siempre con la premisa de que fueran actividades abiertas al público, generando un intercambio con activistas y asistentes.
Durante estos últimos años, Estampa Feminista retomó esta iniciativa y con su puesto de estampado con distintos métodos invitaba a les asistentes de marchas y eventos a llevarse su remera o pañuelo estampado, además de trabajar en conjunto con el Archivo de la Memoria Trans en diseño especiales.
Estas remeras disruptivas pueden ser también el foco de un emprendimiento independiente, como ser el de Naty Menstrual, que en 2011 vendía remeras pintadas a mano. O el caso de La Paquito, que funcionó como una cooperativa que reivindicaba al ícono gay de la moda, Paco Jaumandreu, mientras que fabricaba y estampaba objetos textiles.
Aún así, el pinkwashing siempre está al acecho y muchas empresas han querido capitalizar esta práctica, sobre todo en fechas como el Pride Month. La colección de Target de este año para esta fecha tan importante fue duramente criticada, no solo por sus características estéticas sino por su explotación de símbolos y frases queer como estrategia de marketing. En una época donde los discursos disidentes son cada vez más aceptados, es fácil para las empresas apropiarse de ellos sin tener políticas que apuesten a mejorar los derechos de la comunidad LGTTBIQ+ como, por ejemplo, el Cupo Laboral Trans.
De cara al futuro, resulta importante pensar en qué estrategias podemos usar para que esta herramienta de lucha siga funcionando para ampliar el alcance de los discursos de la diversidad y cómo podemos ser crítiques con la asimilación de la historia queer a eslogan para vender más.
Fuentes:
Debe estar conectado para enviar un comentario.