El 35º Encuentro Plurinacional es con todes

Artículo colaboración escrito por Micaela Minelli y Karen Cuesta


Desde los últimos encuentros se viene reclamando a la Comisión Organizadora el cambio de nombre del evento, ya que la línea original del «Encuentro Nacional de Mujeres» deja por fuera aquellas personas que pertenecen a otras naciones o que no se consideran parte de un territorio nacional. Con una fuerte intervención de las comunidades originarias organizadas, el Encuentro fue tomando un tinte plurinacional e incorporando debates que traen las diferentes comunidades que participan.

Por otro lado, el sostener que es un encuentro sólo de «mujeres» deja por fuera las identidades que no entran en esa categoría, como lo son las identidades travestis, trans, lesbianas, intersex y no binarias. Como sostiene aquella frase tan citada por los feminismos: «Lo que no se nombra, no existe».

Plurinacional y disidente

El Encuentro Nacional de Mujeres estuvo atravesado por una discusión que tiene que ver con el espacio: su nombre. Ya en los últimos encuentros, Chaco 2017 y Trelew 2018, los feminismos dieron un debate acerca del reconocimiento de las identidades disidentes y lo plurinacional antirracista. A raíz de ello, algunas personas quisieron mantener el nombre y otras no. Por esta razón, antes del encuentro de 2019, surgió la campaña #SomosPlurinacional que, a través de asambleas y votación, definió cambiar el nombre a Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales y No-Binaries.

Durante 2019, el último año con encuentro presencial, en el acto de cierre se decidió que el próximo encuentro tendrá como sede a la provincia de San Luis. Además, durante la asamblea en el Estadio Único de La Plata se votó cambiar la denominación a Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Transexuales, Travestis, Bisexuales y No Binaries. Desde allí comenzaron una serie de asambleas para definir por votación los pormenores de este encuentro. En esta línea, el próximo 7 de mayo habrá una nueva reunión, la número 13, donde se continuarán definiendo ítems de cara a octubre.

Tras dos años de pandemia, la Comisión Organizadora del Encuentro Plurinacional de Mujeres, Travestis, Lesbianas, Trans, Intersexuales, Bisexuales y No Binaries realizó una conferencia de prensa para anunciar dónde se realizará la 35º edición del evento los días 8, 9 y 10 de octubre de 2022. En ese marco, la organización señaló: «Tal cual nos enseñó el feminismo, lo que no se nombra, no existe. Por eso decidimos incluir a les compañeres de pueblos originarios que, sin haber nacido en nuestro territorio, son parte de la lucha todos los días».

El conflicto

Si bien los femicidios y la desigualdad siguen existiendo, el escenario para este encuentro es diferente ya que desde 2019 se conquistó el derecho al aborto legal, seguro y gratuito, histórica demanda de los feminismos organizados en los encuentros, y surgió un Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad. Sin embargo, mientras el movimiento feminista latinoamericano está en un momento de expansión, la interna nos divide.

La confusión comenzó cuando se anunciaron dos fechas diferentes, una para el 10, 11 y 12 de octubre y otra para el 19, 20 y 21 de noviembre. ¿Por qué dos fechas? ¿A cuál vamos? ¿Cuál es la oficial? ¿Qué está pasando? Después de 35 años y por primera vez en su historia, habrá dos convocatorias. El 8, 9 y 10 de octubre será la primera con el nombre de Encuentro Plurinacional de Mujeres y Disidencias, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries, mientras que quienes no están de acuerdo con el cambio de nombre realizarán la propia el 19, 20 y 21 de noviembre, también en la provincia de San Luis.

Las construcciones de mayorías son complicadas y las internas revelan un cambio de paradigma que tarde o temprano iba a suceder. No es la primera vez que sucede que en los movimientos de liberación aparezcan resistencias a dar ciertos debates. En la revolución sexual de la segunda ola, entre las décadas del 60 y el 70, las feministas que habían logrado instalar las demandas por la liberación de los cuerpos, el aborto legal y la equidad salarial también tuvieron sus propias diferencias, en aquel entonces puestas sobre la mesa por las lesbianas.

Recuperar la historia de nuestros feminismos, originarios, indígenas, lesbianos, diversos, travestis, populares, barriales, empieza por identificarnos, reconocernos en la lucha; lo cual no significa que en unos años nuevamente no se tengan que repensar algunos conceptos. Los movimientos son, justamente, movimientos, y es por eso que no pueden detenerse.

Nos vemos en San Luis

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Judith Butler: romper con los feminismos transexcluyentes

Artículo colaboración escrito por Cielo Martínez


En la actualidad, habitamos un mundo donde ya no hablamos de feminismo como una categoría singular. Hoy en día, el movimiento feminista se nutre de ideologías y ramas muy distintas entre sí. Sin embargo, en la diversidad del movimiento se ocultan ideas que van en contra de las libertades y las luchas colectivas: la vuelta de un feminismo «por y para la mujer» excluye y niega los espacios del colectivo queer, un concepto clave que le autore construye en El género en disputa.

Las teorías queer, en pocas palabras, cuestionan la existencia innata de categorías como las de hombre, mujer, heterosexualidad y homosexualidad ya que, para este enfoque, todas son construcciones sociales que se imponen dentro de la sociedad. Judith Butler fue le primere teórique queer en abordar la separación entre género y sexo y en establecer al género como algo performativo, como una actuación dada a través de la cultura.

En este sentido, no existirían limitaciones preestablecidas. Las identidades siempre estarían en construcción: «El sujeto, el mantenerse uno mismo, lejos de ser estático es un proceso de hacerse, de construirse dentro de una cultura», afirma Butler invalidando la perspectiva binaria que establece lo masculino y lo femenino, hombre o mujer.

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Y es precisamente en esta ruptura con el binarismo donde las teorías queer entran en juego. Butler sitúa lo queer entre la resistencia y la disidencia, invita a pensar que las categorías sexuales son inestables, que la identidad sexual puede ser transitiva y discontinua y que ya no existe una estabilidad, esta solo se presenta a partir de los contextos sociales particulares.

Desde hace más de treinta años, la posibilidad de abandonar la palabra queer como una etiqueta utilizada para denotar una sexualidad patológica y anormal fue un logro y aporte de le teórique, pionere en cuestionar estas ideas y visibilizar la exclusión de las disidencias, una exclusión que vuelve en la nueva ola radfem.

¿TERF es el nuevo feminazi?

Existe un debate intenso entre las teorías queer y algunos sectores del feminismo más radicalizados, denominados TERF (del inglés Trans Exclusionary Radical Feminist, traducido como feminista radical transexcluyente), debate donde incluso se han posicionado celebridades internacionales como J.K Rowling, autora de la saga literaria Harry Potter.

Pero, ¿de qué hablamos cuando nos referimos a las TERF? El feminismo radical como corriente surge a finales de los años 60 y desde hace algunos años resurgieron sus ideas en las nuevas generaciones. Dentro de las ramas del radfem, se utiliza una perspectiva biológica para definir a las mujeres y a los hombres. De esta manera, una mujer trans no sería considerada «mujer», dado que esta es una categoría biológica y es la genitalidad la que confiere la condición de mujer. La genitalidad, para esta corriente, es el origen de la opresión de las mujeres.

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En definitiva, la postura del feminismo radical define al género, que equipara con el sexo, como la razón de la opresión a las mujeres y por ello el fin último que persigue es abolirlo. Sin embargo, ya vimos como para las teorías queer y para Butler el género es sólo un constructo, es un sistema sociocultural situado en un tiempo y espacio. No se trata de algo universal.

En términos de discusión, el debate es interminable: constantemente ambas posturas se enfrentan entre sí y cada vez se vuelve más difícil generar consensos, pero como afirmamos en un principio: ya no hablamos de feminismo en singular. El feminismo tiene lugar para todes, aunque algunos espacios se rehúsen a esta idea.

Volver a Butler es comprender que cualquier feminismo que sea transfóbico, cualquiera que esté involucrado en formas de odio, de miedo y de discriminación, es inaceptable. Le autore, más allá de los aportes teóricos, afirma el compromiso con la libertad de género, las alianzas con las minorías y disidencias sexuales. «Un feminismo transfóbico no es feminismo, eso no puede suceder».

Imagen de Drew Angerer/Getty Images.

Acercarse al cuestionamiento

De alguna manera, ya vimos como la obra de Judith Butler fue una suerte de giro copernicano para las teorías feministas. Su teoría le vuelve une referente en el pensamiento contemporáneo y es por ese motivo que no existe un artículo que alcance para abordar sus aportes al debate en el seno de los feminismos que construimos.

Si no hay resumen que alcance, lo importante es volver a las obras de le autore para nutrirnos de su teoría, cuestionar y cuestionarnos todo lo establecido. Entre los indispensables de la biblioteca feminista se encuentran:

  • El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad (1990): Un texto clave de le autore que tomamos de referencia para debatir sobre teorías queer.
  • Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del «sexo» (1993): En esta ocasión, Butler revisa sus propias contribuciones a la teoría de género y da pie a pensar los caminos alternativos para pensar la sexualidad por fuera del esencialismo y el constructivismo.
  • Vida precaria. El poder del duelo y la violencia (2004): Uno de los libros más reflexivos en términos sociales y políticos, esta edición recoge cinco ensayos que le autore escribió tras el atentado del 11 de septiembre de 2001 donde reflexiona sobre el recrudecimiento nacionalista en Estados Unidos. En esta ocasión el análisis busca poner atención a la necesidad de conformar comunidades políticas contra el neoliberalismo y el fascismo.
  • Desposesión: lo performativo en lo político (2017): Junto a Athena Athanasiou, exponente de la filosofía política y las teorías queer, proponen nuevas formas de colectividad que se oponen a la desposesión de poblaciones enteras. En esta ocasión, también retoma el cuestionamiento al neoliberalismo y el capitalismo con foco en los cuerpos que protestan y luchan en las calles.

Butler construye teorías, análisis y reflexiones. En la actualidad existen movimientos feministas fundados íntegramente a partir de sus ideas y corrientes que discuten sus aportes desde otras perspectivas, y esa es justamente la riqueza que nos otorga y regala. Una estrella de rock de nuestros feminismos, muchas veces cuestionade y otras tantas apreciade, celebramos sus aportes y apostamos a seguir construyendo un feminismo para todas y todes. 

Nómadas Bici-bles: cicloviajes y feminismos

Artículo colaboración escrito por Sofía Fuentes


Rodando sobre la ruta, Guadalupe y Melissa inician su recorrido desde la capital cordobesa en dirección a Ushuaia, bordeando la Cordillera de los Andes. Guada es veterinaria, nacida en Salta, Argentina; Meli es socióloga, nacida en Bogotá, Colombia. ¿Qué las une? Su amistad, sus bicicletas y una misma meta: pedalear en búsqueda del intercambio de saberes y prácticas locales que contribuyan a construir un mundo más sostenible.

Descripción de imagen: de pie en una plaza arbolada, Melissa (izquierda) y Guadalupe (derecha) sostienen sus bicicletas con sus alforjas añadidas como equipaje sobre la rueda trasera. Ambas tienen cabello castaño oscuro largo hasta los hombros y sonríen a la cámara.

Con el kilómetro cero puesto sobre el suelo cordobés, Guadalupe y Melissa aterrizan en el Taller Popular de Mecánica Suipacha, ubicado en el barrio Pueyrredón de la ciudad de Córdoba. Reciclan un cuadro, colocan la dirección, ensamblan y centran las ruedas, hasta concluir con el armado de sus bicicletas. Poco tiempo después, con todo listo para arrancar, se dirigen a su primer voluntariado en Río Ceballos, ubicado al norte de la provincia de Córdoba. Pero, de repente, todo se detiene: la propagación del virus COVID-19 comienza a extenderse por nuestro país y, con ello, los planes de las cicloviajeras cambian de dirección. La cuarentena las obliga a asentarse en el monte durante el invierno de 2020, hasta finalmente volver al ruedo. Luego de casi dos años del inicio de esta aventura, el tiempo transcurrido las coloca hoy en otro panorama de sus vidas.

Movilizadas por el interés de conocer, visibilizar y promover acciones más amigables con el cuidado del planeta, así comenzaban Guadalupe y Melissa su proyecto de cicloviaje autogestivo Nómadas Bicibles. Dos mujeres unidas por la pasión de la ciclomecánica, por las bicicletas como medio de transporte sostenible y por sus militancias ecofeministas, emprenden su recorrido hasta llegar a Ushuaia, su destino final.

Descripción de imagen: con montañas bajas y estepa de fondo, Melissa y Guadalupe pedalean por una ruta patagónica con sus cascos de seguridad puestos.

El proyecto nace en el Tercer Foro Argentino de la Bicicleta celebrado en septiembre de 2019 en Salta, evento organizado año tras año por Argentina en Bici, una agrupación conformada por 36 organizaciones de la Capital Federal y 14 de diferentes puntos del país. Dicho foro tiene el objetivo de promover iniciativas sobre ciclismo urbano y mejoramiento de ciclovías así como reflexionar sobre el cuidado del ambiente, el respeto por el ciclista en la vía pública y la necesidad de gestionar movilidades menos contaminantes.

Para las cicloviajeras, este evento marcó un antes y un después en sus vidas. Fue allí donde se gestó su proyecto que unifica la ecología y sus militancias feministas: «En principio, sabíamos que queríamos darle una perspectiva ecofeminista [al proyecto], que va de la mano con pensarnos de nuevo y volver a un equilibrio entre ese lado femenino y masculino que está en cada une de nosotres, de volver a reconectarnos con ese lado protector para cuidar la tierra, cuidar la vida». Desde esta corriente, que sostiene un vínculo estrecho entre la mujer y la defensa de los territorios, Guada y Meli se acercan a oriundas de cada localidad que realicen acciones sostenibles con el fin de entrevistarlas y rescatar los saberes y la cultura que caracteriza a cada lugar. Al mismo tiempo, intercambian semillas agroecológicas y organizan talleres de ciclomecánica dirigidos a mujeres y disidencias principalmente.

Descripción de imágenes: en ambas fotografías, tomadas en distintos talleres de ciclomecánica, aparecen varias personas manipulando neumáticos de bicicletas.

El recorrido de Nómadas no solo implica llegar a la meta final, sino también llevar adelante acciones afines al cuidado del planeta. Su participación como voluntarias de la cooperativa Reciclando Utopías, ubicada en Río Ceballos y en una granja familiar en Potrero de Garay a principios de octubre de 2020, les permitió llevar al territorio sus militancias ecofeministas, incentivando a vecines a amigarse con la iniciativa Basura Cero para disminuir el consumo de plásticos en el día a día.

A su vez, continuaron manteniendo esta práctica a lo largo del viaje, siempre y cuando el contexto lo posibilite. «En el caso de producir plástico, hacemos ecoladrillos, pero la idea es no consumir productos envasados con plástico, por lo que usamos tuppers, frascos de vidrio, bolsas de tela. Para la higiene menstrual, llevamos la copita (menstrual) y toallitas de tela. En los lugares donde se puede hacemos compost y baño seco, entre otras acciones que nos permiten estar un poquito más en armonía y no contaminar tanto el agua», explica Guada.

Detenerse en el camino también implica poder compartir experiencias sobre nuestra cultura originaria con diferentes comunidades. «Este proyecto también busca reconectar con el buen vivir de los pueblos originarios, entendido este como una cosmovisión andina de pensar bien, sentir bien, para hacer el bien», afirma Melissa, quien rescata los aprendizajes que se llevan de comunidades de pueblos originarios de zonas rurales, como les comechingones en Río Cuarto (Córdoba), les huarpes en San Luis y Mendoza, les tehuelches en Río Negro y Chubut, como así también de chamanas y madres huerteras.


Descripción de imagen: de pie sobre terreno nevado, Melissa y Guadalupe se apoyan sobre sus bicicletas de espaldas a la cámara, observando el río de confluencia Traful, de cauce ancho y color azul intenso, y las montañas nevadas que se extienden detrás.

Una vez que la cuarentena en nuestro país comenzó a flexibilizarse, Guada y Meli retomaron la ruta en dirección a los próximos destinos. Adentrándose en los pueblos de la patagonia argentina, sus paradas siguientes fueron en San Martín de los Andes, Bariloche, El Bolsón, El Hoyo, Epuyén, Cholila, Esquel, Tecka, Gobernador Costa y Río Mayo, con el objetivo de ingresar a la provincia de Santa Cruz a mediados de noviembre para continuar el último tramo que comprende lugares tales como Los Antiguos, Parque Nacional Perito Moreno y El Chaltén, entre otros, hasta acercarse a la última parada: Ushuaia.

Descripción de imagen: de frente a la cámara, avanzando hacia esta, Melissa pedalea por una ruta patagónica bordeada de árboles y arbustos. A sus espaldas, el camino continúa hasta perderse entre montañas nevadas.

Pero como toda experiencia, el viaje en bicicleta también incluye la búsqueda de lugares donde descansar luego de tantos kilómetros recorridos. De todos los lugares mencionados, sus paradas en Confluencia Traful (Neuquén) y El Hoyo (Chubut) son las que recuerdan con más nostalgia. Fue allí donde, por primera vez, los sitios donde poder descansar eran casi imposibles de hallar. En el caso de la zona chubutense, el último incendio en la comarca andina había arrasado con un pueblo entero a mediados de marzo de 2021 y un lugar donde dormir era lo que más escaseaba, incluso para les oriundes de las diferentes localidades. En Neuquén ya les había tocado vivir una situación similar debido a los incendios forestales que suceden año tras año en la cordillera patagónica.

«Cuando nosotras llegamos en mayo a Confluencia Traful, llevábamos seis meses pedaleando y no había lugar donde pasar el invierno», señala Guada y agrega que, para encontrar ese lugar tan deseado, apelaron a la filosofía de cicloviajeros que consiste en proyectar y esperar que eso aparezca. «Para eso hicimos un ritual al lado del río, dijimos exactamente lo que queríamos y soltamos», continúa Meli, quien describe ese ritual con un brillo en sus ojos: «En ese entonces, decíamos que queríamos un lugar donde estemos tranquilas, donde podamos recuperarnos. Y a los seis días nos ofrecieron hospedarnos en un lugar cuidando tres casas frente al río Traful. Fue exactamente lo que pedimos».

«Viajar en bicicleta es la vida misma», reflexiona Meli sobre lo significativo que es este proyecto para ellas y agrega: «La bici es una herramienta que te muestra que tu fuerza te puede llevar a un montón de lugares que ni te imaginabas».


Descripción de imagen: Guadalupe y Melissa sonríen a cámara, sentadas con las piernas cruzadas sobre el pasto. Detrás de ellas, sus bicicletas se apoyan sobre una pared en la cual está escrito el mensaje: «Si no es ahora, ¿cuándo?» en letras grandes de color celeste y rojo.

Las ruedas se deslizan lentamente sobre el camino de tierra. Se oyen las respiraciones, por momentos agitadas en las subidas más empinadas. Mientras pedalean con firmeza, un mundo de sensaciones las recorre por dentro. Detrás de ellas van quedando los caminos recorridos, petrificados con el paso del tiempo. Y cuando menos lo esperan, los cincuenta kilómetros de ripio que se extienden desde Cholila hasta el Parque Nacional Los Alerces también comienzan a quedar atrás.

Poco a poco, el ruido de un motor interrumpe el silencio propio de la ruta patagónica, fría y desierta. Cada vez es más fuerte. Al pasar a toda velocidad junto a ellas, las bicis tambalean un poco, pero vuelven al ruedo habitual. Otro vehículo se aproxima minutos después y, al verlas pedalear, larga un bocinazo de apoyo —un tanto amigable—. Nuevamente, el silencio propio de la ruta vacía las invade. A su derecha, el reflejo tenue de los picos nevados de las montañas sobre el azul verdoso del Lago Futalaufquen atrae sus miradas. Guada, quien va adelante, voltea su cabeza buscando a Meli. Cruzan miradas la una a la otra y sonríen, cómplices, mientras la brisa de la bajada las envuelve en un abrazo de libertad.


Fuentes:

¿Qué es la gerontofobia?

En un mundo marcado por estereotipos, ideales de belleza y capacidades de producción, la vejez femenina se ha convertido en miedo, en un tabú fuertemente asociado a la enfermedad, al olvido y a la muerte. En este sentido, los prejuicios edadistas medicalizan y desplazan a las mujeres mayores de la sociedad, convirtiéndolas en invisibles para el sistema.

Días atrás, la reconocida actriz Jamie Lee Curtis, de 62 años, apuntó contra los estándares de belleza que se reproducen en las redes sociales y afirmó que la cirugía plástica «está acabando con generaciones de belleza».

La protagonista de la saga de películas Halloween contó en diálogo con Fast Company que fue adicta al calmante Vicodin luego de someterse a una cirugía para hacerse cambios estéticos, aunque hoy lleva 22 años de sobriedad. Según relató, todo comenzó cuando un camarógrafo hizo un comentario sobre sus «ojos hinchados» en un set. «Me sentí tan mortificada y avergonzada que después de esa película fui a hacerme una cirugía plástica de rutina para eliminar la hinchazón», declaró la actriz.

Desde un punto de vista crítico, la actriz sostuvo: «La tendencia actual de rellenos y procedimientos estéticos y esta obsesión por los filtros y las cosas que hacemos para ajustar nuestra apariencia en Zoom están acabando con generaciones de belleza». En una entrevista reciente con la periodista Lloraine Kaine, Curtis consideró que la filosofía que está en contra del envejecimiento es anticuada y genera daños a las mujeres. «El término antienvejecimiento… ¿Qué es eso? ¿De qué estamos hablando? Todes vamos a morir. ¿Por qué quieres aparentar 17 años cuando tienes 70? Quiero aparentar 70 cuando tenga 70», concluyó Curtis.

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De igual modo, en los medios de comunicación, la vejez está cargada de prejuicios asociados a la enfermedad, al olvido y a la muerte. Sin embargo, existen espacios como el colectivo feminista Arrugas más, arrugas menos que se destaca por visibilizar la vida de las personas mayores y dejar de estigmatizarlas.

Rosa Cattana, integrante de este grupo, asegura que en las mujeres la discriminación es doble. «Cuando pasamos la etapa productiva y reproductiva, dejamos de ser visibles para el sistema y la sociedad», expresa.

«Las mujeres en general envejecemos más pobres. Desde el feminismo, el tema laboral es algo que se aborda mucho, que nos tengamos que dedicar más a las tareas del cuidado y del hogar. Pero eso pasa cuando somos jóvenes; cuando somos viejas vienen las jubilaciones y la mayoría de las personas que cobran la jubilación mínima son mujeres».

Rosa Cattana.

«Creo que hay que desestigmatizar el término viejas y viejos», sostiene la activista a la vez que agrega: «Nosotras decimos que somos viejas. Es un término que se usa siempre con un fin discriminatorio, pero bueno, la etapa de la vida que estamos transitando es la vejez. Yo creo que tenemos que decir que somos viejos».

Los estereotipos con los que crecemos

El modelo de mujer ideal y visible exige juventud. Si no hay juventud, no hay belleza y si no hay belleza, no valemos nada porque básicamente estamos para agradar a la vista. Sin embargo, para muchas mujeres el paso del tiempo trae experiencias, transformación, confianza, autodeterminación, conciencia y poder. Sin embargo, la madurez no es valorada ni contada en las representaciones sociales. ¿Por qué ese relato sobre la vida de las mujeres no aparece? ¿Dónde están esas pieles, esas manos, esas arrugas? ¿Dónde están las mujeres que no parecen siempre de 25 años? ¿Dónde se cuentan sus historias?

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La gerontofobia, al igual que la homofobia y gordofobia, no existen si entendemos fobia como «miedo a determinadas cosas». El concepto es utilizado para abarcar el odio y la discriminación que sufren las personas que no encajan en lo que para nuestra sociedad es atractivo o saludable. A su vez, la idealización de la mujer tal cual la conocemos es una herramienta del sistema para señalar qué cuerpos «merecen» o «deben» ser visibles y cuáles no, dejando aisladas a todas aquellas que no son jóvenes, blancas, delgadas y exitosas.

En la misma línea, el ideal de feminidad es un ideal colectivo de lo que debería ser una mujer y de cómo debería verse, donde la moda y la belleza toman relevante importancia y se inculcan en las mujeres desde que son chicas. Para las mujeres, es un hábito aprendido buscar imperfecciones y corregirlas a toda costa en el intento de alcanzar ese canon de belleza asociado a la juventud presente en las publicidades de revistas, en las películas y en la industria de la moda. Canon que puede llegar a generar consecuencias desastrosas en nuestra salud física y mental.

Además de las dificultades con el amor propio y la salud mental, la imagen de mujer perfecta genera que se pierda tiempo, plata y comodidad, y hace sobresalir las inseguridades. Lo paradójico es que la incomodidad genera cierta seguridad: los tacos altos que hacen doler los pies y el maquillaje en exceso que no permite sonreír sin pensar.


El fútbol tiene lugar para el feminismo

Desde su nacimiento, se concibió al futbol como un deporte machista y se lo asoció a los hombres. Sin embargo, desde hace algunos años la situación ha cambiado y tanto hinchas mujeres como no binaries se han unido para generar sus espacios dentro del deporte: han conformado organizaciones feministas y espacios de géneros que han impulsado políticas para que los deportes sean más igualitarios.

Desde hace años (podría tomarse como punto de partida el Ni Una Menos en junio de 2015), las demandas históricas del feminismo se han convertido en problemas públicos, adquiriendo legitimidad, masividad y transversalidad en otros actores de la sociedad. Estas demandas llegaron al fútbol y al mundo del deporte, impactando en la cotidianeidad de todos los clubes.

Las mujeres y disidencias se han organizado, primero dentro de cada club y luego entre todos los clubes mediante la Coordinadora Sin Fronteras de Fútbol Feminista, para diseñar estrategias colectivas que instalen la agenda de género en las instituciones deportivas. Florencia, integrante de la agrupación Feminismo Xeneize, afirma que la perspectiva de género «es necesaria en tanto mirada y acción crítica. Pero aun más importante es que esa mirada y acción crítica de los feminismo siempre es colectiva».

Según Bárbara, integrante del movimiento River Feminista, el feminismo y la perspectiva de género son importantes dentro del deporte en general porque históricamente las mujeres fueron marginadas y estuvieron en desventaja en todo lo que fue el deporte en comparación con sus pares varones, de los cuales nunca se dudó la legitimidad de su participación. En contraposición, a las mujeres y otras identidades se las cuestionaba, eran vistas como algo masculino o no se las tomaba en serio.

En la misma línea, Bárbara cuenta que antes las mujeres recién «agarraban una pelota en serio a los 11 o 12 años», perdiendo toda la etapa de la primera infancia donde más se desarrolla la coordinación. Así, el varón sacaba ventaja a la mujer. «Los niños varones tenían un desarrollo motriz de su cuerpo mucho mayor porque podían practicar el deporte desde muy chiquitos. Entonces nos parece muy importante que exista la perspectiva de género y el feminismo en el futbol para que todas y todos y todes tengan igualdad de oportunidades», explica la integrante de River Feminista.

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Generar espacios dentro de los clubes

En este sentido, Florencia explica por qué fue fundamental la entrada de los feminismo en los clubes:

«Instaló las condiciones de posibilidad para el encuentro entre hinchas y promovió que en esas redes se advierta que las violencias, invisibilizaciones y desigualdades padecidas no eran situaciones aisladas ni individuales ni esporádicas, sino que nos pasaban a todas».

Tanto Florencia como Bárbara aseguran que gracias al avance del movimiento feminista en Argentina, su llegada a la agenda pública y las políticas de Estado, es notorio el vencimiento de muchas resistencias a la hora de pensar las instituciones en general, y los clubes en particular, desde una perspectiva de género.

Sin embargo, Florencia cuenta que los logros «conviven con otros sectores o posiciones más reticentes».

«Pueden llegar a pensar que nosotras queremos cambiarles todo y la realidad es que no queremos cambiar nada más que lo que sea injusto o que promueva violencia».

Bárbara (River Feminista).

En el mismo sentido, desarrolla que el futbol siempre fue un ámbito donde se perpetuó el machismo: «La forma de insultarse es decirse “puto” o ganarle al rival es cogérselo. Por eso nos parece tan importante desarrollar una perspectiva de género que permita eliminar esas señales de machismo y que permita que sea un espacio abierto para todes».

Bárbara, a su vez, cuenta con entusiasmo que muchas hinchas y socias se les acercaron y piensan seguir creciendo como movimiento: «Estamos implementando un plan de federación y a través de él se están abriendo más sedes de River Feminista. La idea es llegar a todos los rincones posibles del país». Florencia, por su parte, cuenta que Feminismo Xeneize es un espacio «conformado por bosteras de todo el país que participan de diferentes agrupaciones, filiales y peñas, pensando qué Boca queremos en clave popular y de género».

«Donde hay una hincha de River feminista, que esté River Feminista».

Para hinchas feministas, medidas feministas

River Feminista es un movimiento y no una agrupación del club. «Somos un movimiento amplio y diverso que nuclea hinchas y socias con la idea de llevar adelante un club con perspectiva de género, más igualitario, y libre de violencias», argumenta Bárbara. Además explica que aunque el movimiento no está dentro del club sí lo sigue muy de cerca y acompaña diferentes actividades que realiza.

Desde River Feminista están reclamando que el equipo de primera división femenino pueda jugar sus partidos de local en el estadio Monumental, dado que representa a River en la primera división y es uno de los pocos equipos que nunca jugó en su estadio. «Hace varios años que River se desempeña en futbol femenino, participó en varias oportunidades en la Copa Libertadores, ganó torneos. Entonces, como hinchas y socias del club queremos que el equipo de primera división femenino pueda jugar en el monumental», expone Bárbara.

Por su parte, Feminismo Xeneize articula con el Departamento de Inclusión e Igualdad y hace un año prepararon una propuesta de protocolo de prevención y acción institucional ante situaciones de violencia de género. La iniciativa surgió a raíz de una convocatoria abierta a las socias de Boca y a partir de esas contribuciones se elaboró el protocolo, que desde hace semanas está aprobado y vigente en el Club.

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En cuanto a las medidas y políticas impulsadas, desde River Feminista trabajan en el cupo femenino, «que si bien fue impulsado por la comisión de mujeres del club, nosotras también tuvimos injerencia». Además, participaron en el protocolo contra la violencia de género: «Lo escribimos algunas miembras del movimiento junto con Florencia Speron, que es la persona que está encargada de género en River». También expresan que creen que falta paridad de género en los espacios de poder del club y en los espacios de toma de decisiones.

El feminismo movilizó una fuerte interrogación de todas las instituciones, sus prácticas y sus discursos patriarcales naturalizados, y el fútbol no quedó por fuera. De ahí que la perspectiva de género se vuelva primordial para la transformación de los clubes que históricamente han sido exclusivos de algunas masculinidades y excluyentes para les demás. Las integrantes de diversos movimientos aseguran que la transversalidad de la perspectiva de género en cada sector los puede transformar en clubes para todes.

¿Por qué nos maquillamos?

El maquillaje está presente en la vida de las personas desde la infancia. Aunque en los primeros años de vida puede tener un rol lúdico, con el paso del tiempo las imposiciones sociales comienzan a transformarlo en una práctica cotidiana, como comer y dormir. 

¿Alguna vez se detuvieron a pensar por qué se maquillan? ¿De dónde viene el hábito de cubrir el rostro con productos químicos? ¿Se maquillan para resaltar rasgos u ocultar «imperfecciones»? 

La higiene entre los antiguos egipcios

El maquillaje tiene sus orígenes en la época de la Prehistoria, donde la gente se aplicaba arcilla en la cara, aunque no se definió cuál era el fin. En el Paleolítico, las mujeres se ponían un pigmento marrón rojizo en diferentes partes del cuerpo. 

En el Antiguo Egipto, hombres y mujeres pintaban sus ojos con polvos negros y verdes, y los labios con una mezcla de ocre rojo y óxido de hierro natural. Además de utilizar el maquillaje para resaltar estas partes de la cara, les egipcies creían que eso les protegía de enfermedades. En algunas tumbas faraónicas se encontraron restos de productos cosméticos. Incluso, se cree que el rubor deriva de una mezcla de semillas, ocre rojo y diferentes frutos que se elaboraban en la época. 

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En la Antigua Grecia y Roma, el canon de belleza estaba relacionado a que las mujeres tuvieran la piel blanca y las mejillas coloradas, ya que eso distinguía a quienes pertenecían a la nobleza. La mayoría de los cosméticos eran de origen vegetal y animal. 

Durante el Renacimiento, la tendencia consistía en llevar cejas finas y la piel muy blanca mientras que los ojos se delineaban de color negro, los párpados con azul o verde y los labios se pintaban de color rojo intenso en forma de corazón. Otra de las costumbres era simular tener lunares, ya que se consideraban estéticos, por lo que se usaban tintes para marcarse uno en alguna parte de la cara. 

En el siglo XIX se exageró la palidez en la cara, a un punto en el que las mujeres consumían sustancias como plomo y arsénico. También, se marcaban las ojeras y los pómulos con un leve color rosado. 

Hacia la Modernidad

El siglo XX fue la etapa donde se consolidó la industria cosmética al mismo tiempo que los medios de comunicación comenzaron a tener una fuerte presencia en la sociedad, imponiendo modelos de belleza. 

Historia del maquillaje 1960 – 1969 | Nati De la Dauphine

Más adentrado el tiempo, el desarrollo de industrias culturales como el cine, la televisión, las revistas y las campañas publicitarias promovieron y profundizaron el desarrollo y la difusión de cánones de belleza, estereotipos y mandatos que establecieron la «obligatoriedad» de ciertas prácticas, como la de cubrirse el rostro con productos cosméticos. 

La interpretación del maquillaje modificó, en cierto modo, su eje. No solo se utiliza como sentido de pertenencia (a un grupo social, una tribu, una moda) y signo de diferenciación sino que, también, se suma una «necesidad» de utilizarlo para modificar «errores estéticos» (ojeras, granos, manchas, etc.). 

¿Por qué nos gusta el maquillaje?

Se podría encontrar infinidad de respuestas diferentes, aunque, si se rasca un poco el fondo de la olla, será posible descubrir una intención de querer arreglar algo; quizás, eso que el patriarcado rompió durante todos estos años. 

Afortunadamente, del otro lado de la vereda se viene dando una militancia un poco más silenciosa en redes sociales donde algunes influencers se vuelcan a inculcar el cuidado de la piel para lograr una mejor calidad de vida e, incluso, mostrar las famosas #PielesReales

La condición de la belleza física está quedando cada vez más atrás aunque eso implica un arduo proceso que lleva a la sociedad y la industria comercial a repensar y revisar este concepto en pos de poder transmitir un mensaje un poco menos superficial. 

Maquillarse está bien, ya que forma parte de un ritual histórico donde las personas buscan resaltar ciertos rasgos, pero también hay que comprender que no maquillarse es igual de válido. Las ganas de querer expresarse al mundo a través de la pigmentación en el rostro tienen que ser por gusto y no por deber.

¿Qué es el gaslighting? Claves para detectarlo

Artículo colaboración escrito por Josefina Anschütz


Cada día vemos más términos en inglés relacionados a practicas abusivas y psicológicas: gaslightingghosting, stealthing y otras palabras que resuenan pero no terminamos de comprender. El gaslighting (traducido como «luz de gas») confiere una manipulación psicológica que otra persona realiza sobre nuestra persona. ¿Cómo podemos detectarlo?

Las relaciones humanas no son fáciles. Desde el principio de los tiempos cualquier relación siempre implicó poder, un poder de una persona sobre la otra. Las relaciones tóxicas implican que una de las dos personas de la relación sea la que somete a la otra; en las relaciones sanas, hay una comunión y un entendimiento mutuo.

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El libro La chica del tren de la autora Paula Hawkins, que fue posteriormente llevado al cine, trata este tema. En esta película, vemos el punto de vista de la protagonista: es una persona alcohólica y prácticamente todos los problemas en su vida parecen derivados de su alcoholismo; pero cuando se acerca el final, nos damos cuenta de que esa visión que tenemos de ella no es la correcta, es la versión modificada mediante esta práctica de gaslighting.

Su pareja es la que le hace creer que ella es la que arruina todo, por medio de manipulaciones psicológicas mezcladas con su falta de recuerdos por sus borracheras. La protagonista se cree el mundo que su pareja le arma y se echa la culpa de todo lo sucedido cuando, verdaderamente, es un engaño deliberado de su pareja que le hace creer cosas que no pasaron.

En pocas palabras, la persona que impone esta manipulación sobre otra la va encerrando en una realidad tan armada que la víctima solo puede ver y creer lo que esa persona quiere que vea y crea. Es una forma de abuso psicológico que consiste en manipular la percepción de la realidad de le otre.

La psicóloga transfeminista Ale Devenuta (@psi.alejandradev) explicó en una nota para Página 12 ciertas señales para detectar si estás sufriendo esta práctica:

«El primer punto es el de cuestionar la memoria y los sentimientos con frases como “Yo nunca dije eso” o “Estás inventando cosas”; el segundo se trata de la invalidación del enojo, la incomodidad o el dolor con frases como “Es que sos muy sensible” o “¿En serio te vas a enojar por esto?».

En el tercer punto, el victimario desvía el tema y el sentido de la conversación para pasar a ser la víctima y utiliza frases como “Tu familia y tus amigues te quieren poner contra mí” o “Lo hago porque te amo ¿y así me lo agradecés?”.

El cuarto punto es el famoso ghosting que se basa en volverse un fantasma en la vida de la otra persona: desaparecer, no contestar mensajes e incluso bloquearte de las redes.

El quinto indicio de que sufrís gaslighting es que siempre cuidás de manera extrema tus palabras y expresiones por miedo a que te malinterpreten y siempre te sentís confundide y culpable, hasta terminar en ocasiones pidiéndole disculpas a tu pareja manipuladora».

Las relaciones en la era digital -y más durante la pandemia que estamos viviendo- se han vuelto cada vez más complejas y hay que estar pendiente para detectar señales de alerta que nos indiquen que estamos siendo víctimas de una manipulación psicológica.


Violencia mediática: la sexualización de siempre

En las últimas semanas, Carolina Ardohain, conocida como Pampita, fue noticia no solo por el nacimiento de su hija Ana sino también por su pronta recuperación después del parto y el regreso a sus compromisos laborales. Lejos de poner en el centro del debate el cuerpo o la manera de maternar de la conductora, se vuelve necesario hacer hincapié en las exigencias de perfección posparto que circulan en los medios de comunicación.

Más allá de los avances en cuanto cuerpos diversos logrados por los feminismos, cada vez que una mujer famosa tiene une hije se destaca su apariencia después de parir. Tanto en los medios como en las redes sociales desbordaron los mensajes del estilo «Pampita se ve espléndida a días de ser mamá», «Así está Pampita hoy: antes de cumplirse una semana del parto», «Pampita deslumbró con su figura tras una semana del parto».

Sin poner el foco en la vida de Pampita, los medios insisten con la idea de «estar perfecta» después del parto, lo cual se suma a las tantas exigencias que tenemos las mujeres. Al celebrar que las madres estén flacas, valorar positivamente la falta de estrías o remarcar que vuelven a trabajar a los pocos días de parir, lo que se logra es generar modelos y estereotipos inalcanzables de cómo deben ser las madres en general.

A pesar de las diferencias de quienes trabajan de la estética de su cuerpo y quienes trabajan de cualquier otro rubro que les permita llegar a fin de mes, el patriarcado existente en nuestra sociedad exige a las mujeres en primer lugar ser madres, luego ser buenas madres y, como si todo ello fuera poco, estar siempre felices, descansadas y recuperar en poco tiempo el peso y la vida de antes de parir.

¿Por qué los medios no utilizan los casos de famosas embarazadas para hablar de la depresión posparto, la lactancia y la falta de licencias por paternidad? La respuesta es sencilla: porque esos temas permiten cuestionar en lugar de reproducir los estereotipos patriarcales de nuestra sociedad.

Esther Vivas, en su libro Mamás desobedientes, explica que el problema de seguir reproduciendo este mensaje es que reaviva la idea de que las mujeres deben ser las «Súper mamis»: mujeres madres con múltiples obligaciones como ser buenas madres, poder con todo y, además, estar espléndidas, con un físico impecable, como si nada hubiese pasado por su cuerpo.

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En oposición a la falsa idea de perfección posparto, la semana pasada se llevó a cabo la semana de la lactancia materna que busca concientizar acerca del proceso. Respecto a ello, la ginecóloga y obstetra Melisa Pereyra, conocida en redes como Ginecoonline, realizó un posteo mostrando la realidad de las mujeres a los pocos días de ser madres y las dificultades a la hora de la lactancia: dolores, falta de espacios y tiempos laborales, entre otros.

Parece tan obvio como indispensable aclarar que la crítica no es a una modelo en particular sino al sistema. Un sistema que propone como única posibilidad la mujer «bella», productiva, que cuenta una historia en la que no existen ni las licencias ni el puerperio ni los dolores. A la vez que remarca como positivo la pérdida de peso. ¿De verdad en el año 2021 seguimos opinando sobre los cuerpos ajenos y aplaudiendo a las mujeres cuando adelgazan?

Otra mujer, la sexualización de siempre

La obligación de quedar «esplendidas» después de un parto no fue la única noticia que puso el foco en el rol de las mujeres en la vida social. También la semana pasada, tras darse a conocer la lista de ingresos a la Quinta de Olivos durante la cuarentena, el diputado de Juntos por el Cambio Fernando Iglesias tuvo dichos violentos acerca de Florencia Peña, quien fue una de entre muchos hombres que habían mantenido reuniones con el presidente de la Nación.

Lejos de cuestionar el accionar de los hombres de la lista o de investigar acerca del propósito de dichas reuniones, el diputado realizó diferentes posteos acompañados de fotos de campañas en ropa interior de la conductora, además de hacer referencia a que la visita no había sido de índole político sino sexual.

¿A alguien se le ocurriría cuestionar una reunión entre hombres o acusar a un actor o conductor que ingresa a la Casa Rosada de mantener relaciones sexuales con el primer mandatario? La respuesta es no. Porque Fernando Iglesias no es el único, son muchos los que ante un desacuerdo político con una mujer buscan descalificarla sexualizándola o criticando su vida sexual y amorosa en lugar de debatir ideas como pares.

En relación con lo anterior, no darles el lugar a las mujeres para mantener un debate de igual a igual solo reproduce el mandato machista que ubica a las mujeres en un lugar inferior, donde se las puede en primera instancia desacreditar pero también insultar y agredir.

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Por otra parte, cabe destacar que Fernando Iglesias, al igual que Waldo Wolff, no son simples usuarios de Twitter sino que son diputados que tienen una responsabilidad como gobernantes para con su pueblo y sus dichos o los tipos de violencia que ejercen para con las mujeres deben ser repudiados en mayor medida. Es por ello que la diputada Gabriela Cerruti, acompañada de otras colegas, pidió la sanción y expulsión de Iglesias de la Honorable Cámara de Diputados.

En repudio a estos hechos, desde el proyecto Mujeres que no fueron tapa aseguraron que «no necesitamos estar de acuerdo para reconocer y repudiar la violencia. Florencia Peña está siendo víctima de violencia digital de género desde hace varios días. No acordamos con lo que promueve en sus redes, en sus formas y discursos, y hasta hemos sido atacadas por ella en alguna oportunidad. Pero eso no nos impide ver lo que sucede y denunciar la violencia que se ejerce sobre ella».

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La violencia contra las mujeres adquiere formas más o menos sofisticadas, pero las consecuencias son las mismas: eliminarnos de los espacios, silenciarnos. Cuando se silencia a una mujer nos están silenciando a todas, se está moralizando con ese ejemplo a las demás. Cuando una mujer tiene voz, cuando una mujer quiere salir del ámbito privado y desempeñarse en el ámbito público, será objeto de los discursos de odio por ser mujer.

Erradicar la violencia simbólica resulta esencial para terminar con la violencia de género en todas sus formas. Para ello, es necesario dejar de concebir a las mujeres como objetos, para reconocerlas como sujetas de derecho y desnaturalizar los espacios donde se legitima la diferencia como desigualdad. A romper moldes, correrse de los límites, cuestionar estereotipos hasta que la libertad deje de ser privilegio masculino.


Imagen de portada: Collage de Tamara García para La Tercera