Alemania: el «stealthing» es ataque sexual

El Tribunal Regional Superior de Schleswig-Holstein, Estado del norte alemán, resolvió que quitarse el preservativo sin consentimiento durante el coito es considerado ataque sexual. Se trata del concepto identificado como stealthing que proviene del verbo ingles stealth y denota el «hacer una acción o movimiento con cautela».

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Esta resolución se dio después de anular un fallo emitido por el Tribunal del Distrito de Kiel en el que, en noviembre de 2020, se absolvió a un hombre acusado de quitarse el preservativo durante una interrupción del acto sexual sin que la persona que lo acompañaba lo advirtiera y de continuar el coito sin protección. Asimismo, la persona denunciante había señalado previamente y en repetidas ocasiones que solo deseaba tener relaciones sexuales utilizando protección. Sin embargo, el Tribunal de Distrito no consideró que la conducta del hombre fuera criminal y absolvió al acusado.

En esta nueva oportunidad, el 19 de marzo el Tribunal Superior concluyó que «si una víctima declara antes de la relación sexual que solo la acepta con condón, la penetración sin protección puede ser punible como agresión sexual, incluso si la víctima no nota la falta de condón durante la relación sexual», informó el Portal DW News. Por esto, el hombre será juzgado nuevamente.

Sexualidad y derechos humanos

El stealthing puede darse en cualquier relación sexual que implique penetración anal o vaginal. Incluso existen grupos donde se promueve la práctica y se comparten técnicas para efectivizar la acción no consensuada.

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Según detalla María Fernanda García, integrante del DeCyT Doctrina Penal Feminista (UBA), los Estados deben proyectar técnicas legislativas para abordar delitos sexuales, en línea con los estándares internacionales de derechos humanos. A nivel local, en el caso del Código Penal argentino, el artículo 119 es el encargado de regular las conductas que constituyen abusos sexuales en diversos grados, por lo que resulta la norma adecuada para ser aplicada.

Desde la perspectiva del stealthing, la libertad sexual se ve dañada en el mismo momento en que una persona modifica las condiciones iniciales del encuentro sexual sin obtener consentimiento explícito. Y al estar en juego la libertad sexual no solo es imprescindible que haya consentimiento inicial sino también que el acto se desarrolle de acuerdo a lo pactado cuando se aceptó.

Además, en esta práctica se observan patrones socioculturales de conducta sexistas. En ese sentido es que los estándares internacionales de derechos humanos deben contribuir al diseño de políticas públicas que tengan en miras la modificación de dichos patrones. La educación sexual integral dentro de las propuestas educativas, por ejemplo, tiene como objetivo promover actitudes responsables ante la sexualidad, prevenir los problemas relacionados con la salud en general, la salud sexual y reproductiva en particular y procurar igualdad de trato y oportunidades.


Fuentes: 

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Violencia sexual como crimen de lesa humanidad

En los Centro Clandestinos de Detención (CCD) que funcionaron durante la última dictadura cívico-militar hubo maltratos de todo tipo, sin distinción de género. Sin embargo, en el caso específico de las mujeres existieron además otros métodos de tortura, no solo por ser militantes sino también por su género; en particular, por no ser las mujeres que la sociedad heteropatriarcal esperaba.

Según la Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad, se encontraron delitos sexuales en 36 de las 254 sentencias dictadas hasta principios de marzo. En cuanto a los condenados de estas causas, representan el 11% del total. Dicho de otra manera, de un total de 1025 personas condenadas por crímenes de lesa humanidad hasta hoy, 121 fueron responsabilizadas también por delitos sexuales.

«Cada vez son más las causas en las que se trata y se acepta de forma autónoma e independiente el tratamiento de los casos de agresiones sexuales en el marco del plan sistemático».

Ángeles Ramos, Fiscal Federal a cargo de la Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad.

En 2000, la Corte Penal Internacional estableció como delitos de lesa humanidad a las violaciones, la esclavitud sexual, la prostitución forzada, los embarazos forzados, la esterilización forzada u otros abusos sexuales de gravedad comparable «cuando se cometa como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y con conocimiento de dicho ataque». La repercusión de lo establecido tardó 10 años en llegar al país.

De hecho, en diciembre de 2008, en la causa «Riveros, Santiago Omar y otros por privación ilegal de libertad, tormentos, homicidio», condenaron a Santiago Omar Riveros por otros crímenes pero dictaron falta de mérito respecto al delito de violaciones sexuales, por considerar que habían sido «eventuales y no sistemáticas» y, por lo tanto, no constituían crímenes de lesa humanidad. Cuando en realidad estos delitos contra la integridad sexual formaron parte del ataque sistemático del terrorismo de Estado.

En 2006 se realizaron los dos primeros juicios como resultado de la declaración de inconstitucionalidad y de la nulidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. Desde ese entonces, hubo 36 juicios concluidos que abordaron delitos de violencia sexual, los cuales representan el 14% del total. En ellos existen 136 víctimas, que se dividen en 112 mujeres y 24 varones.

El proceso judicial y sus demoras

La Justicia se tomó su tiempo para escuchar estas denuncias. Durante el Juicio a las Juntas de 1985, consideró a las violaciones como parte integral del resto de las prácticas inhumanas en vez de tomarlas como hechos autónomos y nombrarlas como lo que son.

Susana Chiarotti, fundadora del Comité Latinoamericano y del Caribe para la Defensa de las Mujeres (CLADEM), en la investigación Grietas del silencio, detalla algunas de las dificultades que identificaron en el aparato judicial para recibir estas denuncias en particular: «Prejuicios y falta de sensibilidad; mayores exigencias para probar la violación sexual que para probar la tortura; negativa a aceptar la responsabilidad mediata en casos de violación sexual, entre otros».

Por su parte, Pablo Llonto, abogado querellante, en diálogo con Escritura Feminista, explicó la situación de los delitos sexuales en ese momento histórico: «Antes estaban invisibilizados porque cuando las víctimas contaban esto, la Justicia lo subsumía en la figura de los tormentos y por lo tanto no aparecían las prácticas sistemáticas de violaciones y abusos sexuales centralmente contra mujeres».

Además, detalló otras trabas y su resolución: «Las víctimas mujeres estaban encapuchadas y, salvo excepciones, no podían identificar al genocida agresor, entonces el salto se dio al poder condenar en algunos casos a los jefes de los centros clandestinos, de las áreas y de los cuerpos del ejército, lo cual tiene un valor enorme porque ellos sí sabían que el plan sistemático de exterminio incluía el secuestro, la tortura, el saqueo, el robo, las violaciones, los abusos sexuales, las apropiaciones de bebes».

Recién en 2010 se logró la primera condena a un represor como violador. Y en 2011, el juez Sergio Torres, a cargo de la causa ESMA, declaró a los sometimientos sexuales en el centro clandestino como prácticas sistemáticas llevadas a cabo por el Estado dentro del plan clandestino de represión y exterminio.

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La conquista de esta batalla por la autonomía de los delitos sexuales de los tormentos cometidos por los genocidas tuvo múltiples impulsoras. En primer lugar, las personas sobrevivientes que tuvieron la fuerza de brindar sus testimonios; a la par, las querellas y las fiscalías que con su arduo trabajo lograron que las causas avanzaran; por otro lado, el movimiento feminista que pudo compartir sus convicciones con el ámbito de los derechos humanos y, en este sentido, Pablo Llonto también menciona a la nueva generación de abogadas que hizo fuerza para que se diera este gran paso.

Por ejemplo, las organizaciones feministas CLADEM y el Instituto de Género, Derecho y Desarrollo (INSGENAR) se presentaron como amicus curiae en la causa de Riveros antes mencionada para lograr que se reconozcan, juzguen y castiguen los delitos contra la integridad sexual que figuran en los testimonios correspondientes.

Sentido de memoria y verdad

Como lo que no se nombra, no existe, poder tipificar de manera correcta estos delitos y no considerarlos ni aislados ni parte de un todo le da un significado muy valioso para toda la sociedad pero particularmente para las sobrevivientes y sus familias.

«Permitió que se comprendiera desde las víctimas y los familiares el valor jurídico, en el sentido de memoria y verdad, que tenía reflejar de una vez por todas todo esto como corresponde. No es lo mismo escuchar la frase «por tortura» en una condena que escuchar «por tortura, por violación» o «por tortura, secuestro y abusos sexuales», que da cuenta con exactitud de lo que sucedía dentro de los centros clandestinos a la vista, el control y la supervisión de los ojos de los represores».

Pablo Llonto, abogado querellante.


En este sentido, se destaca la condena al ex agente de inteligencia del Ejército Argentino Horacio Barcos por el secuestro, privación ilegal de la libertad y torturas contra Amalia Ricotti y quien era su marido, José Alberto Tur, detenidos en el centro clandestino conocido como «La Casita». En esta condena, se consideró por primera vez la violencia sexual como un crimen de lesa humanidad.

El fiscal y los abogados querellantes plantearon que «la violencia sexual cometida en los centros clandestinos de detención de la dictadura fueron parte del plan sistemático de represión ilegal y, por lo tanto, constituyen delitos de lesa humanidad, imprescriptibles». En consecuencia, se solicitó al tribunal que Barcos sea condenado también por la violencia sexual que padeció Amalia en el centro clandestino.

Para tener dimensión de lo que la violencia de género significó en el plan sistemático es importante saber cuáles fueron sus formas. Entre ellas se registran: violaciones; abusos; abortos forzados; desnudez; tocamientos; partos en cautiverio, lo que incluía en muchos casos que a los siete meses, aproximadamente, les inducían el parto (en general, cesáreas); negación de productos de higiene para cuando menstruaban; y robo y apropiación de bebés.

«Si la justicia minimizara o dejara de investigar y sancionar estos hechos estaría enviando un mensaje equívoco a la sociedad, lo que fomentaría la impunidad y la discriminación, además de no mostrar la verdadera imagen de quienes estuvieron a cargo de la represión ilegal», denunció la representante de CLADEM.

Hoy visibilizamos que los crímenes de violencia sexual no estuvieron aislados del plan represivo general de los genocidas sino que fueron parte, como también representaron una forma de la violencia machista más extrema. Lo resaltamos, lo juzgamos y lo repudiamos para que no suceda NUNCA MÁS.


Denuncias por abusos sexuales en Perú descartadas ante la Justicia

Cerca del 90% de las víctimas de violencia sexual son mujeres. La victimización desigual, así como el crecimiento del registro de este fenómeno en los últimos años, se observa en todos los escalones de la pirámide, según UFEM 2019.

Durante años, Guillermo Castrillón ejerció como director y profesor de teatro, pese a no tener ningún título que lo habilitara para ello, y mantuvo con las denunciantes una relación jerárquica. En sus clases usaba «técnicas» que incluían desnudar a las actrices, manosearlas e introducir su pene entre las nalgas o sus dedos en sus vaginas.

También habría penetrado a una mujer que quedó inconsciente en su casa durante una fiesta e irrumpido en el cuarto de una compañera de piso para masturbarse junto a su cama. No obstante, según la resolución del fiscal Marcos Guzmán Baca, nada de esto constituiría un probable delito porque las víctimas, todas adultas cuando sucedieron los hechos, no muestran una «afectación emocional compatible» con los delitos y, en los casos en los que sí hay afectación, la pericia no puede probar que sean «explícitamente» a causa de «una violación sexual».

Imagen Agencia noticias EFE/ Cortesía de las denunciantes.

Que algunas víctimas no expresaran su negativa en el momento de los hechos, que no le reprocharan inmediatamente sus actos o que mantuvieran un trato «cordial» con el agresor implica también (según la tesis del fiscal) que, o bien dieron su «consentimiento» o que no tuvieron «un comportamiento razonable como víctimas de abuso sexual», indicios que para Guzmán Baca justifican archivar el caso y no proceder con una investigación.

Para el fiscal, tampoco parece siquiera digno de una investigación que existan, además, otras dos víctimas que decidieron no seguir con la denuncia y que todas narren patrones similares. De mantenerse la postura del Ministerio Público, podría echarse a perder lo que sería el primer gran caso de acusación colectiva en Perú contra un abusador sexual, que no llegaría siquiera a convertirse en un proceso.

Ante este revés del archivamiento de la denuncia, varias de las víctimas tuvieron que armarse de valor y hacer lo que no habían hecho antes: salir a denunciar públicamente una situación «delirante, retrógrada, machista y absurda».

«Hemos apelado para que se realice de nuevo la investigación por otra fiscalía. Somos 15 denunciantes, tienen que evaluar cada uno de los casos para ver cuáles procederían a una denuncia penal. Esta resolución desestimó por las mismas razones casos distintos».

Daniela Rotalde, una de las denunciantes.

También desestimó como prueba un correo electrónico del propio Castrillón en donde reconocía un acto de abuso y pedía perdón por el mismo, pues quien recibió la misiva no había presenciado el acto.

La ministra de la mujer de Perú, Rosario Sasieta, confirmó a la agencia de noticias EFE que su ministerio, que representa a las denunciantes, ya impugnó la decisión con la esperanza de que se revierta la decisión y el caso pueda convertirse en una denuncia penal.

Imagen Archivo

Para Sasieta, todo este asunto genera profunda indignación, pues se trata de «un sistemático caso de violencia sexual» y es una clara demostración de la ausencia de un sistema de Justicia especializada con enfoque de género.

Asimismo, también pone sobre la mesa la necesidad de «trabajar directamente con las y los fiscales» para lograr un adecuado abordaje de los casos de violencia, que abarque la erradicación de estereotipos desde la denuncia hasta la sentencia.

Pese a este apoyo, Rotalde apuntó que la sensación de abandono de las mujeres por parte del Estado solo desaparecerá de sus cabezas si se revierte la resolución fiscal.


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#Entrevista: Repensar los escraches

Escritura Feminista entrevistó a Luciana Wisky, del grupo de Filosofía Aplicada y Políticas Queer, quien coordinó el encuentro virtual «Estrategias Juveniles para repensar los escraches» propuesto la semana pasada por la ONG Amnistía Internacional. ¿Por qué es necesario repensar los escraches desde abordajes más reparadores? ¿Se trata de una herramienta punitivista o sanadora? ¿Pueden pensarse estrategias alternativas cuando hay adolescentes involucrades?

En los últimos años, el escrache en redes sociales para denunciar situaciones de abuso y casos de violencia de género se hizo cada vez más frecuente. La estrategia se utilizó tanto en casos de violación y abuso sexual como también en situaciones entre adolescentes que pedían ESI a gritos: es necesario que existan espacios para hablar de consentimiento en las instituciones educativas como también pensar instancias más reparadoras que las acusaciones públicas en las cuales la persona que atravesó una situación violenta queda expuesta.

Muchas mujeres se sintieron interpeladas por los relatos de quienes compartieron sus historias y se animaron a relatar sus propias vivencias, el escrache fue utilizado como una herramienta de acción ante las violencias sufridas. Asimismo, esta estrategia se hace presente cuando no se cuenta con otras herramientas para denunciar y reparar lo vivido, es decir, ante la inexistencia de lugares para repensar las relaciones entre los géneros en las instituciones, la culpabilización de las víctimas en los espacios de denuncia, la lentitud de los tiempos del poder judicial.

La doctora en Ciencias Sociales Eleonor Faur entrevistó a estudiantes de colegios de la Ciudad de Buenos Aires donde se llevaron adelante una serie de escraches y luego se desarrollaron distintas estrategias por parte de les estudiantes para repensar las relaciones y la sexualidad. En «Del escrache a la pedagogía del deseo», Faur encontró que les estudiantes entrevistades hablaron de la necesidad de dejar de lado la metodología del escrache, sin abandonar el objetivo que lo impulsó: visibilizar y transformar las relaciones desiguales entre los géneros.

A partir del trabajo que realiza Amnistía Internacional en relación a jóvenes y Derechos Humanos en colegios de la Ciudad de Buenos Aires y con la investigación de Faur como punto de partida, la ONG propuso un encuentro virtual destinado a jóvenes para reflexionar sobre las estrategias juveniles para pensar los escraches y lo llevó adelante junto al Grupo de Filosofía Aplicada y Políticas Queer

Escritura Feminista habló con Luciana Wisky, estudiante avanzada de Filosofía, miembro de @polqueer y quien coordinó el encuentro en el que se trabajó no quedarse en la cancelación o el escrache cuando el objetivo es generar espacios de seguridad, generar relaciones donde se respete el consenso y la voluntad de las personas involucradas o generar espacios de relaciones sanas

«El taller se concentró en trabajar sobre respuestas. Nos dimos cuenta de que cierto tipo de conflicto atravesaba a les jóvenes que participaron y que había cuestiones que ya se venían pensando».

ESCRITURA FEMINISTA: ¿SE TRABAJÓ SI PUEDE ESTAR DISOCIADO EL OBJETIVO PRINCIPAL POR EL CUAL SE LLEVA ADELANTE UN ESCRACHE DEL RESULTADO QUE PUEDE TENER?

Luciana Wisky: Para el encuentro nos basamos en el texto de Eleonor Faur y a partir de esos relatos se analizó cuáles eran los objetivos que se perseguían, qué fue lo que se logró y cuál fue el impacto negativo que llevó a repensar el modo en el que se estaban abordando los problemas.

¿Qué se quería hacer? Visibilizar un caso. Se llevó adelante un escrache. Por un lado, muchas personas se sintieron identificadas con lo que se estaba denunciando; entonces, se logró en algún punto desnaturalizar ciertas prácticas, discursos y modos de relacionarse o por lo menos sacar a la luz cosas que no se venían hablando. A raíz del escrache, muchas chicas se empiezan a comunicar con otras porque se reconocían en esas prácticas y también muchos varones se reconocían como agentes de esas prácticas.

Pero, por otro lado, no es necesario exponerse uno, siendo menor de edad, con todas las implicancias que eso tiene. Para exponer situaciones violentas no es necesario exponerse con nombre y apellido. No es que no sirva llevar al espacio público algo de lo privado ni que la otra opción sea callarse y no decir nada, sino empezar a desmenuzar cómo se puede hacer algo sin poner en peligro tu intimidad y exponerte.

E. F.: ¿DESDE QUÉ PERSPECTIVA SE ABORDA EL ESCRACHE en EL GRUPO DE FILOSOFÍA APLICADA Y POLÍTICAS QUEER?

L. W.: Nuestro marco teórico es la Teoría Queer y se comparte una visión antipunitivista. En lo que se centra es que muchas veces las estrategias que se asumen desde el punitivismo son perjudiciales para las personas a las que se busca proteger; hay una conexión entre las vulnerabilidades que vive una persona en una sociedad atravesada por discursos heteronormativos, cisnormativos, racistas, clasistas con instituciones como la cárcel, la policía. Entonces, muchas veces, que una solución para un problema de racismo o de discriminación venga por el lado de las instituciones que justamente producen y se sostienen en estos discursos es contraproducente por no decir contradictorio.

Una inquietud que surgió es que mucha gente utiliza el antipunitivismo para callar los escraches. Desde nuestra perspectiva, no decimos que la violencia de género no sea un problema real; el tema es cuál es el impacto negativo que puede llegar a tener un escrache . Cuán efectivo es y cuáles son los riesgos que une asume.

A la vez, una víctima no es una víctima toda su vida. Muchas personas realizan los escraches porque quieren sanación y tras llevarlo adelante quedan atadas a una situación que quieren dejar atrás. Por otro lado, la responsabilidad cae en quien denuncia, ¿por qué no pensar estrategias para que esa persona no quede expuesta?

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E. F.: ¿QUÉ SUCEDE CUANDO, ADEMÁS, LES IMPLICADES SON JÓVENES Y ADOLESCENTES Y NO HAY RESPUESTA DESDE LAS INSTITUCIONES?

L. W.: Que haya menores de edad implica un montón de otros factores. Es fundamental pensar en la problemática estructural, dónde se inserta ese problema, cómo fueron construidas las subjetividades, porque de ese modo también extendemos las responsabilidad y podemos pensar otros modos de intervención para cada caso. En la investigación de Faur, se ve que los directivos y las instituciones educativas tenían como única respuesta expulsar a un alumno o cambiarlo de aula pero no se responsabilizaban. No había un proceso de repensar cómo se sostenían las prácticas desde las instituciones ni se incentivaba a pensar relaciones de otra manera.

No hablamos de reemplazar el escrache por el silencio, sino de que se tienen que visibilizar y llevar adelante soluciones, pero no necesariamente tiene que ser la víctima quien lo haga, que ya tiene que lidiar con un montón de cosas, sino pensar cómo se pueden abordar los problemas de violencia de género desde la comunidad que integra la institución.

Tienen que buscarse instancias para que se pueda trabajar con la víctima, para que pueda sanar y pueda continuar con su vida más allá del acontecimiento. Trabajar con la persona que cometió un daño para que se responsabilice, para que entienda cuáles fueron sus acciones. Pero, a la vez, si estamos pensando que el problema de la violencia de género o por motivos de orientación sexual está sostenido por ciertos discursos y prácticas y, en este caso, una institución que educa como el colegio, esta tiene que hacerse responsable del lugar que ocupa. Los conflictos surgen cuando hay relaciones desiguales de poder, ¿cuáles son los discursos y prácticas que sustentan esas relaciones de poder desde la institución?

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E. F.: ¿QUÉ PASA CON ESTOS CONFLICTOS CUANDO NO HAY EDUCACIÓN SEXUAL INTEGRAL?

L. W.: En el taller se habló mucho sobre la falta de ESI y sobre quiénes son les encargades de la ESI. ¿Son equipos integrados por personas preparadas o simplemente lo dan como un tema más de la currícula? Hay algo que no se está pensando: hay que repensar los protocolos, si hay ESI y quien la está llevando adelante.

E. F.: ¿SE HABLÓ TAMBIÉN ACERCA DE ESCRACHES QUE TIENEN QUE VER CON EL ÁMBITO PRIVADO O SIEMPRE EN RELACIÓN A UNA INSTITUCIÓN?

L. W.: Se trabajó a los escraches principalmente en relación a espacios comunes, de estudio, de trabajo como es el aula porque es fundamental pensar qué lugares habitan los estudiantes para pensar quiénes son los adultos responsables. En las instituciones, muchas veces se da porque no hay espacios de contención, no hay espacios de reflexión.

E.F.: PARA CERRAR, ¿QUÉ CUESTIONES SERÍA NECESARIO REFLEXIONAR ANTES DE LLEVAR ADELANTE UN ESCRACHE? O SI UNA PERSONA ATRAVIESA UN CONFLICTO Y PIENSA AL ESCRACHE COMO UNA HERRAMIENTA POSIBLE, ¿QUÉ DEBE TENER EN CUENTA?

L.W.: No es lo mismo denunciar una situación que denunciar desde un nombre y apellido a otra persona con nombre y apellido. Lo que señalamos son los peligros que conlleva para una persona llevar adelante ese proceso, que puede dejarte atado a una situación que quizá luego se quiera dejar atrás. Además de que muchas veces estos testimonios son puestos en duda o une puede ser denunciade por calumnias e injurias.

La primera instancia es pensar qué es lo que estoy buscando: si estoy buscando visibilizar algo que me pasó para que no le pase a otras personas, eso se puede lograr sin exponerse, si lo que busco es lograr comunidad, que otras personas se reconozcan en esas prácticas y no las sigan reproduciendo, sin exponerte a vos misme.

Lo importante es pensar cuáles son los objetivos que persigo: justicia, comunidad, generar conciencia, reparación. Pensar qué es lo que se busca y pensar si hay herramientas más efectivas: cuáles son los compromisos y estrategias y cuáles son las consecuencias que puede tener cada iniciativa. Es importante poder pensar medidas que sean efectivas y seguras. Que puedan lograr lo mismo: comunidad, un sentimiento de justicia, un sentimiento de reparación, sin que te expongas. 

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#Entrevista «Si el feminismo no llega a todos lados, se van a seguir repitiendo las historias»

Este año, por motivos de fuerza mayor, el aniversario del #NiUnaMenos lo tuvimos que pasar en casa, en esa casa que puede ser terreno hostil para muchas niñas, mujeres y disidencias. Esa casa que no es refugio, sino pesadilla. Micaela Celeste Badaraco, estudiante, actriz y profesora de teatro, hoy tiene 25 años y fue una de esas niñas que vivió su casa como un infierno. Su manera de manifestarse este año fue contar su historia, que es la misma historia de muches otres.


Escritura Feminista: ¿Qué te motivó a dar esta entrevista y dar a conocer tu relato?

Micaela Badaracco: Me motiva el hablar, exteriorizar. Que se sepa que acá hay una persona que sufrió abuso sexual infantil durante varios años de su vida y quizás poder llegar a aquellas personas que podrían estar pasando por lo que yo pasé.

«Dejar de tenerle miedo a mi historia, dejar de creer que eso no es parte de mi vida. Decirlo significa que no lo evito, que no lo niego. Creo que es una de las peores cosas que podemos hacer, negar que algo nos sucedió porque cuando te preguntás por qué lo negás, caés rápidamente en que es porque es tu culpa y no lo es».

Micaela habla segura, deja silencios entre cada oración para pensar bien lo que va a decir antes de decirlo. Hace memoria, abraza a esa niña que fue, la observa a lo lejos, entiende el contexto y sigue con el relato.  

E. F.: ¿En qué cosas o personas te sostenés? ¿Cuáles fueron esos espacios donde pudiste ser vos?

M. B.: Esto era intrafamiliar así que mi casa era un infierno. Entonces, me imaginaba que era otra casa, que había puertas que me llevaban a lugares secretos. Leía cuentos, dibujaba y de ahí salió un poco que me gustaba todo lo referido al arte. Al momento de socializar era muy difícil. Hay problemas con la sociabilización, con los secretos. Hoy de grande, el arte es uno de los lugares en donde puedo ser yo. 

M. B.: El arte es lo que transforma, es donde puedo hacer catarsis de lo que pasé y transformarlo en cosas positivas y, además, no todo es lo que pasé. Una va viviendo cosas lindas, momentos inolvidables, anécdotas con amigues o con la familia que son para siempre. Lo bueno termina ganándole a eso que me pasó, que no me determina. Nadie ni nada me puede arrebatar eso, el cómo me defino y el cómo vivo. 

E.F.: La etiqueta de «víctima» es un rol más para asumir en las mujeres. ¿superar esa instancia y no verse a una misma como una víctima es lo que permite ser lo que una elija ser y no lo que nos dijeron que somos?

M. B.: Sí y también reivindicar la palabra víctima, porque la que nosotras conocemos es la que se revictimiza, la que hace un problema de algo que es insignificante, la que no se calló, para qué habló de eso, qué necesidad. La que va a estar manchada siempre. Porque uno de los pensamientos que yo tenía de chica era «Yo voy a ser a la que le pasó esto siempre», como si todo recayera en mí, como si eso fuera lo importante, ¿no? Qué piensa el otro y no que había algo que me estaba pasando, que estaba mal y que alguien que tenía que ser juzgado por eso.

E.F.: Es un proceso de toda la vida, esta construcción de la imagen de una misma.

M. B.: Hoy, entre nosotras, nos miramos de otra forma y eso es fortalecedor. ¿Qué dedo me puede juzgar si hay una otra al lado mío que me entiende? Porque si yo puedo decir quién fue la primera persona que supo lo que a mí me estaba sucediendo, fue una mujer. Las personas que me hicieron sentir fuerte y que no había nada malo, que me creyeron y me entendieron, fueron mujeres. 

E. F.: ¿Qué herramientas crees que te brindó y brinda el feminismo?

M. B.: Entender de dónde venía lo que me había pasado, qué hay detrás de todo esto. Una de las preguntas que una se hace es «¿Por que a mí?» y era una pregunta que nunca va a tener una respuesta, pero si ahondamos en la pregunta podemos simplemente preguntarnos «¿por qué?». Ese por qué es histórico y el feminismo me habló de eso. De años y años de una enseñanza, de una cultura que privilegiaba a unos y perjudica a otras. Dejó de ser un «por qué a mí», porque entendí que no era a mí sola a la que le pasaba.

Hoy en día, me da como herramientas el saber que no estoy sola, el entender las desigualdades sociales, las desigualdades de género, no sólo en las mujeres sino en las disidencias también. 

Si no hay un futuro feminista, va a seguir siendo todo igual. Si el feminismo no llega a todos lados, se van a seguir repitiendo las historias. El feminismo es una forma de definir lo que nos pasa que antes no teníamos. No podíamos identificar lo que nos sucedía porque no sabíamos cómo llamarlo. Hoy, lo llamamos «Ni una menos».

E. F.: ¿Qué le dirías a todas esas pibas que estén leyendo esta nota y encuentren en tu relato algún punto en común?

M. B.: Les diría que no están solas. Y si está sucediendo esto, no es su culpa; es injusto pero no es su culpa. Que de la única forma en que pueden salir de ahí es pidiendo ayuda, la única manera en que pueden lograr que esa situación pare es pidiendo ayuda, que no crean amenazas. Que no es gigante esa persona, no es enorme, es insignificante, pero se alimenta de nuestro miedo y de nuestro silencio. Una vez que lo hablen van a ver cómo todo calma. No voy a mentir: después viene un camino largo de enfrentarse a lo que una vivió, pero no te determina, no te define. Hay una vida hermosa con momentos lindos para vivir y también con momentos de mierda pero la tenemos que vivir sin miedo, sin culpas, sin vergüenza. Es nuestro derecho. Así que, si estás ahí leyendo: no estás sola, pedí ayuda. 

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En el libro Teoría King Kong de Virginie Despentes la autora cita a Camille Paglia como quien propone pensar la violación como un riesgo inevitable, inherente a nuestra condición femenina: «Más que sentir vergüenza por estar vivas, podíamos decidir levantarnos y recuperarnos lo mejor posible». Parece sencillo decirlo, pero es más complejo que eso.

Por supuesto que la solución es que los hombres dejen de violar, abusar y someter, pero quienes damos la batalla por modificar ese sentido común que les permite a los señores cometer estos delitos en completa impunidad somos las propias víctimas. Es por eso que levantarnos, secar nuestras lágrimas, abrazarnos y salir a contar nuestras historias (cada une a sus tiempos), nuestra versión de los hechos, es una manera de reclamar, exigir justicia y escribir una historia nueva. 

Gracias, Micaela Badaracco.


Contra el falso SAP

El llamado S.A.P. (Síndrome de Alienación Parental) es una estrategia que tiene como principal argumento el creer que cuando une infante denuncia abuso por parte de su padre, lo hace bajo la influencia de la madre, quien busca destruir la relación con el  progenitor que lo abusó. El síndrome fue inventado por Richard Gardner, un psiquiatra y pedófilo confeso que además defendía la pedofilia. 

Hace unas semanas, el conductor de televisión Alejandro Fantino hizo alusión a este síndrome en su programa y reavivó la polémica. El rechazo por parte de algunes televidentes tuvo que ver, por un lado, con la irresponsabilidad enorme de que personas con llegada a tanta gente difundan esa ideología. Por el otro, generó repudio porque el conductor, entre otros famosos, ya había sido acusado de pertenecer a una red de pedofilia del Club Atlético Independiente. Por esto es necesario que quienes son comunicadores realicen capacitaciones en género.

Este falso síndrome surgió en Estados Unidos durante los años 80, por el gran incremento de denuncias de incesto y malos tratos con niños por las figuras parentales. Quienes creen que es real sostienen como principal argumento que, en caso de progenitores separades o divorciades, cuando une infante se niega a ver a su progenitor es porque las madres alienan a sus hijes en contra de ellos. Desde su punto de vista, eso genera una confusión en les niñes, haciendo que no quieran ver a sus padres. 

Este síndrome ha sido desestimado por muchas organizaciones mundiales y rechazado por la OMS. Tampoco fue incluido en los manuales de psiquiatría, ni en ninguna otra organización de la salud, por considerar que no tiene ninguna validez científica. Los principales argumentos para invalidarlo son su alto contenido valorativo, retórico e ideológico, lo vago que es conceptualmente y el hecho de que se ignora la singularidad de cada caso. A pesar de eso, sigue siendo utilizado en los juzgados para impedir que se realicen más denuncias y para amedrentar a muchas madres, en caso de divorcios conflictivos, que en su mayoría también pueden estar atravesando algún tipo de violencia de género. 

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Muchos padres que son amparados por esta ideología ya estaban impedidos judicialmente de acercarse a sus hijes por tener antecedentes de violencia o abusos. Sacan provecho de este falso síndrome para no creer en el discurso de les infantes y así concluir que las denuncias en su contra son falsas. 

La estrategia propuesta por quienes sostienen que este síndrome existe apunta a un tratamiento llamado «terapia de la amenaza», que incluye separar a le hije de la madre a la fuerza y castigar a ambes hasta que le hije «coopere» con las visitas.

Asimismo, se intenta demostrar que los abusadores son monstruos perfectamente identificables y reconocibles. Les resulta tranquilizador pensarlo de ese modo porque evitan reconocer que muchas veces los agresores sexuales son varones adultos, sin patologías, completamente integrados en la sociedad que conformamos y podrían ser cualquier miembro de la familia o conocido dentro de nuestro círculo cercano. 

Esta estrategia apunta a convertir a la víctima en victimario y al victimario en víctima. En este caso, hablamos de niñes a quienes se les deposita la responsabilidad de mentir con respecto a un abuso para alejarse de su padre y también de las madres, quienes les «inculcarían» estas ideas a sus hijes. Ellas son descritas por Richard Gardner como «madres histéricas», «exesposas vengativas» y «mujeres severamente perturbadas» que buscan sacarles plata a sus exparejas

Ante ese planteo lo primero que podríamos preguntarnos es cuál sería la ventaja de hacer una denuncia, qué provecho se podrían sacar, cuando en realidad en los procesos judiciales lo que más se pierde es dinero y tiempo. Además de lo difícil que es poder hablar de situaciones de abuso, sobretodo sabiendo que probablemente ese discurso no sea escuchado o creído.

Sin embargo, varies profesionales en el tema han destacado que en la infancia no existe la habilidad de crear mentiras complejas y sostenerlas frente a profesionales de un juzgado. Sumado a esto, quienes son víctimas de abuso sexual infantil suelen convivir con su abusador, quien realiza amenazas e inculca miedo, sensación de vergüenza y culpa. Todo eso alimenta las dificultades que atraviesa une niñe antes de realizar una denuncia, que se ven reforzadas ante la incredulidad de parte de les adultes.

Rape

Con el objetivo de prevenir posibles abusos y agresiones en la infancia, sobretodo dentro del ámbito familiar, algunes profesionales recomiendan prestar atención a las señales. Entre las físicas se encuentran comer más o menos de lo normal, tener problemas de sueño, ensuciarse o mojar la ropa o la cama, dolores de estómago, dolor o prurito (picazón) en el área genital, ropa interior manchada de sangre u otro líquido o secreción, sangrado rectal y problemas al caminar o al sentarse. Entre las emocionales aparece la presencia de pesadillas, retraimiento, baja autoestima, pensamientos o intentos de suicidio, llanto frecuente e ira extrema. 

Este tipo de ideologías, como el falso S.A.P., refuerzan el miedo a la denuncia por la gran cantidad de trabas que presenta la justicia. Para contrarrestar ese efecto ejemplificador podríamos pensar otras formas de denuncia que no necesariamente pasen por la justicia y, si todavía no existen, empezar a crearlas. En paralelo, es necesario continuar exigiendo una justicia que sea efectiva, que escuche y crea en los relatos de quienes han sufrido abusos. 

Comunicar Igualdad recomienda solicitar una evaluación a une médique o psicólogue estatal ante la sospecha de abuso y con ese informe psicodiagnóstico acercarse al Juzgado, porque ante la posible comisión de un delito el deber de cualquier funcionario público es remitir actuaciones. Otra medida podría ser fortalecer el diálogo entre hijes y progenitores, en el que predomine la escucha. Estar disponibles y ser receptives para que cuando une infante decida contar un abuso, del otro lado haya alguien que escuche.


Fuentes:

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911: violación en manada

Una agente de la policía bonaerense denunció que fue abusada por cuatro compañeros en un polideportivo de Los Polvorines. Participaba de un operativo de refuerzo por la pandemia de coronavirus.

Bajo el contexto de pandemia, el municipio de Malvinas Argentinas recibió asistencia de 90 policías recién egresades de la Escuela Vucetich. La agente de 21 años de edad, al igual que el resto de sus colegas, decidió pasar la noche del sábado en el polideportivo, en lugar de viajar hasta su casa para volver la mañana siguiente. Lo que parecía una buena decisión se transformó en otro ataque sobre la integridad y los cuerpos de las mujeres.

Según consta en la denuncia, durante la madrugada del domingo tuvo relaciones sexuales consentidas con un compañero en el baño. Cuando él salió, otros cuatro agentes ingresaron a donde ella se duchaba. El oficial no hizo nada para detenerlos y los cuatro policías la violaron en grupo. Poco importa lo que la oficial hacía antes de que los abusadores entraran, ella no les dio su consentimiento y con eso basta.

La joven pidió ayuda y fue auxiliada por otros colegas que estaban en el lugar, quienes la llevaron hasta la Comisaría de la Mujer y la Familia de Malvinas Argentinas. La denuncia y la pericia médico-psicológica estuvieron a cargo de la UFI Nº 14 especializada en delitos sexuales del Departamento Judicial de San Martín.

Desde la Fiscalía, coordinada por Jorge Castagna, se confirmó que los atacantes están detenidos. Los cinco acusados tienen entre 19 y 26 años de edad: cuatro de ellos enfrentarán cargos de abuso sexual con acceso carnal; el restante, que no hizo nada para impedirlo, una causa por omisión de auxilio. La Auditoría General de Asuntos Internos del Ministerio de Seguridad de la provincia dispuso la separación del cargo para los cinco policías.

Omisión de auxilio o pacto de silencio

No es la primera vez que quienes, se supone, deberían cuidarnos se comportan de manera machista y abusiva. En menos de 48 horas, 13 efectivos de la policía bonaerense fueron detenidos acusados de abuso sexual: están quienes atacan a sus compañeras y quienes someten a las detenidas.

El otro caso ocurrió en la Jefatura Distrital de La Tablada, donde la justicia detuvo a ocho policías, seis hombres y dos mujeres, por abusar sexualmente y torturar a presas alojadas en esa seccional. Fueron 28 las víctimas detenidas que presentaron denuncias por abuso sexual, abuso de autoridad, lesiones y torturas.

Otra violación en grupo se registró en marzo de este año, cuando una oficial de la policía bonaerense que trabajaba en el Operativo Sol denunció ante el fiscal Juan Pablo Calderón haber sido violada por tres compañeros en la localidad de Valeria del Mar.

El método se repite: la joven contó que había tenido relaciones sexuales con un compañero y a mitad de la noche otros dos llegaron al lugar para abusar de ella. Bajo la justificación de «falta de pruebas», el Ministerio Público de Pinamar dejó a los acusados en libertad.

Actuar en manada

A estos grupos denominados «manadas» los une la cultura machista en la que vivimos, la necesidad de reforzar su masculinidad, la homofobia y un enemigo en común: las mujeres. Susan Brownmiller, periodista y activista feminista estadounidense, explica que «la violación tiene muy poco de sexual y mucho más de agresión». El objetivo es el terror y la dominación de la mujer.

Según el estudio realizado por los psiquiatras del Grupo Doctor Oliveros «Violadores en manada: dinámicas grupales y características clínicas», la mayor parte de los miembros de un grupo de abusadores jamás violarían en solitario.

«La violación de grupos es más frecuente en adolescentes y jóvenes adultos, a diferencia de los violadores solitarios que tienen edades superiores. Se encuentran en etapas de la vida en las que el sentido de pertenencia, la importancia de la reputación y el sometimiento al líder adquieren una relevancia extraordinaria. De ahí que estos grupos, bajo las ordenes de un líder, sean los mismos que prenden fuego un mendigo o apalean un inmigrante».

¿Qué ocurre cuándo quienes deberían cuidarnos nos ponen en peligro? ¿Cuándo el agresor y el defensor son la misma persona? ¿Qué sucede con el machismo dentro de instituciones como las fuerzas de seguridad? Es necesario revisar la importancia de instruir en perspectiva de género y derechos humanos a quienes tienen tanto poder entre sus manos.


Padrastro denunciado por abuso sexual contra una menor en Ezeiza

En Argentina, el 53% de los abusos contra niños, niñas y adolescentes ocurren en sus domicilios. Hace algunas semanas, una madre de Tristán Suárez descubrió que su expareja había abusado sexualmente de su hija de 12 años durante meses. Ahora, busca que se haga justicia.

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