Denuncias por abusos sexuales en Perú descartadas ante la Justicia

Cerca del 90% de las víctimas de violencia sexual son mujeres. La victimización desigual, así como el crecimiento del registro de este fenómeno en los últimos años, se observa en todos los escalones de la pirámide, según UFEM 2019.

Durante años, Guillermo Castrillón ejerció como director y profesor de teatro, pese a no tener ningún título que lo habilitara para ello, y mantuvo con las denunciantes una relación jerárquica. En sus clases usaba «técnicas» que incluían desnudar a las actrices, manosearlas e introducir su pene entre las nalgas o sus dedos en sus vaginas.

También habría penetrado a una mujer que quedó inconsciente en su casa durante una fiesta e irrumpido en el cuarto de una compañera de piso para masturbarse junto a su cama. No obstante, según la resolución del fiscal Marcos Guzmán Baca, nada de esto constituiría un probable delito porque las víctimas, todas adultas cuando sucedieron los hechos, no muestran una «afectación emocional compatible» con los delitos y, en los casos en los que sí hay afectación, la pericia no puede probar que sean «explícitamente» a causa de «una violación sexual».

Imagen Agencia noticias EFE/ Cortesía de las denunciantes.

Que algunas víctimas no expresaran su negativa en el momento de los hechos, que no le reprocharan inmediatamente sus actos o que mantuvieran un trato «cordial» con el agresor implica también (según la tesis del fiscal) que, o bien dieron su «consentimiento» o que no tuvieron «un comportamiento razonable como víctimas de abuso sexual», indicios que para Guzmán Baca justifican archivar el caso y no proceder con una investigación.

Para el fiscal, tampoco parece siquiera digno de una investigación que existan, además, otras dos víctimas que decidieron no seguir con la denuncia y que todas narren patrones similares. De mantenerse la postura del Ministerio Público, podría echarse a perder lo que sería el primer gran caso de acusación colectiva en Perú contra un abusador sexual, que no llegaría siquiera a convertirse en un proceso.

Ante este revés del archivamiento de la denuncia, varias de las víctimas tuvieron que armarse de valor y hacer lo que no habían hecho antes: salir a denunciar públicamente una situación «delirante, retrógrada, machista y absurda».

«Hemos apelado para que se realice de nuevo la investigación por otra fiscalía. Somos 15 denunciantes, tienen que evaluar cada uno de los casos para ver cuáles procederían a una denuncia penal. Esta resolución desestimó por las mismas razones casos distintos».

Daniela Rotalde, una de las denunciantes.

También desestimó como prueba un correo electrónico del propio Castrillón en donde reconocía un acto de abuso y pedía perdón por el mismo, pues quien recibió la misiva no había presenciado el acto.

La ministra de la mujer de Perú, Rosario Sasieta, confirmó a la agencia de noticias EFE que su ministerio, que representa a las denunciantes, ya impugnó la decisión con la esperanza de que se revierta la decisión y el caso pueda convertirse en una denuncia penal.

Imagen Archivo

Para Sasieta, todo este asunto genera profunda indignación, pues se trata de «un sistemático caso de violencia sexual» y es una clara demostración de la ausencia de un sistema de Justicia especializada con enfoque de género.

Asimismo, también pone sobre la mesa la necesidad de «trabajar directamente con las y los fiscales» para lograr un adecuado abordaje de los casos de violencia, que abarque la erradicación de estereotipos desde la denuncia hasta la sentencia.

Pese a este apoyo, Rotalde apuntó que la sensación de abandono de las mujeres por parte del Estado solo desaparecerá de sus cabezas si se revierte la resolución fiscal.


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Los abusos en la música

Artículo colaboración de Francisco D’Amore


En el último tiempo, se ha hecho moneda corriente encontrar testimonios de fans abusadas o violentadas por músicos populares. ¿Se puede analizar esta epidemia de denuncias como un resabio más del machismo sistemático? ¿O hay un patrón en los músicos famosos que pueda disponernos a tocar el tema con más profundidad?

Que nuestro artista preferido sea un abusador más en la lista negra de los escraches es un miedo recurrente que tenemos muchos cuando entramos a las redes en este contexto de cambio de paradigma sociocultural que estamos atravesando y del que las artes no escapan. Pero este temor revela, implícitamente, un hecho que esquivamos durante toda la historia de la música popular: el «ídolo» es un par.

Siendo el ídolo un ser humano de carne y hueso, es imposible entender esta idealización sin que la justificación diste de la finalidad primordial de la música. La fe ciega y la mitificación de la vida personal del músico han corrido el eje de importancia: pareciera que ya no es más el arte el que vale sino la historia personal del individuo, relegando su obra a un segundo plano.

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Esta concepción moderna del músico popular nace en el Romanticismo con Ludwing Van Beethoven. Antes, los músicos eran enjuiciados como buenos o malos en su oficio, pero nunca se había creado semejante mito sobre la vida y la personalidad. Su sordera, sus actos de rebelión y desprecio por la autoridad, sus trastornos bipolares y su forma de ser arisca levantaron un muro de misticismo e idealización alrededor del músico, a cuyo funeral asistieron más de veinte mil personas. Había nacido el músico popular moderno.

A partir de él, este fenómeno creció hasta tener sus picos de popularidad en los años 60 con bandas como The Beatles, que exaltaron el fanatismo de sus seguidores hasta puntos enfermizos, y en la primera década del siglo XXI, con el auge de las boyband como Jonas Brothers o One Direction.

Pese a la familiaridad que podemos sentir con nuestra forma de entender la música, durante muchos años esta ni siquiera fue considerada un arte, concepto que ha cambiado de forma drástica a lo largo de la historia. Pasó de ser entendida como una interpretación literal de su origen etimológico en latín, «ars» (destreza, habilidad), a ser relacionado con las siete musas. Recién a partir del siglo XIX, con el capitalismo surge la invención del término «bellas artes» para denominar a las artes clásicas y discriminarlas de las artes manuales, como las artesanías.

Según Raymond Williams, esta distinción estuvo relacionada con los cambios inherentes a la división concreta del trabajo y a la producción capitalista de mercancías, con sus respectivas especializaciones y con la reducción de los valores de uso a los valores de cambio. Ciertas destrezas pasaron a ser admitidas como artes o humanidades cuando sus formas de uso no estaban determinadas por el intercambio inmediato y podían abstraerse conceptualmente.

Esa fue la base formal de la distinción entre bellas artes y arte útiles. Los artesanos pasaron a ser mano de obra, productores, y los artistas fueron mitificados como bohemios, cultos y trascendentales.

Pero ¿cómo se relaciona esto con los músicos abusadores? Que la música sea o no un arte, ¿condiciona su forma de consumo?

Esa abstracción que plantean las bellas artes incomoda en parte a un sistema económico que funciona con capital inmediato de oferta y demanda. Es entonces que, para su subsistencia, se obliga a convertir la imagen en un producto concreto que atraiga y se venda junto con las obras. Cuando resulta imposible comercializar el arte como tal en un ordenamiento que no premia la cultura, nace este ídolo popular, tan tóxico y tan corrosivo, como un invento del capitalismo para vender una expresión artística que se ve relegada y marginalizada de su sistema de cambio.

Siendo un fenómeno efímero, es sencillo ver por qué la música no siempre fue aceptada como una expresión artística. Recién con la invención de la notación musical, su reificación permitió que pase a ser comprendida como tal. Esta primera forma de música occidental escrita, los cantos llanos o gregorianos, no fueron creados con un valor estético ni como recreación; por lo contrario, eran utilizados por la iglesia católica para amenizar la lectura de salmos y para atraer fieles a las congregaciones.

Ya en estas formas primitivas de música escrita se establecían jerarquías entre quienes interpretaban y escribían la música, quienes la escuchaban y el verdadero destinatario: Dios. Si bien, como dice Nietzsche, este último ha muerto con el antropocentrismo, aún en nuestra música podemos distinguir jerarquías impuestas culturalmente entre artistas y consumidores.

Para estimular el lucro en la modernidad, la industria musical ha vuelto a estructurar los conciertos para retrotraerlos a la función litúrgica del siglo XI. Los escenarios y los reflectores no hacen más que remarcar la distinción entre el artista (en lo alto, iluminado) y el público (en lo bajo, a oscuras), convirtiendo el acto de escuchar música en una especie de adoración devota al intérprete.

Este mensaje subliminal de la industria cala profundo en la psiquis de los consumidores, que comienzan a entender al músico como una entidad superior y misteriosa, digna de admiración como individuo y no como artista. Este fanatismo deja de lado el valor artístico de la composición y construye alrededor del músico una especie de narrativa gracias a la cual se conoce hasta el color de su cepillo de dientes. Este tipo de culto al individuo es peligroso cuando uno abstrae la condición de ser humano del artista y su admiración se torna rendición.

En el artista, esta crisis de la subjetividad golpea de forma inversa. La aparente sumisión de los fanáticos ante su estatus de ídolo incondicional, la deshumanizante transformación del músico a objeto de consumo y la incitación del ambiente a la disparidad y jerarquización generan en él una desinhibición en su comportamiento ante ellos.

Así, se forja una relación de poder que, en un ámbito tan dominado por el hombre como lo es la música, ha sido interpelada por la desigualdad de género y la cosificación de la mujer. El artista ya posicionado en su condición de ídolo tiene aún menos problemas en pasar por encima de un colectivo que se le ha enseñado culturalmente como inferior. La desigualdad dentro de la disparidad.

En el ensayo «Introducción al narcisismo», Freud nos explica que este fenómeno de idealización se puede dar cuando el individuo proyecta en un ajeno la perfección narcisista de su infancia donde él fue su propio ideal hasta que las admoniciones de su época de desarrollo y el despertar de su juicio propio terminaron estorbándole.

Si dicha relación de poder existe hace 3 siglos, ¿por qué recién ahora salen a la luz tantos casos de abusos? La razón es clara: las nuevas generaciones han roto con el ídolo de una forma irreconciliable. Los millennials y los centennials, crecidos en un mundo globalizado y tan tecnologizado, ya no son estimulados por la leyenda de un artista. La presencia de las redes desbarata la divinización de los músicos populares.

Bandas como Daft Punk o Gorillaz nos invitan a disfrutar de la música cuestionando el concepto de autor, a escuchar obras sin conocer la identidad de sus compositores o a partir de una banda donde los músicos son personajes de ficción. Esta nueva forma de entender la música evita establecer jerarquías sin sentido, ya que la imagen que se vende sobre el escenario no es la de un igual sino un personaje apto para el consumo. El humano detrás de una máscara o de las animaciones desafía el estrellato, vende una imagen diferente a la tradicional donde la privacidad y la integridad del artista están más cuidadas.

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Sumado a esto, el auge de los movimientos feministas ha hecho repensar costumbres arraigadísimas tanto por músicos como por consumidores, visibilizando así situaciones de abuso que hace 20 años no hubiesen sido tan fáciles de distinguir.

Si nos abstraemos de la nostalgia que nos producen los ídolos populares de nuestra infancia, esta transición resulta positiva para la cultura. Los artistas ya no son imperdonables, ya no son inalcanzables; volvieron a ser pares. Y este es un buen punto de partida para replantear nuestro disfrute de la música, para volver a poner el foco en el sonido y en el mensaje.

Tal vez, si esta despersonalización de las artes sigue evolucionando, nos podamos acercar a un futuro donde los conciertos dejen de ser una misa llena de adeptos devotos y donde la banda esté entre el público que, a oscuras, podrá disfrutar de la verdadera escucha sin condicionamientos del entorno.

Seguiremos decepcionándonos al leer denuncias por redes; no se puede separar al arte del artista. Pero podemos empezar por plantearnos el arduo ejercicio de desmitificar a los ídolos y «terrenalizarlos».

Por qué no denuncié

A un año del nacimiento del movimiento #MeToo, surgió en Nueva York un nuevo proyecto: #WhyIDidntReport. Sus creadores, los estudiantes Ha Jung Song y Bowook Yoondos, se plantearon como parte de un trabajo escolar conocer las razones que llevaron, y llevan, a tantas personas a no radicar una denuncia contra su abusadorx o acosadorx.

El movimiento se inició a partir de las varias denuncias de acoso sexual que salieron a la luz en contra del candidato a la Corte Suprema de los Estados Unidos, Brett Kavanaugh. Frente a estas acusaciones, el presidente Donald Trump intervino, afirmando que si las acciones de Kavanaugh hubieran sido realmente graves, se hubieran presentado cargos antes.

Cientos de víctimas de abuso condenaron los dichos de Trump y, con el correr de la semana, distintos folletos comenzaron a aparecer pegados en columnas, estaciones de subte y otros lugares de la ciudad neoyorquina.

por que no denuncie
Gothamist

«Por qué no denuncié»: ¿qué es lo que te detuvo?
Así se presentan las notas, que invitan a escribir las razones, sacar una foto y compartirla mediante Twitter utilizando #WhyIDidntReport, o mediante las historias de Instagram etiquetando al usuario @Whyididntreportit.

En entrevista con Gothamist, Ha Jung Song sostuvo:

«La gente está asustada. Solo quieren a alguien que escuche, que les crea, que les de coraje y apoyo. No solo están compartiendo su experiencia; también comparten sentimientos, su enojo. La gente está asustada, pero ya no quiere esconderse».

La repercusión del hashtag fue viral, no solo vía Twitter sino también a través de Instagram, donde cientos de personas se conectaron para contar sus historias. Además, varias reconocidas actrices decidieron participar de la convocatoria, que se convirtió en un movimiento solidario para lxs sobrevivientes de abuso sexual.

La modelo inglesa Cara Delevigne compartió un tuit en el que relató la vergüenza y la culpa que sintió tras su encuentro con Harvey Weinstein. Sin embargo, expresó que en su momento prefirió no arruinar públicamente la vida del productor, a pesar de él hubiera arruinado la suya.

Ashley Judd también contó su historia:

«La primera vez que sucedió tenía 7 años. Se lo conté a los primeros adultos que encontré y dijeron: «Oh, él es un buen hombre, no lo hizo a propósito». Entonces, cuando me violaron a los 15, solo se lo conté a mi diario. Cuando un adulto lo leyó, me acusó de haber tenido sexo con un hombre mayor».

Sarah Hyland, actriz de la reconocida serie Modern Family, escribió:

«Era un amigo. Era la noche de año nuevo de mi último año de escuela. Todxs estaban borrachos. Él se metió en el baño en el que yo estaba. Esperaba que todo hubiera sido un sueño, pero mis medias rasgadas la mañana siguiente probaron lo contrario. Pensé que nadie me iba a creer. No quería que me llamaran dramática; después de todo, yo no dije que no. El shock puede hacerle eso a una persona».

 

 


Entradas relacionadas

Fuentes

Mar Del Plata sin violencia de género

La comuna renueva su compromiso en contra de la violencia a partir de distintos métodos y dispositivos, que buscan divulgar los materiales de asistencia con los que cuenta el municipio. La nueva campaña lanzada por La Dirección de la Mujer, pretende funcionar como contención y ayuda, para todas aquellas mujeres vulnerables.

Susana Mercado, coordinadora de La Dirección de la mujer, sostuvo:

«La propuesta comunicacional incluye spots audiovisuales y piezas gráficas que visibilizan el maltrato hacia las mujeres y buscan acercar el programa de asistencia municipal a quienes están atravesando una situación de esa característica”.

“Nuestro compromiso es trabajar por los derechos de todas las mujeres y las campañas comunicacionales nos permiten acercarnos a aquellas que aún no entraron en contacto con nosotras, para que sepan que podemos ayudarlas. Esta vez se intenta comprometer también a los familiares y amigos de las personas en situación de violencia. El desafío actual es dar un paso mas allá, para que no sólo nosotras trabajemos con perspectiva de género sino también todas las áreas municipales y organismos estatales”.

Desde hace aproximadamente 21 años, existe la línea telefónica gratuita de asesoramiento y contención conocida como Línea Malva 108, sctiva de lunes a viernes de 8 a 20hs. Puede ser utilizada para pedir ayuda o asesoramiento. Para denuncias, hay que comunicarse al 144, o concurrir a la Comisaria De La Mujer en Juan B. Justo, la única con atención las 24 horas.

Según Punto Noticias, una vez que la mujer se pone en contacto telefónicamente, logra acceder a asistencia psicológica, asesoramiento jurídico, y atención de servicio social. Luego de una denuncia en comisaría o fiscalía, también se le permite el ingreso al refugio transitorio para las víctimas de violencia y sus hijxs, Hogar de Tránsito Gloria Galé.

Desde el 2014 está en funcionamiento, el Grupo de Reflexión para Varones que ejercen violencia hacia sus parejas o hijxs. En la Dirección de la Mujer (Alberti 1518) funciona una sede descentralizada de la Comisaría de la Mujer y la Familia, donde se pueden radicar denuncias de lunes a viernes de 10 a 16hs.

Entrevistada por Aldo Del Cul, de Radio Brisas Segunda Edición, Mercado afirmó:

“Las situaciones de violencia están atravesadas por otras situaciones, como lo son las adicciones o el abuso, tanto el abuso hacia la mujer con el abuso infantil. Esto ha complejizado mucho los casos de violencia”.
“Hay reincidencia, el número es preocupante, las mujeres con las que trabajamos son mujeres que no tienen terminalidad educativa, no tienen trabajo, no han accedido a la vivienda, no hay lugares con mirada integral para el cuidado de sus hijos, esto se está complejizando y a veces la reincidencia ocurre por estos factores nombrados”.

Para prevenir hay talleres, charlas, y se recorren las escuelas con el programa Noviazgos sin Violencia. Aquellas instituciones que deseen contar con el material deberán solicitarlo al 451-1184 o por correo electrónico a mujer@mardelplata.gob.ar


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«Hombre de mierda»: juicio a Cristian Aldana

El martes comenzó el juicio al líder de la banda El Otro Yo, acusado por siete mujeres de abuso sexual y corrupción de menores. Se preve que será un proceso largo, ya que se espera que declararen 102 testigos.

Durante la segunda audiencia pública quedó en evidencia que la estrategia de la defensa de Cristian Aldana será poner en duda la salud mental de las mujeres denunciantes, además de plantar la idea de que se trata de un boicot en contra del músico.

El martes, la primera audencia (tambien pública) pautada para comenzar a las 9 a. m., se atrasó hasta pasado el mediodía. Se esperaba que declararan 3 de las 7 denunciantes pero la declaración de la primera duró más de cinco horas y se decidió llamar a un cuarto intermedio.

Aldana está detenido en el penal de Marcos Paz desde diciembre de 2016, cuando fue procesado por el delito de abuso sexual con acceso carnal gravemente ultrajante y corrupción de menores. Además, se lo acusa por transmisión de enfermedades.

La primera en efectuar una denuncia en contra de Aldana fue una ex novia. La relación ocurrió cuando ella tenía 13 años y él 34. Luego de hacer público su testimonio, y a partir de la visibilización de muchos otros relatos a través de la página de Facebook “Víctimas de Cristian Aldana”, se registraron otras 6 denuncias penales ante el juzgado por la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres (UFEM).

Los abusos fueron cometidos entre 1999 y 2010, y en la mayoría de los casos se trata de menores de edad que tenían entre 13 y 18 años al momento del acto. Los delitos por los que se acusa a Aldana están penados por hasta 20 años de prisión.

La próxima audiencia será el 5 de junio pero sin público, sin prensa y sin que Aldana vea a las mujeres que declararán, quienes así lo solicitaron considerando el tenor de las acusaciones.

Entrevista de Matria a tres de las denunciantes.

 

 


Fuentes:

La foto de portada pertenece a  Pedro Lázaro Fernández/Clarín.

Tú viniste a matar como Kill Bill

La actriz Uma Thurman decidió hablar sobre su experiencia con Harvey Weinstein y sorprendió a todos con sus declaraciones.

Durante la première de «The Parisian Woman» y tras las denuncias de acoso hacia Harvey Weinstein y Kevin Spacey, la actriz Uma Thurman dijo que sabía que, si hablaba desde su enojo por lo ocurrido, se arrepentiría. «He estado esperando a sentirme menos enfadada. Cuando esté preparada, diré lo que tenga que decir».

Fue durante la filmación de película «Pulp Fiction», traducida como «Tiempos violentos», en la que Thurman conoció a Harvey Weinstein. Él era el productor ejecutivo de la película y, según cuenta ella, solía pasar horas hablándole sobre nuevos proyectos, halagándola y validándola. «Eso quizá provocó que pasara por alto señales de alerta. Era mi defensor».

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Thurman como Mia Wallace en Tiempos Violentos.

El primer episodio con Weinstein sucedió en Londres. «Hizo todo tipo de cosas desagradables, pero en realidad no me obligó. Yo era como un animal que se escabullía, como una lagartija. Hacía todo lo posible para poner las cosas en orden. Mi orden. No el suyo”.

Luego, Weinstein le envió un ramo de flores a la casa en la que se estaba quedando y, más tarde, la llamó para reunirse en un bar donde Thurman cuenta que, tras confrontarlo, él amenazó con destruir su carrera.

“Soy una de las razones por las que alguna jovencita entró a su habitación sola, como yo lo hice. (…) Todas esas ovejas entraron en el matadero porque estaban convencidas de que nadie que pueda hacerte algo ilegal pueda llegar a un puesto tan alto. Eso es una mentira”.

Al  comenzar a considerar a Weinstein su enemigo, Thurman cuenta que su relación con Quentin Tarantino, quien estuvo detrás de Tiempos Violentos y Kill Bill, cambió. “Probablemente lo desestimó diciendo: ‘Ah, pobre Harvey, trata de tener chicas que no puede’, o algo así, ¿quién sabe?”, dijo tras contar que le había dicho a Tarantino lo sucedido con Weinstein.

Otra de las cosas que sorprendieron de esta entrevista fue la historia de un accidente que sufrió durante el rodaje de Kill Bill. Debía manejar un auto, pero luego de que uno de los productores le dijera que el auto no funcionaba tan bien, pidió que su doble realizara esa escena.

Tarantino fue a hablar con ella para convencerla. Le dijo que el auto estaba en perfectas condiciones y le dijo cómo debía manejarlo: «Conduce a 64 kilómetros por hora o tu cabello no se moverá como debe y haré que lo repitas».

Luego de 15 años, Thurman logró acceder a la grabación del accidente.

“Lo que de verdad me enojó del choque es que fue un golpe bajo. (…) La mayoría de las cosas que permití que me hicieran y en las que participé fueron una suerte de pelea en el lodo con un hermano muy enojado, pero por lo menos tenía algo de autoridad en esas decisiones».

Aplaudimos a Uma Thurman, porque no solo es una gran actriz, sino una gran mujer que supo dejar su enojo atrás para compartir un fuerte testimonio sobre su experiencia con los hombres poderosos de Hollywood.


Fuentes
This Is Why Uma Thurman Is Angry – NY Times
El País

 

 

 

Violación y abuso: correr el eje de la mirada

La semana pasada, por declaraciones de la actriz Cecilia Roth se volvió a abrir el debate sobre el poder de los cuerpos. ¿Por qué se acusa a las mujeres de sufrir violaciones o abusos? ¿Cuándo es una violación o un abuso? Debemos correr la mirada, y seguir luchando para que el ojo se ponga dónde debe, y no ser cómplices de un sistema históricamente machista.

Durante una entrevista en el programa radial Perros de la calle, Cecilia Roth declaró haber sido violada.

Como de un tiempo a esta parte vivimos en un contexto en el que las mujeres se animan a hablar cada vez más, muchas personas que están del otro lado (léase: oyentes, televidentes, comunidades, lectores, etc.) cuestionan por qué dejar pasar el tiempo, qué gana quien lo cuenta; acusan de utilizar un hecho semejante para ganar fama o a cambio de algo.

Se toma al abuso o la violación como una mercancía que tiene su valor, su precio y su premio. ¿Asistimos acaso a la deslegitimación de la palabra? ¿A la burla, la risa, y la negación de lo ocurre todos los días? ¿Por qué? ¿Qué  significado cobra el cuerpo de la mujer, y la mujer  en sí misma, en un contexto social, histórico y político que (por lucha) está cambiando el paradigma en todos los sentidos posibles?

La actriz abrió el debate de lo que se pone en juego de forma permanente en los medios y en la sociedad cuando se tocan estos temas: cuándo un abuso, un acoso o una violación lo es como tal. Una vez más se pone el eje sobre la mujer, dejando abierta la duda implícita de si pudo ser “provocado” o “consentido” de la manera que sea, si fue una relación sexual consentida, por placer o por interés (según conclusiones que lanzan en redes quienes no sólo no tienen empatía, sino que además intentan defender y sostener una estructura que se cae a pedazos hace años).

Roth declaró que ella en Madrid fue violada por un periodista local. Que no recuerda el nombre, ni su cara. Era un amigo de su expareja. En un momento en el cual la actriz se sentía mal, porque la había dejado su novio, fueron a la casa de él y ella le dijo que no. Pero él insistió y “No es no, pero a veces parece que puede ser sí”, dice Cecilia.

Incluso va más allá; además de defender a Rita Pauls (también por su declaraciones sobre el acoso que recibió por parte de Tristán), apoya a todas las que se atreven a hablar y hace un planteo fundamental, en el que muy pocos quieren meterse: ¿qué pasa cuando el no lo dice la esposa, y su esposo quiere igual? Ese hombre que tenés al lado todos los días, y al que no sabés cómo decirle que no. ¿Eso qué es? ¿Cómo se llama?

A Roth, como era de esperarse, salieron a matarla por todos lados, sobre todo los usuarios de redes. Pero es muy interesante el planteamiento que ella propone, el repensar nuestras relaciones (actuales y anteriores) y revisar nuestra forma de vincularnos teniendo la matriz del machismo metida hasta lo más profundo de nuestro ser, esa que tenemos que combatir y erradicar.

Lo que Cecilia plantea no es ninguna locura; es la vida diaria de muches, es el NO entendido como histeria o como un sí encubierto, que tal vez encuentra como respuesta un «no me importa, yo sí quiero«. En definitiva, es eso. Cada vez que alguien se atreve a decir “sí tenés ganas”, “dale, sí querés” o “no podés dejarme así”, lo que quiere decir es que el goce que importa es el propio. Tus ganas, tu deseo está sometido a su persona.

Ese lugar es el que se nos ha dado por años. Desde la educación intrafamiliar hasta las escuelas, y cada discurso que atraviesa la sociedad. Ese lugar también es el que se le ha dado al “macho”, que puede convocar o rechazar, elegir cuándo va a suceder y decidir que quien tenga adelante tiene la obligación de satisfacer sus deseos y necesidades. Se trata de leer entre líneas las declaraciones de Cecilia, e ir más allá.

Otra mirada que nos lleva a comprender

Rita Segato, antropóloga, escritora y feminista con toda una vida de trabajo y dedicación a temas de violencia de género, expone diferentes puntos de su pensamiento para, una vez más, hacer pensar y poner en jaque lo que somos como sociedad.

“El violador también es alguien que tiene que mostrarse dueño, en control de los cuerpos. Entonces, el violador doméstico es alguien que accede a esos cuerpos porque considera que le pertenecen, y el violador de calle es alguien que tiene que demostrar a sus pares, a los otros, a sus compinches, que es capaz. Son variantes de lo mismo, que es la posesión masculina como dueña, como necesariamente potente, como dueño de la vida [sic].

Yo creo que aquel último gesto, que es un crimen, es producto de una cantidad de gestos menores que están en la vida cotidiana y que no son crímenes pero son agresiones también, y hacen un caldo de cultivo para causar este último grado de agresión que sí está tipificado como crimen… pero que jamás se sucedería si la sociedad no fuera como es.

Se sucedería en un psicópata, pero la mayor cantidad de violaciones y de agresiones sexuales a mujeres no son hechas por psicópatas, sino por personas que están en una sociedad que practica la agresión de género de mil formas pero que no podrán nunca ser tipificadas como crímenes».

Respecto de una justicia punitivista, agrega: “La eficacia material del derecho es ficcional, es un sistema de creencias, creemos que el derecho lleva a una condena. Pero claro que tiene que existir el derecho, todo el sistema legal, el debido proceso y la punición.

Lo que yo digo es que la punición, la sentencia, no va a resolver el problema, porque el problema se resuelve allá abajo, donde está la gran cantidad de agresiones que no son crímenes, pero que van formando la normalidad de la agresión. Ninguno tomaría ese camino si no existiera ese caldo de cultivo”.

Cambiar el eje, en eso estamos

Lo que intentamos cada día quienes que estamos en lucha es, justamente, romper-desmenuzar-reventar ese caldo de cultivo que Segato plantea con tanta claridad. Empezar a deconstuir de lo micro a lo macro. Desde esas palabras que provienen de los vínculos intrafamiliares, a las acciones y los discursos del sistema en todas sus maneras.

Los medios como uno de los factores más elementales y sistemáticos para la violencia y perpetración machista y heteronormativa; la educación en sus todas sus instancias para luego ver los ejes de la justicia que lleva siglos bajo las mismas normas y sus diversos aparatos de control.

Si bien el eje se está corriendo, y hoy en día se da espacio a poder hablarlo, se sigue culpando a la mujer y poniendo el ojo acusador en la víctima y no en el victimario. Es nuestra tarea romper con la historia en acciones y en palabras, para desarmar ese “caldo de cultivo” del que habla Segato.

Es decir, poder pararnos en un mundo que históricamente avala al hombre, y gritar: ¡acá estamos, no bajaremos los brazos! ¡Aunque la lucha sea diaria y agotadora! Por todes les que no están y les que sí estamos, queriendo la libertad y la equidad.

 

 


Fuentes consultadas:

http://www.conclusion.com.ar/info-general/una-falla-del-pensamiento-feminista-es-creer-que-la-violencia-de-genero-es-un-problema-de-hombres-y-mujeres/08/2017/

http://diariofemenino.com.ar/v2/index.php/2017/04/16/rita-segato-la-violacion-es-un-acto-de-poder-y-de-dominacion/

http://mercosursocialsolidario.org/valijapedagogica/archivos/hc/1-aportes-teoricos/2.marcos-teoricos/3.libros/RitaSegato.LasEstructurasElementalesDeLaViolencia.pdf

 

Uno de los que rompieron el silencio

La revista Time eligió como personalidades del año a los Silence Breakers, quienes rompieron el silencio y denunciaron abusos durante este año. Muchas historias, algunas más conocidas que otras, que impactaron al mundo e impulsaron un gran movimiento donde las víctimas decidieron no callarse más.

Una de las personalidades elegidas, fue el exjugador de la NFL y actor Terry Crews. Muchos lo recordarán por la escena viral de la película «¿Dónde están las rubias?» que lo convirtió en un meme en estos últimos tiempos, y por su actual rol como el Sargento Terry Jeffords en «Brooklyn Nine-Nine».

Sin embargo, el motivo por el cual fue elegido una de las personalidades del año según Time poco tiene que ver con un reconocimiento por sus actuaciones.

En octubre de este año, y luego de que salieran a la luz las acusaciones en contra del reconocido director de cine Harvey Weinstein, Crews se animó a contar una situación que había vivido en 2016.

En una seguidilla de tweets publicados en su cuenta personal, Crews cuenta que mientras participaba con su esposa de una fiesta, un importante ejecutivo de Hollywood (a quien luego identificó como Adam Venit) se acercó a él y tomó sus genitales. Ante lo sucedido, Crews retrocedió y, en estado de shock, le preguntó qué estaba haciendo. Al mismo tiempo que su esposa miraba con asombro la situación, el victimario simplemente se rió, según cuenta Crews.

«Estuve a punto de patearle el trasero en ese instante. Pero pensé dos veces cómo se vería eso. Hombre negro de 240 libras golpea a jefe de Hollywood sería el titular al día siguiente, y yo seguramente no podría haberlo leído porque hubiese TERMINADO EN LA CÁRCEL«.

Crews cuenta que habló sobre lo sucedido con colegas del victimario, quien lo llamó al día siguiente para disculparse pero sin dar ninguna explicación de su accionar. Crews decidió no seguir adelante con todo el asunto ni denunciarlo, porque sabía que tenía influencias en el ambiente.

«Lo dejé pasar. Y entiendo por qué tantas mujeres a quienes les pasan cosas similares lo dejan pasar. ¿Quién te va a creer? (Unos pocos). ¿Cuáles van a ser las consecuencias? (Muchas). ¿Querés volver a trabajar? (Sí). ¿Estás preparado para ser aislado? (No)».

En sus tweets, Crews opinó que Harvey Weinstein no es el único depredador de la industria, así como Hollywood no es el único lugar donde suceden estas cosas.

Para finalizar la historia, dijo que esperaba que su testimonio le diera coraje a quienes habían sufrido situaciones de abuso para poder denunciarlas, y desalentara a los depredadores a seguir actuando de esa manera.

A la fecha, Crews demandó no solo a Venit sino también a William Morris Endeavor, la agencia de la que era parte, dado que no tomaron las medidas pertinentes luego de que les informara sobre lo sucedido esa noche.

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Adam Venit, agente de WME acusado de acoso por Terry Crews // Amanda Edwards/Getty Images.

En la entrevista que dio para la revista Time, Crews contó que decidió hacer público su caso tras leer tweets que desacreditaban a quienes habían denunciado a Harvey Weinstein.

«Realmente me afectó. No podía dejar de pensar en eso. Recuerdo haber agarrado mi teléfono y comenzado a escribir. No podía parar. Se convirtió en esta misiva de dieciséis tweets. Sólo recuerdo haber tenido que contar lo que sentía. Estaba enojado porque estas mujeres estaban siendo desacreditadas, descartadas. Su dolor parecía no significar nada.

Quería unirme, decir algo, darles mi apoyo. Quería hacerles saber que no estaban solas, que las entendía. Mi misión era darles fuerza. Que no aceptaran ser avergonzadas por la gente, porque eso estaba pasando, las estaban avergonzando. Estaban siendo victimizadas nuevamente».

Crews contó que en cuestión de horas su testimonio se había vuelto viral y que él no había consultado con nadie antes de hacerlo público, pero que sin embargo no importó porque se sentía libre.

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Shutterstock.

Hizo hincapié en que los hombres tienen que denunciar a otros hombres y responsabilizarlos por sus actos.

«Hasta que los hombres no se planten y digan que los acosos, los abusos y ciertas actitudes están mal, nada va a cambiar», dijo a la revista Time.

«Tengo autoridad para decir esto, porque vine de una cultura que cree que el hombre es más valioso que la mujer. Yo realmente creí que era más valioso que mi esposa e hijos. Hasta que tuve un cambio de paradigma en mi vida, fue como tocar fondo para darme cuenta de que todo estaba mal».

Habló también de cómo siempre las miradas se centran en la víctima y en lo que podría o no haber hecho en el momento del abuso, en lugar de mirar al abusador y preguntarle por qué hizo lo que hizo.

«En Hollywood necesitamos un reinicio. La gente me dice ‘Oye, podrías arruinar la carrera de este tipo’. Muy inteligente, eso es algo realmente inteligente para decir. Pero él se la arruinó solo cuando hizo esto. Esta gente necesita aprender qué es aceptable y qué no. La única manera de hacerlo es responzabilizando a la gente todo el tiempo. Esto le da sentido a mi vida. Déjame decirte que el tipo que se metió conmigo, se metió con el tipo equivocado».

Mencionó también la importancia de denunciar este tipo de situaciones y entender que a veces vas a tener que caminar solo este camino, pero que lo importante es dar el primer paso y denunciar, y no dejar pasar por alto estas cosas.

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Fuentes
TIME Magazine
Terry Crews Twitter Oficial