Cada vez son más les acusades de realizar brujerías en la Republica Democrática del Congo. Solo durante el mes de septiembre, 8 mujeres fueron asesinadas con una justificación propia de los siglos XV a XVIII: la caza de brujas. Una práctica violenta cargada de creencias erróneas que, en algunos territorios, nunca llegó a su fin.
En 1998, la escritora feminista Silvia Federici se encarga de develar en su libro Calibán y la Bruja uno de los genocidios más atroces ejercidos sobre las mujeres europeas durante la transición al sistema capitalista. 23 años más tarde, en otro contexto y con un trasfondo diferente, lo que la autora italoestadounidense creyó haber dejado atrás vuelve a resurgir violentamente en el continente africano.
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Kahele, Walungu y Fizi son algunas de las regiones congolesas en las que se vio arder el fuego con el objetivo de amedrentar a un grupo seleccionado de personas indefensas, denunciadas por ejercitar la hechicería que, encarnada en las antiguas creencias de los pueblos, es una perfecta excusa para iniciar un ola de femicidios atroz.
La «justicia popular» funciona como juez, jurado y verdugo. Luego de considerar y aseverar que una persona (en especial mujeres) participa de estos actos «mágicos», claramente falsos, engañando al resto de la población, no hay vuelta atrás. Una vez marcadas, su destino esta sellado: es casi imposible convencer a la muchedumbre ingenua de su error. Las consecuencias de este tipo de acusaciones van desde ser secuestradas por milicias o ser linchadas hasta, incluso, ser quemadas vivas.
Según Infobae, este tipo de práctica es fomentada por las «bajakazi», supuestas clarividentes y pseudopredicadoras que afirman poseer la capacidad de detectar magos y brujas, aunque simplemente se trate de un plan macabro para ganar adeptos y fieles. Se han contabilizado algunos casos de hombres enviados a la hoguera, pero la gran mayoría han sido mujeres: se registraron 324 acusaciones de brujería entre junio y septiembre.
«Hay un resurgimiento de este fenómeno porque el Estado ha fallado en sus misiones soberanas: la policía y el poder judicial no están haciendo su trabajo. [Las habilidades de las bajakazi] no son reales. No tienen esos poderes pero se aprovechan de la ingenuidad de la gente a la que manipulan para tener más seguidores, para inflar su propia reputación y tener más peso en el pueblo».
Bosco Muchukiwa, director y profesor de sociología del Instituto Superior de Desarrollo Rural de Bukavu.
El principal problema no solo recae en estas «charlatanas», sino en el poder de manipulación que ejercen sobre la sociedad. Al final, termina por ser una actividad colectiva frente a la que no hay un único culpable porque gran parte de los pueblos participan, transformándose en una multitud histérica que fervientemente apoya el asesinato de aquellas a quienes consideran una «amenaza».
Shasha Rubenga, joven maestro y activista de los derechos humanos, relató a la agencia francesa AFP:
«Eran alrededor de las 5:00 a. m. de un lunes. Por el pueblo circulaban jóvenes en posesión de una lista en la que aparecían los nombres de 19 mujeres mayores de 65 años, designadas como brujas por una profetisa. Vi a esos jóvenes agarrar a una vecina llamada Nyabadeux. La golpearon, la rociaron con gasolina y la prendieron fuego viva con un fósforo».
Así como en la época que retrata Federici la caza de brujas era una excusa para expropiar los conocimientos médicos y la independencia de los cuerpos a las mujeres, en la actualidad, la brujería es la excusa perfecta para ejercer violencia sobre las mujeres mayores, ya que la mayoría de las victimas son ancianas. Los cuerpos de las mujeres han constituido desde siempre los principales objetivos para el despliegue de las técnicas de poder y de las relaciones de poder.
Aunque, en 2014, legisladores provinciales aprobaron la prohibición del uso de la «justicia» popular en Kivu del Sur, la ley nunca se aplicó y tampoco se lograron campañas de concientización adecuadas entre la gente. El tipo de creencias que acompañan los linchamientos populares son habituales en regiones de África Oriental, en donde determinados grupos, como las personas albinas, son considerados mágicos y sobre estos también se ejerce una cacería.
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