Si bien los antecedentes del periodismo como lo conocemos se remontan a la Edad Media, cuando comenzaron a circular cartas periódicas que brindaban información acerca de temas como comercio o estado de rutas, lo cierto es que esta práctica logró expandirse con el desarrollo de la imprenta y la democratización de los textos que trajo consigo la Reforma Protestante.
Más tarde, con el auge de las lógicas mercantiles y la Revolución Industrial, el periodismo terminó de asentarse como práctica comunicacional necesaria para las sociedades estatales con sistemas de producción capitalistas. Sin embargo, el oficio en la prensa estuvo, desde su génesis, en manos de hombres.
Pasando mediados del siglo XIX, el furor del folletín comenzó a crear públicos que incidían directamente sobre la producción escrita: la literatura se distribuía por entregas y los escritores se adaptaban a las demandas de las audiencias. A partir de esta transformación se posibilitó el acceso de las mujeres a la escritura, a pesar de las arduas críticas y el estigma que sufrían por parte de los autores reconocidos. En este contexto nace Elizabeth Jane Cochran, primera reportera de investigación estadounidense.
¿Quién fue Nellie Bly?
Nacida en 1864, la pionera comenzó su carrera a partir de una acusación de sexismo contra una columna publicada en el periódico Pittsburgh Dispatch. Si bien la carta fue enviada de modo anónimo, bajo el seudónimo Solitaria Huérfana, en el siguiente número el editor del medio lanzó un anuncio público para convocar a la persona que había enviado una contestación tan bien redactada. Fue así como Elizabeth Cochran, apodada Nellie Bly, se inicio en el oficio de periodista hasta que fue relegada a la sección de mujeres.
Como no quería que su nombre quedara atado solamente a las columnas rosas (cocina, moda y jardinería), un tiempo después abandonó Pittsburgh Dispatch y tomó un empleo en el The New York World, de Joseph Pulitzer. En este periódico llevó a cabo su investigación periodística más memorable: se alojó en un asilo psiquiátrico de mujeres, en Blackwell’s Island, para redactar un artículo sobre la forma en la que vivían sus pacientes.
Luego de esta experiencia, escribió un reportaje titulado Diez días en el manicomio (1887), donde denunció los abusos que sufrían las pacientes por parte de los profesionales y las pésimas condiciones de dicha institución.
«Es vergonzoso decirlo, pero la realidad es que en esta era liberal hay muchos que piensan que ningún trabajo, excepto las tareas domésticas, corresponde a la mujer. Además, miran con horror a las mujeres que tienen el valor suficiente para abandonar la rutina que se espera de ellas e introducirse en un mundo que se considera “de hombres”. Muchas mujeres apenas se ganan una vida lamentable llevando a cabo trabajos de poca monta, mientras que el mundo está lleno de lugares buenos y cómodos a los que se puede llegar con valentía y energía. Algunas mujeres se han plantado para hacer aquello que realmente les hace felices, y han tenido éxito. Mis respetos a ellas. Si hubiera más como ellas, el mundo sería mejor».
A Plucky Woman (Una mujer valiente), The Pittsburg Dispatch (1885)
Entre otros trabajos destacados, en 1889 completó la vuelta al mundo en 72 días, venciendo por ocho días la propuesta de dar La vuelta al mundo en 80 días, proveniente de la reconocida ficción de Julio Verne. Asimismo, fue reportera a favor del sufragio femenino y corresponsal de la Primera Guerra Mundial.
Su contemporánea española, Carmen de Burgos
Simultánemente, Carmen de Burgos y Seguí (también conocida como Colombine) daba sus primeros pasos en el periodismo español, desafiando las limitaciones de género que se imponían en aquellos tiempos. Al igual que Nellie Bly, fue una activa militante por el sufragio femenino en su país, así como también se manifestó en contra a la pena de muerte y a favor del divorcio.
«Se trata de una mujer, de una mujer joven y moderna, que hace campaña en pro del divorcio y habla en círculos republicanos, algo nuevo e interesante que merece la pena ver de cerca… ¡La primera mujer periodista que hace reportajes y no es condesa ni beata como la Pardo Bazán!».
Rafael Cansinos Assens sobre Colombine
Nacida en 1867, fue la primera periodista mujer contratada en un periódico de España. En 1902 realizó sus primeras colaboraciones para El Globo, en la sección «Notas femeninas», donde analizaba temas como la necesidad del sufragio femenino o relacionados a las luchas obreras.
Además, fue autora de novelas y cuentos, traductora, docente y activista por los derechos de la mujer española. Colombine comparte algunas similaridades biográficas con Frida Kahlo: se casó con un hombre mayor que ella —el periodista Arturo Álvarez— y algunos años más tarde lo reconoció como «el peor error de mi vida».
Debido a los maltratos psicológicos y físicos padecidos, decidió mudarse a Madrid con la única hija que había sobrevivido de los cuatro que tuvo. Sin recursos, una vez llegada a la capital española comenzó a escribir ensayos y se postuló para un trabajo como docente, con el que obtendría un salario para mantener a su hija.

Hacia 1914, además de contar con un amplio portafolio de redacciones, fue la primera corresponsal de guerra para el diario El Heraldo, uno de los más importantes de la época. Algún tiempo después fundaría la Cruzada de Mujeres Españolas, una asociación de defensa de los derechos de la mujer en España.
Finalmente, en 1932, en medio de un acto por la educación sexual en el Círculo Radical Socialista, se descompuso y horas más tarde perdió la vida. Con la llegada del franquismo, su obra quedó censurada casi por completo en su país.
«Siempre he procurado que mi novela fuese naturalista, aunque lleve escondida, como un alma indispensable, como un motor invisible, la poesía. Realismo en las descripciones, en el estilo, y un ideal como finalidad».
Prólogo de Vida y milagros del pícaro Andresillo Pérez
Imagen de portada: Josefina Carabias
Fuentes
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