Recientemente se publicaron resultados de la fase 3 de la vacuna rusa Sputnik V, en la reconocida revista científica The Lancet: se demostró que tiene una eficacia del 91,6% frente al coronavirus. A partir de esta noticia, parecía que la controversia a su alrededor iba a tener punto final, pero el debate sigue en pie. Entonces, ¿qué sucede con la Sputnik V?
«Cuando llegue la vacuna…» era la frase que se escuchaba allá por mayo del año pasado, el desenlace casi idílico a ese presente incierto que transitábamos. La vuelta a la normalidad se empezaba a dibujar en el horizonte con las primeras noticias de su incipiente desarrollo. Tiempo después, la vacuna ya está entre nosotres: no es «la» sino «las vacunas» y éstas distan de ser soluciones simples. Además, no llegaron solas: vinieron acompañadas de información engañosa, fake news, opiniones mal fundamentadas y hasta conspiranoicas: la infodemia. Hoy disponemos de más información que nunca, pero nunca desconfiamos tanto de ella.
La campaña de vacunación argentina contra la COVID-19 comenzó el 29 de diciembre pasado con la vacuna Sputnik V, previamente aprobada por la ANMAT (el ente encargado de la aprobación para el uso de medicamentos en Argentina). Desde antes que esta medida de salud pública fuera un hecho, la vacuna fue criticada y defendida por polítiques, famoses, y periodistas no especializades.
Ningún medio masivo de comunicación se ha quedado afuera del debate sobre esta inyección «polémica» y lo mismo se puede decir de innumerables usuarios de redes sociales. Es sorprendente pensar que esta controversia se esté dando alrededor de una vacuna, pero nos hemos acostumbrado a debatir cuestiones relativas a la salud desde el comienzo de la pandemia de COVID-19.
La urgencia de la situación sanitaria mundial ha obligado a la comunidad científica a abocarse al desarrollo de tratamientos para la COVID-19 y vacunas para prevenirla. Constantemente, están siendo reportadas nuevas estrategias desarrolladas por grupos de científiques en todo el mundo. A la fecha, se han notificado más de 200 vacunas en desarrollo (incluso una argentina) y tan solo 3 de estas fueron autorizadas para uso de emergencia: la vacuna de Pfizer/BioNtech, la de Moderna y la Sputnik V, esta última desarrollada por el Instituto Gamaleya de Rusia y aprobada en nuestro país.
Desde Escritura Feminista consideramos que toda conversación referida a la salud pública, especialmente en un momento tan incierto como este, debe darse desde la transparencia, con fuentes confiables y citando expertes en el tema. Por eso, buscamos responder algunas preguntas sobre las últimas noticias de la vacuna Sputnik V para echar luz a este panorama tan complejo.
Lo que dice el estudio
Los resultados publicados en The Lancet corresponden a un estudio de fase 3 realizado en Moscú, Rusia, que involucró a 19.866 voluntaries: 14.964 recibieron las dos dosis de la vacuna y 4.902 el placebo (es decir, una sustancia inocua que no es la vacuna). Posteriormente, se analizó cuántes de elles desarrollaron COVID-19.
Cómo funciona la vacuna Sputnik V. Fuente: Instituto Gamaleya
La eficacia de la Sputnik V se calculó en base a los contagios registrados en cada grupo: 62 personas en el grupo placebo y 16 personas en el grupo de les vacunades. De acá viene el famoso 91,6% de eficacia, pero también se puede extrapolar otro dato aún más esperanzador: se reportó que les 16 contagiades de COVID-19 en el grupo vacuna solo padecieron síntomas leves. Esto permite afirmar que la eficacia de la vacuna contra las formas graves de la enfermedad sería del 100% .
También se evaluó qué tan efectiva es la protección que confiere luego de la primera dosis. Como la vacuna se aplica en dos dosis, separadas por 21 días, se evaluó cuántes voluntaries desarrollaron COVID-19 entre el día 15 y el día 21. Con este enfoque, la eficacia alcanzó el 73,6%. Esto es relevante ya que, dado que la cantidad de vacunas actualmente no alcanza para inmunizar a toda la población, este dato permite analizar y ajustar la estrategia sanitaria de cada país: ¿conviene vacunar a menos personas con la dosis completa? ¿O vacunar con una sola dosis, alcanzando una eficacia menor pero protegiendo más gente? En este punto es importante considerar que las dos dosis de la vacuna Sputnik V son ligeramente diferentes y para alcanzar la máxima protección contra el virus es necesario recibir ambas dosis.
¿Y los efectos adversos?
Según les investigadores, el 94% fueron leves: molestia en el sitio de la inyección, dolor de cabeza y algunos cuadros gripales leves. El restante 6% son episodios considerados «eventos adversos graves» no relacionados con COVID-19 que reportaron 68 participantes del estudio. De estos, 23 fueron del grupo placebo y 45 del grupo vacunado. A simple vista esto parecería alarmante, pero aquí surge la utilidad de tener un grupo placebo: todo se reduce a los números.
El grupo vacunado es 3 veces más grande que el grupo placebo, este último -reiteramos- no recibió la vacuna. A su vez, las personas vacunadas que reportaron efectos adversos graves son el doble de las personas del grupo placebo que reportaron estos efectos. Entonces, los efectos adversos que se observaron en el grupo de la vacuna son muy parecidos a los observados en el grupo placebo. Esto quiere decir que la vacunación no causaría efectos adversos.
Por último, el estudio también tuvo en cuenta las edades de les voluntaries, lo que permitió observar más de cerca lo que pasa en cada grupo etario, especialmente en les mayores de 60 años, calificades como «de riesgo». Se demostró que la eficacia en este grupo es de un 91,8%, es decir, es igual a la eficacia en general de la vacuna.
Lo que (sí) se puede decir del estudio
Los estudios que se publican en revistas científicas tienen que cumplir con reglas rigurosas que garantizan que los datos presentados sean confiables. Para eso, la información es analizada por expertes que no tienen relación alguna con les autores del estudio, es decir, son independientes y recién con su aprobación se puede publicar.
En el caso del ensayo clínico de fase 3 de la vacuna Sputnik V, mientras se realizaba este análisis, la información se mantenía confidencial y solo bajo ciertas condiciones podía ser develada. Una de estas excepciones es la presentación de los datos a los organismos regulatorios de los países que querían autorizar la vacuna para su utilización. Por esto, los expertos de la ANMAT conocían la eficacia y seguridad de la vacuna rusa, pero no hicieron pública la información en su comunicado, ya que en ese momento continuaba siendo confidencial para el resto de la población.
Es válido cuestionarse por qué en un momento sanitario crítico como el que vivimos no se revelan antes al público resultados de esta envergadura. Sin embargo, este proceso de revisión de datos es habitual en el sistema científico. Por un lado, las revistas científicas solo publican resultados «originales» (un resultado deja de ser original una vez que es divulgado, en una revista o donde sea) y, por otro lado, no hay que olvidar que en un ensayo clínico participan personas cuya privacidad debe ser respetada. Respetar los tiempos del sistema científico también es transparencia.
Lo que quedó pendiente
La eficacia de la vacuna Sputnik V es más alta de la esperada. Sin embargo, el estudio dista de estar completo: los resultados son intermedios, ya que el ensayo clínico continúa en su fase 3. Lo mismo sucede con las vacunas de Pfizer/BioNtech, Astra Zeneca y Moderna, que también han publicado resultados intermedios en los dos últimos meses. Es importante tener presente que ninguna de las vacunas disponibles ha finalizado sus ensayos clínicos y por eso son aprobadas bajo la figura de autorización de emergencia en los países donde se las utiliza.
En los próximos meses se espera que les investigadores responsables del desarrollo de la Sputnik V hagan pública información referida a la seguridad y eficacia en grupos particulares de personas como niñes, personas cursando un embarazo, personas con un sistema inmune comprometido por otras patologías, entre otros.
Lo que nos queda a nosotres como sociedad
El esfuerzo de la comunidad científica es astronómico: es la primera vez en la historia que una pandemia será combatida por vacunas (no una, sino varias) desarrolladas en un lapso menor a un año. Este logro no surge de la nada, sino que se fundamenta en múltiples avances y conocimientos generados por científiques de todo el mundo en el pasado, que son algo así como los ladrillos de un gran edificio de la ciencia que permite el desarrollo de estas vacunas. Hay miles de personas trabajando en hacer crecer este edificio y miles de inversiones que aportan el capital para hacerlo. Por eso es tan importante hacer ciencia: es construir para una posteridad (que, en este caso, es hoy).
Resulta paradójico, entonces, que un evento científico de esta magnitud se acompañe de una creciente desconfianza en la vacunación.
En parte, se debe a que el desarrollo de las vacunas se convirtió en una carrera geopolítica entre potencias y esto, muchas veces, aportó confusión. Por ejemplo, la Sputnik V se denominó «aprobada» en Rusia el 11 de agosto de 2020, lo que causó un gran impacto en el resto del mundo, pero solo quería decir que esta comenzaba su fase 3, no que los estudios estaban terminados.
No obstante, hay que destacar la virtud de la comunidad científica de tomar la mejor evidencia disponible a la hora de evaluar una situación. En el caso de la vacuna rusa, dos expertes independientes del Instituto Gamaleya aseveran en la misma revista The Lancet: «El desarrollo de la vacuna Sputnik V fue criticado por el apuro, los atajos y la ausencia de transparencia. Pero los resultados reportados son claros y el principio de inmunización queda demostrado, lo que significa que otra vacuna puede sumarse a la lucha para disminuir la incidencia de Covid-19».
Fuente: Pictoline
La otra gran (ir)responsable es la pandemia de la desinformación, el esparcimiento muchas veces deliberado de información falsa con el fin de ganar algunos clics y la falta de consecuencias sobre quienes realizan esta práctica que, en este contexto, es peligrosa para la población. La percepción de las vacunas como un riesgo hace creer a las personas que no vacunarse eliminará ese riesgo. Cuando, en realidad, esa decisión enmascara que esas personas están aceptando el riesgo de enfermarse.
Las vacunas son el segundo desarrollo científico que más vidas ha salvado en la historia, después del agua potable. En Argentina en particular tenemos históricamente un calendario de vacunación obligatorio y completísimo que nos ha protegido por generaciones frente a multiplicidad de patógenos. El intento de los medios masivos de comunicación para imprimir tintes ideológicos en las noticias sobre vacunas, particularmente la Sputnik V, solo desvía el foco de lo importante: protegernos de la COVID-19.
Por eso, hoy más que nunca, debemos informarnos con consciencia, buscar fuentes confiables, esparcir la información que fue chequeada por expertes y frenar, desde nuestro lugar, la circulación de las noticias falsas o engañosas. Así, también, es como nos cuidamos entre todes.
Fuentes:
Imagen de portada: Buenos Aires gob
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