Juana Manso: educar es luchar

Artículo colaboración escrito por Helga Mariel Soto


El derecho a la educación de las mujeres siempre estuvo sujeto a debate. A diferencia de los varones, nunca se dio por sentado que merecíamos aprender más cosas que leer, rezar y bordar. En la historia universal, muchas mujeres desafiaron esta noción aportando su granito de arena para lograr una educación lo más igualitaria posible.

En la historia argentina, una mujer se destaca por su incansable y temprano trabajo. Juana Manso nació en 1819 en lo que es hoy el barrio de Montserrat. Su padre era español y había participado del mundo político desde la Revolución de Mayo. De su madre se sabe muy poco, cosa bastante común en la época dados los arquetipos de lo que debía ser una madre y esposa. Desde chica, su familia le inculcó la lectura en español y en otros idiomas, aunque ir a la escuela era difícil y hasta aburrido para ella. 

A sus diez años, su familia debió exiliarse a Montevideo por enemistades con el gobierno de Rosas y es ahí donde comenzó a traducir y escribir. Ya de edad adulta, se instaló en Brasil con su marido aunque viajaron también por Estados Unidos y Cuba. Una vida realmente singular para una mujer de la época. Juana nunca abandonó su interés por la educación de las mujeres y enseñó a jóvenes en cada lugar al que viajó.

En Brasil, fundó en 1852 O Jornal das Senhoras, una de las primeras publicaciones de la región dedicada a las mujeres. En esta se escribía sobre temas como artes, modas y educación de las mujeres y además se realizaba un intercambio con las lectoras. 

En 1854 replicó este mismo periódico en Argentina, con el nombre de Álbum de Señoritas, en el que abordó tópicos similares. En el primer número escribió sobre la emancipación de la mujer: 

«¿Por qué se condena su inteligencia a la noche densa y perpetua de la ignorancia? ¿Por qué se ahoga en su corazón desde los más tiernos años la conciencia de su individualismo, de su dignidad como ser que piensa y siente, repitiéndole: “no te perteneces a ti misma, eres cosa y no mujer”? ¿Por qué reducirla al estado de la hembra cuya, única misión es perpetuar la raza?[…] ¿Por qué cerrarles las veredas de la ciencia, de las artes, de la industria, y así hasta la del trabajo, no dejándole otro pan que el de la miseria, o el otro mil veces horrible de la infamia?».

Más adelante también publicó bajo un seudónimo La flor del aire, en donde estaba a cargo de la sección Mujeres Ilustres de América del Sud, segmento que divulgaba sobre las vidas de las mujeres de la historia que habían quedado en el olvido. 

Durante los sesenta se carteó con Sarmiento (quien se convertiría en su amigo) discutiendo temas de educación y también con Mary Mann, educadora estadounidense. 

Ya vuelta en Argentina se dedicó plenamente a la educación. Fue designada por Sarmiento como directora de la primera escuela mixta y se destacó en su rol. En la escuela promovió la enseñanza de la música, el baile, la actividad física y decidió eliminar los castigos físicos, apostando por una educación más empática. 

También escribió el primer manual de historia argentina para el ámbito escolar, Compendio de la historia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, sumando otro título a su largo listado de trabajos. Consideraba que la escuela era su familia y siempre estuvo comprometida a una educación laica, científica y mixta, ya que creía que la educación «no tenía sexo»

Además de haber sido una gran educadora, su producción es muy amplia y variada. Desde periódicos de su propia fundación hasta sus participaciones en otras publicaciones nacionales, también escribió novelas, poemas y ensayos. 

Con ojos contemporáneos, vemos la vida de Juana y no podemos evitar sentir admiración. Por eso, cuando tenemos en consideración su contexto histórico, es imposible no sorprenderse con su inteligencia, tenacidad y amor por el conocimiento.


Fuente: Juana Manso

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Excluidas que incluyen: por el derecho a la educación

El acceso a una educación de calidad es uno de los derechos humanos más ampliamente reconocidos, protegido en el texto de la mismísima Constitución Nacional. Sin embargo, miles de niñes, jóvenes y adultes argentines ven limitadas sus posibilidades reales de instruirse en condiciones igualitarias y dignas por infinidad de razones. El contexto actual de pandemia y aislamiento preventivo forzaron a los institutos educativos y les estudiantes a adaptarse a la virtualidad, lo cual dificulta aun más la situación.

¿Qué pasa con la educación accesible para estudiantes con discapacidades? Muchas veces, las condiciones necesarias de adaptación no se cumplen siquiera en las modalidades presenciales. ¿Cómo acceden a este derecho durante el aislamiento, por ejemplo, les estudiantes sordes?

Desde hace ya varios años, un grupo de nueve intérpretes de Lengua de Señas Argentina-español (ILSA-E) reclama la regularización de sus horas de trabajo, que permiten que muches estudiantes sordes reciban educación en su propio idioma. El equipo trabaja desde hace más de diez años en los Institutos Superiores del Profesorado Nº 16 «Dr. Bernardo A. Houssay» (I.S.F.D.) y de Educación Técnica N° 18 «20 de Junio» (I.S.E.T. 18), ubicados en la ciudad de Rosario. En entrevista con Escritura Feminista, nos acercan su protesta contra la precarización a la que se ven sometides tanto ellas como sus alumnes sordes.

Escritura Feminista: ¿Qué rol ocupan como intérpretes en el aula?

ILSA-E: Nuestra función es eliminar las barreras de comunicación que se encuentran entre las personas sordas hablantes de lengua de señas y las oyentes hablantes de español, facilitar a las personas sordas el acceso a la información a través de su propia lengua y de su comunidad, favorecer la independencia de la persona sorda usuaria de la LSA para tomar sus propias decisiones poniendo a su alcance la información necesaria para formar su criterio y reconocer el derecho de acceso a la información, comunicación, educación, salud, cultura, etc., tanto de las personas sordas usuarias de la LSA como de aquellas que no tienen competencia alguna en esta lengua.

«Como intérpretes somos el puente entre uno y otro idioma, entre una y otra cultura, por lo cual estamos en permanente estudio de su idiosincrasia, cultura, valorando la identidad de las personas sordas».

E. F.: ¿A cuántes alumnes sordes dan accesibilidad con su trabajo? ¿En qué carreras? ¿Qué pasa con les estudiantes sordes mientras sus puestos no son oficializados? ¿Asisten a clase normalmente?

ILSA-E: En el I.S.F.D. Nº 16 hemos trabajado en el profesorado de Educación Especial para Sordes e Hipoacúsiques, y en el I.S.E.T. Nº 18 en las carreras de Fotografía y de Diseño Equipacional. Este año entre ambos institutos hay aproximadamente 10 estudiantes que continúan cursando sin ninguna accesibilidad.

Además, pasa algo muy similar en la Escuela de Enseñanza Media para Adultos N° 3043 (E.E.M.P.A.). Se cayeron unas horas y les alumnes sordes que están cursando en la escuela quedaron sin el acompañamiento de intérpretes.

E. F.: En esta situación de aislamiento por pandemia, ¿cómo se adaptaron?

ILSA-E: La situación actual es más complicada. La modalidad es totalmente virtual y las personas sordas quedan excluidas de poder entender las clases online donde tanto docentes como compañeres hablan español.

Hay que tener en cuenta que son clases en vivo a través de plataformas donde hay conversaciones, debates, o se ve algún power point mientras le docente habla con voz en off; videos sin subtítulos, aportes de compañeres y ni hablar de si una persona sorda quisiera intervenir en la clase… Les estudiantes asisten a clases sin la plena accesibilidad y esto lleva a frustraciones, desgastes, dificultades en la comprensión de los contenidos, entre otras complicaciones.

La situación también es complicada para les docentes, ya que tienen que buscar la forma de enseñar su cátedra a personas hablantes de otro idioma.

E. F.: ¿De quién depende que el cargo de intérpretes tenga la asignación de horas oficiales? ¿Qué respuesta les dan a sus reclamos?

ILSA-E: La creación de horas para ILSA-E depende exclusivamente del Ministerio de Educación. Debido a las irregularidades que vivimos en nuestros años de trabajo, hemos presentado numerosos reclamos. El último que ingresó al Ministerio de Educación fue en marzo de 2020 donde, además de reclamar pagos que nos adeudan desde el año 2019 y antigüedad en el sistema educativo, presentamos un proyecto de creación de horas para ILSA-E.

E. F.: ¿Es un problema habitual o es la primera vez que no les asignan las horas? Desde las autoridades, ¿sienten que se respeta su labor y su puesto?

ILSA-E: Desde que comenzamos a trabajar y hasta el día de la fecha, las horas trabajadas son denominadas «horas a término». Esto significa que comienzan el 1º de abril y finalizan el 31 de marzo del año siguiente, quedando las trabajadoras desvinculadas del sistema educativo y de las instituciones donde nos desempeñamos. Cada 1º de abril, en caso de haber estudiantes sordes ingresantes o que quisieran continuar con sus estudios, desde los institutos se realiza un nuevo pedido al Ministerio de Educación para la renovación de dichas horas.

Estas horas a término se destinaban a ILSA-E, pero no eran específicas de la función. Nunca hubo horas específicas para intérpretes, sino que seguimos a la espera de que puedan crearse. Sentimos que nuestro trabajo no se respeta desde el no cumplimiento de una educación accesible e inclusiva.

E. F.: ¿Alguna asociación de la comunidad Sorda las acompaña en el reclamo?

ILSA-E: Las asociaciones de Rosario (AcSor y el Círculo Social, Cultural y Deportivo de Sordos) han acompañado los reclamos que venimos haciendo desde el año pasado.


Después de más de cuatro meses sin respuesta, el Ministerio asignó las horas correspondientes a las ILSA-E para trabajar la segunda mitad del año, pero con la misma modalidad de horas a término. Esta falsa solución apenas garantiza su presencia hasta marzo de 2021 (y solo en los institutos, ya que no se aprobaron las horas para la E.E.M.P.A.). Así, las autoridades vuelven a dejar a la deriva a les estudiantes en el próximo ciclo lectivo.


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El trabajo no es para todes

Esta investigación se realizó en el año 2018.
Lamentablemente, la problemática sigue vigente para el colectivo trans.


«Que me den la oportunidad para demostrar que soy una persona con todas las capacidades que tiene todo el mundo. Oportunidad. Básicamente, oportunidad». Con este mensaje, Iván Puhlmann, un activista trans de 38 años, cerraba la entrevista en la Casa Trans.

Para el resto de las personas, una oportunidad de trabajo es mucho más posible, pero para el colectivo trans es difícil y complejo aun siquiera presentarse, pues la mayoría de las personas que lo componen no tiene ya sea los estudios básicos finalizados o, en su defecto, la capacitación y la experiencia para poder insertarse al mundo laboral.

Aunque haya una ley para el cupo laboral, es una ley invisible. Las personas entrevistadas en la Casa Trans coincidieron en que los trabajos que se les brindan desde el Estado son trabajos temporales, con menos de un año de duración. «La mayoría son contratados durante seis u ocho meses y después los despiden porque van con el cupo laboral trans para la foto. Después, cuando ya se terminó la propaganda, son despedidos», sentenció Iván.

«En algunas ciudades, de 300 mujeres trans, entraron 5 al circuito laboral. La verdad, no hay una estadística. Cinco mujeres trans no es un número para un cupo laboral. La ley de identidad de género en la Argentina solucionó un 30% de nuestra problemática. El otro 70% que es la inclusión laboral, educativa, de vivienda. Eso todavía falta».

Marcela Romero, activista trans de 54 años.
Imagen Archivo

Marcela, fuerte activista en Casa Trans en cuyo centro se realizan diversas actividades de apoyo, dio su punto de vista con respecto a lo que sucede en el colectivo sobre el tema. Indicó que la problemática de no poder ingresar al mundo laboral es consecuencia directa, además de la discriminación diaria desde la niñez hasta la vida adulta, de no poder terminar los estudios básicos. Muchas mujeres trans no tienen la oportunidad: «Una persona trans no tiene la misma vida que cualquier otra persona. Hay una barrera muy grande que no nos deja avanzar a todos los derechos: económicos, sociales, culturales, políticos. Eso no existe para la persona trans», comenta Marcela.

Asimismo, tampoco cuentan con prácticas laborales para poder ingresar, por los prejuicios que la sociedad tiene hacia estas personas: siempre han sido asociadas a la prostitución, la peluquería y no mucho más. Esto se puede corroborar a simple vista viendo en televisión cómo la mayoría de las veces que se toca el tema trans, es atado a prostitución y drogas.

«Nosotras, desde la niñez, vivimos como mujeres adultas. Las personas trans no tenemos niñez. Pasamos de ser niños a ser mujeres mayores. Hay una etapa de la vida que no podés decidir, no podés avanzar, no podés continuar el estudio. No es como cualquier persona, que estudia, trabaja e ingresa al circuito laboral».

Marcela Romero.

El colectivo trans está fuertemente estigmatizado por la sociedad. Al privarles su infancia, deben pasar a ser automáticamente una persona adulta, rebuscarse la vida sin apoyo de nadie. «Es tremendamente difícil poder ingresar a un trabajo, ni hablar del tema de la salud», cuenta Iván, quien al no tener un trabajo en blanco ni una cobertura privada, no puede tener acceso a la salud.

«Si me enfermo, tengo que ir a un hospital público. Si me quiero operar, a un hospital público. Y todos te dicen que no. Porque no hay profesionales, no hay cirujanos plásticos. Nos atienden mastólogos que de verdad no tienen idea de cómo masculinizar un pecho. Tratamientos hormonales. La ley dice que si no tenés una cobertura privada, te la da el Estado. Para que eso pase, es muchísimo trabajo y muchísimas vueltas. No tenemos acceso a la ley que nos ampara».

Iván Puhlmann.
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Historias fuertes, detrás de personas aun más fuertes. Personas con coraje y luchadoras a contracorriente, quienes siguen luchando por los derechos de todos, todas y todes.

Casa Trans está localizada en Av. Jujuy 1343 (CABA). Allí, se les facilitan a las personas del colectivo trans programas de inclusión social, programas de trabajo, capacitación; planes para completar la primaria y la secundaria, clases de computación y talleres de literatura; cuidadoras de la tercera edad y mucho más. Todo lo que pueda incentivar a la persona a que pueda tener y armar un buen CV para presentar. Además, se brinda apoyo a jóvenes a través de programas de niñez y adolescencia trans.

Imagen Archivo

Escuela de la Tierra

 

Cuando se habla de revolución, ¿se tienen en cuenta los cambios que deberían incorporarse en los programas educativos para que ciertos hechos y errores no vuelvan a repetirse?

Como consecuencia de la cuarentena obligatoria y el cierre de fábricas e industrias a nivel global, flora y fauna sorprenden al mundo con su reaparición y su libertad. Videos e imágenes recorren las pantallas e invitan a reflexionar sobre el impacto humano en la Tierra.

Debido a la curiosidad que nuevas y no tan nuevas especies despiertan en niños, jóvenes y adultos, organizaciones ambientalistas aprovecharon el boom para fomentar e incentivar el cuidado del planeta y los cambios que pueden hacerse (incluso en cuarentena) para que, al volver a las calles, haya más noción sobre ciertos comportamientos y, de esta forma, se pueda gestar el cambio buscado desde hace tiempo.

La Organización de Naciones Unidas y TED, dos instituciones de gran impacto, no podían quedarse atrás frente a esta nueva oportunidad y es por eso que lanzaron el pasado 22 de abril (el Día de la Tierra) un programa educativo de 30 días para que personas de todas las edades y nacionalidades puedan acceder a un curso gratuito, titulado Earth School (Escuela de la Tierra), para tomar clases ambientales.

«Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), más de 1.500 millones de estudiantes están afectados por el cierre de escuelas a causa de la COVID-19. La pandemia ha causado una crisis de salud, económica y educativa y ha conllevado a una serie de limitaciones físicas y sociales en medio de las cuales surge una gran necesidad de alfabetización científica».

Las clases se publicarán día a día durante 6 semanas. Cada una inspecciona y profundiza un tópico en particular. Además, pueden elegirse de entre 10 idiomas para tomar el curso, desde cualquier dispositivo móvil y al tiempo de cada uno. La Escuela de la Tierra compartirá su último video el 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente.

Educación ambiental y tecnología: ¿aliados?

En su libro ¡Sálvese quien pueda!, Andrés Oppenheimer dedica un capítulo entero a analizar cómo los métodos de educación cambiarán debido al constante avance tecnológico. Pero al hacer su investigación y publicarla en el año 2018, el periodista no contaba con la pandemia del COVID-19 que hoy mantiene al mundo alerta y dentro de sus casas.

La teoría de Oppenheimer, entonces, se puso en práctica (en algunos campos, al menos) antes de lo previsto. Instituciones educativas, empresas, Pymes y trabajadores independientes se vieron forzados a trasladar su presencia, trabajo y educación al mundo virtual.

En palabras del periodista:

«Con las «clases del revés», en lugar de estudiar en la escuela y hacer las tareas escolares en sus casas, como lo hicimos la mayoría de nosotros, los jóvenes estudiarán en sus casas –con sus visores de realidad virtual o sus robots– y harán sus tareas en la escuela, con la ayuda de su profesor y en colaboración con sus compañeros. Es un sistema que está probando ser mucho más efectivo y socialmente justo que el tradicional».

Si bien hay ciertas propuestas y aparatos tecnológicos que no llegaron a comercializarse de modo masivo, dado el tiempo que se necesita para probar, aprobar y producir un producto, a su vez, económicamente accesible y aceptable para la sociedad, el comienzo de una escuela en casa con aparatos electrónicos e Internet como aliados ya está en marcha.

De esta forma, en materia ambiental como en muchos otros casos, sería posible que los usuarios accedan a todo tipo de información, visualicen e, incluso, tengan la posibilidad de empatizar con el impacto que la humanidad causa en el mundo y sus consecuencias. Pero, ¿es suficiente? ¿Es un sistema justo para la juventud que recurre a los colegios para poder comer además de aprender?

En el capítulo «¡Edúquese quien pueda! El futuro de los docentes», el autor hace referencia al sistema tradicional y los beneficios de su cambio: «El sistema tradicional de ir a la escuela de día y hacer las tareas en casa por las tardes es una receta para la inequidad social: aquellos que tienen la fortuna de tener padres que han terminado la escuela o la universidad pueden pedirles ayuda para hacer los deberes o pueden recibir clases privadas de un tutor».

Y agrega: «Los niños de hogares humildes no pueden darse ese lujo. Regresan a hogares donde a menudo no hay ningún padre que pueda ayudarlos con las tareas escolares, ni mucho menos pagar un tutor privado. El modelo tradicional deja totalmente desprotegidos a los niños de hogares pobres». Esta afirmación puede ser aplicable a alguna de las realidades que viven los niños y jóvenes hoy en Argentina, pero no abarca todos los contextos sociales.

¿Qué sucede, entonces, con aquellos que no tienen acceso al agua potable, mucho menos a una computadora e Internet? Hace falta cambiar no solo los programas educativos sino, también, la forma en que son impartidos para que en esta nueva normalidad que parece avecinarse a pasos agigantados haya acceso y educación equitativa para niños y jóvenes de toda clase social y edad.

Pensar globalmente, actuar localmente

La Escuela de la Tierra concretada por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y TED-Ed con la ayuda de varias organizaciones ambientales, científicas y tecnológicas es una innovación en muchos aspectos y busca despertar la acción del cuestionar y repensar en los usuarios; además de invitarlos a aprender sobre la cadena de consumo, la naturaleza, la sociedad, el impacto del cambio de hábitos, las acciones individuales y colectivas, entre otras cosas.

¿Puede este modelo inspirar un programa ambiental que sea trasladado al sistema educativo nacional? Según Lucía Torres Bustos, profesora de educación secundaria de Geografía en el partido de Esteban Echeverría, especializada en educación ambiental y educación sexual integral (dos tópicos que vincula dentro de su materia), es posible que un programa de escala internacional como el propuesto por la ONU y TED sea trasladable a la educación nacional.

«Siempre y cuando se pueda relacionar lo que pasa en el mundo con nuestro país va a ser más significativo. En las clases se tiene que enseñar por qué lo que sucede en Medio Oriente con el petróleo impacta en nuestro país, qué es lo que los relaciona. Cuando trabajé cambio climático, a cada grupo le di una noticia internacional: la salida de los Estados Unidos del Acuerdo de París, las sequía intensas que en ese momento sufría Australia (hecho que llevó a los incendios durante diciembre y enero) y los incendios del Amazonas; analizamos qué medidas tomaron los distintos gobiernos con respecto a estos efectos sobre el ambiente, qué hizo Trump, qué hizo el gobierno australiano y qué hizo el gobierno de Brasil.

En cuanto a la Argentina, compartí una noticia sobre movilizaciones a favor del medio ambiente y qué estaba haciendo el Estado argentino por preservar nuestros recursos en comparación con las medidas que se tomaban en el mundo. Sacamos, en equipo, la conclusión y en la clase siguiente trabajamos la ley nacional de bosques, el ordenamiento territorial, las categorías de conservación y qué es lo que pasa en nuestro país a raíz de esto. Entonces sí, funcionaría traer un programa educativo como ese, siempre y cuando se pueda relacionar lo que hacemos nosotros y ver, también, lo que hace el mundo».

Lucía Torres Bustos, profesora de educación secundaria.
Cortesía de argentina.gob.ar/ambiente/educacion

¿Son suficientes los espacios educativos, como los que lleva acabo Lucía, para sanar un planeta cuyos recursos cada vez se agotan con más rapidez? En palabras de Inger Andersen, directora ejecutiva de PNUMA: «Miles de millones de niños están actualmente fuera de la escuela debido al COVID-19. Pero el aprendizaje no puede parar. Este virus nos ha revelado cuán profundamente interconectada está toda la vida en el planeta».

Plataformas, instituciones y dispositivos tecnológicos unen fuerzas para hacerle frente al aislamiento y, a su vez, mostrar que una nueva oportunidad educativa (como plantea Andrés Oppenheimer) es el futuro inmediato del cual nadie puede escapar y que les da la oportunidad a espacios como la Escuela de la Tierra a educar sobre el planeta en el que vivimos para que futuras generaciones puedan sanar lo que fue explotado.

La Escuela de la Tierra parecería ser, por lo tanto, una nueva oportunidad a la educación al mismo tiempo que una distracción y aprendizaje sobre los hechos actuales.

En palabras de Logan Smalley, director fundador de TED-Ed:

«Este proyecto muestra que, a pesar de estar confinados en sus hogares, los estudiantes, padres y maestros de todo el mundo aún pueden participar juntos en el aprendizaje y las aventuras basadas en la ciencia. La Escuela de la Tierra es una colaboración entre educadores talentosos y socios increíbles en todo el mundo. Por eso estamos orgullosos y emocionados de ver cómo la iniciativa alimenta la curiosidad de los jóvenes que deben permanecer en su hogar, todos los cuales son los futuros guardianes ambientales de nuestro planeta».

Si escuelas como las que proponen Anderson y Smalley son posibles en tiempos de crisis, ¿hay alguna probabilidad de que, pasada la pandemia, se aplique lo aprendido y ciertos comportamientos que impactan e impactaron de forma negativa en el ambiente, como el tráfico de animales (que, según organizaciones e investigadores de la Organización Mundial de la Salud, es uno de los espacios de donde podría haber surgido el contagio del virus), puedan evitarse y fomentar así acciones en consecuencia con el cuidado ambiental?


Fuentes:

  • Unenvironment.org
  • Ted-ed
  • Oppenheimer, Andrés (2018) «Sálvese quien pueda». Colección Debate, Penguin Random House.

Techo de cristal: la participación de la mujer en el mercado laboral argentino

A partir del Movimiento Ni Una Menos, que empezó a tomar forma en el año 2015, comenzó a romperse el cascarón de una pelea gestada en el interior del espacio social que data de hace muchos años. Fue así como la puja de las mujeres y su necesidad (no confundamos con deseo) de que sus derechos como personas se legitimen les otorgó voz y entidad en el espacio público y privado. 

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Mocha: un horizonte lleno de oportunidades

Mocha Celis es el primer bachillerato trans de Latinoamérica. Nació a finales de 2011 y en 2014 tuvo su primera generación de egresades en un país donde la comunidad trans no logra acceder a la educación con facilidad.

Fundado por Francisco Quiñones Cuartas y Agustín Fuch, el Bachillerato Popular Trans Mocha Celis funciona en el barrio de Chacarita. Actualmente, más de 130 estudiantes forman parte de la institución que funciona como una escuela de nivel secundario con un plan de estudios que dura 3 años. Además, ofrecen una articulación para poder terminar los estudios de nivel primario.

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El cartel que da la bienvenida a la institución.

En el año 2012, se sancionó la ley de identidad de género y gracias a eso el bachillerato logró el reconocimiento del Ministerio de Educación, lo que le otorgó carácter oficial para que, en el año 2014, su primera camada de egresades pudiera recibir un título oficial tras la finalización de sus estudios.

Según una investigación de la Fundación Huesped junto a la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina (ATTTA), en el año 2013 (a un año de la sanción de la ley) un 66% de la población trans encuestada no había completado sus estudios secundarios.

Dentro de la currícula del bachillerato, se encuentra una materia llamada «Proyecto Formativo Ocupacional» cuyo objetivo es brindar a les alumnes las herramientas necesarias para fortalecer sus perfiles y poder ingresar al mercado laboral formal tras finalizar sus estudios. Muches de quienes integran el equipo de la institución pertenecen a la comunidad e incluso algunes están percibiendo por primera vez un salario en blanco.

A pesar de haberse hecho conocido como un «bachillerato trans», la institución es un espacio abierto a la comunidad. Hoy en día, solo el 40% de su alumnado está compuesto por personas trans. El resto de les alumnes pertenecen a distintas disidencias y todes son bienvenides a formar parte de la comunidad educativa de Mocha Celis.

Los lugares como Mocha Celis son espacios de inclusión que se encargan de brindar las oportunidades que el Estado debería garantizar en cumplimiento de la ley de identidad de género. Un Estado prácticamente ausente, a cargo de un gobierno que solo utiliza a la comunidad trans para hacer marketing pero sin dar oportunidades reales, sin llevar a cabo políticas concretas que ayuden a que este colectivo deje atrás la marginalidad y pueda, de una vez por todas, acceder a las mismas oportunidades que el resto de la sociedad.

La mujer que le dio nombre al bachillerato

La historia de quien le da nombre a este bachillerato popular refleja la desigualdad de oportunidades que la comunidad trans enfrenta a diario en nuestro país. Mocha Celis fue una mujer trans oriunda de Tucumán. No sabía leer ni escribir y tuvo que enfrentarse a la violencia institucional ejercida por las fuerzas de seguridad contra quienes ejercen la prostitución.

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Mocha Celis, la mujer trans que le dio nombre al bachillerato.

«¿Por qué ponerle al bachillerato Mocha Celis? Porque Mocha no sabía leer ni escribir. Cuando llegábamos a las comisaría detenidas, ella siempre me pedía a mí que le leyera», contó Lohana Berkins en una columna del suplemento Soy de Página/12.

Mocha, como casi el 95% de las mujeres trans de nuestro país, tuvo que ejercer la prostitución para lograr un sustento económico con el cual mantenerse. Sin acceso a la educación, al sistema de salud público y mucho menos a oportunidades laborales formales, la comunidad trans se ve marginada y prácticamente obligada a aceptar trabajos en condiciones precarias e inseguras, conviviendo con la amenaza de las fuerzas de seguridad que muchas veces (por no decir siempre) ejercen violencia institucional con quienes se niegan a ser parte de su sistema corrupto que protege a los clientes y a los llamados «puteros».

Días después de la amenaza de un sargento, Mocha apareció muerta en el Hospital Penna. La causa nunca prosperó y nunca se pudo comprobar que quien la había amenazado se había encargado de quitarle la vida. Mocha no llego a vivir en la época en que la comunidad trans tiene una ley que la protege, porque no la dejaron. Porque así como le arrebataron la vida, le habían arrebatado antes todas las oportunidades, solo por ser una mujer trans.

En febrero de este año, bajo la dirección de Francisco Quiñones Cuartas y Rayan Hindi, se estrenó el documental «Mocha: nuestra lucha, su vida, mi derecho», que cuenta la vida de quien le dio nombre a la institución, así como también la experiencia en primera persona de les estudiantes que a diario recorren las aulas de la institución.


Fuentes citadas:
Página/12
Relevamiento Fundación Huesped y ATTTA
Telam

Jugar desde la inclusión

Aprender braille con bloques. De esto se trata Lego Braille Bricks, la nueva iniciativa piloto que llegaría a materializarse para el año 2020. La empresa danesa «Leg godt» («jugar bien») más conocida como LEGO, a través de Fundación Lego, busca expandir su universo con un proyecto inclusivo y al servicio de les no videntes.

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El olvido también es violencia: coraje con rostro de mujer

Fueron ignoradas por el poder e invisibilizadas por la sociedad, por los libros históricos y por el colectivo social. Sus voces fueron escuchadas por unxs pocxs pero sus roles fueron importantísimos. Es deber de todxs arrancarlas del olvido y hacer florecer su historia, porque como sostiene Alicia Reynoso, una de las enfermeras del hospital de guerra, la sociedad tiene una deuda con la mujer.

Entre la infinidad de artículos que circulan por las redes sociales y por los medios tradicionales de comunicación durante el 2 de abril, pocos hablan sobre las mujeres que, aunque estuvieron presentes en la guerra de Malvinas, fueron víctimas del olvido.  Se insertaron en un ambiente dominado por hombres y, aunque su trabajo fue esencial, sus nombres no se conocerían sino hasta tiempo después.

No es extraño, de hecho, que en la mayoría de los acontecimientos en donde tuvieron algún tipo de participación, las mujeres pasan a ser algo etéreo, casi invisible. Por eso, en busca de su papel en la historia a 37 años de uno de los eventos históricos más nefastos de la República Argentina, emergen las figuras de aquellas que se desempeñaron como enfermeras voluntarias e instrumentadoras quirúrgicas, que aún hoy luchan por el reconocimiento de su trabajo durante esa época oscura.

Como sostiene el portal Diagonales, a pesar de los obstáculos presentes respecto de las políticas de género, poder analizar este hecho histórico desde una perspectiva de género, distinguiendo el arduo trabajo no reconocido de un grupo de mujeres, es movilizador. Devolverles la voz, aunque sea un poco, propagando sus historias para que otrxs las conozcan.

Las seis voluntarias que abordaron el Rompehielos ARA Almirante Irízar y las 13 enfermeras integrantes de la Fuerza Aérea que trabajaban en el Hospital Reubicable de Comodoro Rivadavia pelean por su lugar como veteranas de la Guerra de Malvinas. En un constante trato con los heridos y a pesar de su inexperiencia, se encargaban de recibirlos y atenderlos no solo por heridas físicas sino también con contención emocional: ellas eran el primer contacto que los soldados tenían cuando salían de la zona de conflicto.

«Los que venían del infierno encontraban una mano cálida; hacíamos de madres, de hermanas, de amigas. Hasta a veces de cartero: nos daban notas y nos pedían por favor que las hiciéramos llegar a sus familias», narra una de las veteranas.

Entre libros y testimonios

Alicia Reynoso tenía 24 años cuando afrontó esa angustia desesperanzada, en aquel 1982 que parece tan lejano. Publicó un libro llamado Crónica de un olvido con el fin de narrar lo vivido y, en diálogo con El Teclado, sostuvo: «Levantamos la bandera de la visibilidad porque el olvido también es violencia».

«Las mujeres de la Fuerza Aérea no estamos atrás de un resarcimiento económico, no queremos plata. Esto es una cuestión de olvido y violencia. Casi nos borran de la historia y aunque nos negaron la posibilidad de mostrarnos, nosotras logramos darnos a conocer con nuestros testimonios y nuestra verdad.

Tenemos que recordar no sólo el 2 de abril. No se ama lo que no se conoce, así que tenemos la tarea de conocer nuestra historia para honrar a los héroes que tuvimos».

Es responsabilidad de la nación recordar su historia para resurgir esos hechos del pasado que cada vez se alejan más y que se necesitan cerca para volverlos vívidos.

La escritora Alicia Panero fue una de las pocas en contar la historia de las mujeres de Malvinas; una de las pocas en darles un lugar en la historia, que quedaría plasmado en casi 270 páginas. El libro fue publicado luego de una larga investigación sobre aquellas que desempeñaron un papel en la guerra del Atlántico Sur, tal como dice su biografía en la plataforma digital Bubok, donde se puede descargar el libro de manera gratuita.

Mujeres Invisibles, editado en 2014, les da un grito a las mujeres silenciadas, reúne los testimonios de las trabajadoras que tenían entre 15 y 30 años de edad cuando desempeñaron un papel crucial para la patria y que tuvieron que soportar la ignorancia histórica por tanto tiempo. Panero no solo encarna esa lucha por la visibilización, sino que también narra el maltrato y el acoso que sufrieron las mujeres por parte de los hombres en sus puestos de trabajo.

En las primeras páginas explica que el objetivo del libro es demostrar cómo pueden ser las mujeres luz donde solo hay sombra y oscuridad. Además, sostiene que son víctimas de un anonimato muy grande ya que no se las reconoce, cuestión aún más compleja para las civiles que fueron voluntarias o que vieron su vida en peligro por estar en la zona de guerra y que caen en un olvido aún más grande porque, como dice la autora, nadie se acuerda de lxs civiles después de una guerra.

«Las guerras dejan en la invisibilidad a las mujeres, y hacerlas visibles es un mensaje de paz, que aporta al diálogo permanente. Quien no esté preparado para superar las diferencias, no comprenderá desde donde se trabaja para la paz. Las escenas de combate se mencionan y describen tomadas de los propios protagonistas, a manera de vincularlas a las mujeres que se vieron afectadas por sus secuelas. No es este un libro de guerra, ni un diario de batallas. Es un trabajo basado en emociones, donde todos han perdido».

«La enfermera de guerra trasciende la batalla, porque queda frente a la esencia misma del ser humano que sufre. Sin banderas, sin territorio, humanitariamente. Es, por eso, forjadora de la paz».

«El fin de este trabajo ha sido siempre la esperanza de la visibilidad, difusión y conocimiento de hechos y personajes que no están en nuestro inconsciente colectivo. Hablar de veteranos de guerra debe incluir a aquellas que lo fueron, estuvieran o no dentro del teatro de operaciones. Porque la guerra, con sus amenazas, y sus heridos, se trasladó mas allá de las islas y el mar». (Panero, Mujeres Invisibles)

Esas mujeres fueron las Florence Nightingale argentinas, quien, como Panero relata, cobró atención durante la Guerra de Crimea por atender a los heridos y pasearse durante la noche con el farol que la identificaba y que le dio el mote de «la dama de la lámpara».

Por esos tiempos, en conflictos armados el rol de la mujer era el de madre, hermana y viuda; durante la Primera Guerra Mundial, comenzaron a incorporarse a los ejércitos como enfermeras y recién durante la Segunda Guerra Mundial se insertaron en la vida productiva (debido a que los hombres se encontraban en combate) y en las Fuerzas Armadas.

«Claudia Patricia Lorenzini, Nancy Stancato, María Graciela Trinchin, María Alejandra Rossini, Nancy Castro, Liliana Castro, y Cristina Battistela –en su mayoría oriundas de la Provincia de Buenos Aires– eran estudiantes de enfermería con 15, 16 y 17 años de edad en las épocas en las que prestaron servicio». (Panero, Mujeres Invisibles)

Hace algunos años, estas enfermeras fueron declaradas «Forjadoras de la Paz» por la ministra de Gobierno bonaerense y presidenta del Consejo Provincial de las Mujeres, Cristina Álvarez Rodríguez, en el marco del programa «Gestión de Paz-Cultura de Paz», a partir del cual se declara como Forjadorxs de Paz, a personas que por sus valores, vida, y/o trayectoria han transformado su vida y la de lxs demás.

«Estas mujeres, que dieron todo de sí en la asistencia a los soldados heridos durante la guerra, no han sido mencionadas en el relato de la historia de Malvinas. Por eso es importante que, en la víspera de cumplirse un nuevo aniversario del desembarco argentino en las islas, destaquemos su trabajo y su entrega». (Álvarez Rodríguez)

El horror dentro del horror

Pero las cosas no siempre fueron pacíficas y entre las historias jamás contadas por el horror bélico, algunas encarnan los abusos y los maltratos por parte de superiores. El teniente José Italia y el suboficial José Vivanco son los principales acusados. Claudia Patricia Lorenzini fue de las primeras en relatar su dolor. En 2015, Infobae publica los siguientes dichos de Lorenzini:

«“Aspirante Lorenzini, venga, vamos a ir a que se pruebe su uniforme de gala”, me decía [el teniente Italia]. Y yo me subía a su cupé Fiat celeste. “Vos me gustas. Yo te voy ayudar, pero no tenes que decir nada a nadie porque te puede costar la baja. Además no te creerían”, me advertía. Y sus manos comenzaban a meterse debajo de mi chaqueta de fajina. Luego me besaba y llevaba mi mano a su miembro, mientras acariciaba mis entrepiernas. Sucedió muchas veces.

Para mí era parte de la instrucción. ¿Mis sentimientos? No sé, parecía un juego, pero puedo aseverar que me causaba temor. Cada vez que él aparecía me producía un gran malestar, me irritaba su presencia. Mis manos se abrían y cerraban con mucha transpiración, me mordía los labios. Cuando comenzó la guerra solía verme con él, pero con menos frecuencia. Me ha llevado al Bahía Paraíso a mí sola para trasladar algo, y de paso aprovechaba».

Cuando estos hechos llegaron a oídos de sus superiores, la dieron de baja con una amenaza:

«Ojo con contarle esto a alguien, ni a su madre, o con contar lo que vio con respecto a los heridos o a los simulacros. Recuerde que sabemos dónde están sus familiares, qué hacen y dónde trabajan. También recuerde que el servicio de contrainteligencia va a estar permanentemente detrás suyo. Bueno, ahora firme estos papeles».

Otro testimonio desgarrador, anónimo, remarca el horror de otra veterana que, poco después, tuvo que pedir la baja:

«Es una pesadilla que me llevaré a la tumba. Prefiero olvidar y tratar de pasar lo mejor posible lo poco o mucho que me queda de vida. (…) Me vejaron y violaron en la habitación donde se guardaban las valijas y los bolsos que teníamos cuando ingresamos».

Por otra parte, Silvia Barrera, una de las seis instrumentadoras quirúrgicas que, a sus 23 años, se encontraba en Puerto Argentino, relata a Tiempo Sur que ellas se ofrecieron como voluntarias porque en Malvinas sólo había enfermeros militares varones. Cuando el hospital comenzó a colapsar, ellas se hicieron eco del pedido específico de instrumentadoras quirúrgicas y decidieron ser pioneras, enfrentándose a un ambiente machista en el que no eran bien vistas.

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Ilustración: Miguel Castro Rodriguez. Guión: Armando Fernandez.

«Tuvimos que comprender el shock de los hombres de ver a las mujeres vestidas de militar. Los marinos tienen una cábala, que las mujeres no tienen que subir a bordo de los barcos, y entonces cuando se abrió la puerta del helicóptero y vieron que éramos mujeres comenzó una discusión, decían que lo iban a bombardear.

Cuando fuimos a Río Gallegos nos encontramos con que no sabían que llegábamos, no nos esperaba nadie, los hombres que había ni siquiera nos contestaban cuando les preguntábamos. Nos miraban vestidas de verde con cara de asco y ni siquiera nos preguntaban por qué estábamos ahí, nos ignoraron totalmente».

Sin embargo, también afirma que esta situación cambió cuando, con el pasar de los días y el desarrollo de su trabajo, comenzaron a ser un pilar emocional y un sostén para los soldados. Hoy, sigue luchando por su reconocimiento:

«Todos conocen al Jefe del Estado Mayor del Ejército, hablan de los veteranos y del que tiene más condecoraciones. Yo soy la mujer más condecorada de las Fuerzas Armadas en la historia y si vos preguntas quién es Silvia Barrera, nadie lo sabe. Imaginate que, si a la gente le cuesta saber quién es el soldado más condecorado de Malvinas, quién es la mujer menos saben».


Enfermeras, instrumentadoras quirúrgicas, voluntarias y aspirantes de enfermería que sufrieron y padecieron la guerra, y fueron el sostén principal para los soldados, la cara amiga después del combate, y actuaron de madres y hermanas, para ustedes el olvido NUNCA MÁS.


Fuentes