#Entrevista a Bibiana Fabre: el estrés del personal de salud en pandemia

Todes seguramente tenemos algune familiar, amigue o pareja a le cual escuchamos constantemente quejarse sobre la situación sanitaria actual. Incluso los medios de comunicación nos alertan de forma reiterada sobre lo estresades que estuvieron (y están) aquelles que como personal de salud enfrentan día a día la COVID-19. Dicha apreciación, que tal vez muches podrían catalogar como subjetiva y con una carga emocional muy grande, se convierte en realidad cuando la evidencia científica así lo sustenta.

En ese sentido, miembros del Hospital de Clínicas realizaron un estudio para evaluar los niveles de estrés en el personal de salud que habitualmente asiste a la institución. ¿Cómo lo hicieron? En primer lugar, tomaron una muestra de cabello de médiques, enfermeres, residentes y personal administrativo, tanto de quienes se encontraban en contacto con pacientes como aquelles que no. Luego, evaluaron los niveles de cortisol (una hormona que es liberada por el cuerpo en respuesta al estrés crónico) y relacionaron estos resultados con índices de estrés psicológicos conocidos y utilizados en diversas partes del mundo para determinar el grado de desgaste emocional de esa persona. 

Para conocer un poco más sobre este proyecto, desde Escritura Feminista nos comunicamos con Bibiana Fabre, la investigadora a cargo. Ella nació en Resistencia (Chaco), es Dra. en Bioquímica de la UBA, profesora adjunta de una de las materias de la carrera de Bioquímica (UBA) y jefa del área asistencial del sector de endocrinología. Además, cuenta con numerosos posgrados que avalan su especialización en endocrinología clínica y control de calidad. 

Escritura Feminista: ¿Cuál es la importancia que reviste este proyecto para vos, tanto a nivel profesional como social en este contexto en particular?

Bibiana Fabre: Lo novedoso o particular en cuanto este proyecto de investigación es que establecimos un procedimiento único en el mundo, porque desarrollamos un método que permite medir el cortisol en cabello mediante un sistema automatizado de bajo costo mientras que en el resto del mundo se realiza por métodos manuales o automatizados de alta complejidad. En cuanto al impacto social, resulta relevante ya que el estrés crónico está asociado a un gran número de patologías de alta prevalencia como la obesidad, enfermedades cardiovasculares y hasta cáncer. 

E.F.: ¿Este proyecto surgió a raíz de la pandemia o hicieron una medición de este estilo pre-pandemia? 

B.F.: Realizamos una medición de este estilo previo a la pandemia, en el año 2012, intentado poner a punto un método de determinación de cortisol en cabello diferente a los convencionales, ya que el procedimiento de referencia es muy costoso y se necesita de personal especializado para poder procesar las muestras. Luego de mucho trabajo y de sumar colaboraciones que nos permitieran solventar económicamente el gasto que implica, recién en 2019 pudimos publicar la validación completa del método automatizado para la medición de cortisol en cabello de acuerdo a las normas y estándares internacionales. 

E.F.: En pocas palabras, ¿por qué cortisol y en cabello? ¿Qué ventaja tiene el método automatizado con respecto a otros?

B.F.: La ventaja que tiene el método automatizado es que presenta muy bajo costo, utiliza una muestra no invasiva y permite medir los niveles de cortisol de les pacientes en los últimos tres meses en muchas muestras en simultáneo. Diría que la ventaja más importante del método es la utilización de cabello para la determinación ya que mediante el uso de muestras convencionales, como saliva o sangre, solo es posible cuantificar los niveles de esta hormona en ese momento particular.

«Así, la medición de cortisol en cabello se asemeja a medir la concentración de hemoglobina glicosilada en diabéticos y por eso hoy en día se lo propone como el mejor biomarcador de estrés crónico».

E.F.: ¿Hicieron alguna distinción por género en cuanto a los niveles de cortisol encontrados y la correlación con los otros parámetros de estrés medidos?

B.F.: Sí, si bien la población considerada en el análisis incluyó tanto a varones como a mujeres, del total de profesionales de la salud evaluades las mujeres constituyeron un 71%. Así, se infiere que las mujeres se encontraron más afectadas que los varones como personal de salud en el año de pandemia. Los resultados indicaron que, del 100% de la población, un 40% presentó niveles de cortisol en cabello alterados y de ese porcentaje, un 12% un índice de Bernaut (encuesta de estrés laboral a nivel psicológico) elevados. Asimismo, de ese porcentaje casi un 80% del personal estudiado (médiques, residentes y enfermeres) tenía contacto frecuente con les pacientes.

E.F.: Si el índice de Bernaut solo evalúa el estrés laboral, ¿cómo se puede incluir dentro de la medición el estrés por fuera que trae cada individuo? Considerando, por ejemplo, que en general las mujeres al llegar a sus casas cuentan con tareas extra. 

B.F.: Para incluir condicionantes no laborales del estrés determinamos varias encuestas psicológicas: estrés percibido por el individuo, nivel de apoyo social y escala de eventos de vida Home-Rahe. En esta última, que tal vez sea la más subjetiva de todas, se hacen preguntas muy generales y se le indica a la persona que marque qué sucesos acontecieron en su último año (por ejemplo, muerte de une familiar, separaciones y problemas económicos). Así, una vez recopilados estos datos y los niveles de cortisol en cabello, pudimos establecer que los niveles hormonales presentaron una asociación marcada con los índices de estrés emocional evaluados, particularmente con escala de estrés percibido. Asimismo, algo que es muy interesante, es que los niveles de cortisol en cabello tienen una relación inversa con la edad. En otras palabras, se hallaron altos niveles de este biomarcador en personas más jóvenes y esto está muy relacionado con el accionar de les residentes, quienes fueron y son les que desde el primer momento asistieron en la pandemia sin restricciones horarias. Otra vinculación interesante es que evidenciamos una relación inversa entre la escala de eventos de vida y el apoyo social, es decir que aquellos individuos que tuvieran menor apoyo social tenían mayores eventos de vida. 

E.F.: ¿Se tomaron o toman medidas orientadas a revertir estos resultados? 

B.F.: Sí, lo que se hizo fue ofrecerles a todes les participantes, independientemente de los niveles de cortisol en cabello encontrados, una serie de videos cortos (duración menor a 5 minutos) donde se les enseñaban técnicas de relajación, de respiración y de reestructuración cognitiva.

E.F.: ¿Tienen algún proyecto pensado a futuro para hacer un seguimiento de la evolución del personal de salud afectado? 

B.F.: Sí, en julio vamos a volver a realizar una medición de cortisol en cabello en les agentes de salud del Hospital de Clínicas. En principio pensábamos que en esa fecha íbamos a estar libres de pandemia, pero como no es el caso, probablemente lo que veamos sea el impacto en el personal de salud habiendo transitado la segunda ola (ya que la medición hormonal determina el estado de estrés de la persona durante los tres meses anteriores). Además, vamos a realizar un estudio de estrés multicéntrico, con otros nosocomios, con la finalidad de determinar el impacto de la pandemia en una población más amplia y diversa. Algo que me parece importante recalcar acerca de este estudio es que uno de los hospitales que participará (San Isidro) utiliza como herramienta de contención para el personal de salud talleres de meditación. Considerando esto, podríamos ver si existen diferencias en los resultados a partir de la aplicación de este recurso.

E.F.: Sabiendo que hoy en día codirigís este proyecto de investigación y sos la jefa del sector asistencial de endocrino, ¿fue difícil llegar allí? ¿Con qué limitaciones te encontraste a lo largo del camino? ¿Ser del interior fue un limitante? ¿Y ser mujer particularmente en tu experiencia?

B.F.: Sí, realmente fue muy difícil. Sinceramente, porque al ser mujer todo cuesta más. También el ser del interior suma, ya que si bien parece que une pertenece al lugar luego de muchos años de trabajo, en realidad no. Tampoco fue fácil patentar el método de medición de cortisol en cabello por la UBA. Creo que cuesta mucho el ser reconocida, por los condicionantes que antes te mencionaba e incluso desde lugares prestigiosos dirigidos por mujeres. 

E.F.: Por último, ¿tenés algún mensaje que quisieras darle a las mujeres de la ciencia que vienen o que quieren realizar un proyecto de investigación del estilo?

B.F.: Fundamentalmente que une tiene que seguir adelante siempre, confiar, ser fiel a sus valores y no dejarse condicionar por la discriminación a nivel de género. En ese sentido, creo que une tiene que enfocarse en lo que hace y no mirar a les otres. Eso me ha servido para crecer y canalizar las energías positivas en todos los proyectos que encaré. Además, acompañando a esos objetivos personales, es muy importante formar un equipo de trabajo armonioso donde «les alumnes superen a le maestre» para que el trabajo pueda perpetuarse y el conocimiento se traslade.

«Creo que ese tipo de transmisión es muy rica y necesaria, ya que tenemos que entender que ningune es imprescindible. Esto resulta especialmente difícil de entender en un ámbito tan competitivo, egoísta, elitista y de muy difícil reconocimiento entre pares como es el científico».


Bibliografía

  • Ibar, C., Fortuna, F., Gonzalez, D., Jamardo, J., Jacobsen, D., Pugliese, L., … & Fabre, B. (2021). Evaluation of stress, burnout and hair cortisol levels in health workers at a University Hospital during COVID-19 pandemic. Psychoneuroendocrinology, 128, 105213.
  • Hospital de Clínicas
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Existir más allá del género

Artículo colaboración escrito por Cielo Martínez


Las personas con identidades no binarias encarnan la evidencia de que el binarismo no es un modelo absoluto: el binario es sencillamente una simplificación de la realidad, pero no es la realidad misma. Sin embargo, las identidades son diversas y no alcanza con lo no binario para nombrar aquello que trasciende al género.

¿A qué nos referimos cuando hablamos de un sistema binario de género o binarismo de género que nos oprime? ¿Quiénes son las personas que se rebelan a ese sistema binario? Y, fundamentalmente, ¿cuáles son sus identidades, experiencias y espacios de lucha?

Deconstruir el binarismo

En líneas generales, se suele pensar que sexo y género están separados. Sin embargo, la distinción entre ellos se pierde fácilmente. En ese plano, el sexo aparece como el conjunto de características biológicas fijas, mientras que el género se constituye como un conjunto de normas sociales variables. Si, por el contrario, reconocemos que la biología humana (incluyendo la sexual) se crea parcialmente en la sociedad y reconocemos que la sociedad responde a la biología, la distinción se pierde. Tal como lo afirmó Judith Butler, el sexo ya es género.

Desde los feminismos, a Butler le debemos el planteamiento del género como la base cultural sobre la cual se produce tanto la identidad de género como la sexualidad misma. Cuando la autora afirmó que el sexo es género y que ambos son productos de una historia cultural, nos permitió dar lugar a la desnaturalización del sexo como únicamente lo biológico.

A pesar de que las propuestas de desnaturalización tienen la intención de flexibilizar las normas que rigen en lo humano, no es posible saber cuándo acaba la biología y cuándo empieza la cultura: estas están tan imbricadas que no son realidades separables. En definitiva, el binomio de sexo/género corresponde a categorías impuestas y este último es uno de los mecanismos para perpetuar la cultura patriarcal mediante los comportamientos de hombres o mujeres, ya que cuando analizamos las diferentes corporeidades siempre es a través de la cosmovisión que sostiene el género binario.

Activismo del 31 de Mayo por parte de Todes Con DNI.

Por fuera del sistema establecido, el espectro de identidades comprende el género fluido en aquellas personas que están en procesos de transición constantes y variables, lo ágenero como la identidad que no se identifica con ningún género y otras identidades como bigénero o pangénero que engloban más de una identidad, donde todas las identidades son posibles.

Encontrarse por fuera del sistema

Todo aquello que parece encasillarse en la teoría de género y los conceptos teóricos trasciende cuando, en la realidad social, hay personas que se permiten pensar por fuera del binario de género. Por eso es importante hacer visibles otras formas de vivir. Anker, activista de la organización Todes Con DNI, dialogó con Escritura Feminista para compartir su experiencia, reflexión y sentimientos como persona por fuera, incluso, de lo no binario.

Anker tiene 27 años, vive en la ciudad de Córdoba, actualmente se identifica como marika y, en primer lugar, nos establece a la identidad como un proceso fluido que dura toda la vida: «Nunca fui una persona cis, solo que en mi infancia no tenía herramientas para entender que me pasaba. Empecé a transicionar hace ocho o nueve años y comencé por saber lo que no era, no me identificaba con ser hombre o ser mujer. Desde ahí me posicione, con saber lo que no soy».

El quiebre comenzó con los debates políticos del proceso identitario, un paso fundamental para cuestionar en profundidad su identidad y darle más espacio a ese cuestionamiento en entornos cercanos. Elle asegura que es un proceso difícil de comprender y puede llevar tiempo entender la cuestión de la fluidez.


El género fluido es la identificación entre o más allá de los extremos de hombre-mujer. En este sentido, resalta que durante el último tiempo lo no binario se constituyó como una identidad: «No está bueno englobar a todas las identidades en no binarie, hay un montón de identidades y no todas se engloban allí. Yo sé que soy marika y no entro dentro del binomio varón/mujer, pero tampoco me identifico como no binarie».

La politización de su identidad le condujo a Todes Con DNI, un grupo de personas que trabajan por el respeto de las identidades por fuera del binomio varón/mujer. La organización nació de la necesidad concreta de tener acceso al DNI con la identidad que les representa, aunque en el proceso comenzaron a abordarse otras problemáticas como el efectivo cumplimento de la ley 26.743 de Identidad de Género.

Anker asegura que la ley no se cumple en casi ningún artículo. «No es solo el acceso al DNI: lo vemos reflejado en la falta de acceso a la salud y al trato digno. Muches descansan en que esta ley existe, pero no se implementa. Somos nosotres mismes nuestres agentes garantes de derecho». Los esfuerzos de parte de les activistas por alcanzar un trabajo en conjunto con organismos estatales, hasta ahora, no ha sido posible, a pesar de la propuesta técnica que han llevado a cabo.

La lucha es colectiva

Las identidades por fuera del binomio varón/mujer en organizaciones como Todes Con DNI trabajan en conjunto con organizaciones de todo el país; particularmente, de personas travesti-trans y disidencias. En este punto entra la importancia de establecer un diálogo y poner en común vivencias y necesidades. «Es necesario seguir fortaleciendo los espacios de articulación dentro de los feminismos, que aún son bastante incipientes. Hay que poder sentarse a pensar estrategias en conjunto porque si no, en primer lugar, no se llega a nada y en segundo lugar, no creo que sean reclamos tan distintos».

Bajo esta idea, Anker refuerza la necesidad de lucha conjunta entre los distintos sectores feministas, no solo con el objetivo de visibilizar el reclamo. Los esfuerzos deben orientarse hacia una sociedad involucrada con las luchas de sectores que han sido oprimidos y olvidados por el sistema: «Necesitamos apoyo real y concreto a nuestros reclamos, realmente está complicado».

En este contexto donde el reclamo por parte de las disidencias es poco escuchado e incluso invisibilizado por algunos grupos sociales (entre ellos, los espacios de feminismo radical), se vuelve más que necesario luchar por una sociedad libre de violencias e igual para todes a través de la posibilidad de establecer un diálogo y, sobre todo, escuchar a quienes luchan día a día. 

Si bien nos queda mucho camino por recorrer, existen horizontes sobre los cuales proyectar. Le activista resume la lucha en la construcción de una sociedad que nos permita, desde niñes y sin imposiciones, construir la identidad de cada une:

«Quiero que puedan existir espacios para construir la identidad y vivir en la diferencia de cada une. Eso que nos diferencia es una potencia enorme y transformadora de todes».

Tal vez, al día de hoy vemos ese horizonte demasiado lejano para quienes luchamos por construir un futuro más igualitario, pero el camino empieza con interpelarnos y romper con lo que tenemos construido, o aunque sea solo cuestionarlo. Quizás sea hora de abandonar el hábito de crear dicotomías excluyentes, de mirar a le otre sin prejuicios y comprender que las etiquetas solo nos encasillan en un molde que, como vemos, es posible deconstruir para reconstruir.

La lucha es colectiva, lo personal es político y el presente es la herramienta para transformar un futuro que elegimos construir libre, igualitario y sin imposiciones.


#Entrevista a Melisa Osuna: González Catán como un lugar feliz

Melisa Osuna es una escritora oriunda de González Catán, formada en Comunicación Social por la Universidad Nacional de La Matanza y docente en escuelas secundarias de la zona. «El lugar feliz» es su primer libro de cuentos y relatos que se despliega desde lugares y hechos históricos de esta ciudad del suroeste del Gran Buenos Aires para recordarnos que la felicidad puede estar en los momentos más simples. Una autora emergente con muchos proyectos en mente.

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#Reseña Carencia de Denise Griffith: cuando la poesía abraza

Hay poetas a quienes es necesario leerles más de una vez, porque el primer acercamiento a sus versos puede resultar abrumador. En el caso de Denise Griffith ya no es una simple sugerencia, sino más bien una exigencia: hay algo en sus poemas que nos habla primero a lo lejos y después bien cerca. 

Carencia es el segundo poemario publicado por la autora, esta vez bajo la editorial Liberoamérica. El libro nos recibe con una señal de advertencia que tendremos que tener en cuenta durante toda nuestra lectura: «La intensidad de este poemario no respeta los estándares internacionales para obras de estas características». A lo largo de las fotografías y las tres fases que estructuran este poemario seremos testigos de su desnudez poética y sentiremos que estamos espiando el universo de Griffith a través de un fino cristal que construyó con versos. 

Fuente: @d.e.g.riffith en Instagram.

Es que Griffith es y fluye en su poesía. Cada palabra se articula a la perfección con la que la precede y es difícil pensar en alguna opción mejor que la que ella eligió. Hay construcciones brillantes, que obligan a cerrar el libro para procesarlas. Es evidente que la pluma de la autora no solo entiende del género, sino que también sabe cómo crear historias para que cada poema sea un acercamiento a un micromundo que nadie mejor que ella sabe crear.

Carencia está dividido en cuatro partes: «algunas fotografías y ninguna fase», «primera fase: ella», «segunda fase: yo» y «tercera fase». Cada una de las secciones del poemario tiene un subtono muy distinto, aunque la voz de Griffith es la que las entrelaza y las convierte en partícipes de un todo que denuncia, que se piensa a sí mismo y que está lleno de espacios por llenar. Y como la autora sabe bien que hay cosas que nunca estarán completas, le cede al lector la facultad de cubrir esos vacíos. ¿Podremos hacerlo? Quizás no. Tal vez la carencia de la palabra y el halo de nostalgia que recubren los versos de Denise calen profundo, pero lo que sí es seguro es que sumergirse en las páginas de este libro no será una tarea sencilla.

Carencia (Liberoamérica, 2019).

La primera sección del poemario es, como su nombre lo anuncia, una sucesión de imágenes que se graban en nuestras retinas luego de leer la última palabra de cada poema. Griffith nos habla de una «juventud desvencijada», de la diferencia que hay entre los primates y la humanidad, de lo que callamos hasta que ya no se puede mantener silencio y de cuán importante es escribir cuando las cuerdas vocales no son suficientes para expresar lo que sentimos. Con sutileza, nos introduce a un universo que comenzará con la primera fase.

«Primera fase: ella» es una selección de poemas que parecen hablar sobre alguien más. Están escritos en tercera persona, quizás porque la autora sabe que hay algo de universalidad en los temas que aborda. Es imposible adivinar si lo que Griffith propone en sus líneas le sucedió a ella o a alguna amiga, pero lo que sí está claro es que quien lee podrá encontrarse en sus versos. Además de la belleza que acompaña a toda su poesía, también aprovecha el espacio para hablar de todo eso que hemos callado durante tanto tiempo.

Carencia (Liberoamérica, 2019).

Sin que tiemble su pluma, la autora dispara contra el patriarcado que ha sabido colarse en todos los ámbitos: denuncia la violencia médica en su poema «Disgrafía» y reflexiona sobre el consentimiento con «La Calientapavas». La mirada de Griffith se afila en los versos de esta fase y se convierte en una observadora de un mundo que parece ajeno, aunque sabemos bien que no lo es tanto.

«Segunda fase: yo» es el tercer apartado del libro, en el que notamos un interesante cambio respecto a la sección anterior: ahora los poemas están escritos en primera persona. Griffith se desnuda ante la palabra y deja ver su costado más vulnerable. Se confiesa ante le lectore y se declara «refractaria a la noche», se asume frágil y deja al descubierto todos sus demonios que decide exorcizar en poesía. Que la agilidad de la lectura no nos engañe, porque lo que la autora tiene para decir está lejos de ser liviano.

Carencia (Liberoamérica, 2019).

«Tercera fase» es la culminación de este universo poético. Cuando creíamos que no se podía ahondar más en lo personal, nos damos cuenta de que todavía tenemos mucho por descubrir. La oscuridad continúa tiñendo los versos y la escritora revela algunas experiencias que tuvo a nivel familiar, le dedica un poema a su abuela ya fallecida y cierra el libro con un haiku autoconclusivo que tiene aires de esperanza.

Les que disfrutamos de la poesía hemos escuchado hasta el cansancio las quejas de quienes reniegan acerca del devenir del género, pero Carencia no hace más que dar por tierra esta creencia. El género se puede haber despojado de su famosa solemnidad y su formalidad fastidiosa, pero nunca de las voces que saben transformar la vulnerabilidad en arte. Griffith toma lápiz y papel y no titubea ni un segundo. Después de todo, Roberto Artl ya declaró hace décadas que «hay que escribir páginas que tengan la fuerza de un cross a la mandíbula» y ella lo consigue. Dispara con palabras, pero sabe muy bien hacia dónde apunta.

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¿Quién es la autora?

Denise Griffith nació en 1993 en Belgrano, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Se mudó a Núñez a los 11 años de edad y casi por esa época empezaba su amistad con las letras. Como muches otres de su generación, los primeros libros que llegaron a su biblioteca fueron los de la saga de Harry Potter y marcaron un antes y un después en su recorrido literario. «Había quedado maravillada con lo que se podía hacer con la escritura, entonces me animé a participar de concursos literarios en el colegio», le confiesa a Escritura Feminista.

Supo que quería ser escritora a los 13 y confirmó el deseo cuando se especializó en letras en los últimos años del secundario, tiempos en los que prefería quedarse en casa bocetando una novela antes que salir a bailar como el resto de sus compañeres. Durante una larga temporada se abocó a los cuentos porque ese era el género que le habían enseñado a escribir y los concursos literarios fueron el espacio ideal para que Griffith se animara a exponer sus narraciones. 

La poesía no llegó a su vida hasta mucho después, cuando por curiosidad -pero no por casualidad- aprovechaba sus horas de trabajo en la librería El Ateneo Grand Splendid para devorar poemarios, uno tras otro. «Me anotaba las frases y los poemas que me gustaban y quise probar yo también», cuenta. Y negamos la fantasía del azar porque en la poesía encontró el refugio perfecto para fluir con libertad.

«Algo hermoso que tiene la poesía es que muestra un lado vulnerable con orgullo y yo toda mi vida me sentí un bicho raro por ser altamente sensible. De golpe encuentro este espacio en el que siento que soy una más y lo vivo como un abrazo».

Denise Griffith.

Para la autora, Carencia representa más que un segundo poemario que lleva su firma. Asegura que el proceso de confección del libro fue bastante más arduo respecto al anterior. «Fue un año y medio de trabajo intensivo. Me volví más crítica que con mi primer libro porque tenía más lecturas encima, más parámetros, una visión más clara de lo que quería lograr con el poemario y el efecto que quería ver», revela Griffith. Sin embargo, su esfuerzo rindió frutos porque el poemario le dio la satisfacción de toparse con sus propios poemas en blogs de lectores y ahora está celebrando su arribo a las librerías.

Lo define como «transparente», aunque advierte que no es una lectura para nada fácil. A nivel personal, consiguió exteriorizar cierto grado de insatisfacción con aquello que la rodea y con lo que le tocó vivir, ya sea a nivel afectivo o social. En el plano profesional, su mirada cambia bastante: «Yo lo veo un poco relacionado con el lenguaje, que puede ser positivo o negativo. Ese querer expresarlo todo con palabras que es difícil de lograr, porque el lenguaje tampoco es perfecto», reflexiona.

Fuente: @d.e.g.riffith en Instagram.

Por otro lado, es innegable que el feminismo tiñe los anteojos con los que Griffith ve al mundo. Además de la noche, se declara refractaria a las injusticias y encuentra la forma de aportar su granito de arena a través de su arte. «Me generaron una sensación horrible muchas situaciones de machismo. Para mí, la manera de hacer algo con eso y poder comunicarlo es escribiendo». Y así es, porque somos testiges de sus denuncias.

Pero el poemario es mucho más que un espacio de liberación para la autora. «Al terminar el libro, me gustaría que al lector le quedara una sensación agridulce y, al mismo tiempo, de novela de crecimiento». Para comprobarlo, no queda más opción que acercarse a la librería para zambullirse de lleno en las páginas de Carencia y dejarse empapar por la poesía de Denise Griffith. 



#Entrevista a Laura Lemura: «Soy una mujer con discapacidad porque esa es la identidad que elijo desde mi lucha»

Entrevista colaboración escrita por Camila Stefano


Laura Lemura es militante feminista, mujer con discapacidad y miembro de la Red por los Derechos de las personas con discapacidad. En esta entrevista nos explica cómo se entrecruzan las luchas del feminismo con las de las personas con discapacidad.

Escritura Feminista: Una de las violencias a las que estamos expuestas tanto mujeres como disidencias es el acoso callejero, ¿crees que la discapacidad es un factor por el que las mujeres pueden ser acosadas en la calle?

Laura Lemura: La discapacidad nos pone en una situación de vulnerabilidad y que suma al hecho de ser mujeres. Al ser mujeres con discapacidad visual, tenemos el añadido ante una situación de este tipo, no podemos escapar fácilmente. Con unas compañeras de la Biblioteca Argentina para Ciegos tuvimos una situación de acoso a una cuadra de la biblioteca y la gente cuando se acercaba, nos decían «Yo no hice nada porque pensé que el señor, como las agarró y las intentó besar, las conocía». No se les ocurre que una mujer con discapacidad pueda ser acosada.

La importancia de intervenir, siempre preguntándole a la persona con discapacidad visual si necesita ayuda y cómo se debe brindar. Y, si fue acosada, poder acompañar a denunciar el hecho. Muchas veces sucede y no tenemos cómo atestiguar que fue tal persona. Yo tuve la suerte que un chico que pasaba se comprometió con la situación y salió de testigo. Tuvo conciencia de que, si no me ayudaba él, iba a quedar todo en la nada. Eso es lo que hay que hacer: comprometerse, tener empatía hacia lo demás. En definitiva, la discapacidad es un factor más a la peligrosidad en la que vivimos las mujeres, que parecemos propiedad pública del mundo.

Laura Lemura.
E.F.: Las mujeres con discapacidad muchas veces son invisibilizadas a la hora de acceder a un aborto o al protocolo ILE o se las obliga a parir y se las esteriliza en secreto. El nuevo proyecto de ley por la interrupción voluntaria del embarazo tiene perspectiva de discapacidad, Toma a las mujeres y personas gestantes como sujetos de derecho, ¿Pensás que las mujeres con discapacidad tienen que luchar también por este derecho?

L.L.: Sí porque, básicamente, es el derecho a decidir sobre tu cuerpo. De hecho, la decisión de hacerse o no una esterilización también tiene que ser de la mujer. No puede venir de la familia o del sistema de salud, que muchas veces lo recomienda.

En el proyecto anterior, con compañeras de REDI y de FAICA trabajamos mucho. Habíamos intervenido para que las compañeras de la Campaña entendieran que no estábamos de acuerdo con algunas cuestiones que no estaban planteadas desde una perspectiva de discapacidad y se hablaba de eugenesia, que era darle de comer a los antiderechos. Hablábamos de la voluntad de la mujer. Inclusive cuando hablamos de mujeres con discapacidad intelectual, psicosocial y las que están judicializadas, ellas tienen el derecho a decidir con los apoyos que precisen. Si quieren tener un hijo, que lo tengan y, si no quieren, que no lo tengan y que no se sometan a la clandestinidad, que mata a tantas mujeres o las criminaliza.

Que la decisión esté en nosotras y que nos den un marco legal para poder ejercer ese derecho. Quieran o no, las consejerías pre y post aborto existen y la ILE también es criminalizada porque no tenemos un acceso pleno al aborto. Pareciera que el útero de las mujeres sin discapacidad es de propiedad pública y tienen que tener hijos sí o sí mientras que a las que tenemos discapacidad se nos pone un candado y «vos no podés». No tenemos derecho a decidir la maternidad ya que no somos vistas como cuidadoras o el prejuicio de «va a traer un hijo como ella al mundo».

Estos proyectos que salen desde la campaña que nos ven a las mujeres con discapacidad como habilitadas a decidir sobre nuestros cuerpos son un gran avance. Inclusive es un avance sobre la posición de los antiderechos, ya que dicen «todas las vidas valen» pero sensibilizan con un feto con síndrome de Down que no va a nacer. Sabemos claramente que la sociedad condena a esa madre que decide tener un hijo con síndrome de Down. Condena a la madre y al hijo. La misma sociedad que le dice que lo tenga, luego va a ser la que le cierre las puertas en el ámbito laboral, en las escuelas que no quieren alumnos con discapacidad. Es algo totalmente hipócrita, vivimos en esa «doble moral».

Además, es una violencia terrible la que viven las mujeres con discapacidad intelectual cuando las esterilizan sin que se enteren. Si no lo hacen de manera quirúrgica, es una esterilización química con anticonceptivos de larga duración.

E.F.: ¿Considerás que en los espacios feministas están incluidas las mujeres con discapacidad?

L.L.: Se está abriendo ese camino. Yo estoy en una Comisión de inclusión y accesibilidad que pertenece a la comisión organizadora del Encuentro Nacional de Mujeres en La Plata. Estamos construyendo este camino con otras compañeras y disidencias sobre discapacidad. Todas vamos aprendiendo sobre la marcha, desde sus propios recorridos. Por ejemplo, están las compañeras sordas de MOSFA que ellas no se perciben como personas con discapacidad, que es una postura totalmente respetable. Entre todas, nos vamos repartiendo entre las distintas comisiones y, si bien se dan otras discusiones sobre el ENM, es importante plantear la temática de discapacidad con un eje que atraviese las cuestiones de organización y los talleres, así como luchar para que no se les cierren las puertas a otras compañeras que no pueden participar del Encuentro.

Con Johanna Ureña fuimos al Encuentro de Chubut y siendo dos mujeres ciegas, la principal barrera que tenemos es el acceso a la información. Se nos hizo muy difícil organizarnos para movernos en la Ciudad porque, en principio, entrabamos a la página del eEcuentro y teníamos la lista de los talleres pero a la hora de querer ir, el mapa era una imagen sin descripción y ni siquiera una compañera con vista lo podía descifrar.

Por eso nos estamos repartiendo entre las comisiones, para poder solventar estas cuestiones. Que si hay un taller se ponga la dirección por escrito y ahí sí se puede planificar qué hacer, con tus propios recursos: con GPS, con Google Maps. También, las compañeras sordas piensan en armar invitaciones en lengua de señas. Son cuestiones que estamos tratando.

Las mujeres somos personas y, muchas veces, las personas somos capacitistas. Las feministas no somos una excepción. Una de las cosas del patriarcado que tenemos que deconstruir es el capacitismo.

E.F.: ¿Cuál es tu opinión sobre el concepto de diversidad funcional?

L.L.: Una amiga, que es muy crítica de los conceptos, me dijo: «Diversidad funcional me hace sentir una lavadora». A mí me lo explicó un compañero que viene de la lucha LGBTIQ+, que desde ahí se toma el término «diversidad», que todos somos diversos. En un mundo ideal, donde todos seríamos diferentes, yo me consideraría una diversa funcional. Pero, en la sociedad actual, hay barreras. Yo, aun teniendo todos los recursos, en algún momento me voy a encontrar con una barrera discapacitante en el entorno, ya sea física, comunicacional o, las más comunes, actitudinales. Si bien ahora la discapacidad es un tema que está a full, el género también, estamos en una etapa muy superficial de «todo es inclusivo», pero la realidad es que recién se está empezando a comprender cuáles espacios tienen inclusión y cuáles no.

Este concepto viene de Europa, donde tienen un montón de cosas solucionadas y otras que quizás las soluciones no son las mismas que se elegirían acá. Por ejemplo, allá se plantea la diversidad funcional desde un grupo de personas con discapacidad que son militantes de la vida independiente. En España y Portugal, ser independiente es no ir con el bastón e ir con un acompañante o un lazarillo. Ese es el concepto de autonomía que tienen, el de apoyarse en un recurso que saben que lo tienen. También tiene su parte hostil porque allá si ven a una persona con discapacidad que anda sola, ya significa que es porque se puede manejar. No existe el pararse en una esquina y esperar que alguien amablemente se acerque a preguntar si necesita cruzar.

También pensar en diversidad funcional borra el concepto de discapacidad. El concepto de discapacidad es una denuncia también. Mi diagnóstico no soy yo, es solo un diagnóstico. Que me cierren las puertas en el ámbito laboral o que no me faciliten lo necesario para cumplir mis tareas no va a cambiar porque yo diga que soy diversa funcional. Yo digo que soy una mujer con discapacidad porque esa es la identidad que elijo desde mi lucha. Así me autopercibo.


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#Entrevista a Esther Pineda G.: «Cultura femicida» (II)

Artículo colaboración escrito por Denise Griffith


En las diferentes etapas del proceso histórico social, niñas y mujeres han sido sistemáticamente asesinadas por su condición de género. Para realizarse y establecerse como mecanismo de dominación y control social de la feminidad, estos asesinatos patriarcales debían gozar de aceptación y altos niveles de difusión, por lo cual se institucionalizó una «cultura femicida». Esta puede definirse como la subvaloración de la vida de las mujeres en relación a la vida de los hombres, su concepción como prescindibles, pero sobre todo, sustituibles.

Una cultura femicida es aquella donde se acepta, permite, naturaliza y justifica el asesinato de mujeres por el hecho de ser mujeres, donde se promociona, promueve e incita este tipo de crímenes mediante su transmisión y aprendizaje a través de los distintos agentes socializadores, así como también a través de su cotidianización en los distintos productos culturales desarrollados desde el pensamiento androcéntrico patriarcal.

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ESCRITURA FEMINISTA: En tu libro, aportás cifras y porcentajes sobre ciudades y países de América Latina. Esto me hace pensar: ¿Son los países latinoamericanos de los más femicidas en el mundo?

Esther Pineda G.: Desde la década de los 90 que empezó a hacerse visible la problemática de los femicidios, comenzaron aparecer en medios de comunicación y a realizarse investigaciones académicas sobre el tema. Se ha insistido en que América Latina es la región más peligrosa del mundo para las mujeres, que el femicidio es una problemática principalmente latinoamericana y particularmente de México, que ha sido representado en los noticieros del mundo e incluso en el cine hollywoodense como la capital de la muerte.

Y en efecto, sí, México y el triángulo norte de Centroamérica (Guatemala, Honduras y El Salvador) son los países con más casos de femicidios de América Latina. Sin embargo, en otro libro que terminé recientemente y en el cual trabajé con estadísticas de 5 países de Europa (Francia, Italia, España, Alemania y Reino Unido) y de Norteamérica (Estados Unidos y Canadá) pude identificar que el feminicidio tiene altos índices de ocurrencia a nivel global.

De hecho, en Norteamérica al año ocurren más femicidios que en México y Centroamérica pero nadie habla de ello, ni se le señala como la región más peligrosa para las mujeres. Sobre el femicidio en Norteamérica y en Europa reina el silencio. Cuando el femicidio aparece en las pantallas norteamericanas es para hacer referencia a la masiva comisión de estos crímenes en América Latina y cuando el fenómeno se aborda desde Europa también es sobre América Latina, siempre desde la perspectiva asistencialista y la cooperación internacional; es decir, prevalece una mirada colonial, prejuiciada y estigmatizadora de esta problemática.

E. F.: Hablás sobre medidas y maneras de intervenir a nivel Estado y sociedad, Comentás que sería recomendable salirse de una perspectiva adultocéntrica. ¿Qué formas se te ocurren para abordar esta temática en las escuelas desde la ESI?

E. P. G.: El femicidio es la forma extrema de violencia contra la mujer y su prevención requiere desmontar y desnaturalizar la violencia. Esto debe comenzar a hacerse desde los primeros años de vida y en las diferentes etapas de socialización: se hace desmontando los mandatos y exigencias impuestas a las niñas y mujeres, la idea de que son inferiores, la idea de que tienen determinados roles y funciones en la sociedad como la maternidad y el matrimonio y, por supuesto, deconstruyendo las formas de violencia mediática, simbólica, verbal, psicológica y física que están tan normalizadas en las diferentes interacciones sociales.

Por ejemplo, en edad escolar ya los niños inician formas de violencia física hacia las niñas, las empujan, las patean, les jalan el cabello y esto es normalizado por los adultos en el círculo familiar y también educativo. Es visto como algo jocoso y se les dice a las niñas que los niños las violentan porque están «enamorados» y es su forma de expresarlo. Esto es profundamente dañino porque contribuye a la asociación de la violencia con el amor, lo cual después se refuerza en la música, en las series, en las comedias románticas.

Esto socializa a niñas y adolescentes para la aceptación pasiva de la violencia y a los niños y adolescentes en la legitimización del ejercicio de esa violencia permitida y celebrada desde sus primeros años de vida.

En lo particular no he tenido la oportunidad de trabajar estos temas con niños y niñas pero se me ocurre que puede comenzar a visibilizarse con un lenguaje sencillo y tramas accesibles a su edad, con pequeñas obras de teatro, con presentaciones de títeres, con dibujos animados. En el caso de adolescentes con recursos audiovisuales como series y películas que sirvan para explicar qué es la violencia sexista, cómo se manifiesta, problematizarla para que puedan reconocerla en los distintos contenidos que consumen pero también identificarla en su entorno familiar y en las interacciones y relaciones con sus pares.

E. F.: Mencionás a Selva Almada, Flor Codagnone, Silvia Cuevas Morales y Jhoana Patiño como artistas que escriben sobre femicidios. ¿Qué otras escritoras latinoamericanas que aborden esta temática podrías recomendarnos?

E. P. G.: El femicidio desde una perspectiva crítica ha sido poco abordado desde la literatura y básicamente ha comenzado a ser lentamente visibilizado en las últimas dos décadas. Desde la poesía puedo mencionar a las poetas guatemaltecas Guisela López y Regina José Galindo y, desde el género novela, a la argentina Dolores Reyes, autora de Cometierra.

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E. F.: ¿Cómo llegó el feminismo a tu vida?

E. P. G.: Cuando estaba estudiando, la gente en lugar de preguntarme en qué quería especializarme me preguntaban si me iba a casar y tener hijos después de graduarme. En la universidad, por dar mi opinión y tener posturas firmes me decían que era altanera y agresiva mientras que los hombres eran celebrados.

Desde niña siempre fui muy cuestionadora y desafiante de los roles y mandatos de género pero al feminismo formalmente me llevó la experiencia personal, el malestar con esas narrativas sociales y familiares que se empezaban a construir en torno a lo que debía ser mi vida como adulta.

El detonante fue un noviazgo, cuando tenía 21, donde la persona con la que estaba reproducía roles de género muy estereotípicos y tradicionales en la relación, cuestionaba mis amistades o si salía de fiesta, hacía críticas y exigencias sobre mi aspecto físico. Salí espantada de esa relación y comencé a buscar en Internet cosas sobre la desigualdad entre hombres y mujeres, me encontré con El segundo sexo de Simone de Beauvoir y fue la chispa que encendió el fuego, era lo que siempre había estado buscando, entendí muchas cosas sobre las que tenía inquietudes. Luego leí el ensayo Mujeres negras. Dar forma a la teoría feminista de Bell Hooks y pude hacer ese enlace entre sexismo y racismo, el otro fenómeno que también ha atravesado mi vida.

E. F.: En relación a la pregunta anterior, ¿cómo fue el proceso que te llevó a querer escribir acerca del tema?

E. P. G.: Después de que hallé en el feminismo, comencé a escribir algunos artículos cortos y ensayos con ideas que me preocupaban, sobre las que tenía interrogantes y los compartía en mi blog. Desde allí se fueron difundiendo en algunas páginas feministas y al mismo tiempo decidí hacer del feminismo mi especialización profesional.

Hice la tesis para graduarme como socióloga sobre el sexismo y los roles de género en la institución familiar. Me encantaba escribir, no podía dejar de hacerlo, pero después de presentar la tesis, de aprobar, de graduarme, pensaba en que no quería escribir para que ese manuscrito quedara amarillo en la biblioteca y las oficinas administrativas de la universidad. No quería escribir para unos pocos, quería escribir para quienes tuvieran interés en las temáticas que abordaba, tuviesen o no formación académica. Demasiado optimista, me presenté al concurso que convocó por Internet Acercándonos Ediciones para la creación de su colección estudios de género. Y digo demasiado optimista porque nunca había publicado antes. Y gané.

Mi libro fue el primero de esa colección, cuando la mayoría de las editoriales no tenían siquiera una colección sobre estas temáticas, y allí inicié mi camino formal de investigación y escritura para la divulgación pero siempre desde una perspectiva sociológica y crítica; y, en los últimos años, también desde la poesía.  


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#Entrevista a Roxana Da Silveira: «El feminismo siempre va a estar en todo lo que yo escriba»

Roxana Da Silveira empezó a escribir sin registrarlo. Como quien toma algo a lo que está destinade a ser, ella agarró un libro de Mafalda que su mamá le compró cuando era chica y desde entonces nunca paró. Ni de leer ni de coleccionar objetos que inmortalicen a la nena de Quino.

El siguiente libro que llegó a su vida fue una antología poética que su madre compró en una feria americana. Entre sus páginas, encontró un poema de Baldomero Fernández Moreno que «le voló la cabeza». Quizás fue el destino o tal vez la intuición, pero esos versos encendieron una chispa que hasta hoy no se apagó.

Empezó a escribir poesía antes que cualquier otro género y hace unas semanas cerró el círculo con la publicación de su primer poemario, Todo y Para Siempre, de la mano de Liberoamérica. «En tres palabras, Todo y Para Siempre es la vida misma, con lo que sea que signifique», explica Da Silveira.

Roxana es Roxi cuando se presenta, pero es Toti para quienes la conocen. Vive en Pilar, aunque pasó por varias localidades de la zona norte bonaerense durante sus 27 años de vida. Si no fuera escritora, sería bailarina y, además de los libros, le apasiona lo textil. «Disfruto un montón de la ropa, de los detalles, de modificar prendas y darle una segunda vida, de reciclar». Estudió Diseño de Indumentaria en la Universidad de Buenos Aires, pero dejó la carrera en su último año cuando tuvo una crisis existencial que la llevó a cambiar el rumbo de su vida para siempre.

Hay un proverbio asiático que afirma que las crisis no son más que oportunidades y el camino como escritora de Roxana Da Silveira parece no hacer más que confirmarlo. «Recién me di cuenta de que quería ser escritora cuando exploté, cuando dejé la carrera y tuve un duelo familiar que me hizo parar en seco y replantearme qué era lo que yo quería». Le cuesta tener registro de su cuerpo y sus emociones, pero en ese momento se escuchó. Y empezó a escribir.

«Le pedí una señal al universo porque necesitaba un empujón, así que me anoté en dos concursos literarios y abrí un blog. Fui tirando un par de puntas, no es que le tiré todo el trabajo al universo, sino que yo también accioné de alguna manera».

Pero el universo escucha y actúa, porque materializó la respuesta que necesitaba en una taza escondida en un negocio de Colombia. «De vacaciones con mis amigas, encuentro una taza que era la única en todo el local que decía “no temas escribir” cuando yo estaba esperando una señal, así que me di cuenta de que ese era el momento de probar con escribir».

A partir de ese momento, abandonó el punto muerto y puso primera. No paró de escribir y comenzó a abrirse camino entre las letras hasta quedar finalista de un concurso que lanzó Inguz Editorial junto a una radio. «Cuando leen mi cuento, la editora de Inguz me empieza a seguir en Instagram y a leer otras cosas que había escrito y ahí me propone escribir mi primer libro. Fue fundamental ese trabajo de publicar lo que yo escribía en Instagram. Las redes sociales son una posibilidad más y yo creo que hay que agotar todas las posibilidades».

Así nació Prender fuego este invierno, el libro de cuentos de Roxana que marcó un antes y un después para Inguz Editorial, porque se convirtió en el primero en tener dos ediciones en papel, versión digital y en ser traducido para una edición bilingüe. «El libro fue prender un fueguito, poner leñas en la salamandra y prender un fuego que nos abrigara hasta la primavera».

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Como todo lo relacionado a la literatura, Prender fuego este invierno llegó en un momento muy particular de su vida. «Justo le habían diagnosticado cáncer a mi papá, lo habían operado y estábamos en plena incertidumbre de no saber qué iba a pasar. El libro fue como un refugio que me hice para todo ese proceso porque fue mi manera de afrontar esa situación y un grito de esperanza», relata y se le quiebra la voz.

Está claro que los libros son parte indisociable de su ser, porque la literatura es una de las cosas que la definen y hasta se convirtió en la herramienta a través de la cual puede relacionarse con otras personas y también comprenderse a ella misma. Y con el feminismo le sucede lo mismo. «Las dos cosas están entretejidas adentro mío. Como el feminismo es algo que a mí me interpela, me importa y atraviesa todas las esferas de mi vida, va a estar siempre en lo que yo escriba».

El feminismo está presente en su historia; la escritura es tan solo una de las tantas formas de canalizarlo y, por qué no, de sanar: su abuela fue víctima de un femicidio y en Todo y Para Siempre contó por primera vez una experiencia de abuso. «Me llevó toda la vida hablar de eso y muchas personas se enteraron a través del libro».

Es que Todo y Para Siempre es, justamente, todo. Un cubo mágico lleno de posibilidades: de femicidios y de abuso, pero también de amor y luz. En palabras de una lectora, el libro es «como un refugio al que podía volver las veces que quisiera y al mismo tiempo el grito de las marchas» y a Da Silveira le gustó la idea. ¿Qué significa para ella? Todavía no lo sabe, pero tiene toda una vida para descubrirlo. Y si nunca puede ponerlo en palabras, siempre tendrá a sus lectores para redefinirlo.

Todo y Para Siempre (Liberoamérica)

Pero las letras no se agotan en las páginas de sus libros ni en su militancia en Instagram. La cuarentena trajo la oportunidad perfecta para por fin dar inicio a uno de sus tantos sueños literarios: dar un taller. Lanzó los roxitalleres en mayo ante una situación de emergencia económica, cuando la cuarentena golpeó al emprendimiento textil familiar. Otra vez, la crisis se presenta como oportunidad. ¿O será que ella sabe cómo capitalizar las dificultades?

En realidad, fue una mezcla de factores. Dar un taller literario era un sueño latente por su afición a ese espacio y una semilla que se plantó en su mente después de haber sido invitada a coordinar un taller para les chiques del colegio al que ella asistió. Pero, por una cosa o por otra, su deseo de crear su propio rincón literario nunca terminaba de concretarse…

Hasta que la situación económica la obligó a tomar la decisión de lanzar sus talleres por primera vez. «En mayo saqué los cuadernos en los que tenía la idea de lo que quería hacer en los talleres y dije “es ahora. Aprovechá que te empuja el contexto”. Y salieron. Desde que salieron estoy feliz, súper contenta con lo que va pasando y con haberme animado a hacerlo».

Desde ese 9 de mayo en el que publicó en Instagram el anuncio de su primer taller, casi treinta personas pasaron por sus espacios. Para septiembre, tiene dos propuestas: un taller intensivo de narrativa y otro que bautizó bajo el nombre de «Big Bang», que está previsto para el sábado 19. Los talleres se dan de manera mensual, así que siempre conviene estar atente a su Instagram para saber cuándo anotarse al próximo.


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«No es la idea que la poesía suene súper académica»: entrevista a Federico Filippo

Federico Filippo es un artista argentino y activista trans. A los 18 años publicó su primer libro de poesía, goteo de editorial Dunken, donde retrata distintos pasajes cotidianos.


Escritura Feminista: ¿Cómo fue el proceso de escritura de tu primer libro? ¿Cuánto tiempo te tomó?

Federico: Es algo un poco gracioso: normalmente, cuando escucho sobre el proceso de creación de otres autores es bastante largo y detallado. En el caso de la mayor parte de mis escritos no es así, son más producto de una inspiración repentina. Suelo describir mi proceso creativo como, más o menos, una «traducción» algo que está en el aire de cierta forma. Como si yo fuera un intérprete de una sensación que retrato. Particularmente, con Goteo fue una noche. Una sola noche que derrochaba emociones y fueron a parar en las 50 páginas de 40 poemas que lo componen.

E. F.: ¿Por qué se llama Goteo?

F.: Esto tiene relación con la pregunta anterior, de hecho. Es un poemario muy personal, describe muchas cosas a las que pude ponerles palabras recién en ese momento de escritura. Lo que sentí fue que yo estaba inundado y que mi libro era el goteo de esa inundación. No dejo pasar al mundo toda el agua que tengo dentro, sino que va de a gotas, a veces de a lluvias. Y está en minúsculas porque no es El goteo ni mucho menos, sino un goteo cualquiera, que podría ser de una tormenta cualquiera, porque parte de su gracia es que funcione para les lectores también. Es más claro en el segundo poema, «te lo presto», pero es mi idea con la mayor parte de las cosas que hago y, sobre todo, que escribo.

E. F.: ¿Qué temas inspiraron tus poesías? ¿Qué escritores creés que te influenciaron?

F: Goteo son sentimientos que tengo o tuve, esa fue mi inspiración. Los provocaron cosas diversas. No obstante, también encuentro inspiración en otras personas de mi cotidianidad, sus realidades, en escenarios, olores, comidas o simplemente palabras. De nuevo, me siento bastante un traductor, siento que muchas veces escribo lo que está en el aire en alguna situación. Me gusta describir y plasmar lo mejor que puedo esas cosas que me rodean. Y en cuanto a autores, Mario Benedetti y Rupi Kaur son mis autores favoritos de poesía, pero he leído varios más y también a gente «anónima» por Instagram, Twitter o algún blog. Todo es bienvenido como inspiración.

E. F.: ¿Qué respuesta tuviste de les lectores una vez que se publicó el libro?

F: ¡Muy positiva! Y me encanta, la verdad. Gran parte de la satisfacción y del gusto por mostrar lo que hago es alcanzar de alguna forma a quien lea mi obra. Y siento que con goteo re pasó y con personas muy distintas entre sí. Me hace súper feliz.

E. F.: ¿Estás escribiendo actualmente?

F: Creo que nunca no estoy escribiendo. A veces más, a veces menos, a veces poesía, otras narrativa o simplemente descargos, pero en general nunca paro de escribir. Lo que sí, estoy escribiendo menos cosas que tenga ganas de exteriorizar. Tal vez la cuarentena, al pegar tan introspectiva, saca cosas que considero demasiado íntimas como para publicar o demasiado complejas como para ponerlas sólo en una historia de Instagram.

E. F.: Por el lado de tu cuenta de reseñas, ¿creés que es importante estar en contacto con otros géneros literarios?

F: ¡Por supuesto! Me encanta leer todo tipo de literatura (o casi) y de hecho no empecé a leer poesía hasta quinto año. A veces siento que la que nos dan en el colegio o a la que es más fácil acercarse porque es más conocida no es la que finalmente hace que queramos escribir o leer más. Me pasó por mucho tiempo que la sentía re distante, porque habla de temáticas poco actuales o usa formas muy rebuscadas. Siempre sostengo que no es la idea ni de la poesía ni de ningún texto del estilo sonar súper académico y complejo. En mi opinión, esa no es buena poesía, no necesariamente.

E. F.: ¿Hace cuánto abriste tu cuenta de reseñas? ¿Tenés un calendario de publicaciones o vas publicando a medida que leés?

F: La cuenta de Instagram per se la abrí hace re poquito, sinceramente. Desde 2013, más o menos, tengo un blog en el que reseño libros y hago tags y cosas así, pero fue bastante intermitente con el correr de los años. También, al empezar a tener varias actividades, fui leyendo cada vez más espaciado. Pero por 2018 lo retomé y desde fines de 2019 estoy súper presente y activo.

No tengo un ritmo fijo o calendario, publico cuando tengo algo que publicar, ya sea reseñas u otro tipo de contenido. Sigue más o menos la misma dinámica que mi respuesta por qué no quiero trabajar de escritor: no quiero que se convierta en una obligación, realmente lo hago porque me gusta y lo disfruto, porque quiero compartir esas cosas y que la gente me cuente otras.

E. F.: ¿Creés que desde la literatura se puede hacer activismo transfeminista?

F: Por supuesto. No sólo hablando específicamente de eso, poniendo personajes que sean trans o haciendo contenido que toque estos temas, sino también hablando, por ejemplo, de nuestras problemáticas, de la deseabilidad de nuestros cuerpos, empoderándonos como personas atractivas y activas en cuestiones en las que siempre fuimos relegades, sacando estigmas, plasmando con la mayor certeza posible las diversísimas realidades que habitamos.