Hacia una ley contra la discriminación a les gordes

Luego del Primer Encuentro Plurinacional de Gordes, realizado en el Espacio Seré de Castelar, se lanzó el proyecto de ley de Capacitación obligatoria de efectores de salud para garantizar el derecho a la salud integral de las personas gordas. La iniciativa contempla la formación del personal sanitario (médiques, enfermeres, personal administrativo y de atención al público) en materia de respeto hacia la diversidad corporal.

En palabras de Macha en su cuenta de Facebook: «Conocer nuestros cuerpos, tener una política sanitaria justa y digna para quienes somos es hacer de este mundo un lugar donde quepamos todas, todes y todos. Con esta ley estamos desarmando los mandatos sociales, los modelos patologizantes y las reglas del mercado que nos dicen cómo tenemos que ser».

👉 Leé el proyecto de ley acá 👈

La propuesta fue redactada en articulación con Samanta Alonso, militante gorda e impulsora de la Ley de Talles, y miembros del equipo de Génera, un centro de formación y pensamiento crítico. En simultáneo, desde #HaceteTransfeminista se lanzó un relevamiento para conocer la experiencia de las personas gordas en relación a gozar del acceso a una salud integral.

«Este relevamiento pretende dar cuenta de la forma en la que se accede y transita por este sistema, y acompañar una medida tan necesaria como la garantía de la capacitación de todas las personas que intervengan en los establecimientos sanitarios nacionales con una perspectiva despatologizante y adaptada a la legislación vigente en pos de brindar una atención acorde a las necesidades de la población gorda».

¿Cómo surge el proyecto? En el Primer Encuentro de Gordes, muchas activistas manifestaron su dolor por la discriminación recibida a la hora de atenderse en centros de salud, tanto públicos como privados.

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Un hito histórico: Primer Encuentro Plurinacional de Gordes de la Argentina

El sábado se llevó a cabo el primer evento organizado por el Colectivo de Gordes de la Argentina (CGA). Entre algunas de sus integrantes se encuentran las modelos body positive Brenda Matos y Agustina Cabaleiro (mejor conocida como @onlinemami_ en redes sociales), las activistas Laura Contrera y Mercedes Estruch, y las referentes políticas Lucía Portos y Manuela Schuppisser.

La convocatoria reunió a más de 200 personas al aire libre del espacio polideportivo Gorki Grana, entorno a la Mansión Seré. Con la modalidad de los Encuentros Plurinacionales de Mujeres, se llevaron adelante talleres sobre diferentes temáticas, charlas, un picnic gordo y se leyó un manifiesto de cierre.

Foto del Municipio de Morón

En palabras de Cabaleiro, el evento condensó mucha emoción: «Somos un montón de gordes hablando de cosas que siento que no teníamos otro lugar para hablar, es un sentimiento general».

«Estamos viendo cómo se vulneran un montón de derechos. Compañeras llorando por el trato que reciben. ¿Cómo vamos a organizar nuestro llanto, nuestra furia y nuestra vergüenza corporal para que esto deje de pasar?».

Laura Contrera

Foto de portada: Municipio de Morón

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Belleza por catálogo

Apenas entró en el probador, una sensación incómoda le recorrió el cuerpo. La lamparita sobre el largo espejo titilaba de manera intermitente. Comenzó a desvestirse lentamente, con cuidado de colocar la ropa sobre el pequeño gancho que estaba dispuesto a su derecha. 

—¡Probala arriba de la ropa interior, bella! —escuchó a la vendedora gritarle desde el otro lado de la cortina. 

Cuando desabrochó el jean y lo bajó, tambaleó y perdió el equilibrio. Su cuerpo golpeó la pared izquierda del probador y causó un gran estruendo sobre el fibrofácil. 

—¿Bella, estás bien? —volvió a inquirir la vendedora. 

Incorporándose, asintió con la cabeza, aunque no podían verla. Sin sacarse la bombacha, deslizó el bombachon de la malla por entre sus piernas. Sintió ambos codos chocar nuevamente con las paredes estrechas. 

Minutos después, tomó el corpiño y lo colocó con cautela. Tuvo cuidado de no chocar los codos, ni el cuerpo contra el cubículo. Le hizo un nudo bastante fuerte en la espalda pero le aliviaba sentir los breteles tan ligeros en sus hombros, lejos de esos modelos estranguladores que se atan al cuello. 

Se miró al espejo. Se veía bien. La malla era cómoda, flexible, le resaltaba los pechos y le escondía la panza. Pero el color no le gustaba. Había hecho bastante terapia para aceptar y poder luchar contra los estigmas, pero tampoco le daba para pasearse por Mar de Ajó con una bikini rojo pasión. Era mejor imponerse sus propios límites que después tener que chocar en vivo y en directo con ellos. 

Abrió la cortina sin dejar que se viera mucho el interior, decidida a preguntarle a la vendedora por alguna otra tonalidad. Sin embargo, no había terminado de asomar la cabeza cuando la muchacha le habló. 

—Ay… Me parecía que no te iba a quedar, bella. ¿Querés que te traiga un talle más grande? —dijo, con una mueca que se dividía entre moralidad y lástima. 

~Bella, como las empleadas aquel día insistían en llamarla, frenó en seco con el pedido detenido en la boca. Pestañeó los ojos con fuerza, como queriendo despertar del mal sueño, y miró a la vendedora con la expectativa de que siguiera hablando, como si hubiese quedado colgando en el aire el remate de un mal chiste. 

La empleada tragó saliva y rellenó el silencio incómodo. 

—También hay muchos modelos enterizos, quizás esos van mejor para tu cuerp… Con tu onda —se corrigió a último momento. 

~Bella sintió las mejillas arder en carne viva. Observó los ojos de la chica, después le recorrió el cuerpo hasta posar la vista en las piernas esbeltas. Todo le daba asco y repulsión.

Sin responderle una sola palabra, cerró la cortina del probador y se miró de frente al espejo. No iba a llorar, no de nuevo, en el cubículo más estrecho de toda la avenida, pero no pudo evitar sentir nauseas y arcadas. Quizás era la luz que seguía tintineando o las tres lucas que había decido ignorar porque finalmente, después de un día agotador —en el sentido más mental que físico—, había encontrado una malla que le quedaba. Una malla que le gustaba.

Se sacó el traje de dos tirones fuertes, se volvió a poner el jean y la remera y salió del probador con la cabeza gacha. Empujó la prenda sobre los brazos de la vendedora y evitó hacer contacto visual que la pusiera en evidencia, que la dejara más desnuda de lo que hacía minutos estaba. 

Caminó rápidamente hacia la salida, antes de poder escuchar algún ~bella más. Sus pies cruzaron el umbral del local y sintió el caluroso viento de la tarde. 

Cuando se adentró en la masa de gente que copaba la avenida ese sábado, se dejó llorar sin importarle las posteriores manchas del maquillaje. Entre la multitud, con su jean tiro alto y su remera larga hasta los muslos, caminó con los brazos cruzados mientras intentaba en vano poner la mente en blanco. 

Seguía con la garganta seca y las constantes arcadas que amenazaban con volverse materia corpórea. Tenía el ~bella incrustado en el estómago y el color rojo pinchándole el hígado, poniendo en peligro el funcionamiento de su sistema digestivo. Advertía la mirada paupérrima de la empleada que, a cuadras del local, todavía sentía clavada en su abdomen rebalsado de grasa. Carecía de fuerzas para ponerse a buscar al interior de su belleza. 

Y, sobre todo, adolecía profundamente por caer en la cuenta de que la psicología individual nunca le iba a curar la eterna culpa que le provocaba la existencia tan estrecha y plana de los demás.

Lloraba, entonces, porque otra vez salía de un local sin encontrar una belleza que le quedara.


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Mandatos de belleza durante la pandemia

Desde que el gobierno nacional decretó el aislamiento social obligatorio, las redes sociales se colmaron de memes que aluden a la gordura como consecuencia indeseable de esta cuarentena.

En un contexto de pandemia el estrés aumenta tanto como las cifras de contagios y fallecimientos por COVID-19. Nadie tiene certezas de cuándo o cómo pasará todo este caos. ¿Por qué frente al temor a enfermarse, la posibilidad de perder el empleo o aislarse con un violento, el mayor miedo de la sociedad es engordar?

La gordofobia en tiempos de coronavirus se camufla de «consejos» para adelgazar, noticias falsas, dietas milagrosas y planes de entrenamiento. Influencers y autoproclamados profesionales inundan las redes sociales con actividades para bajar de peso y obtener el cuerpo ideal. En medio de la tristeza y la incertidumbre que genera estar lejos las personas que más queremos se nos exige mantener una rutina, conservar nuestro peso, leer pero no caer en el sedentarismo y aprender a cocinar sin comer de más.

En las últimas semanas circularon fotografías de cómo se verían personajes famosos antes y después del encierro. Las imágenes muestran personas delgadas previo a la cuaretena y cuerpos obesos en su posterioridad. El mensaje que nos quieren imponer es claro: «No subas de peso».

No son solo memes, son una presión social hacia las personas que no cumplen con los parámetros de belleza, por cierto irreales, que se difunden en publicidades, redes sociales y medios de comunicación. Los mal denominados «chistes» funcionan como reflejo de una sociedad donde la cultura de la dieta violenta los cuerpos no visibles.

Cuerpos violentados

Un estudio de la Universidad de Buenos Aires reveló que todas las mujeres han estado inseguras con su aspecto o desconformes con su cuerpo. Además, alrededor del 80% ha recibido comentarios acerca de su peso. El miedo a engordar esconde la presión social de un prototipo de mujer delgada, asociado a la belleza y el éxito personal.

Resulta contradictorio que dentro de la cultura del hiperconsumismo, en la cual las condiciones laborales te empujan al sedentarismo, surja la gordofobia para reforzar un estereotipo que muy pocas pueden alcanzar y con el cual gran parte de la población no se siente representada. Según datos del gobierno nacional, 6 de cada 10 adultes presentan exceso de peso y entre niñes en edad escolar el 30% tiene sobrepeso y el 6% obesidad.

La gordofobia, la homofobia y la transfobia no existen si entendemos fobia como «miedo a determinadas cosas». El concepto es utilizado para abarcar el odio y la discriminación que sufren las personas que no encajan con lo que para nuestra sociedad es atractivo o saludable. La idealización de la mujer tal cual la conocemos es una herramienta del sistema para señalar qué cuerpos «merecen» o «deben» ser visibles y cuáles no, dejando aisladas a todas aquellas que no son jóvenes, blancas, delgadas y exitosas.

Brenda Amato, activista y modelo, expresó en sus redes sociales que considera contradictorio que quienes juzgan el modo de vida de las personas gordas lo hagan por una cuestión de salud. «Estaría bueno que la gente recordase que la salud es también psíquica y emocional y que este hostigamiento no es gratuito. Muchas veces termina repercutiendo en la salud física. En un contexto como este puede generar depresión, ansiedad y hasta trastornos alimenticios».

«[La violencia sobre los cuerpos] es la misma que padecemos cuando no podemos encontrar la ropa que nos gusta en nuestro talle, cuando vemos que los asientos en el transporte público son cada vez más chicos y cuando no podemos conseguir trabajo porque parece que no se puede tener buena presencia si sos gorda».

Acerca de las ofertas de entrenamientos y clases online, expresó que estamos educados para que la actividad física sea una obligación y un castigo. «Si te comiste un alfajor son 10 minutos más, si te pintó que la pizza estaba rica y comiste una porción más, 20 minutos, y así terminamos transformando algo que nos debería generar felicidad y placer en una tortura».

A raíz del incremento de la discriminación a los cuerpos no hegemónicos, el INADI elaboró un documento titulado «La discriminación en tiempos de Coronavirus: reflexiones sobre el uso de las redes en una pandemia». En el texto se afirma que: «En épocas donde la prioridad es la promoción de discursos que convoquen a la solidaridad y responsabilidad, la aparición de cuestionamientos, miedos y sugerencias sobre los cuerpos no hacen más que fortalecer la ridiculización y estigmatización de la diversidad corporal de las personas».

En momentos donde tener acceso a la comida es un privilegio, deberíamos dejar de juzgar la alimentación y el aspecto físico de otras personas. Comer es un acto social, como lo son cocinar y compartir esos momentos de placer con quienes nos rodean. Utilicemos este tiempo en casa para reflexionar acerca de los «chistes» que hacemos circular. Es hora de dejar atrás la idea de que el tamaño de nuestros cuerpos nos define.


Imagen de portada: Sebastian Cifuentes

¿Qué es la gordofobia?

«Gorda de mierda», «chancho», «está hecha una vaca». A diario escuchamos expresiones que construyen una lógica de sentido que deja todo por cuestionar: ¿qué es y cómo opera la cultura de la gordofobia? ¿Qué tiene para decir el feminismo sobre este tema?


El doctor George debió de haberse quedado otra vez sin aliento, mientras le calculaba a la mujer unos doscientos kilos por lo bajo, pues ella le sonrió como si le hubiese leído el pensamiento.

—Doscientos uno y cuarto, para ser justos —dijo.

El doctor se descubrió observando los muebles.

—Oh, resistirán muy bien —apuntó la señora Fleet, y se sentó. El diván chilló como un perro vagabundo. El doctor George se aclaró la garganta.

—Antes que se ponga usted cómoda —dijo—, creo mi deber decirle en seguida con toda honradez que nosotros en el campo de la psiquiatría no hemos conseguido inhibir el apetito. El problema del peso y la aumentación ha escapado hasta ahora a nuestra competencia. Rara confesión, quizá, pero si no reconociéramos nuestras propias incapacidades, nos engañaríamos quizá a nosotros mismos y estaríamos recibiendo dinero con falsos pretextos. De modo que si ha venido usted a buscar esa ayuda he de catalogarme entre los incapaces.

—Gracias por su honradez, doctor —dijo Emma Fleet—. Pero no quiero adelgazar.

 Fragmento de La mujer ilustrada, Ray Bradbury (1964)

¿Qué es la gordofobia?

El término gordofobia no existe, según el diccionario de la Real Academia Española. Hasta acá no hay novedades: sabemos perfectamente que la institución de la lengua castellana no se jacta de tener un criterio de actualización de acepciones inclusivo ni con perspectiva de género. No obstante, la construcción discursiva despectiva hacia los cuerpos gordos no es un fenómeno nuevo.

El sitio Psicología y mente define a la gordofobia como «un sesgo automático y normalmente inconsciente que lleva a discriminar, objetivizar y minusvalorar a las personas con sobrepeso, especialmente si esas personas son mujeres».

Según el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), 116 denuncias relacionadas al aspecto físico fueron presentadas en 2017, número que ascendió a 184 casos en 2018. El ámbito preponderante donde tienen lugar este tipo de  ¿micro?violencias sería el educativo, empero también se registraron denuncias por exclusión y burlas en empleos, comercios y lugares de entretenimiento (bares y boliches). En cambio, en el caso de la obesidad, los principales ámbitos de discriminación denunciados son centros de salud.

El rechazo y discriminación a la gordura, la promoción de cánones de belleza asociados a la delgadez en medios de comunicación y el mandato de la vida light tienen larga data en nuestro país. Un ejemplo de ello es el programa Expertos en pinchazos (1979), con Alberto Olmedo y Jorge —justamente, «el gordo»— Porcel, que en sus sketches no sentían ningún pudor a la hora de burlarse sin tapujos de la gordura, mostrando cómo en lo social estaba habilitado el discurso gordofóbico en aquel entonces. De la misma manera, son incontables las veces en las que Pepe, de Casados con hijos (2005), insulta a sus clientas y a su esposa con el término «gordas», acompañado de diferentes adjetivos peyorativos o sinónimos.

Sin ir más lejos, en la actualidad es frecuente leer ataques a la diputada Lilita Carrió con acusaciones referidas a su peso en redes sociales. La gordofobia tiende a tener un mayor impacto en mujeres que en hombres: las publicidades de yogures light y las actividades como pilates, zumba o cardio publicitadas para un target femenino, en consonancia con la falta de talles grandes en las principales tiendas de ropa, generan un terreno de condicionamientos que restringe nuestra posibilidad de considerarnos algo más que un mero objeto de deseo para la mirada de aprobación masculina.

¿Cuestión de peso? Cuestión de derechos

Durante las últimas tres décadas se presentaron más de 30 proyectos de ley referidos a la obesidad como trastorno. Argentina sancionó en 2008 la ley 26.396 de prevención y control de trastornos alimentarios que incluye, en su artículo 2, a la bulimia, la anorexia y la obesidad como trastornos alimentarios generalizados (sin explicitar diferencias).

¿Quiénes están detrás de la presentación de dichos proyectos? Salta a la vista un factor común: el médico y empresario Alberto Cormillot ha impulsado la gran mayoría de ellos. Lo cierto es que es imposible pensar en la industrialización de la dieta en Argentina sin remitirnos a su persona. En años recientes, su programa Cuestión de peso no sólo se convirtió en un reality que le valió 18 temporadas, sino también en un contenido moralizante en cuanto a «prácticas que están bien y prácticas que no».

La construcción de la gordura como factor de estigma tiene sus cimientos en modelos de belleza inalcanzables, aún hoy promovidos en medios de comunicación y vigentes en el imaginario social, que resultan funcionales a un mercado donde la baja autoestima por la insatisfacción con el propio cuerpo se vuelve sumamente rentable: liposucción, tratamientos estéticos, alimentos light y ¿bajos en calorías?, horas de gimnasio o actividad física para quemar grasas. ¿Será coincidencia que Kylie Jenner, Ariana Grande y Selena Gomez —las tres mujeres más seguidas en Instagram— cumplan con el ideal corporal?

Asimismo, pensando en la comunicación a escala más pequeña, cotidiana, nunca faltan las asociaciones de sentido que refieren a lo gordo como lo vago, lo descuidado (en contraposición a los cuerpos cuidados), lo pobre. Una fuerte crítica que se le hace a la ley antes mencionada es que, en lugar de priorizar el acceso a la salud para todos los talles y la no discriminación, el foco se pone en la responsabilización al cuerpo no normativo, que profundiza el prejuicio social y la patologización de la diferencia.

Activismo gordo

«El activismo gordo piensa a la gordura de un modo distinto: desafía al pensamiento hegemónico que considera a la gordura como algo digno de ser erradicado, que siempre es patológico y que habla de una persona sin voluntad que es desagradable para la sociedad (no solo estéticamente, sino por ser no saludable)».

Laura Contrera para Clarín

«Un activismo de la gordura crítico necesita urgentemente prestar atención a procesos en los que están involucrados las diferencias de clases, raciales y otras diferencias corporales. Por eso hablamos de un frente de corporalidades impropias que están friccionando con aparatos de producción macropolítica de corporalidades normadas. Hoy en el activismo argentino somos muy pocas personas y todavía pagamos costos muy altos por exponernos […]».

Nicolás Cuello para Revista Furias

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Hace algunos años, Laura Contrera y Nicolás Cuello comenzaron a dialogar y debatir sobre las corporalidades gordas desde sus propias vivencias. Debido a las diferencias entre la alimentación estadounidense -abundante en comidas rápidas- y el modelo latinoamericano, decidieron trabajar en una forma de activismo que no partiera de cero: retomando conceptos del feminismo y el anticapitalismo, se convirtieron en referentes a la hora de pensar el activismo gordo en Argentina.

Comer es un acto político. En América Latina, diversos estudios señalan una estrecha relación entre gordura y pobreza. Los sectores sociales con menores ingresos tienden a consumir alimentos rendidores, es decir baratos, que llenen y que gusten. Por esta razón,  gran parte de su dieta incluye carbohidratos como pan, papas y fideos:

«El desbalance a favor de los hidratos y grasas (como pan, fideos y papas) abarata la canasta. […] Vemos que una familia pobre que armara su canasta de consumo con un criterio de adecuación nutricional podría comer 20,7 días mientras que comiendo como lo hacen, con abundancia de cereales, carnes, grasas, aceites y azúcares, conseguirá comer el mes entero (30,2 días)». (Aguirre, 2000)

El activismo gordo argentino denuncia esta relación y exige, a su vez, un Estado presente que contemple la diversidad corporal dentro de sus políticas gubernamentales. Asimismo, insisten en la idea de que la gordura no es, necesariamente, un sinónimo de falta de salud. Hoy por hoy, todavía resulta heroico salir al espacio público a decir que ser gordo no está mal.


Fuentes

  • Aguirre, P. (2000): Los alimentos rendidores y el cuerpo de los pobres. Disponible en UNLP.
  • Activismo de la gordura: pasa por mi cuerpo (2018) en Revista Furias
  • Activismo gordo: una reivindicación de la gordura (2018) en Clarín
  • Contreras, L. y Cuello, N. (2016): Cuerpos sin patrones. Resistencias desde las geografías desmesuradas de la carne. Madreselva.
  • Inadi critica a Macri por discriminar a gordos (2010) en La Voz
  • Ley 26.396/2008. Disponible en InfoLEG
  • Munición gruesa en Página 12
  • Todos los cuerpos, todos: los talles reales se renuevan con las redes en La Nación

Imagen de portada: Wallace Pxmkr