Costa Rica: política y religión

Algunos países de América Latina y el Caribe todavía cuentan con grandes grupos ultratradicionalistas, que se oponen a los avances en materia de igualdad de género, a los derechos conseguidos por la comunidad LGBTQI+ y, en consecuencia, a los derechos humanos.

Un ejemplo de los obstáculos que presentan estos agrupamientos se vio reflejado hace algunos meses, también en Costa Rica, cuando se opusieron fervientemente a la legalización del matrimonio igualitario.

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Si bien el Observatorio de Sexualidad y Política (SPW) recoge el accionar de estos grupos en una serie de investigaciones tituladas «Políticas Antigénero en América Latina», nos enfocaremos en el caso de Costa Rica, donde, según Alharaca, líderes evangélicos conservadores fueron posicionándose en la esfera política y parlamentaria, tomando presencia mediática e influyendo en la toma de decisiones, con el objetivo de llegar al gobierno.

Lo fundamental, entonces, es que estas agrupaciones y movimientos no solo intervienen en la vida social como una resistencia frente a las transformaciones y los derechos conseguidos, sino que logran insertarse en el ámbito político, impactando en las resoluciones, afectando a la sociedad y a los derechos de todes en su conjunto. Es por eso que lo religioso se vuelve inseparable de la toma de poder.

La investigación sobre este país, con autoría de Gabriela Arguedas Ramírez —farmacéutica, bioeticista, especialista en Derechos Humanos y consultora del Instituto Interamericano de Derechos Humanos—, busca contribuir a una mirada trasnacional del fenómeno de las ofensivas antigénero. También pretende trazar dinámicas de des-democratización, entendida como una erosión gradual del tejido democrático de la política, que transforma la arquitectura institucional de regímenes democráticos en simulacros.

En el documento, Arguedas Ramírez analiza el contexto de las campañas electorales y las elecciones durante varios años pero, a nivel general, la importancia y la cuestión de fondo radica en el predominio y en el peso del conservadurismo en la totalidad del pueblo costarricense.

La investigación entiende que las nuevas corrientes de activismo conservador y autoritario están vinculadas a las condiciones estructurales y la des-democratización en curso en América Latina, por lo que califica a las ofensivas antigénero como dispositivos de acumulación de poder político integradas por las resistencias frente a las transformaciones referidas a las cuestiones de género y sexualidadque se oponen a una democracia plural e inclusiva.

Además, están en contra de las leyes dirigidas a garantizar derechos sexuales, derechos reproductivos o derechos civiles para las personas homosexuales y trans; incluso han impedido la realización de abortos terapéuticos, previstos por la constitución de Costa Rica desde 1975.

Según el medio digital ecuatoriano Wambra, actualmente les activistas religioses ultraconservadores buscan incidir en el sector público y deslegitimar iniciativas de educación y salud pública que pretenden fomentar la igualdad de género en el país. Los nuevos ataques son en contra de la «ideología de género», a la que utilizan como acusación para oponerse a la educación sexual integral en las escuelas, al acceso a métodos anticonceptivos y a las dinámicas socioeconómicas características de un estado laico.

Pero sus ideales no son el único problema: en reiteradas oportunidades han difundido afirmaciones falsas y discursos armados políticamente en sectores de culto, lo que significa que son privados y, por lo tanto, no hay posibilidad de discusión. La información es unilateral y quienes asisten se ven en la obligación de seguir a su líder y a comprometerse con la fe.

La principal diferencia con otros países latinoamericanos es que estos sectores liderados o fundados por pastores evangélicos iniciaron su participación política a finales del siglo XX. Su función es ofrecer una alternativa con base en los valores y mandatos morales tradicionales, vinculados con las creencias religiosas, contribuyendo a un proceso de relegitimación de la autoridad religiosa dentro de la sociedad.

Esto se logra también con la normalización de los discursos religiosos dentro del campo parlamentario, cuyo objetivo es obstaculizar la labor del Estado en el reconocimiento y la protección en materia de Derechos Humanos. Asimismo, se oponen fuertemente al uso de guías de educación sexual en las escuelas, situación de fundamental importancia si se tiene en cuenta que la tasa de natalidad en adolescentes entre los 15 y 19 años asciende al 53,5% en Costa Rica.

La preocupación de les investigadores recae en la gran influencia que estos grupos logran ejercer. No solo se movilizan en el campo político, sino que también participan y esparcen sus ideales en los principales medios de comunicación costarricenses, como el diario La Nación o medios digitales como El Mundo CR y CRHoy, en donde se expresaron ideas que vinculaban la «ideología de género» con el nazismo y el marxismo y en donde se hacen grandes coberturas a «Marchas por la vida y la familia», organizadas por la iglesia católica.

Como asegura la autora de la investigación, estos discursos incitan a la acción:

«El buen creyente y ciudadano tiene el deber imperativo de actuar, por su bien, el de su familia y el de su país. Los actos de habla que se enuncian en lugares de carácter sagrado tienen un alto impacto en la vida cotidiana de las personas creyentes. Estos lugares, imbuidos de un simbolismo que resiste el paso del tiempo, proveen la fuerza de este acto elocutivo, emitido por los líderes religiosos, que hablan y actúan como líderes políticos».

Al día de hoy, todavía se puede advertir que los medios repiten las mismas ideas. El 15 de mayo, El Mundo CR titulaba:

«Iglesia Católica: «Lamentablemente la ideología de género gana cada vez más terreno en Costa Rica»

Mensaje de la Conferencia Episcopal de Costa Rica con motivo del «Día internacional de la familia».

«La ideología de género niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer y vacía el fundamento antropológico de la familia»

Conferencia Episcopal.

Las acusaciones giran, nuevamente, en torno a los supuestos valores familiares fundamentales que se «pierden» con el avance de dicha «ideología». En estos casos, buscan respaldarse mediante el uso de la coyuntura mundial:

«Para la Iglesia Católica «esta colonización ideológica desprestigia el valor de la persona, la vida, el matrimonio y la familia y dañan, con propuestas alienantes, especialmente a nuestros jóvenes dejándolos desprovistos de raíces para crecer»».

«Ya no se advierte con claridad que sólo la unión exclusiva e indisoluble entre un varón y una mujer cumple una función social plena, por ser un compromiso estable y por hacer posible la fecundidad».

«La familia se considera desde siempre como el “hospital” más cercano, donde gracias a sus cuidados amorosos, se garantiza al enfermo, y a todos sus miembros, la atención y ayuda necesaria. Es una realidad que se ha confirmado durante la pandemia del COVID-19».

El 25 de mayo, el mismo medio digital difundía los dichos de la diputada Nidia Céspedes con respecto a la entrada en vigencia del matrimonio igualitario:

«Mañana celebrarán las minorías, porque la mayoría del país tenemos un gran dolor. Mañana no hay nada que celebrar, al contrario, es un día triste para la familia tradicional costarricense».

«Hoy la esencia del ser costarricense, creyente de Dios, es atropellada por la fuerza de una minoría, que apoyada por los gobiernos PAC, abre portillos a prácticas como el aborto y la ideología de género. Es mi deber y responsabilidad seguir en la lucha contra la agenda que disfraza de «derechos humanos» su intención de imponer una ideología totalmente contraria a los valores y principios de la mayoría del pueblo costarricense».

Si bien la autora sostiene que, dentro del Colegio de Médicos y Cirujanos, los grupos cercanos al Opus Dei buscan implementar medidas contra toda forma de aborto y la patologización de las personas trans, también afirma que la opinión pública ya no sigue fervientemente, como en años anteriores, a las líneas ultraconservadoras.

A partir de una encuesta, se determinó que el 57% de las personas están a favor del aborto terapéutico y que casi un 46% está a favor del aborto en el caso de que el feto tenga malformaciones incompatibles con la vida humana.

Aunque todavía falta mucho por recorrer y mucho por avanzar, los datos muestran una posición menos severa hacia los derechos que se buscan alcanzar.


Fuentes:


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¿Existe la ideología de género? Aportes para debatir

Un movimiento que rechaza los avances en materia de derechos sexuales y reproductivos, educación sexual, matrimonio igualitario, adopción y reconocimiento de la identidad de género denuncia la expansión de lo que llaman «ideología de género». En este artículo proponemos analizar los alcances de este movimiento, sus orígenes y las posibles respuestas feministas.


La expansión del movimiento

En Perúlucharon para frenar la enseñanza de la educación sexual; en Chile y Méxicoun autobús naranja circuló por las calles con la consigna «Si eres mujer, seguirás siéndolo», que pretendía resignificar a Simone De Beauvoir. En Colombiacontribuyeron a impugnar el Acuerdo de Paz con las FARC porque «facilitaba el homosexualismo». En Brasilquemaron una efigie de Judith Butler y lograron el recorte de planes contra la homofobia en las escuelas.

La lista sigue: en Guatemala, promueven la iniciativa 52/57 que propone penalizar el aborto y establecer un régimen de conyugalidad heterosexual. En Españase movilizaron en 2005 contra el matrimonio igualitario. En Paraguaylograron que se revisara la perspectiva de género en las escuelas y en Bolivia, que la Corte Constitucional derogase la ley de identidad de género.

En Argentina, la cruzada fue primero contra la ley de matrimonio igualitario –cuya sanción significó una importante derrota– y hoy se movilizan contra la legalización del aborto y la implementación de la ley de ESI, aunque también piden la derogación de la ley de identidad de género.

Lejos de la improvisación o la mera denuncia virtual, estos grupos en permanente expansión en América Latina y Europa Occidental tienen influencia en las agendas políticas y han logrado muchos de sus objetivos, a la vez que obstaculizan el pleno ejercicio de los derechos humanos de las mujeres y disidencias sexuales, y se arrogan la potestad de educar a sus hijos según sus creencias, atropellando el rol del Estado.

¿Qué implica y cómo surge el término «ideología de género», acuñado en 1997 por la periodista católica conservadora Dale O’ Leary?

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El planteo anti «ideología de género».

Los orígenes

Transcurría el año 1994 cuando en la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo (El Cairo, Egipto) se utilizó el término «género» por primera vez, alertando a quienes rechazan la dimensión cultural que complementa a la biológica y escinde sexo de género.

Sin embargo, serían dos hitos posteriores los que darían lugar al surgimiento organizado de estos grupos y a la articulación de sus denuncias y estrategias de acción. El primero de ellos fue la IV Conferencia de la Mujer en Beijing (1995) que introdujo un llamado al desarrollo de políticas públicas con enfoque de género. A partir de este encuentro, se estableció que los problemas que sufren las mujeres son estructurales, es decir, dependen de cómo están organizadas las sociedades.

Además, se institucionalizó el concepto de género como «la forma en que todas las sociedades del mundo determinan las funciones, las actitudes, los valores y las relaciones que conciernen al hombre y a la mujer. Mientras el sexo hace referencia a los aspectos biológicos que se derivan de las diferencias sexuales, el género es una definición de las mujeres y los hombres construido culturalmente y con claras repercusiones políticas».

El segundo hito relevante para la configuración transnacional de este movimiento fue la Declaración de los Principios de Yogyakarta (2007)que estableció estándares legales para el reconocimiento de la identidad de género autopercibida.

A partir de entonces, agrupaciones religiosas –principalmente católicas y evangélicas– y sectores conservadores seculares comenzaron su cruzada moral en defensa de lo que consideran un «orden natural» amenazado por «la ideología de género».  En su época como cardenal, el ex Papa Benedicto XVI sentenció: «La ideología de género es la última rebelión de la criatura contra su condición de criatura».

En Argentina, las caras más conocidas son las de Agustín Laje y Nicolás Márquezquienes en el año 2016 publicaron «El libro negro de la nueva izquierda: ideología de género o subversión cultural». En él, tergiversan las diversas líneas de pensamiento feminista, trans y queer. El primero sostiene que «la ideología de género es un conjunto de ideas anticientíficas que con propósitos políticos autoritarios desarraigan a la sexualidad humana de su naturaleza y la explican monopólicamente por la cultura».

De acuerdo a Cornejo-Valle y Pichardo (2017), los trabajos producidos sobre ideología de género en distintas latitudes dan cuenta de características compartidas:

  • La coordinación entre organizaciones locales y movimientos internacionales de carácter conservador (seculares o religiosos);
  • El uso de «lenguaje hiperbólico» común que presenta los avances en equidad de género y diversidad sexual como catástrofes para la humanidad;
  • Las manifestaciones urbanas en varios países del mundo;
  • El uso de símbolos comunes, relacionados con la familia, la niñez y lo natural;
  • El recurso al miedo vía pánico moral para frenar cambios jurídicos y sociales propiciados por las luchas feministas y LGBTI; y
  • El uso de una retórica polarizada que determina posiciones y relaciones entre agentes antagonistas.

Además, hacen referencia a un supuesto escenario de complot internacional para acabar con la familia y promover la homosexualidad, niegan la existencia de la violencia de género y equiparan al feminismo con el machismo.

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¿Existe la ideología de género? Algunas respuestas feministas

La primera observación que surge de los argumentos de estos grupos conservadores es que pretenden imponer sus posiciones morales a toda la sociedad. El caso más claro es su postura ante el aborto: mientras ellos lo rechazan porque lo consideran un atentado a la vida, pretenden obligar a las personas gestantes a continuar con sus embarazos no deseados. Por el contrario, quienes promueven su legalización, no obligan a nadie a abortar.

Si continuamos el análisis, aparece el enfrentamiento entre lo «natural» y lo «cultural/social». En este caso, ambas posturas aparecen como irreconciliables. Desde la perspectiva de género hay lecturas que sostienen que no se discute la realidad de las diferencias sexuales, sino la legitimidad de los estereotipos construidos por la sociedad sobre esas diferencias (Maffía, 2003).

Lecturas como la propuesta por Diana Maffía argumentan que «el sexo anatómico mismo, y su presunta dicotomía, son producto de una lectura ideológica» (que disciplina a los cuerpos que no se adaptan a la lectura que se espera de ellos, como es el caso de las personas intersex). «La paradoja de la ambigüedad anatómica pone en cuestión que macho y hembra sean datos biológicos que fuerzan la cultura de dos géneros».

En un nivel de análisis aún más profundo, surge la necesidad de pensar en el concepto de «ideología». Desde los años setenta, las lecturas feministas de Louis Althusser sirvieron para comprender que el género, en tanto organización imaginaria de relaciones sociales entre los sexos, opera como una ideología. «El análisis del género como ideología otorgó rigor teórico a una comprensión de lo personal como efecto de una organización político-sexual» (LATFEM).

En este mismo sentido, el filósofo Darío Sztajnszrajber sostiene que no se puede no ser ideológico porque «uno siempre parte desde un lugar que supone una cuestión subjetiva y una intención de poder. Hay una decisión de ordenar de acuerdo a ese paradigma, consciente o inconscientemente».

Asimismo, la ecofemini(s)ta Danila Suárez Tomé afirma: «Lo que ellos no ven es que lo que llevan adelante, también es una ideología. O sea, un conjunto de representaciones del cual deriva un cierto programa social» (FILO). Vale decir que, si ambos posicionamientos son ideológicos, este argumento deja de ser válido para movilizarse en detrimento de la ampliación de derechos de las mujeres y disidencias sexuales.

¿Será ese «orden natural» a proteger tan frágil que requiere de una maquinaria falaz y violenta para sustentarlo?


Material consultado:

De ESI SÍ se habla

Durante el debate por la legalización del aborto, las posturas de verdes y celestes sólo coincidieron en un punto: se necesita más educación sexual. Sin embargo, estos últimos ahora rechazan su aplicación bajo la consigna “Con mis hijos no te metas”. ¿Qué está en juego? ¿A qué se oponen?


El 4 de septiembre, con el Ministerio de Salud devenido Secretaría, la Cámara de Diputados firmó dictamen de mayoría para reformar la Ley 26.150 de Educación Sexual Integral (ESI). Así, se la declaró de orden público para que los contenidos curriculares sean de aplicación obligatoria en todas las escuelas del país, independientemente del “ideario institucional y de las convicciones de sus miembros”.

Además, propone la modificación del artículo 1 por el siguiente:

“Todos los estudiantes tienen derecho a recibir educación sexual integral, respetuosa de la diversidad sexual y de género, con carácter formativo, basada en conocimientos científicos y laicos, en los establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada, de las jurisdicciones nacional, provincial, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y municipal” (LATFEM).

Como era de esperarse, los militantes “provida” interrumpieron en reiteradas ocasiones a los diputados para manifestar su oposición a la implementación de la ESI con estas modificaciones. A partir de ese momento, –y alineados a movimientos similares a escala mundial–, reforzaron la campaña en las calles y las redes sociales usando la consigna “Con mis hijos no te metas”.

¿Alguien quiere pensar en los niños?

Quienes manifiestan su rechazo a los contenidos que la ESI propone exigen que el Estado respete “el derecho de los padres a educar a sus hijos”, pero omiten que la Ley 26.061 de protección integral de los derechos de niñas, niños y adolescentes enfatiza en el interés superior de niños y niñas a la vez que garantiza: «Los derechos y las garantías de los sujetos de esta ley son de orden público, irrenunciables, interdependientes, indivisibles e intransigibles» (Art.2).

“A partir del 2006, con la aprobación de la ESI, la patria potestad quedó por debajo del derecho a conocer sobre su cuerpo, sus derechos y deseos de chicas y chicos. Y eso no tiene vuelta atrás” (Luciana Peker / Página 12).

Quienes demonizan esta ley demonizan los ejes que esta establece: perspectiva de género, respeto a la diversidad, ejercicio de los derechos, cuidado del cuerpo y la salud, y valoración de la afectividad.

Los contenidos a impartir están divididos de acuerdo al nivel educativo alcanzado por lxs estudiantes:

  • Inicial: enseñanza del vocabulario correcto para nombrar los genitales, evitar los estereotipos de género a la hora de jugar y adquirir pautas de cuidado y autoprotección.
  • Primaria: introducción a los cambios en la pubertad, información sobre métodos anticonceptivos y prevención de enfermedades de transmisión sexual, diversidad de las personas en apariencia física, orientación sexual e identidad de género.
  • Secundaria: concientización sobre la violencia de género, análisis crítico de la femineidad y masculinidad, deconstrucción de «patrones hegemónicos de belleza», tratamiento del embarazo no deseado en la adolescencia, aborto.

Con un matiz religioso que sostiene que el cambio de paradigma amenaza a instituciones sociales como la familia y el matrimonio, quienes rechazan estos contenidos cierran los ojos a la coyuntura actual: la construcción de un mundo múltiple, colorido e inclusivo.

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Material de interés:

Revés educativo en Paraguay

“Respetamos la diversidad, lo que no quiere decir inculcar una ideología de género, que como todos saben es un tema polémico y que está instalado en el mundo entero, pero que como paraguayos nosotros tenemos la película bien clara: papá, mamá, hijitos. No hay otra forma más fácil de decirla».

Tomando la identidad de género como si fuera una fórmula matemática, el Ministro de Educación y Ciencia de Paraguay, Enrique Riera, estableció con estas palabras la prohibición de la enseñanza en materia de género en todas las escuelas de ese país.

Con la Resolución 29664, basada en los artículos de la Constitución Nacional paraguaya que hacen referencia a la igualdad del hombre y la mujer así como a la protección de la familia, se prohíben por completo la enseñanza y la divulgación en las escuelas de cualquier material de teoría de género a nivel nacional.

Esta decisión generó gran rechazo en organizaciones civiles que mostraron su indignación frente a tal discriminación y al uso de “la ideología de género” como una acusación despectiva. Sin embargo, el gobierno paraguayo hizo oídos sordos a todo tipo de manifestación en contra y aseguró que se iban a revisar todos los libros de enseñanza escolar para corroborar que no haya ningún tipo de información.

La sociedad paraguaya

La guerra de la Triple Alianza (1864–1870), donde Uruguay, Argentina y Brasil se unieron para luchar con Paraguay, dejó un saldo demográfico sin precedentes. El país retuvo una pequeña parte del territorio que tenía y miles de hombres murieron, lo que dejó una taza de población en extremo desigual.

En ese contexto, fueron las mujeres paraguayas las que tomaron las riendas para salir adelante. En un primer momento, realizaron la Primera Asamblea de Mujeres Latinoamericanas para reunir sus joyas y recaudar fondos para financiar la guerra. Después de la gran masacre, se vieron en la tarea de administrar un país devastado socioeconomicámente, que debían repoblar.

Sin embargo, la inequidad de género y el machismo son unas de las características principales de la sociedad paraguaya. La mujer es relegada y obligada a servir al hombre, y educada para que así sea.

La cultura paraguaya es sumamente patriarcal. Se pondera al hombre como el sostén familiar y como una figura entera, fuerte y con más derechos que la mujer. En ese sentido, el género femenino se encuentra subyugado, ya que sus derechos se vulneran a diario a partir de la falta de políticas públicas que logren legitimarlos.

La desigualdad de género hoy

Según datos arrojados por el Ministerio de Salud Publica paraguayo, los cánceres uterino y de mamas son las principales causas de muerte de las mujeres. La absoluta desidia en el ámbito de salud femenina se suma a la dificultad para acceder a los medicamentos y los tratamientos oncológicos.

Además, Paraguay tiene tasas altas de mortalidad materna y embarazo adolescente: en 2015 se registraron 277 casos de menores embarazadas.

En cuanto a lo laboral, la brecha de inequidad salarial entre géneros persiste con una diferencia salarial de un 31% a favor de los hombres.

Por último, la violencia doméstica evaluada en 2015 lanzó un índice de 1629 casos de violencia de género.

Con este contexto sociocultural, la concepción de que no existen más identidades de género en el ser humano que la cisheteronorma y su posterior presentación como una suma matemática que no acepta otro factor a la estructura familiar madre–padre–hijos parece totalmente naturalizada.

Sin embargo, al mismo tiempo provoca una burla hacia cualquier persona que no se encasille en esta suma, a través de esta política pública que desconoce a propósito la ideología de género.

¿Será posible generar una conciencia estatal de género o continuará primando el patriarcado arcaico en el vecino Paraguay? El tiempo dirá.