A un año de los incendios en la Patagonia

Título original: Las marcas del fuego

Autora: Tatiana Fernández Santos   Fotos: Julieta Distasio

—Andre, no bajes. Hay que salir ya— le advirtió un vecino que escapaba en dirección opuesta.

Andrea Depetri corría cuesta abajo por el valle donde se ubicaba su casa, perseguida por las llamas que se expandían a sus espaldas. Pronto se encontraría con un segundo foco ígneo que avanzaba de frente hacia ella.

—No sé si Licán salió, tengo que bajar— respondió Andrea, sin frenar el paso acelerado para adentrarse en el bosque de pinos Oregón. Tenía que asegurarse de que su hijo de 14 años hubiera logrado escapar.

Los montículos de fuego se multiplicaban sobre el pasto en pocos segundos, el humo se hacía más denso, el calor se intensificaba, las chapas de las casas se retorcían y crujían, sonaban como una bestia lamentándose de dolor. Los pinos expulsaban sus piñas encendidas como granadas por el efecto de la temperatura que alcanzaba la resina al estar expuesta al calor. Los ruidos de las garrafas de gas que estallaban aturdían los tímpanos de la mujer como ecos de bombas. Las hileras de pinos propagaban las llamas con la rapidez de una cerilla encendida en el interior de una caja de fósforos. Del cielo llovía fuego.

—¡Licán! ¡Licán! ¿Saliste? — gritaba Andrea con todas sus fuerzas mientras buscaba con la mirada a su hijo en los alrededores de la casa. Los gritos de vecinos y vecinas que se abrían paso para huir del infierno que los comenzaba a rodear se mezclaban con los ruidos de la expansión de las llamas. Las palabras de Licán se perdían en el bullicio.

A la misma altura de la ladera del cañadón donde había frenado Andrea, pero del otro lado del arroyo seco que atravesaba el barrio, estaba él. Andrea buscó entre la superposición sonora hasta que logró aislar la voz del joven.

—¡Má! ¡Estoy acá!¡Estoy subiendo!

Los músculos de los hombros se le relajaron, liberó la presión con la que apretaba sus dientes, respiró profundo y, al exhalar, los ruidos de la destrucción recobraron su protagonismo.

—¡Salí! Salí que después nos encontramos— gritó la madre al cerciorarse que su hijo estaba a pocos pasos de salir del barrio por el sendero que se dirige hasta la ruta 40.

Andrea giró y comenzó a subir por el camino de la ladera este del valle empinado por donde había descendido. En esa misma ladera, unos metros más abajo, estaba ubicada su vivienda. Pero ya era demasiado tarde. El fuego le pisaba los talones. Al darse vuelta nuevamente observó cómo la casa de su vecina Lorena, ubicada a 100 metros de la suya, desaparecía entre las llamas. La única opción que le quedaba era escapar por donde lo había hecho Licán.

La mujer logró caminar cuesta abajo hasta su vivienda, agarró la riñonera con sus documentos, se cargó la mochila al hombro y observó cómo Carpo, el perro blanco con manchas grises oscuras que acompañaba a la familia desde hacía 13 años, permanecía inmóvil. No respondía a sus gritos, que se perdían en el caos. Lo rodeó con una manta aguayo de lana de llama y lo tironeó con todas las fuerzas que le quedaban, pero moverlo fue imposible.

Carpo no se inmutaba. Estaba tieso pero su mirada, de alguna manera, transmitía tranquilidad. Con los ojos llenos de lágrimas Andrea se despidió de él y corrió por el cañadón hasta cruzar el puente de madera construido por las personas que habitaban el barrio boscoso para atravesar un arroyo sin caudal por la sequía del verano.

El corazón le latía fuerte, con más frecuencia que la normal, las piernas le temblaban, las gotas de transpiración le habían empapado la frente y humedecido la musculosa que llevaba puesta. Ya no recordaba la cantidad de veces que había ascendido y descendido por la ladera este del barrio desde que una amiga la llamó para advertirle que había un fuego cerca del barrio.

Tenía que hacer el último esfuerzo. Caminar 436 pasos por la ladera oeste, cerca de 150 metros en subida con un desnivel de 42 metros. Empezó a avanzar con la mayor velocidad que podía en ese camino empinado. Pocos metros delante de ella, un vecino escapaba del fuego por el mismo sendero. Andrea gritó con fuerzas, pero no emitía ningún sonido. O el humo absorbía sus palabras.

El aire a su alrededor se tornó negro, la visibilidad era nula. Pensó que no podría seguir. Una ráfaga inesperada despejó por un breve instante el humo que la rodeaba. Andrea continuó por la subida, aceleró su paso. El barrio estaba cercado de manera natural por una hilera de arbustos de moras que lo separaban de la ruta. Ahora, se habían transformado en una pared de fuego.

Se cubrió la cara con la mano izquierda, del hombro opuesto colgaba su mochila cargada con sahumerios de canela, aserrín, palo santo y de otras hierbas que juntaba de su jardín. Tenía la riñonera cruzada. Sentía que el fuego absorbía la parte lateral de su cuerpo, el calor la aspiraba. Atravesó las llamas, gritó hasta llegar a la calle. Un brigadista vestido de rojo se acercó.

Había llegado hasta la ruta. El fuego avanzaba también de frente.

—¡Licán! — gritó —¿No viste un chico alto más o menos por acá, flaco, con rastas? — preguntó al combatiente de incendios mientras indicaba la altura de su hijo con las manos.

—Está con nosotros en la camioneta— la tranquilizó el hombre.

—Me quemé —respondió la mujer al comenzar a sentir el dolor en su cuerpo.

Una catástrofe sin precedentes

La catástrofe socioambiental del 9 de marzo de 2021 en el noroeste de la provincia de Chubut, en la Patagonia argentina, no está aislada de la crisis climática que afecta al planeta. De acuerdo con la climatóloga e investigadora argentina Inés Camilloni en su análisis sobre el informe de los últimos 60 años del Servicio Nacional Meteorológico, en esta región se registran aumentos de temperaturas, disminución de precipitaciones y, en consecuencia, sequías que generan las condiciones propicias para la propagación de incendios.

El calentamiento global y los cambios en el uso del suelo potencian las posibilidades de temporadas de incendios forestales más extensas y peligrosas. Así lo advirtió Naciones Unidas en su Sexto Informe de Evaluación del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) publicado en 2020.

Durante el verano de 2021, dos episodios de incendios de gran magnitud ocurrieron en la Comarca Andina del Paralelo 42, conformada por un grupo de pueblos, ciudades y parajes rurales ubicados entre en el suroeste de la provincia de Río Negro y en el noroeste de la de Chubut. El primero comenzó el 24 de enero, tuvo su epicentro en la zona de Cuesta del Ternero, en las cercanías de la ciudad de El Bolsón, en Río Negro. Duró 42 días hasta que el 7 de marzo los brigadistas lograron controlarlo.

Apenas pasaron 48 horas desde que se logró extinguir el primero cuando se inició el segundo incendio de gran magnitud, alrededor de 15 kilómetros hacia el suroeste, del otro lado del límite provincial, en el noroeste de Chubut. Una columna de fuego de más de 20 metros se formó en la zona del paraje Las Golondrinas el 9 de marzo, a las cuatro de la tarde, y poco después -a tres kilómetros- empezó a arder la zona de Radal.

El fuego necesitó ocho horas para destruirlo todo antes que las lluvias lograran frenar la expansión del incendio, que arrasó con 13 mil hectáreas. En ese lapso, 620 familias de las localidades de Lago Puelo y El Hoyo, en Chubut, perdieron su casa mientras que 41 familias sufrieron daños parciales, según los datos oficiales. Más de 1.580 personas resultaron damnificadas, entre ellas al menos 25 mujeres -como Andrea Depetri- a cargo de niños y niñas, 98 adultos mayores y 27 personas con alguna discapacidad.

Según la explicación técnica de brigadistas del Servicio Nacional del Manejo del Fuego, cuando coexisten dos columnas de fuego de gran magnitud a pocos kilómetros de distancia, las mismas se atraen por la diferencia de presiones atmosféricas. La columna de mayor magnitud absorbe a la más pequeña.

Ese día, las fuertes ráfagas de viento en dirección sur aceleraron la tormenta de fuego que se cobró la vida de dos personas en poco tiempo. Una tercera persona falleció producto de las quemaduras días después. Las fuentes consultadas coinciden en señalar que se trató del incendio de interfase -así se denominan a los que se producen en zonas boscosas donde también hay viviendas- más destructivo que jamás hayan vivido en La Comarca Andina.

Si bien las áreas afectadas tienen diferentes situaciones habitacionales, un gran porcentaje de las personas damnificadas también trabajaban en esos espacios en emprendimientos productivos o turísticos. En el territorio arrasado coexistían casas residenciales, zonas de chacras productivas, emprendimientos de turismo y al menos tres barrios populares que no tenían regularizada su situación dominial, según detallaron desde el gobierno local de Lago Puelo.

Según el cálculo que surge del Informe final de Emergencia ígnea elaborado por la secretaría de Desarrollo Humano y Social de esa localidad, el 44% de las familias que sufrieron las consecuencias de los incendios allí habitaba en los asentamientos conocidos como la Ecoaldea, El Pinar y Bosques del Sur.

Territorio

El Pinar -donde vivía Andrea-, también conocido como Parcela 26, fue uno de los barrios populares más afectados por el incendio producido a finales del verano de 2021. Con el incendio ardieron los pinos Oregón, entre cuyas hileras se habían instalado los primeros vecinos veinte años atrás, y 175 familias se vieron afectadas.

Las especies exóticas que rodeaban este asentamiento popular fueron introducidas entre mediados de los años 70 y la década del 80 del siglo pasado, después del desmonte de especies nativas para la extracción de madera a partir de un contrato firmado entre la entonces Dirección General de Bosques y Parques de Chubut y empresas privadas.

La reforestación se realizó con especies exóticas de rápido crecimiento como pinos Oregón, ponderosa, radiata o murrayana, que permiten la obtención de madera en forma rápida. Mientras que el pino Oregón puede alcanzar un diámetro de tronco de más de 50 cm en 20 años, el alerce nativo alcanza 1 cm de espesor en 15 o 20. Asimismo, los coihues y cipreses que predominaban en la zona afectada tienen un crecimiento más lento.

“Cuando se toman decisiones en temas ambientales, hay que pensar responsablemente el tema forestal 30, 40 y hasta 50 años hacia adelante. Lo que hoy es una verdad revelada, mañana puede ser una catástrofe o un desastre. Eso podría ser una enseñanza de las consecuencias del reemplazo de bosque nativo por especies exóticas”, explica un experto que ocupó cargos directivos en la Dirección General de Bosques y Parques de la provincia de Chubut, que optó por reservar su identidad.

La introducción de estas especies provocó también un proceso de acidificación del suelo que afecta el desarrollo de otras plantas. Además, la fácil combustión de los pinares fue un factor clave en el desencadenamiento de la catástrofe, sumada a las temperaturas extremas sin precedentes en La Comarca Andina, los fuertes vientos, el bajo contenido de humedad en la vegetación producto de las sequías y un territorio repleto de ramas, troncos secos y podas realizadas fuera de temporada que componían un exceso de residuo forestal combustible en la zona.

La precariedad de tendidos eléctricos que se entrecruzan con árboles de más de 20 metros por falta de mantenimiento en las zonas de interfase urbano forestal, así como el crecimiento exponencial de la población con una urbanización acelerada y sin planificación, fueron también factores que aportaron al desencadenamiento del desastre ambiental y social que significaron los incendios forestales de marzo de 2021, según explicaron tanto desde el Servicio Nacional de Manejo del Fuego como desde Defensa Civil del Lago Puelo.

Por encontrarse en una zona roja para la construcción debido a la inclinación del terreno, a las 16 familias residentes en ese sector de El Pinar, la Municipalidad de Lago Puelo les propuso reubicarse. Solamente dos aceptaron. Una de ellas, Andrea y su hijo. Sin embargo, los tiempos que llevará esa relocalización y la desconfianza en la ejecución de la propuesta le representan miedos de que la misma no se concrete. Por eso, hasta que esa posibilidad se concrete, vecinos y vecinas de la feria regional de El Bolsón, donde ella trabaja, la invitaron a instalarse en el barrio popular Tierra y Dignidad, ubicado en la localidad de El Bolsón.

Calor y sequía

Uno de los efectos de la crisis climática en la región de la Patagonia argentina es la mayor recurrencia de sequías, lo que favorece la propagación de incendios forestales. De acuerdo a registros realizados por el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), entre los años 1961 y 2020 la temperatura en promedio aumentó en la zona de la Patagonia en 1ºC. También existe una tendencia a la disminución de precipitaciones en esta área.

En la Comarca Andina se registraron en marzo del 2021 temperaturas de hasta 4.2ºC más elevadas que la media máxima histórica correspondiente a ese mes. Después de un invierno con escasas lluvias y nevadas en la región cordillerana de la Patagonia, se prevén para el verano austral 2021/2022 precipitaciones inferiores a las normales.

Asimismo, el informe del Pronóstico Climático Trimestral correspondiente a diciembre 2021, enero y febrero 2022 del SMN indica que las temperaturas superiores correspondientes a la zona centro y norte de la Patagonia serán superiores a las normales. Estos pronósticos, que se condicen con los efectos del cambio climático en la región patagónica de los últimos 60 años, preocupan a brigadistas de cara a futuras temporadas de verano con preponderancia de sequías y alertas de incendios.

El trabajo es agotador”, cuenta Isabel Namor, una brigadista de 25 años. “Muchas veces te gana el fuego, pero no hay mayor satisfacción que cuando logramos detener o contener un incendio y se quema mucho menos de lo que podía llegar a quemarse”. Con 20 años ingresó al Servicio Nacional de Manejo del Fuego (SNMF) desde donde combate, junto a colegas de todo el país, incendios en diferentes puntos del territorio nacional. Su base es la brigada que está ubicada en el predio del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Golondrinas.

Isabel recuerda con nitidez lo que pasó en marzo de 2021: “Fue muy angustiante. Fue la primera vez que estuvimos en un incendio en el que se perdieron vidas, personas, casas. Nos daba mucha impotencia. Trabajamos de esto y por momentos sentíamos que no podíamos hacer nada”.

El 9 de marzo, Isabel estaba de guardia. Hacía más de 27 grados y el viento soplaba con rachas de hasta 90 kilómetros por hora. Cuando tomaron noticia del primer foco, acudieron con la brigada a intentar salvar las dos primeras casas que comenzaban a desaparecer entre las llamas. Pero en pocos minutos, las condiciones meteorológicas extremas y un verano de sequías provocaron que la expansión fuera inevitable. El objetivo de todas las brigadas pasó a ser de inmediato la evacuación. La propia casa de un compañero brigadista se quemó mientras asistía a otras personas.

Los brigadistas combatían dos incendios de interfase al mismo tiempo. El que avanzaba en dirección al Maitén desde la reactivación del foco en Cuesta del Ternero y el que había comenzado el mismo 9 de marzo en Cholila.

Por lo que analizamos, vamos a tener una temporada muy complicada ya que hay muy poca agua en la zona”, adelantó la brigadista en relación al verano 2021/2022. Según el Servicio Nacional de Manejo del Fuego, el 95% de los incendios se dan por causas antrópicas, es decir por acción humana.

Cicatrices

A pesar del calor atípico de principios de noviembre, Andrea cubre su cuerpo con una camisa de mangas largas, usa una capelina y si camina bajo el sol agrega una chalina para resguardarse. Pasaron 247 días desde el incendio y, de vez en cuando, aún le brotan ampollas en el brazo quemado.

Con 43 años es alta y flaca, y tiene el pelo negro corto, lacio y grueso. Cuando se lo recoge, aparecen en su perfil izquierdo las marcas que el fuego le dejó, desde el cuello hasta la frente. Cubren parte de su pómulo izquierdo, su oreja izquierda y una línea que se extiende por su mentón hasta la mitad de la cara. Hay otras marcas que el fuego dejó que nacen desde su cadera izquierda y frenan a la altura del pecho, para luego retomar desde la base de su cuello. La parte externa de su brazo izquierdo también está quemada hasta la mitad de la mano.

Andrea recorre el sendero que tantas veces hizo aquel 9 de marzo, conoce cada parte del camino. Es la tercera vez que visita el territorio donde alguna vez estuvo su casa y se alegra por los brotes que renacieron de las cenizas. Hay mentas, melissa, romero, un ciruelo y un sauco. Mientras recoge los plantines de una menta híbrida con albahaca, recuerda los frutos que el ciruelo le ofreció durante once años.

La mujer que sobrevivió al fuego se dedicaba a la artesanía y gran parte de la gente del barrio trabajaba en la feria artesanal de El Bolsón. Allí le espera el espacio donde solía armar su puesto. Sin embargo, todavía no sabe cuándo regresará.


Esta historia forma parte de “Territorios y Resistencias” la investigación federal y colaborativa de Chicas Poderosas Argentina, que fue realizada entre octubre y diciembre del año 2021, con el apoyo de la Embajada de Estados Unidos en Argentina, por un equipo de más de 35 mujeres y personas LGBTTQI+ de todo el país de forma colaborativa. 

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¡Alerta! Fuego (también) en Misiones

Si creíamos que había sido suficiente con las 11 provincias incendiadas en este año, ahora hay que sumarle Misiones, uno de los lugares en donde más difíciles es pensar que el fuego empezó solo. Este año fue uno de los más secos y calurosos, por lo tanto, la sequía está presente en varias locaciones de nuestro país, pero eso no nos hace creer que el fuego no sea intencional.

Áreas que fueron focos de incendio en la provincia de Misiones.


Esta provincia del norte de Argentina tiene más de 50 focos de incendio y lleva más de 500 hectáreas quemadas. Se informó que comenzó en la Reserva de la biósfera Yaboty, un área natural que está protegida y en la que hay otras áreas naturales también protegidas como el Parque Nacionales Esmeralda, Moconá y la Reserva Natural Guaraní, entre otras. Son alrededor de 253 000 hectáreas, donde se alberga el 15% de lo que se conoce como Selva Misionera.

Pero, como siempre, sin cuidado y sin leyes que penalicen a las personas que crean estos incendios, el fuego se extendió y empezó a llegar a diferentes partes de Misiones. La provincia es una de las cuales más difícilmente podrían sufrir un incendio por su alto nivel de humedad, pero no ayudó la poca frecuencia de lluvias que tuvimos este año. Esto no quita que el fuego no haya sido creado por alguna persona.

La Selva Misionera es uno de los lugares más amenazados a nivel mundial. Por las grandes deforestaciones sufridas, el suelo se transformó en tierra para el cultivo de té y yerba mate y para ganadería. Debido a estos destrozos, se generan grandes inundaciones que no pueden ser absorbidas por un suelo donde falta vegetación. Parece que se repite la historia, ¿no? Actualmente, esta selva ocupa el 35% del territorio de Misiones, cuando a mediados del siglo XIX cubría la totalidad de la provincia. Recordemos que estas biodiversidades son la cuna de un montón de especies de flora y fauna, entre ellas, las que están en peligro de extinción.

Aunque Misiones cuenta con tres leyes que protegen y controlan las áreas naturales como la ley de áreas naturales Nº 2932/94, la ley de bosques Nº 854 y la ley de bosques protegidos Nº 3426, parecen no terminar de hacerse valer e impedir de alguna forma, aunque sea a través de penalización monetaria, que las personas provoquen estos fuegos. Además de todas esas leyes, se sancionó una ley provincial XVI- Nº 105 donde categorizan al bosque nativo para su conservación y protección. Este mismo año, se emitió la resolución Nº 293 que prohíbe toda quema en la provincia, salvo que haya autorización.

Se estima que en Misiones quedan un millón de hectáreas de bosque nativo. Pero que estas grandes porciones de tierras están en manos de empresas como Papel Misionero (Arcor), Arauco Argentina. Pero supuestamente estas compañías no pueden deforestar ni un árbol sin la autorización del Ministerio de Ecología, a cargo por Mario Vialey.

Ambientalistas y organizaciones están trabajando en un proyecto de ley que podría funcionar con el fin del fuego en la provincia. Su crítica está en la resolución Nº 293 por no ser eficiente, ya que al fin de la cuenta, terminan permitiendo la existencia de la posibilidad del uso del fuego. Reclaman la falta de un sistema de bombeo y mangueras en las zonas de parques nacionales y arroyos, como una ayuda a este problema. De igual forma, exigen a los intendentes a que se responsabilicen y se eduquen en el plan del manejo del fuego.

¿Quiénes viven en estos lugares?

Son varias las comunidades que viven en estas hectáreas, entre ellos, en la Reserva de la biósfera Yaboty vive la comunidad Mbya Guaraní y en Santa Ana, uno de los municipios de Misiones, los Ka’a Kupe, entre otras comunidades. Elles permanecen a solo unos pocos kilómetros del fuego, pero las municipalidades no muestran compasión ni un poco de ayuda.

Pocos días atrás de los 50 focos de fuego, la comunidad Ka’a Kupe sufrió ataques de talas de árboles nativos en su territorio. En los meses de septiembre y octubre, en la Reserva Biósfera de Yabotí habían maquinas desmontando, hasta en las áreas que le pertenecen a la comunidad Mbya. Estas personas sufren y atentan contra sus derechos constantemente.

A principios de 2020, la ONG Greenpeace se mostró a favor de la denuncia de los Ka´a Kupe en la denuncia a la empresa CARBA S.A que habían estado autorizados por el Ministerio de Ecología y Recursos Naturales Renovables en deforestar la zona de Campo Grande, Misiones. Las comunidades acusan al gobierno del ausentismo frente al fuego que perjudicó la fauna y flora.

«Por ahora no tenemos ninguna respuesta del gobierno provincial y el fuego, el incendio sigue avanzando, sigue viniendo hacia la comunidad. Estamos preocupadísimos. Es muy triste para nosotros porque no solamente nos afecta a nosotros sino a los animales, las plantas y eso nos duele mucho».

Cacique Sabino Benítez.
Une de les habitantes de la comunidad al lado de un árbol legendario talado.


Por su parte, el gobierno nacional publicó en el mes de octubre el objetivo de aumentar la producción de cereales y oleaginosas modificadas genéticamente, buscando llegar para antes del 2030 a cosechar 200 millones de toneladas. Lo que llevaría a que se deforeste muchísimo más y se creen monocultivos de alimentos (no naturales ni saludables) en zonas que nada tienen que ver. Esto hace priorizar el dinero en los bolsillos de unos pocos y aumentar las problemáticas en el ambiente y en la salud de les habitantes.

El daño ambiental es irreversible. Hay personas que sigue aportando su granito de arena, como les vecines y les bomberes voluntaries que en todas las provincias les vimos más presentes que el mismo Estado. Sin embargo, quienes producen estos ecocidios no les importa lo que pensemos o hagamos nosotres, por lo tanto, no es momento de quedarnos callades o en el lamento, es hora de actuar.


Fuentes:


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El plan del manejo del fuego que hace aguas

Los focos de incendios pasaron, llovió, volvió un poco de humedad a la provincia de Córdoba y les habitantes serranos ya pueden estar en pazHasta que el ciclo vuelva a empezar: el incendio enorme que se extiende por todas las sierras, el miedo en las redes, las donaciones de la capital a los pueblos incendiados, el reclamo por el sueldo de los bomberos, la desesperación, el pedido por la lluvia, la lluvia y la calma. 

¿Dónde hacemos el corte? ¿Cuándo se acaba este ciclo? ¿Hace cuánto venimos soportando la destrucción de nuestro bosque nativo, nuestra salud y economía? ¿Quiénes son les responsables de estos actos tan aberrantes? ¿Qué podemos hacer nosotres?

HACE CUÁNTO PASAN

Unas de las explicaciones que se les dan a los masivos incendios de Córdoba son las condiciones climáticas de la provincia. Se habla de que este año fue el más seco en cuanto a precipitaciones de los últimos 65 años. 

Es una realidad empírica el hecho de que las zonas áridas de la provincia son las que se incendian. Sin embargo, estos incendios no sucederían si la mano del hombre no hubiera intervenido nunca pues «la práctica de quema de campos con fines ganaderos es históricamente la práctica de uso del fuego más antigua en Córdoba, que data desde “la Conquista” hasta fines siglo XIX.  (Se hace) uso del fuego para “limpiar” los campos, favoreciendo un incremento del proceso de erosión y especies pirófilas como la palma» (Kopta, 2005). 

UN PLAN DUDOSO

Las magnitudes de los incendios son de antaño; por ejemplo, en 1988 se quemaron unas 300 000 hectáreas. Podemos afirmar que para ese año la preocupación por los incendios era nula pues no existían políticas relacionadas con el control y la prevención del fuego. Recién en 1999 se crea la ley 8571 titulada ley para el manejo del fuego.

Esta buscaba prevenir y luchar contra los incendios. Esta ley reconoce el carácter intencional de los incendios. En su artículo 4, dicta:

«Queda prohibido el uso del fuego en el ámbito rural y/o forestal, salvo en aquellos casos en que se cuente con autorización emanada de la Autoridad de Aplicación, según artículo 3, inciso d, y en las condiciones que se establecen en la presente Ley y su reglamentación. El uso del fuego en violación a esta norma dará lugar a las sanciones previstas en el Art. 19». 

Más tarde, en 2003, se sanciona la ley provincial 9147 que modifica la antes mencionada, agregando la creación de un «Fondo del fuego»: un impuesto que se empieza a cobrar desde 2004 hasta 2017 a través de las facturas de la luz (EPEC), el cual permitió la creación de un importante presupuesto para los bomberos voluntarios y todos los recursos necesarios para el combate del fuego. 

Sin embargo, es importante señalar que el uso del fuego para el desmonte está contemplado por la ley con la condición de que, previo a la quema del campo, la Agencia de Córdoba Ambiente pueda evaluar las condiciones y consecuencias que el incendio pudiera provocar. Esto está dictaminado por la ley de bosques nativos (ley provincial 9219). 

Por otro lado, la ley 26.815 en su artículo 22 titulado «Recomposición y reparación» establece que: «El responsable del daño ambiental que produzca un incendio tendrá la obligación de recomponer y adoptar las medidas de reparación que, en cada caso, resulten necesarias para la recuperación de las áreas incendiadas en los términos de los artículos 27 y 28 de la ley 25.675, ley general del ambiente».

Entonces, ¿quiénes son les responsables? ¿Se hicieron cargo de sus daños al ambiente? Hay muy poca información en cuanto a estas preguntas. Lo que sí sabemos es que el fuego es el método más barato y fácil para deforestar. Es por eso que en aquellos campos que se quemaron en décadas anteriores ahora hay mares de soja, números inconmensurables de cabezas de ganado y vaya a saber cuántas edificaciones.

¿ES CULTURAL?

La intervención cultural del plan de manejo del fuego fue una constante durante años en la provincia de Córdoba. Incluso hubo publicidades y una miniserie que tuvo como protagonista a «Bombi», un zorro bombero que buscaba concientizar a les niñes en las escuelas. Se insiste desde el gobierno en una educación basada en el cuidado del ambiente, promoviendo el 18 de agosto como Día para la Concientización sobre los Incendios Forestales. Se comunican las consecuencias de los incendios y cómo prevenirlos, a dónde acudir en caso de ver un incendio, se pone énfasis en no hacer fogones en el campo y en no tirar basura riesgosa (como vidrios o colillas de cigarrillo). 

Se sabe que el ser humano es el principal culpable de los incendios. Se insiste en la accidentalidad pero este año, en el que no se puede ir a las sierras por turismo, no cabe posibilidad alguna de que un asado mal apagado incendiara todas las sierras. Entonces, ¿qué pasó este 2020?

LO QUE FUE DE ESTE AÑO

El primer registro de los incendios de este año es del 9 de agosto. Desde ese día hasta el 20 de octubre se estima que el fuego arrasó con 300 000 hectáreas. Tantas como en 1988. 

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El fuego arrasó en localidades de Valle de Punilla, Sierras Chicas, Isichilín, Colón, Río Cuarto, Cruz del Eje, San Javier y Río Seco. Las zonas de siempre. Pero hay una que llama mucho la atención por su locación: las cercanías de la ruta Córdoba-Carlos Paz. 

En todo este contexto, poco se sabía del gobernador Schiaretti, quien recién el 22 de septiembre compartió un hilo de Twitter pidiendo la colaboración a les habitantes de los pueblos afectados. 

Mientras tanto, la sociedad se movilizaba por cuenta propia: marchas, donaciones, denuncias en las redes, recolección de firmas y hasta una denuncia al gobernador por parte de la Fundación para la Defensa del Ambiente. 

Responsables

Poco registro histórico hay sobre las zonas afectadas por los incendios, los culpables, las estadísticas o el trabajo de recuperación de los suelos. Este año fue el más devastador después de 2009 y es necesario que las formas en que se previenen los incendios tengan un foco real. ¿Son les niñes quienes incendian? ¿Este año fue algún irresponsable que no apagó sus brasas?

Este año el culpable es otro, muchos otros que lucran a costa del bosque nativo. ¿Hasta cuándo vamos a permitir la impunidad de los verdaderos culpables que se amparan bajo los huecos de la ley? ¿Cuándo tendremos un gobierno que se interese realmente en dar solución a esta problemática y que no haga aguas con su discurso?


Fuentes:

  • Kopta, F. (2005), Manejo rural sin fuego, Córdoba, Argentina.
  • Argentina Gob: x, x

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Un plan de políticas ambientales con sabor a poco

Incluye la ley de educación ambiental, el fomento de la agroecología y la erradicación de basurales a cielo abierto. ¿Por qué estas medidas resultan insuficientes?

El lunes 21 de septiembre en Olivos, junto al ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Juan Cabandié, y al jefe de Gabinete de Ministros, Santiago Cafiero, Alberto Fernández presentó el Plan de Políticas Ambientales. El presidente planteó la necesidad de un «cambio de cultura» para «amigarnos con la naturaleza». Este paquete está conformado por el Plan Casa Común, el Plan Federal de Erradicación de Basurales a Cielo Abierto, el Proyecto de Ley de Educación Ambiental y el Programa Nacional de Prevención de Incendios y Manejo del Fuego. Las medidas en cuestión tienen como objetivo «construir un modelo sostenible, de consumo responsable y de cuidado del medio ambiente a nivel nacional».

La ley de educación ambiental, un proyecto que deberá ser aprobado en el Congreso, consistiría en integrar la perspectiva ambiental a todos los niveles de educación formal e informal, algo que ya contempla la ley nacional de educación (art. 89). Se busca promover la sostenibilidad como proyecto educativo, impulsar procesos de construcción de ciudadanía ambiental y fomentar un nuevo paradigma acerca del ser humano, la vida, la sociedad y la relación con la naturaleza.

«Necesitamos una ley de educación ambiental para poner en la cabeza de cada uno de nuestros niños y adolescentes por qué tiene sentido esta pelea», expresó el presidente de la Nación. Propuso también instaurar el «juramento al medio ambiente» por parte de alumnos y alumnas, con el fin de concientizar sobre esta problemática y promover el compromiso. Y aseguró que «son los jóvenes los que tienen que ponerse al frente de la demanda por el cuidado del medio ambiente porque eso nos va a permitir tener un mejor mundo», explicando que elles «son los dueños del futuro».

Con estas palabras, Fernández contribuye a la romantización del activismo juvenil. La responsabilidad ambiental y la mitigación del cambio climático no pueden quedar exclusivamente en manos de les jóvenes. Esto no es un problema futuro, las consecuencias las estamos sintiendo hoy y empeoran cada día. Lo cierto es que esta ley debería tener un público más amplio, como les funcionaries públiques, que son quienes toman las decisiones políticas, económicas y culturales que impactan en nuestro país hoy. Que cuenten con esta formación es fundamental para que las medidas que rigen a les argentines sean tomadas con conciencia ambiental.

El presidente continuó haciendo hincapié en la importancia de reducir el uso de combustibles fósiles para mitigar la contaminación y «aprovechar más las energías renovables». Comentario curioso, por decir lo menos, ya que no se comunicaron proyectos ni planes con esos objetivos. Tan solo el año pasado, el sector ganadero, agricultor y silvicultor fue responsable del 37% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero (GEI) de Argentina, mientras que el sector de energía (quema de combustible, transporte e industria manufacturera y de la construcción) concentró el 53%. Siguiendo estos números, entendemos que las grandes empresas también deberían estar obligadas a educarse en ambiente, ya que son ellas las principales responsables de los mayores porcentajes de GEI, de la contaminación del agua y de la contaminación del aire. 

Inventario de GEI de la República Argentina, correspondientes al Tercer BUR elaborado en 2018-2019.

Por otra parte, se anunció el Plan Federal de Erradicación de Basurales a Cielo Abierto. Además del cierre de estos lugares, el plan incluye la construcción de Complejos Socioambientales para el tratamiento diferenciado y eficiente de los residuos y la adquisición de equipamiento y productos básicos para protección de recicladoras y recicladores urbanos. Desde el gobierno afirman que la falta de control de operación y las escasas o nulas medidas de protección implican que estos sitios constituyan uno de los riesgos ambientales y sanitarios más urgentes de nuestro país. Un dato importante es que en la Argentina existen 5000 basurales a cielo abierto y solo hay 2500 municipios. 

Otra de las medidas que se informaron en Olivos fue el traspaso del Programa Nacional de Prevención de Incendios y Manejo del Fuego al Ministerio de Ambiente, que contará con una inversión inicial de 45.5 millones de pesos para la contratación de equipamiento para la Red de Faros de Conservación y pondrá énfasis en la preservación de los bienes naturales del país. El Ministro de Ambiente también se refirió a los incendios que hoy sufren distintas provincias. Al respecto, declaró que son el ejemplo más nítido del cambio climático por las «altas temperaturas y sequías prolongadas».

De esta manera, el funcionario atribuyó las quemas intencionales de los humedales y otros ecosistemas al cambio climático. Contrario a los casos de Australia y California, los incendios de la Argentina tienen relación directa con los intereses de los sectores agropecuarios, ganaderos e inmobiliarios. La sequía prolongada y el aumento del calor no fueron los causantes de miles de focos de incendios que arrasaron con cientos de miles de hectáreas.

«Muchas veces como uso y costumbre ciertos sectores productivos tendieron a quemar pastizales», afirmó Cabandié, para luego llamar a la acción a la Justicia ya que «hace 6 meses que hay fuegos continuos y todavía no apresó a un responsable». Pese a esto, no se pronunció palabra sobre la urgente necesidad de una ley de humedales. Por su parte, Alberto Fernández calificó como «pícaros» a los terratenientes que perpetúan estas prácticas.

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Por último, Cabandié presentó el Plan Casa Común. Este se orienta a la transformación social y la reactivación económica a través de asistencia técnica y financiera a gobiernos locales y organizaciones comunitarias para la realización de proyectos ambientales con impacto social y la generación y preservación de reservas naturales urbanas, viveros y áreas verdes. 

«Vamos a terminar de consumir nuestra casa común en perjuicio de los que nos sucedan y no tenemos ningún derecho a hacer semejante cosa».

El presidente Alberto Fernández, apuntó que esto sucederá en caso de no atender la temática ambiental.

Sin embargo, pese a todas estas nuevas medidas, los anuncios resultan insuficientes. La urgencia ecológica es demasiado grave y grande como para realizar planes poco ambiciosos. Desde Greenpeace consideraron que «son pasos necesarios pero insuficientes ante la emergencia sanitaria, climática y de biodiversidad que vivimos. Es urgente que se catalogue como delito penal a los incendios y desmontes de bosques y de humedales y que se obligue a los responsables a su restauración». El compromiso del gobierno nacional para con el cuidado y respeto del ambiente no puede ser parcial. Es necesario que el resto de las políticas nacionales y locales estén en concordancia con este Plan. 

Esto también significa quitar el subsidio a los proyectos mineros y de combustibles fósiles que contaminan y llevan nuestros ecosistemas al extremo, rechazar el acuerdo bilateral con China para la instalación de megagranjas, fomentar la aprobación de la ley de humedales y aplicar sanciones más efectivas para evitar los desmontes y así cumplir con la ley de bosques.

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El Presupuesto 2021, presentado el 22 de septiembre (un día después de los anuncios en Olivos), muestra cómo el compromiso de lucha contra el cambio climático del gobierno es una mera formalidad: los fondos asignados por el propio presupuesto para la Ecología y Medio Ambiente totalizan $23.521 millones, un 0,3% del total, mientras que para Energía, Combustibles y Minería alcanzan un 8%, con $681.925 millones.

Es necesario que el gobierno de Alberto Fernández deje en claro cuáles son sus intenciones en cuanto a tomar o no la responsabilidad por el cambio climático y sus efectos. Y, si deciden apostar por el ambiente, deben hacerlo con políticas nacionales de alto impacto, que solucionen los problemas inmediatos causados por la humanidad. Es hora de decidir de qué lado de la historia nos vamos a parar como país: ser quienes se quedaron sentades mientras causábamos la extinción de nuestra especie y de la naturaleza o aquelles que impulsaron soluciones y lucharon por un mundo en equilibrio.


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Lucro que arde: la urgencia de una Argentina en llamas

Desde hace seis meses el país se prende fuego. El Servicio Nacional de Manejo del Fuego confirmó que son siete las provincias afectadas y, en total, hay 21 focos activos de incendio. Lo lamentable es que esto no sucede solamente en Argentina: el fuego avanza por toda América Latina.

Se sabe que la pandemia no produjo una disminución en los bolsillos de las personas que manejan el negocio de la deforestación, la ganadería y el sector inmobiliario. El foco de los incendios se registra en áreas libres de monocultivos y cría de ganados. ¿Es una casualidad o una suerte?

Se registraron 90 mil hectáreas del delta del Paraná arrasadas. También están afectadas 700 mil hectáreas en Corrientes, 40 mil en Formosa, otras 40 mil en Córdoba y otros cientos de miles en Salta, Chaco, Corrientes y Buenos Aires. Pero estos datos van a quedar desactualizados en tan solo horas.  

En el caso de Córdoba, hay lugares donde el fuego fue controlado pero en San Marcos Sierra les habitantes se coordinaron para hacer guardias durante la noche para el control de las cenizas, para que estas no vuelvan a activarse. Mientras, les bomberes siguen controlando los lugares donde el fuego no cesa. La desventaja es que el viento no coopera pero la comunidad está trabajando en conjunto para ayudar a les ciudadanes cuyas casas fueron destruidas —que, afortunadamente, no fueron tantas—.

Lo curioso es que el gobierno de Córdoba y otros sectores privados tienen intenciones monetarias en las zonas incendiadas. Por ejemplo, en las tierras de Villa Allende, hay intereses inmobiliarios para la construcción de nuevos countries. En Ischillin, es inmenso el crecimiento del desarrollo sojero. En el barrio del Pan de Azúcar «Cosquín» hay un proyecto de creación de una futura autovía. En tan solo dos meses, se perdieron 42 mil hectáreas de monte y el gobierno no está accionando de la forma adecuada. Hoy, esta provincia conserva solamente el 3,5% de los bosques originales por el avance de la deforestación.

«Los pájaros huyen del humo, tienen miedo igual que nosotros, los humanos. Las personas afectadas han sido evacuadas todas a tiempo, seguramente sus casas se podrán reconstruir y todo lo que se pueda comprar con dinero, será repuesto, como dicen los gobernantes. Lo que no se puede reconstruir es la vida de la flora y la fauna del lugar. Décadas le llevará a la Madre Tierra hacer nacer de nuevo el monte y el bosque nativo».

Silvia Ceccone, habitante de San Marcos Sierra.

En total, son 175 mil las hectáreas que fueron quemadas en la última semana, lo que equivale a 8 veces la Capital Federal. En tan solo 10 años, el país perdió 2.7 millones de hectáreas de bosques nativos a causa de la deforestación.

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El ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación, Juan Cabandié, se mostró muy involucrado en este tema. Mantuvo una reunión por videollamada con el gobernador de Chaco, Jorge Capitanich, donde dialogaron sobre la ley de bosques Nº 26.331, ya reglamentada en el año 2009. En este encuentro compartieron la necesidad de modificar una ley que nunca implementaron.

Un informe de Greenpeace confirma que Chaco es la provincia con más desmontes en toda la Argentina. En solo 4 años perdió 130.000 hectáreas. Cabe recalcar que Jorge Capitanich presentó en enero de este año un plan para el aumento de la ganadería, lo que se traduce en más áreas deforestadas.

La ley de bosques establece en su artículo 3 una regulación en la expansión de la frontera agropecuaria y de cualquier otro cambio de uso del suelo. Y según la ley Nº 26.815 de manejo de fuego, promulgada en el año 2013, está prohibido el cambio del uso del suelo cuando se ha incendiado un bosque nativo. Pero ¿será otra vez que las manos de los grandes empresarios modifican estas regulaciones a su favor, ya que el poder judicial no controla su correcto cumplimiento?

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En agosto de 2019, un estudio del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) estimó que en el Amazonas se perjudicaron 2.5 millones de hectáreas por el fuego solamente en ese mes. Este año, en la Amazonia de Brasil se superó en un 45% el promedio en comparación con los últimos 10 años. El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, y el vicepresidente, Hamilton Mourao, restaron importancia a esta pronta urgencia, sabiendo que actualmente se registran más de 24 633 focos de incendio.

Imágenes capturadas desde la plataforma de la Nasa el día 26 de agosto de 2020.

Un informe de WWF y Boston Consulting Group (BCG) reveló que los seres humanos son los principales responsables del 75% de los incendios forestales. La NASA, a través de imágenes satelitales, tiene un registro de las áreas afectadas por incendio a tiempo casi real, con una diferencia de 3 horas.

Para acabar con todo este ecocidio es necesario que el Estado sancione la ley de humedales y también una moratoria que prohíba las actividades en los humedales hasta que la ley entre en vigencia. Al Poder Ejecutivo, exigir que empiece a hacer trabajar las leyes ya implementadas en materia ambiental y a la Justicia, que se haga cargo de las personas vinculadas con estos incendios.  

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Es importante recalcar el trabajo de les ciudadanes y ambientalistas por la inmensa difusión de información y los reclamos. También, el trabajo de les bomberes y voluntaries que se comprometieron para extinguir el fuego. Les ambientalistas presentaron un pedido ante el Relator Especial sobre los Derechos Humanos y el Medio Ambiente de las Naciones Unidas por la preocupación que generan los incendios que afectan a Argentina.

Nosotres, como sociedad, necesitamos actuar y tener una participación activa en estos asuntos. Porque el futuro y el cambio climático llegó hace años. Los pueblos indígenas, la biodiversidad, las plantas y los animales están en riesgo. Exijamos el respeto y la atención que las personas nativas están reclamando, consumamos menos productos que hagan daño a la naturaleza y sigamos presentes en la necesidad de un cambio que atraviese a esta sociedad en la materia socioambiental.

Si querés aportar con una donación, podés contactarte con estas cuentas: Veterinarios contra el fuego, Multisectorial Humedales, Santuario Equidad, IPAD, Sala Derecho Animal Córdoba y Grupo Fauna UCC.


Fuentes:

Imágenes de portada y del artículo: Tatiana Fernández Santos


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El Amazonas: punto de no retorno

La selva amazónica es una de las más importantes del mundo. Abarca 9 países y cubre aproximadamente el 40% del territorio sudamericano. Muchos han catalogado a la cuenca amazónica como «los pulmones del planeta» debido al importante papel que cumple a nivel mundial en el ciclo del carbono: hasta la década de los 90, absorbía hasta 2000 millones de toneladas de CO2. Además, se estima que es hogar de un cuarto de todas las especies del mundo y de 400 pueblos indígenas.

Hoy, este ecosistema tan importante para el equilibrio natural del planeta se encuentra amenazado. Desde el año pasado los focos de incendio arden en la selva: en julio de 2020 fueron 28% más extensos que en julio del año anterior. Expertos concuerdan en que el cambio climático ha agravado la situación, haciendo que el ecosistema sea menos húmedo y las temperaturas aumenten.

A su vez, esto afecta el ciclo de agua y lluvias que funciona en el Amazonas desde hace 55 millones de años. Es importante subrayar que cuando una zona ha sufrido a manos del fuego, es más propensa a volver a incendiarse. La muerte de los árboles de la selva afecta al sotobosque, haciéndolo más seco y sumando hojas y ramas como combustible para futuros incendios

La responsabilidad humana

Los incendios naturales en esta zona son poco comunes; lo preocupante son los megaincendios, iniciados por la deforestación y la acción del cambio climático. Ambas de origen humano. Los más de 15 000 focos de incendio que arden desde julio tienen responsables muy claros: los sectores agricultor y ganadero.

Las quemas intencionales tienen como objetivo preparar el terreno para la explotación de ganado y para monocultivos como la soja o el aceite de palma. En su ambición ciega, las empresas responsables de esto dañan a nuestro planeta al aniquilar ecosistemas enteros y acelerar así la crisis climática. Sin mencionar las toneladas de CO2 y otros gases de efecto invernadero liberados a la atmósfera al realizar estas prácticas. Se disfraza la destrucción como desarrollo económico inclusivo.

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Al eliminar o sustituir ecosistemas complejos con monocultivos se pierde diversidad. Pero ¿qué perdemos cuando perdemos diversidad? Específicamente en la selva amazónica, el ecosistema equilibrado regula el clima y la calidad del aire, su ciclo de lluvias recicla el agua y recarga acuíferos, la densidad de flora contribuye a la captación de dióxido de carbono y actúa como barrera contra el efecto erosivo del agua y como fuente de recursos naturales. La pérdida de biodiversidad causa un efecto dominó que se extiende por los ecosistemas del mundo y afecta al planeta en su conjunto. Todo esto se traduce en un entorno que ya no puede adaptarse a las alteraciones ni a los cambios introducidos por las personas. Un sistema así de frágil no puede mantener el equilibrio climático y ecológico.

Una investigación publicada en la revista Science Advances estudió el posible futuro de la selva:

«Nuestros resultados indican que los cambios climáticos proyectados duplicarán el área quemada por incendios forestales, afectando hasta el 16% de los bosques de la región para 2050. Aunque estos incendios podrían emitir hasta 17.0 Pg equivalente de CO2 a la atmósfera, evitar una nueva deforestación podría reducir el total las emisiones netas de incendios a la mitad y ayudan a evitar que los incendios se escapen a áreas protegidas y tierras indígenas. Los esfuerzos enérgicos para eliminar las fuentes de ignición y suprimir los incendios forestales serán fundamentales para conservar los bosques del sur del Amazonas».

Game over

La pérdida de ecosistemas, la deforestación descontrolada y la acción humana irresponsable están acercando al planeta a un punto de no retorno. El denominador común parece ser la falta de supervisión desde los gobiernos de cada país. La reducción de presupuestos para el cuidado del amazonas, en Brasil; el acaparamiento de tierras y la tala indiscriminada que se dieron como consecuencia del acuerdo de paz entre el gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que eliminaron su control sobre zonas que antes protegían; y la inestabilidad política en Perú y Ecuador han reducido la capacidad de evitar estas actividades ilegales

Según otro informe publicado en la revista Science Advances: «La única salida sensata es lanzar un gran proyecto de reforestación, especialmente en el sur y el este del Amazonas, acciones que podrían ser parte de la puesta en práctica de los compromisos que Brasil tomó bajo el Acuerdo de París». Sus autores afirman que cualquier incremento adicional de la deforestación debe ir acompañado de tres veces más reforestación, con detalles adaptados a los niveles nacionales.

El informe llama a la acción a les ciudadanes y a les líderes de Sudamérica, para que cambiemos la manera en la que vemos el ecosistema amazónico por una visión que proteja su infraestructura natural y que deje de lado las prácticas económicas insostenibles, como la ganadería intensiva y los monocultivos.

«Si superamos este punto de no retorno, más del 60% de los bosques amazónicos se convertirían en una sabana seca tropical. Lo que quedara de selva se limitaría a la porción occidental de la cuenca del Amazonas, a los pies de Los Andes. El sur, este y nordeste de la selva amazónica podrían desaparecer».

Carlos Nobre, investigador del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de São Paulo (Brasil), para El País.

Aunque el panorama actual puede ser desalentador, existen algunas razones por las cuales podemos mantenernos optimistas. La región de la selva amazónica ha aumentado sus zonas protegidas, transformándolas en parques nacionales y reservas indígenas. También, los márgenes legales para la protección de la cuenca han sido reforzados y mejorados. Y, tal vez lo más significativo, las organizaciones sociales, civiles y gubernamentales a lo largo del mundo han tomado conciencia de la importancia del Amazonas para el planeta y muchas de ellas, junto con movimientos indígenas, han aceptar la responsabilidad que tenemos para con el planeta.

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Es importante reclamar como ciudadanes mayor transparencia en los datos sobre ambiente y prácticas ganaderas a los gobiernos de turno, exigir que se respeten las leyes establecidas para el cuidado de los ecosistemas naturales e impulsar iniciativas que actualicen dichas leyes. La sociedad está más activa que nunca en temas de cuidado y respeto de la naturaleza. Si seguimos por este camino de iniciativa popular tal vez no sea demasiado tarde para poner un alto a las actividades ilegales y a la apatía que dañan al planeta Tierra


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El planeta en llamas

La humanidad ha superado un nuevo récord: temperaturas de 38° C en el Círculo Polar Ártico. Esto se registró el 20 de junio en la ciudad rusa de Verkhoyansk, en Siberia, que sufre una prolongada ola de calor y el aumento de la actividad de incendios forestales. La Organización Mundial Meteorológica (OMM), que investigó esta elevación inusual, asegura que el Ártico se está calentando al doble de velocidad que el promedio mundial. Lo ocurrido se da luego de un mes de mayo con temperaturas 10 grados por encima del promedio.

Este último informe de una temperatura ártica más cercana a la de los trópicos llega luego de que la base de investigación argentina Esperanza, apostada en el extremo norte de la península antártica, estableciera un nuevo récord de 18,4°C el 6 de febrero. Esto resulta alarmante si tenemos en cuenta que los valores normales en la Antártica van de los -60°C en invierno a los -20°C en verano.

Un estudio publicado por la revista Nature explica que: «El océano en el Pacífico tropical occidental comenzó a calentarse rápidamente al mismo tiempo que el polo sur». Sus autores aseguran: «Descubrimos que casi el 20% de las variaciones de temperatura de un año a otro en el polo sur estaban relacionadas con las temperaturas oceánicas en el Pacífico tropical y varios de los años más cálidos en el polo sur en las últimas dos décadas ocurrieron cuando el océano Pacífico occidental también era inusualmente cálido».

Sistemas de baja presión más fuertes y un clima tormentoso en la Península Antártica han fomentado el calentamiento de esta zona, ya que facilitan el transporte de aire cálido y húmedo hacia allí. 

Si bien es cierto que las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) cayeron drásticamente durante el aislamiento obligado por el SARS-COV-19 y que varias ciudades se liberaron del smog, ahora que gran parte del mundo está saliendo del aislamiento, expertes aseguran que hoy los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera son los más altos en la historia de la humanidad. De hecho, la última vez que las cantidades de CO2 atmosférico fueron tan altas fue hace más de 3 millones de años, cuando la temperatura era entre 2-3° C más alta que durante la era preindustrial y el nivel del mar unos 15–25 metros más alto que hoy, afirma un informe publicado por Rebeca Lindsey.

Las consecuencias de estos cambios drásticos en las temperaturas mundiales se ven todos los días en las noticias. A principios de este mes, el récord de temperaturas cálidas en Siberia provocaba incendios forestales «zombies» en las turberas (humedales compuestos de plantas antiguas y descompuestas) del Ártico. Son llamados zombies por algunes expertes ya que permanecieron activos en 2019 bajo la nieve en invierno y, a medida que aumentaban las temperaturas, se reavivaron este año.

Además, se cree que el derrame monumental de petróleo que ocurrió el 10 de junio en el Ártico en Norilsk, en el centro-norte de Rusia, se dio por el derretimiento del permafrost por las altas temperaturas, que causó el derrumbe de un reservorio.

Luego, el 27 de junio, vimos enjambres masivos de langostas llegar a Nueva Delhi, India. Los insectos devoran todo a su paso, por lo que los reservorios de comida y los cultivos se vieron amenazados. En África, se estima que por el paso de esta plaga ahora hay hasta 26 millones de personas en riesgo de escasez aguda de alimentos y hambre. La comunidad científica sugiere que el aumento de los enjambres es una consecuencia directa del calentamiento de las temperaturas en el Océano Índico. Esto creó un patrón de lluvias torrenciales y ciclones que produjeron zonas de reproducción más fértiles para las langostas. 

Además, centrándonos en Latinoamérica, expertes aseguran que el Amazonas en Brasil peligra. Han expresado su temor por una propagación de incendios aún mayor que en 2019, no solo por el aumento global de las temperaturas, sino también por la deforestación indiscriminada.

Esta última es fomentada por el gobierno de Jair Bolsonaro, quien ha puesto obstáculos a las agencias ambientales que penalizan esta actividad. Nuevas reglas impuestas por el gobierno dificultan la acción de las organizaciones ambientales y la efectiva detención de esta práctica nociva. Por ejemplo, ahora tienen que anunciar las redadas en operaciones de tala ilegal con un día de anticipación, lo que da tiempo a los grupos deforestadores criminales para limpiar y evitar ser multados y hace que los equipos de ejecución estén expuestos a represalias violentas.

La biodiversidad peligra debido al aumento de la deforestación y los incendios forestales.

En Argentina, no estamos lejos del peligro tampoco, con la reciente denuncia de Greenpeace sobre talas ilegales en el norte y las quemas intencionales en las islas del Río Paraná. Sebastián López Brach, fotógrafo documental, fue una de las voces que se alzaron fuertemente contra estas quemas. Su Instagram es un espacio de denuncia contra estas actividades ilegales que dañan el ecosistema del país. En comunicación con Escritura Feminista afirmó: «Es hora de que empecemos a valorar y a identificarnos con nuestro entorno, con nuestra fauna y con nuestra flora autóctona»

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Explicó que durante varias semanas, la ciudad estuvo sumergida en una lluvia de lágrimas negras. Él catalogó lo sucedido en las islas del Río Paraná como un ecocidio y en sus redes reiteró la necesidad de la sanción de una Ley de humedales«Los humedales forman un ecosistema muy enriquecedor para el planeta por las innumerables funciones ecológicas que cumplen y por su riqueza en cuanto a la biodiversidad. Este humedal, más precisamente, es uno de los más importantes de nuestro país y está en emergencia desde hace varios años», afirmó.

También confirmó que el diputado Germán Martínez presentó un proyecto de ley para que se declare a los humedales del delta como reserva nacional, lo que ayudaría a protegerlos. Pero asegura que la actitud irresponsable de los productores siempre estuvo presente y considera difícil generar un cambio si no culpamos a quienes hasta hoy han destruido nuestra tierra. «La provincia de Santa Fe prohibió la quema desde 2000 pero Entre Ríos no. Necesitamos de acciones políticas más fuertes y ligadas a los derechos ambientales de las y los argentinos», explicó. 

«Es hora de despertar, es hora de reclamar nuestros derechos y nuestros recursos ambientales como argentinos, porque es fácil lamentarse por los incendios en la amazonia o en otras regiones, pero cuando hay que mirar para adentro el trabajo es más complejo. Comprender que no estamos defendiendo a la naturaleza, somos la naturaleza defendiéndose a sí misma».

Sebastián López Brach, fotógrafo documental.

La destrucción de estos ecosistemas hace que sea más difícil para el planeta contrarrestar los efectos de los gases de efecto invernadero, no solo por la pérdida de biodiversidad y flora, vitales para nuestra subsistencia, sino también porque los incendios forestales son responsables de la emisión de 3 millones de toneladas de GEI.

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Con cada quema se liberan dióxido de carbono, metano y monóxido de carbono a la atmósfera. Los GEI pueden permanecer años en la atmósfera, causando el aumento de las temperaturas globales. Sus niveles no disminuirán hasta que las actividades humanas y los ecosistemas sean capaces de eliminar más GEI del que producen. La única opción que tenemos para disminuir su volumen es reducir las emisiones netas a cero, de manera prolongada.


Fuentes:

  • The Washington Post x, x