La enamorada del muro de Macarena Moraña emerge en el momento justo y encuentra el terreno ideal para presentarnos historias que llevan la verosimilitud al extremo, con mujeres desgarradas, que no responden a los parámetros que la sociedad plantea para ellas y que no se limitan a sí mismas a la hora de sentir, sea deseo o sea dolor, como protagonistas.
No cabe ninguna duda de que estamos inmerses en la era del cuestionamiento de estructuras patriarcales impuestas. La práctica de cambiar el lente con el que miramos al mundo y a través del cual nos concebimos como mujeres trascendió todas las esferas, incluida la de las disciplinas artísticas.
Este libro, editado por Indómita Luz, nos presenta catorce cuentos que funcionan como un caleidoscopio de un universo intenso, desigual y cuestionador de todo lo preestablecido. A excepción de unos pocos, los cuentos de la autora están encabezados por mujeres que no podrían estar más lejos de ese lugar idílico que hemos ocupado en la literatura durante siglos.
En el trabajo de Moraña nos encontramos con protagonistas iracundas, sufrientes y casi instintivas en su comportamiento, sin importar cuán políticamente incorrecto fuere. No les avergüenza su sexualidad ni la incapacidad que tienen para afrontar la maternidad bajo el paraguas de la idealización impuesta, por ejemplo.
«¿Me tengo que convertir en otra persona, cambiar de mundo, mentirles a todos? Corregime, ¿cómo se supone que vaya a extirpar la historia de mi vida del único corazón que tengo?»
Fragmento del cuento «Corregime».
Sin dudas, leer a la autora es una bocanada de aire fresco en un mundo literario en el que todavía prima cierto pudor para mostrarnos distantes de lo impoluto. Es por esto que los cuentos de Moraña nos obligan a tomar cierta distancia del texto y aceptar la posible incomodidad que nos pueden generar determinadas situaciones propuestas por la autora. Después de todo, la lucha contra lo interiorizado es larga, aunque asumimos hace tiempo el compromiso de dejarlo ir.
Pese a que el libro se presta al atracón, no hay nada como tomarse el tiempo para dejar que los cuentos marinen dentro nuestro. Que no nos engañe su breve extensión: es necesario prestarles un poco de nuestro espacio mental para poder procesar la crudeza con la que fueron escritos, por lo menos durante algunas horas o, si es posible, incluso días.
Es que navegar las páginas de La enamorada del muro está lejos de ser una tarea liviana, pero sí que vale la pena embarcarse en la misión. Si hay algo que es seguro, es que nadie puede salir ilese de sus páginas. Es imposible cerrar el libro sin sentir que algo se movilizó dentro nuestro.
«Un negro más, un negro menos, a quién carajo le puede importar. Si somos como hormigas, uno menos deben haber pensado cuando lo dejaron tirado ahí. ¿Quién va a averiguar? Nadie, eso con las hormigas no pasa, no pasa nunca».
Fragmento del cuento «Hormigas».
De alguna manera, cargaremos con estas historias sobre la espalda durante mucho tiempo mientras les protagonistas nos acompañan desde las profundidades de nuestra mente. Quizás hasta nos hablen al oído, recordándonos la invisibilización de las muertes de los sectores más bajos, que el caos también puede ser una cara de las caras de la maternidad, que los hombres infieles a veces están envueltos en situaciones que resultan vergonzosas incluso para ellos mismos y que muchas viejas mueren solas. Pero, para escucharles, primero necesitamos conocer sus voces y no hay pluma mejor que la de Moraña para introducirnos a ellas.
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En las diferentes etapas del proceso histórico social, niñas y mujeres han sido sistemáticamente asesinadas por su condición de género. Para realizarse y establecerse como mecanismo de dominación y control social de la feminidad, estos asesinatos patriarcalesdebían gozar de aceptación y altos niveles de difusión, por lo cual se institucionalizó una «cultura femicida». Esta puede definirse como la subvaloración de la vida de las mujeres en relación a la vida de los hombres, su concepción como prescindibles, pero sobre todo, sustituibles.
Una cultura femicida es aquella donde se acepta, permite, naturaliza y justifica el asesinato de mujeres por el hecho de ser mujeres, donde se promociona, promueve e incita este tipo de crímenes mediante su transmisión y aprendizaje a través de los distintos agentes socializadores, así como también a través de su cotidianización en los distintos productos culturales desarrollados desde el pensamiento androcéntrico patriarcal.
Escritura Feminista: Tu libro «Cultura femicida» se publicó el año pasado, ¿te has cruzado con nuevos memes o «chistes» femicidas en las redes desde entonces? ¿Qué nos podés decir al respecto?
Esther Pineda G.: A un año de la publicación del libro es mucho el material con perspectiva femicida que he encontrado, lo que me obligó de hecho a trabajar en una segunda edición ampliada y revisada del libro que se encuentra ahora en edición. En el caso de los memes, por lo breve de su mensaje y su masiva difusión en redes sociales, tienen mucho alcance y altos índices de penetración social, lo cual ha favorecido que se diseñen y divulguen muchos nuevos pero, además de ello, lo que he notado en este tiempo es que se ha profundizado la relación entre el meme y los femicidios con casos concretos: algunos femicidas han usado las redes sociales para compartir memes de esta naturaleza antes de cometer los crímenes o después de ello.
Un ejemplo es el caso de Argemiro Alberto Urrego, un colombiano quien, horas antes de asesinar a su novia Paola Cruz y la amiga de ella Manuela Vélez (quien intentó defenderla), había compartido memes femicidas en sus redes. También se ha hecho común que se divulguen memes burlándose no solo del femicidio en general sino de casos específicos, donde se burlan de la víctima con nombre y apellido, de la forma en la que fue asesinada, cómo fue hallado el cuerpo; por ejemplo, lo que ocurrió con el femicidio de la mexicana Ingrid Escamilla, quien fue desollada por su pareja.
Estos hechos evidencian una profundización del desprecio y la crueldad hacia las mujeres, una mayor normalización de estos contenidos pero también una actitud desafiante de los hombres quienes se sienten protegidos por la aceptación social del femicidio y la falta de sanción ante la divulgación de estos contenidos.
E. F.: ¿Cuál es la situación de los femicidios en países como Venezuela y Argentina? ¿Qué sucede con la intervención del Estado?
E. P. G.: La problemática del femicidio ha sido absolutamente desatendida en Venezuela: las únicas actuaciones del Estado en la materia han sido la tipificación del delito en el año 2014 y la publicación del número de víctimas durante 2015 y 2016, sin mayor información que explicara la problemática o permitiera su investigación.
No existen estadísticas sobre el número de femicidios, no hay políticas públicas en la materia y la problemática ni siquiera forma parte del discurso del Ministerio de la Mujer, al mismo tiempo que tampoco hay interés social ni movilización ante el fenómeno porque, por un lado, no existe un movimiento feminista organizado sino pequeños grupos de mujeres agrupadas en torno a sectores polarizados de poder pero no alrededor de una agenda feminista. Además, porque si algo caracteriza a la sociedad venezolana es que es profundamente conservadora y antifeminista.
En el caso de Argentina, es uno de los países de la región con mayor movilización social ante la problemática del femicidio por su característico y masivo movimiento feminista y, tras la tipificación del delito en 2012, se creó el Registro Nacional de Femicidios de la Justicia Argentina y el Observatorio de Femicidios del Defensor del Pueblo de la Nación que permite contar con información oficial y confiable sobre la problemática. Se aprobó la «ley Micaela», que establece un programa de capacitación obligatoria en materia de género y violencia contra las mujeres para todos los funcionarios de los tres poderes del Estado. Se aprobó la «ley Brisa», para la reparación económica para niñas, niños, adolescentes y jóvenes víctimas colaterales de femicidios y recientemente se creó el Plan contra las Violencias de Género.
Es decir, existe un reconocimiento institucional de la problemática y políticas para su intervención. Sin embargo, las cifras demuestran que estas políticas no están siendo efectivas, eficientes ni oportunas; no son suficientes o no son correctas porque a las mujeres en Argentina las siguen matando. Según las estadísticas oficiales y públicas disponibles en la región, en términos absolutos, Argentina es el país con el mayor números de femicidios de América del Sur después de Brasil.
E. F.: ¿Cuál es tu visión sobre el número de femicidios en cuarentena?
E. P. G.: El confinamiento en el hogar, si bien ha servido para proteger a la población del COVID-19, no ha sido beneficiosa para las mujeres porque ha contribuido a profundizar las desigualdades ya existentes.
Por ejemplo, se han legitimado aun más las concepciones tradicionalistas y conservadoras aún mantenidas sobre la mujer como depositaria y única acreedora de la capacidad y responsabilidad del cuidado, se han profundizado los roles de género y la inequitativa distribución de las tareas dentro del hogar. Los Estados han descargado sobre los hombros de las mujeres las actividades de docencia, guardería, enfermería y geriatría que, por la coyuntura, las instituciones correspondientes han dejado de asumir. En este escenario, también, sin dudas aumenta el riesgo de ser víctima de violencia verbal, psicológica o física pero sobre todo de femicidio, tanto de tipo íntimo como incestuoso porque el hogar es el lugar más inseguro para las mujeres y niñas.
E. F.: ¿Cuál es tu mensaje sobre el movimiento «Alerta morada por Antonia Barra» que últimamente viene cobrando fuerza?
E. P. G.: La campaña es una respuesta ante la cultura de la violación y la violencia institucional que revictimiza a las mujeres víctimas de violencia sexista, que beneficia y protege a los agresores y que induce al suicidio como fue el caso de Antonia Barra. Pero además es una iniciativa muy valiosa y que celebro porque es una forma de seguir protestando, denunciando y exigiendo justicia en un contexto pandémico de reducción de la movilidad, la interacción social y las convocatorias masivas. Si algo ha caracterizado a las mujeres feministas es que siempre han encontrado la forma de expresarse y articularse.
E.F.: Tenés escritos libros sobre racismo, ¿Cuál es la diferencia en frecuencia y tratamiento entre los femicidios de la mujer blanca y la mujer afroamericana?
E.P.G.: Los medios no siempre reseñan los femicidios. No todos son considerados «noticiables» a menos que el crimen haya sido perpetrado con extrema saña y crueldad, que el cuerpo haya sido abandonado en espacios públicos de gran afluencia, que la víctima sea muy joven pero en una edad sexualizable (los femicidios de las niñas pequeñas son ocultados porque rompen con el relato de que «se lo buscaron») o que la víctima y el agresor satisfagan los estereotipos clasistas para alimentar el relato de que este tipo de crímenes eran de esperarse porque ocurren principalmente allí, en el barrio, la villa, la favela.
En este contexto los femicidios de las mujeres afrodescendientes también suelen ser invisibilizados y desestimados por racismo, porque las vidas de las mujeres racializadas se consideran menos importantes que las vidas de las mujeres blancas que, de por sí, son subvaloradas. En las pocas oportunidades en que estos crímenes sexistas contra mujeres racializadas son reseñados por los medios es porque permiten legitimar prejuicios o estereotipos: las víctimas son asociadas a bandas criminales, pandillas o a la prostitución, lo cual evita que se genere empatía con las víctimas y por tanto respuesta social.
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Ménades, la nueva editorial española que publica libros escritos por mujeres, lanzó un crowdfunding para sostener su proyecto a cambio de recompensas para quienes hagan aportes a la causa.
«En un mundo ideal, una editorial feminista no tendría sentido: no sería necesaria. Por desgracia, distamos muy mucho de estar en una sociedad justa, sin desigualdades: la lucha es alcanzarla. Nosotras formaremos parte de esa suma de fuerzas, desde la razón lógica de nuestros planteamientos: visibilizar lo actual, que creemos necesario, huyendo de tópicos manidos; rescatar lo anterior, porque nos hace enriquecernos y forjamos referentes que debían haber sido y no fueron». (María Sánchez, miembro de Ménades)
¿Qué es un crowdfunding o micromecenazgo?
El micromecenzago, también llamado financiamiento colectivo, es un mecanismo colaborativo que se utiliza para conseguir financiación para proyectos. Para ello, se realiza una difusión pública del proyecto en pos de recaudar fondos mediante pequeños aportes de personas interesadas en invertir.
En el caso de Ménades, su crowdfunding está generado sobre la plataforma Verkami. Allí, los aportes permitidos van desde los cinco hasta los trescientos euros. Según el monto, se asignan diferentes recompensas: e-books, libros en papel, merchandising.
Sobre la editorial
El nombre de la editorial, Ménades, puede traducirse literalmente como «las que desvarían». Desde la mitología griega, se las conocía como mujeres en estado salvaje, poseídas, con las que era imposible razonar. Se las reconocía por sus danzas, en las que reafirmaban su propia identidad y deseo.
Siguiendo este concepto, la editorial lucha por fomentar una cultura más rica, más plural y más libre que recupere a escritoras olvidadas, visibilice a voces desconocidas y enfrente al pasado. Apuesta por obras que forjen un presente y perduren en el futuro, siempre con la base del gozo por la lectura de grandes obras y de una búsqueda de conocimiento que nos haga crecer.
Para ello, está lanzando tres líneas: Olvidadas, donde figuran libros de autoras que tuvieron poco reconocimiento en su época; Actuales, aquellas escritoras contemporáneas que no quieren entender de desigualdades; y Trincheras, con obras que dan apuntes claves para debatir y reflexionar sobre temas de hoy en día.
Entre sus primeras autoras figuran Willa Cather, Carole Pateman, Maryse Condé, Zitkala-Sa, Anne Lister, Emmeline Pankhurst, Flora Tristán, Ioanna Tsatsos, Agustina González, Oliva Sabuco, Katherine Routledge y Jane Anger.
Pueden leer más sobre esta editorial en su sitio web.
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