Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia: dos libros para comprender la época

El 24 de marzo en nuestro país es el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, fecha en la que se conmemora a las víctimas de la última dictadura militar autodenominada «Proceso de Reorganización Nacional», que usurpó el gobierno del Estado Nacional argentino entre el 24 de marzo de 1976 y el 10 de diciembre de 1983. Desde Escritura Feminista, recomendamos dos libros de autoras mujeres para comprender desde historias puntuales una época llena de miedos y abusos de poder.

La historia de Laura Carlotto

El libro Laura, vida y militancia de Laura Carloto, publicado en el año 2013, es una investigación de la periodista María Eugenia Ludueña, en la cual se reconstruye la historia de Laura, militante del movimiento guerrillero Montoneros e hija de Estela de Carlotto, presidenta de la Asociación Civil Abuelas de Plaza de Mayo que se dedica a la búsqueda de desaparecides durante la última dictadura cívico-militar argentina.

«Soy la mamá de Laura. La primera hija, la soñada, la querida, la esperada, igual que los otros tres que vinieron después. Pero ella fue algo especial por la vida que vivió: una vida corta, intensa, con mucho contenido. Vivió apurada, empapándose de su tiempo. Estaba atenta a aprender de cada momento, de cada lectura, de todo lo que la ayudara a pensar, hacer y participar».

Estela de Carlotto para el prólogo del libro «Laura, vida y militancia de Laura Carloto».

La protagonista comenzó militando para la Juventud Universitaria Peronista y luego pasó al grupo de izquierda peronista Montoneros, como encargada del área de prensa. El relato de Ludueña sigue la historia de Laura y sus compañeres militantes, recrea una época, la historia de Montoneros, sus protestas, sus enfrentamientos y la relación con Juan Domingo Perón.

El libro todo el tiempo va contextualizando la historia individual de Laura con las luchas universitarias y la represión creciente en la región. La autora relata la vida de les militantes platenses en la década del 70 y la brutalidad de la dictadura militar mediante una minuciosa reconstrucción gracias a la documentación judicial obtenida y por los numerosos relatos de les familiares de Laura, sus hermanos y compañeres de militancia.

También permite conocer los comienzos de la militancia de Estela de Carlotto, que pasa de ser una maestra y ama de casa anónima a convertirse en una de las referentes mundiales del activismo por los derechos humanos y la búsqueda de desaparecides. Además, el libro comienza y termina con la muerte de Laura y la desaparición de su hijo Guido, que nació dentro de una cárcel clandestina. El joven fue recuperado luego de la publicación del libro, en agosto de 2014.

La casa de los conejos

El segundo libro se titula La casa de los conejos y es una novela escrita por Laura Alcoba, publicada en 2007, en la que narra su propia historia de cuando era niña. Hija de padres militantes, le tocó vivir en los años 70 una infancia marcada por la clandestinidad y luego por el exilio. Está dedicado a Diana Teruggi y en las primeras páginas le pide perdón por dudar o tardar en contar su historia.

La novela relata en primera persona cómo una niña de apenas nueve años, hija de una militante montonera, pasa a la clandestinidad junto con su madre durante los violentos meses previos al llamado «Proceso de Reorganización Nacional». Se mudan del centro a las afueras de la ciudad de La Plata, a una casa donde se supone que se crían conejos para vender escabeches, pero que en realidad es la imprenta clandestina del periódico de oposición, Evita Montera, en el que han colaborado sus xadres.

Lo interesante de esta novela radica en que los hechos están narrados desde el punto de vista de una niña, la cual solo interrumpe sus recuerdos para aportar datos contextuales que le sirven tanto a ella como a le lectore para comprender los modos de actuar de les personajes: la clandestinidad, la militancia y el miedo. La novela ha tenido gran éxito en nuestro país, en Francia y en Inglaterra.

«Mi madre se decide finalmente a explicarme, a grandes rasgos, lo que pasa. Hemos tenido que dejar nuestro departamento, dice, porque desde ahora los Montoneros deberán esconderse. Es necesario, ciertas personas se han vuelto muy peligrosas: son los miembros de los comandos de las AAA, la Alianza Anticomunista Argentina, que “levantan” a los militantes como mis padres y los matan o los hacen desaparecer. Por eso debemos refugiarnos, escondernos y también resistir. Mi madre me explica que eso se llama “pasar a la clandestinidad”. “Desde ahora viviremos en la clandestinidad”, esto, exactamente, es lo que dice».

Fragmento de «La casa de los conejos».

La historia Teruggi-Mariani

La novela no cuenta el final de la historia de quienes vivían en la casa ni la lucha de Chicha Mariani -abuela de Plaza de Mayo- por obtener justicia. En la casa de los conejos vivían Diana Teruggi y Daniel Mariani, quienes tenían una bebé, llamada Clara Anahí, de tan solo tres meses de edad. Sus vecines desconocían que en el quincho de la casa, tras una pared falsa, funcionaba un embute. Elles aparentaban tener un lugar para criar conejos y venderlos, pero tras poner en contacto dos cables, un segmento de la pared se abría paso y allí se encontraba la imprenta clandestina de la revista Evita Montonera.

El 24 de noviembre de 1976, alrededor de las 13:15 hs, cuando se preparaban para almorzar, la vivienda del matrimonio Mariani-Teruggi fue rodeada y atacada por las distintas fuerzas de la dictadura militar. En un operativo que duró más de cuatro horas, 200 efectivos rodearon la casa y la manzana, ubicados tanto en la calle como en los techos vecinos. La cuadra fue cortada y luego de dar la voz de alto comenzaron a disparar. La agresión fue de tal brutalidad que el lugar quedó destruido casi por completo.

En ese momento se encontraban allí Diana, Clara Anahí y cuatro militantes -aunque pueden haber sido más-: Daniel Mendiburu Eliçabe (de 25 años, estudiante de Arquitectura), Roberto César Porfidio (de 31 años, Licenciado en Letras), Juan Carlos Peiris (de 28 años, antenista) y Alberto Oscar Bossio (34 años, médico). Les cinco mayores fueron asesinades tras un sinfín de balas, de las cuales aún hoy permanecen marcas en las paredes. Daniel sobrevivió por no estar en la ciudad, pero el 1 de agosto de 1977 fue asesinado por las fuerzas de seguridad en las adyacencias de 132 y 35, también en la ciudad de La Plata.

Casa Mariani-Teruggi ubicada en 30 N° 1134, entre 55 y 56, ciudad de La Plata.

Desde esa fecha y hasta su muerte en el año 2018, la abuela María Isabel Chorobik de Mariani (conocida como Chicha) no dejó de buscar a su nieta Clara Anahí. Luego del ataque la casa permaneció con custodia policial cerca de un año y recién en 1998 la Asociación Anahí logró que devolvieran el inmueble, que aún conserva los impactos de balas. Desde entonces, las familias Mariani-Teruggi intentaron mantener la casa tal como quedó luego del ataque y se encuentra abierta un día a la semana para ser visitada por cualquier persona, institución educativa o familia.

Existen cientos de libros y películas que sirven para retratar lo que sucedió en la época más oscura de nuestro país. En todas las producciones que narran ese tramo de la historia se puede ver el miedo, la militancia, el abuso de poder de los militares dentro del Estado y la lucha incansable de las madres y abuelas por recuperar a sus familiares. Todo sirve para un mismo fin: ejercer la memoria, para que atrocidades como estas no vuelvan a suceder.


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La palabra como arma: homenaje a Rodolfo Walsh en la EX ESMA

Nacido en 1927 en Río Negro, dedicó su vida a escribir con el objetivo de “dar testimonio en tiempos difíciles”, convencido de que la palabra es una herramienta de lucha más eficaz que el fusil. Su Carta de un Escritor a la Junta Militar, que le costó la vida, es sinónimo de valentía y compromiso. A 40 años de su desaparición forzada durante la última dictadura cívico-militar, el Museo Sitio de Memoria (ex ESMA) le rindió homenaje.

Rodolfo Walsh es (qué difícil hablar en pasado de alguien tan vigente) ejemplo de dignidad y entrega para algunos, y de periodismo comprometido para otros. Pero también, es el amigo que ya no está para Horacio Verbitsky, la imagen de un cuerpo fusilado y el recuerdo del cuento leído a escondidas en la ex ESMA para Martín Gras,  y el autor de Operación Masacre, la obra que cambió la vida del escritor Marcelo Figueras.

A partir de estos tres testimonios, se configuró la muestra que le rindió homenaje a 40 años de la desaparición de su cuerpo. Esta se presentó el lunes 21 de marzo y se extendió hasta el sábado 25. Ese último día, la clásica “Visita de las Cinco” que organiza el museo fue dedicada a honrar su vida. La muestra se elaboró a partir de tres piezas audiovisuales, y la exhibición de documentos y testimonios del juicio ESMA.

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Bajo el título Un cuento desaparecido, acercaron al público la historia de Juan se iba por el río terminado en 1977 y “siniestrado” en la ESMA; con La caída, reconstruyeron el secuestro de Walsh cerca de las avenidas San Juan y Entre Ríos; y, a partir de Papeles robados, detallaron el allanamiento de su casa luego de su secuestro.

Intentar cruzar el río: Su último mensaje

¿Quién fue Rodolfo Walsh? ¿Qué lo hace inolvidable? ¿Por qué se lo describe siempre tan presente, tan vivo? No es casual que, junto con su cuerpo, desaparecieran sus documentos y trabajos inéditos.

Lo peligroso de Walsh era su palabra: esa era su arma. Porque incluso cuando solo parecía contar ficción, subyacía en su obra un análisis de comportamientos individuales y colectivos de distintas épocas. Juan se iba por el río, dicen sus únicos dos lectores, no fue la excepción.

En el cuento, el protagonista es “el argentino derrotado del siglo XIX” que, sentado en un banquito frente al río, recuerda su pasado. Cuando percibe que éste comienza a secarse, decide cruzarlo. Mientras avanza, el río comienza a crecer de manera incontenible. Esa es la historia, ese es el final.

Martín Gras recuerda que Lilia Ferreyra, compañera de Walsh, preguntó si al final Juan había podido cruzar el río, a lo que su autor respondió: “No sabemos; lo importante es que se anima a cruzar, a intentar”. Tal vez esa respuesta nos hable más de él que de Juan, el personaje de su cuento.

Rodolfo Walsh es ejemplo de coherencia entre palabra y acción. Intentó con su palabra derrotar el silencio. Describir el terror, contar lo que otros callaban. Se jugó la vida en eso. Aunque no sepamos si cruzó el río, y que su temprana muerte nos haga pensar que no lo logró, sabemos que lo intentó. Esa es su conquista. Eso lo mantiene vivo.

 


Fuentes consultadas:

Imágenes extraídas de: