Las diferencias entre el hombre y la mujer no son novedad, no nacieron en esta época, pero como siempre, están relacionadas con los procesos sociohistóricos, culturales y económicos que atraviesan al mundo. La preferencia por los varones constituye una característica de muchas culturas a nivel global.
Pero ¿qué pasa cuando la inclinación también abarca a los bebés? ¿Qué harías si supieras que se somete a las niñas a desnutrición y falta de atención porque todo lo recibe el hijo varón?
Sí, con el favoritismo hacia los hijos no solo se perpetúa la discriminación y la violación de los derechos femeninos, sino que también crece el número de infanticidios, en especial en países como India, en donde, según Diario Uno, hoy en día faltan más de 63 millones de mujeres en todo el territorio.
En este país ubicado al sur de Asia, la primacía de los hombres se basa en antiguas tradiciones; creen que una mujer es una maldición, y están condenadas a sufrir las consecuencias de haber nacido “malditas”. Además de causar un alto déficit demográfico, continúa Diario Uno, más de 21 millones de niñas no son deseadas por sus familias y cada año desaparecen 2 millones de ellas.
Estas desapariciones son comunes, y se generan por enfermedades (causadas por la falta de atención), feticidios femeninos, falta de educación, malnutrición y carencia de cuidados. Se las priva de la atención médica y de una buena alimentación, algo que los niños no sufren, pues sí son llevados al médico, poseen niveles más altos de conocimiento y crecen con una buena base alimentaria, además de recibir vacunas y vitaminas de las que carecen las niñas.
La realidad es que las preferencias no solo están sustentadas por antiguos mandatos, sino también por cuestiones económicas. Se entiende que los hombres son aquellos que pueden ganar más dinero, porque además de trabajar más duro, lo pueden hacer por más tiempo.
Asimismo, tener una hija es visto como motivo de deudas, debido a que las familias se encuentran en la obligación de asumirlas, para pagar la dote en el momento del matrimonio (algo que hoy es ilegal pero en algunos lugares se sigue llevando a cabo).
La desigualdad se ve, y se siente. La llegada de un varón a la familia es motivo de orgullo y celebración, mientras el nacimiento de una hija suele relacionarse con decepciones y situaciones humillantes, lo cual produce una consecuente desvalorización de la mujer.
Un hombre entrevistado por ONU Mujeres sostuvo:
“El nacimiento de un hijo varón me hace subir de estatus, mientras que el de una niña me hace bajar la cabeza”.
La constante presión que las mujeres adultas sienten (por parte de los maridos y sus familias) para concebir un hijo pueden generar consecuencias si ese varón no llega, y en su lugar dan a luz a una beba indeseada. Estas famosas consecuencias pueden incluir tanto la violencia y el maltrato físico como el abandono, el divorcio o incluso la muerte.
Un caso atroz, divulgado durante 2010 por El Mundo, trata sobre una madre que después de tener a su tercera niña, después de verse oprimida y castigada por no traer al mundo al varón tan esperado, tomó la decisión de arrojar a sus tres hijas a un pozo, para después suicidarse.
Aunque parezca irreal, las situaciones violentas e inhumanas son normales. En cuestiones demográficas, pueden llegar a desatarse por la cantidad de hombres que hay y las pocas jóvenes disponibles para casarse, lo que en algunos casos produce tráfico de mujeres (de un pueblo a otro), casamientos forzados o el compartir esposas entre hermanos.
En la sociedad patriarcal india, los hijos son los que portan el nombre de la familia y aseguran tanto la vejez de sus padres, como la continuidad de la descendencia, ya que las jóvenes cuentan con poca autonomía económica, si no es nula, y no tienen permitido heredar propiedades.
Además, al casarse, pasan a formar parte del grupo familiar de sus esposos, dejando sin entrada económica a su propia familia. Tampoco tienen la posibilidad de orar por sus progenitores; los únicos que pueden encargarse de las tareas espirituales son los varones, y son los también los únicos que tienen permitido llevar a cabo los rituales del nacimiento, la muerte y el matrimonio.
Un proverbio hindú sostiene que «Criar a una hija es como regar el jardín del vecino», precisamente porque luego de comprometidas y casadas, las mujeres empiezan a funcionar como elemento productivo para otra familia.
A pesar de que las consecuencias logran verse con mayor intensidad en la niñez, porque la desnutrición y la falta de cuidado es clara e incuestionable, las mujeres adultas, luego de pasar por negligencias alimenticias y médicas durante la infancia, tienen la posibilidad de morir antes, durante y después del embarazo. Incluso algunas son obligadas a efectuarse abortos (si saben que van a traer al mundo a una hija), que muchas veces resultan en muertes por estar mal practicados.
La discriminación a la mujer es prenatal y postnatal, son segregadas inclusive antes de nacer, ya que suelen ser eliminadas simplemente por ser mujeres, y si finalmente nacen, son marginadas durante toda su vida.
Preferir hijos varones está directamente ligado, y da origen, a la baja población femenina, a la mortalidad infantil, e incluso, al estado anímico de las niñas.
De hecho, una serie de estudios publicados por Psyciencia, (realizados a un grupo de niñxs en Malasia), encuentra que “al percibir discriminación parental por motivo del sexo (PDPS), la felicidad y autoestima se relaciona de manera negativa y significativa, pero, sólo para las niñas. En otras palabras, las hijas que sentían que sus padres preferían hijos varones eran menos felices y tenían menor autoestima”.
Para países como India, Bangladesh, China, Corea del Sur y Pakistán, las mujeres tienen menos valor e importancia en una economía de comercio, además de generar deudas y ser una complicación o una carga.
Diario de León cree que, la preferencia por los varones provocó que haya demasiados hombres solteros, más allá de la desproporción demográfica, ya que no se casan y no tienen hijxs, por lo tanto la población envejece y no hay gente joven para reemplazarla. La única salida que ven, es la de introducir incentivos a la natalidad, algo impensado hace un tiempo que puede que ni siquiera funcione.
En definitiva, hay muchos factores relacionados con la preeminencia de los hijos. En países más desarrollados esta diferencia no es tan sustancial debido a que poseen un mejor estado económico, las mujeres son independientes (en su mayoría) y hay incesantes luchas para equilibrar las disparidades, la composición dentro de las familias suele ser más equitativa, y las culturas no se rigen por mandatos. Pero, en países donde la tradición pisa más fuerte que los derechos, las mujeres siguen estando en desventaja, poniendo en riesgo su salud, su autoestima y principalmente su vida.
Según Unicef, estos problemas no datan de ahora, de hecho, cincuenta millones de niñas han sido sacrificadas en suelo indio durante el siglo pasado. En la mayoría de los casos se trata de interrupciones de embarazos, y los abortos tenían que ver con el sexo del feto.
En estados donde la sociedad y la cultura son patriarcales, sexistas, y antifeministas, erradicar este problema es muy complicado, romper las leyes es algo normal para aquellas familias que están decididas a no traer a una mujer al mundo, y eliminarlas no es tan difícil como parece. Incluso, tópicos como la menstruación siguen siendo tabú, y las jóvenes aún se ven castigadas por procesos naturales que no pueden evitar.
Fuentes
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