«Microbios al ataque»: la resistencia a los antimicrobianos

La resistencia antimicrobiana es una epidemia silenciosa que nos atraviesa todos los días y el mes de noviembre es reconocido a nivel mundial como el mes de concientización sobre el uso de antibióticos. Pero ¿de qué se trata? ¿Existe potencial pandémico para esta problemática? ¿Qué podemos hacer para, esta vez, llegar a tiempo? Para responder a estas y otras preguntas, desde Escritura Feminista ahondaremos este concepto durante todo el mes de noviembre con notas, recursos audiovisuales y entrevistas a expertes en el tema.

el poder de lo invisible: microbios con potencial pandémico

El año 2020 es, sin lugar a dudas, uno de los años más complejos que le ha tocado atravesar a nuestra generación. Todo parecía normal allá lejos por los primeros días de enero 2020. Los fuegos artificiales, la cena de fin de año, los abrazos de quienes amamos que destruyen la angustia del año que se va. Un gobierno que se iba del poder. Otro que llegaba. El día y la noche. Un año bisiesto que se avecinaba. Un comienzo de año común. Como siempre. Como cada año. Con la simple y efímera diferencia que marca el paso del tiempo en nuestros rostros.

Aún no lo comprendíamos pero ya nada sería tal como lo conocíamos. En un lugar muy lejos, en China, en una ciudad desconocida hasta el momento para quienes vivimos en esta parte del mundo, comenzaba a gestarse un nuevo paradigma que arrancaría de raíz todo lo que fuimos hasta este momento. Por algunos meses tan solo lo veíamos en canales de noticias, utópico, lejano. El día 8 de enero de 2020, el New York Times arrojaba el siguiente titular: «China identifica un nuevo virus que causa una enfermedad similar a la neumonía».

De ahí en adelante es historia conocida: países enteros en cuarentena, cierre de fronteras, distancias inimaginables, abrazos postergados y vínculos transmutados. Nuestro país no fue ajeno al movimiento y enteramente se conmocionó cuando durante el mes de marzo se decretó el aislamiento social preventivo y obligatorio para poder evitar el contagio por el virus SARS-CoV-2. A partir de entonces, comenzamos a incorporar nuevos conceptos y hábitos y se nos hizo carne cuán importante es la salud y la ciencia para un país. Muches tomaron conciencia, el barbijo y el alcohol en gel se les pegó a la piel. A otres les ha costado un poco más. Pero a nadie le fue ajeno.

Algunas preguntas nos han resonado una y otra vez durante ocho meses. ¿Cómo puede ser que un microorganismo detenga el mundo? ¿Es factible que esto nos vuelva a pasar? ¿En cuánto tiempo habrá una vacuna? Algunas respuestas hemos tenido, otras tantas andan levitando en nuestras cabezas aún sin consuelo. Es certeza absoluta que otras pandemias son posibles; incluso, varias otras nos traspasan sin tregua mientras que el mundo entero intenta encontrar una cura para el coronavirus.

¿Qué es la resistencia a los antibióticos?

Un antibiótico es una sustancia química que mata o impide el crecimiento de los microorganismos conocidos como bacterias. La resistencia a los antibióticos se produce cuando las bacterias que se encuentran en determinado organismo o hábitat sufren cambios en su fisiología, que hacen que los medicamentos utilizados para combatirlas se vuelvan ineficaces. Un ejemplo típico y muy claro es el de les pacientes internades en hospitales por largas estadías. Estas personas suelen contraer infecciones a repetición y, para paliar esta problemática, se utilizan gran cantidad y diversidad de antibióticos.

Es entonces cuando las bacterias adquieren o «aprenden» distintas maneras de evadir el accionar del antibiótico. El término antimicrobiano engloba al de antibiótico. Antimicrobiano hace referencia a la sustancia química que se utiliza para tratar infecciones por bacterias, virus, parásitos y hongos. En cambio, el antibiótico, solo hace referencia al tratamiento de infecciones producidas por bacterias.

Las bacterias son microorganismos que habitan la tierra desde el comienzo de la vida hace por lo menos 3500 millones de años. Esta enorme cantidad de tiempo es lo que las llevó a comprender a la perfección los cambios que suceden en nuestra Tierra. Ellas lo conocen todo: climas y temperaturas extremas, diversidad de flora y fauna, condición humana desde el inicio, incluso antibióticos, antisépticos y fármacos que han intentado combatirlas.

Es importante destacar que las bacterias son fundamentales para nuestra propia vida, nos constituyen y nos habitan de tal forma que una gran cantidad de funciones de nuestro organismo no serían posibles sin su colaboración. Por esta razón, pensar a las bacterias como un agente a destruir es un error, no solo porque dada su «experiencia» saldríamos perdiendo sino también porque nos estaríamos provocando un daño a nosotres mismes.

Dentro de la enorme diversidad que encontramos en la naturaleza, el desarrollo de resistencias es muy común. Las bacterias mutan su genoma (ADN) y adquieren habilidades para poder sortear las adversidades que les propone el universo. Pese a esto, el gran caudal de empleo de los antibióticos hace que la exposición de las bacterias a estos sea más frecuente y que las bacterias encuentren más rápido las herramientas para poder sobreponerse y evadir a su «agresor».

Fuente: Melissa Brower, CDC.

Las formas en las cuales las bacterias adquieren resistencia no se limitan a los espacios intrahospitalarios o a la falta de información a la hora de dispensar, recetar o consumir un antibiótico. Si bien muchos problemas se encuentran relacionados al abuso de las terapias empíricas (que son aquellas que se inician antes de tener la información completa del cuadro o infección que presentan les pacientes), la venta libre ilegal de estos fármacos y el incumplimiento del esquema terapéutico indicado, no podemos decir que esto es lo único que contribuye con esta dificultad. Dado que las bacterias se encuentran en todos los hábitats, las resistencias antibióticas se diseminan a lo largo y ancho de nuestro mundo, afectando no solo la salud humana sino también la salud veterinaria y la salud medioambiental

Los ríos, el viento, las grandes extensiones de campos, los alimentos en los supermercados y también los que llegan a tu casa, le carnicere de la esquina y le verdulere de la otra cuadra, les chiques de Pedidos Ya, el agua que sale de tu canilla cuando te bañás y también la que usas para tomar, los animales de consumo, las mascotas y todo lo que se encuentra en nuestro ambiente son los eslabones para formar la gran cadena que disemina la resistencia antibiótica y que, como resultado, culmina complicando el tratamiento de las infecciones más severas y para las cuales, en muchos casos, no existen tratamientos.

Los esfuerzos se han unido

Desde el año 2015, la resistencia a los antimicrobianos (RAM) comenzó a recibir especial atención de la política internacional luego del lanzamiento del Plan de Acción Mundial sobre la Resistencia a los Antimicrobianos por la Organización Mundial de la Salud, respaldado por la Organización Panamericana de la Salud. Gracias a esta iniciativa se obtuvo el compromiso político de todos los países de las Américas para desarrollar e implementar planes de acción nacionales para contener la RAM. Estos se encuentran estructurados en torno a cinco objetivos estratégicos:

  1. Información y concientización.
  2. Vigilancia e investigación.
  3. Prevención y control de infecciones.
  4. Uso apropiado de antimicrobianos e investigación.
  5. Desarrollo de argumentos económicos para una inversión sostenible. 

El abordaje multisectorial bajo la perspectiva de Una Salud es clave para la implementación de estos planes de acción. Este enfoque fue concebido para diseñar y aplicar programas, políticas e investigaciones en el que múltiples sectores se intercomunican y colaboran para lograr mejores resultados en la salud pública. Este es un concepto integrado en donde la salud pública se observa como un todo y en donde las distintas aristas interconectan la salud humana, la salud animal y la salud ambiental.

Podemos hacer algo para evitar futuras pandemias (o al menos intentarlo)

El año en curso, el dolor, las pérdidas y las distancias generadas por la pandemia de COVID-19 nos alertan que las enfermedades infecciosas están lejos de ser controladas. Dentro de estas, la RAM es una de las principales amenazas para su control. La clave del éxito se centrará en los esfuerzos conjuntos y multisectoriales, la cooperación y la solidaridad entre los países, el desarrollo, la investigación y la inversión en salud pública por parte de los gobiernos nacionales.

Desde nuestro lugar, restará entender el enfoque integrado de la RAM para así exigir que se haga cumplir la legislación vigente en torno al uso racional de antimicrobianos en todas las áreas de la salud. De esta manera, no solo evitaremos ser cómplices del inicio de una nueva pandemia sino también reforzaremos las bases que construyen un mundo más justo y equitativo para la gran biodiversidad de las especies.

La salud del suelo, el agua, los animales, las plantas, el ambiente y los humanos ya no puede concebirse por separado y para esto habrá que derribar las fronteras y construir la unidad en pos de la salud de la Madre Tierra. 


Imagen de portada: adaptada de Science Daily por Ariadna Birocco


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Alimentos que esconden nuevas pandemias

«Si realmente quiere crear pandemias globales, entonces construya granjas industriales».

Dr. Michael Greger.

En el artículo «Granjas industriales de cerdos: ¿solución o problema?», enumeramos las razones por las cuales la instalación de este tipo de establecimientos en nuestro país sería una atrocidad. El siguiente artículo se desprende como una de esas razones, pilar fundamental en la estructura de una sociedad: la alimentación segura y de calidad para toda la población.

Más de 130 días han pasado desde el comunicado oficial del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio. Si bien en las últimas semanas hemos alcanzado algunos grados de «libertad» que durante muchos meses nos han sido restringidos, la vida no volvió a ser lo que era y quizás podrán coincidir conmigo en que nos cambió para siempre.

El mundo dentro del hogar, lejos de familiares y amigues, invita a la introspección de cuánto necesitamos nuestros lazos para poder existir. Los lazos son imprescindibles pero la reflexión debe ser aún más profunda y consciente para encarar la vida que viene desde otra perspectiva. Coincidimos en que nadie quiere volver a vivir una pandemia como esta; entonces, la nueva forma de vida debe ser superadora. Para esto, será necesario replantearnos nuestras formas de consumo en la totalidad, pero principalmente nuestras elecciones alimenticias, el origen de los productos y su producción, manipulación y traslado hasta nuestros hogares.

La pandemia actual por SARS-CoV-2 no es fruto del azar. Tampoco es producto de la mala suerte. La COVID-19 está estrechamente vinculada a la catástrofe socioambiental y productiva que durante años y años estuvimos gestando con nuestras decisiones y con nuestro propio silencio y complicidad. Tal como ocurrió con las pandemias anteriores —ébola, gripe aviar y porcina—, así como con otros SARS y otras zoonosis relevantes, se trata de un microorganismo que emerge como consecuencia del hacinamiento de animales, la cría extensiva en espacios reducidos, el arrasamiento de ecosistemas y la pérdida de la biodiversidad.

¿Qué son las granjas industriales?

La cría intensiva de animales es un enfoque diseñado para maximizar la producción de animales disminuyendo los costos. Se emplea en todo tipo de animales como pollos, vacas, cerdos, peces, entre otros. Las empresas mantienen a los animales en una alta densidad de población, a gran escala, utilizan maquinaria moderna y biotecnología y comercializan los productos a escala global.

Las granjas industriales albergan un número muy alto de animales con el objetivo de producir grandes cantidades de carnes, leche y huevos al menor costo posible. Para mantener tal cantidad de animales en condiciones de hacinamiento (como, por ejemplo, miles de animales en galpones, o apilados en jaulas o corrales) se deben incorporar desinfectantes, agentes antimicrobianos (antibióticos,  antivirales y antihelmínticos), hormonas, vacunas, suplementos proteicos y vitamínicos, entre otros.

El caso de los pollos es bien conocido y evidente, pero no es el único. En este, se observó que crecían mejor en verano cuando la luz solar está presente más horas. Por esta razón se empezaron a criar en granjas intensivas con temperatura adecuada y luz artificial constante durante todo el año. De esta manera, con estimulo lumínico durante toda su vida, la producción de huevos se logra todo el año y no solo durante una época.

Las otras especies animales no corren mejor suerte. Para todas ellas han sido creadas distintas formas de sometimiento y manipulación. Bajo estas condiciones, la desesperación y el estrés de los animales es enorme y para evitar las autoagresiones y el daño entre pares se emplean métodos de corte de picos y colas, drogas y otras formas de violencia. La imaginación humana para el horror es infinita.  

Otro de los problemas graves que presentan las granjas industriales es la enorme dificultad para poder controlar los desechos. Los cerdos, por ejemplo, producen cuatro veces mas desechos que los seres humanos y una instalación animal con una gran población de animales puede fácilmente igualar a una ciudad pequeña en términos de producción de desechos.

La cantidad de excremento suele exceder la capacidad del terreno circundante para absorberlo. Por otra parte, el amoníaco proveniente del nitrógeno excretado principalmente en la orina (85%) y en las heces (15%) contamina aguas y suelos. Asimismo, el dióxido de carbono y el metano que estos producen contribuyen al efecto invernadero mundial.

Enfermedades zoonóticas: uno de los problemas en estas formas de producción  

¿Cómo se producen las pandemias?

Las enfermedades zoonóticas (del griego zoon, «animal», y nósos, «enfermedad») son un grupo de enfermedades que se transmiten de los animales vertebrados al ser humano y viceversa. Las transmisiones zoonóticas pueden ocurrir por diferentes vías: a través del contacto directo con el animal enfermo, a través de algún fluido corporal como orina o saliva, por el consumo de alimentos de origen animal que no cuentan con los controles sanitarios correspondientes, por el consumo de alimentos mal lavados y mediante la presencia de algún intermediario o vector (como los mosquitos u otros insectos).

Las granjas industriales y el hacinamiento de los animales que viven en ellas son el caldo de cultivo excelente para la propagación de virus y bacterias y para que se produzca lo que se conoce como «salto de especie». El salto de especie es el responsable de la mayoría de las enfermedades emergentes y reemergentes en el mundo. Muchas veces, los mecanismos por los cuales se produce no están dilucidados pero sí se sabe que en general se manifiestan con una alta morbilidad y mortalidad en la especie nueva, acarreando la pérdida de vidas humanas.

¿De qué manera se intentan controlar las enfermedades en el hacinamiento?

Para evitar que se propaguen las infecciones dentro de las granjas intensivas y para acelerar el aumento de peso de los animales, se administran distintos tipos de antimicrobianos. Pese a que los antibióticos utilizados como promotores del crecimiento se encuentran prohibidos en una gran cantidad de países, en muchos otros se utilizan para mejorar la calidad del producto final con mayor cantidad de proteína y menor cantidad de grasa.

Este modo de utilización de los antimicrobianos favorece la aparición de resistencia antimicrobiana. Según la FAO, entre el 65% y el 70% de los antimicrobianos no tiene destino terapéutico y la mitad de la producción mundial es para la actividad pecuaria. Mientras que la Unión Europea prohíbe la utilización de antimicrobianos como factores de crecimiento y Argentina desde el año 2019 prohíbe elaborar alimentos para animales que contengan antibióticos, China es el país con mayor consumo de antibióticos bajo esa estrategia y Estados Unidos está reviendo su uso.

El abuso en la utilización de los antibióticos tanto a nivel humano como veterinario produce microorganismos multirresistentes. El hacinamiento en el cual se encuentran estos animales favorece la expansión de la infección a una gran proporción de ejemplares y también al personal de trabajo. Los alimentos y las aguas también son alcanzados por estos microorganismos multirresistentes, lo cual facilita la llegada a la población en general. Una vez en el ser humano, las terapias antibióticas son obsoletas y se da una imposibilidad evidente de tratamiento.

El mundo nuevo que viene tiene que ser mejor

Los microorganismos patógenos no entienden de fronteras. Se mueven con fluidez, alcanzando poblaciones humanas y animales. Por esta razón, el modelo de salud tiene que ser integral y debe abarcar en su totalidad la salud humana, animal y ambiental. Pensarnos como los únicos eslabones en la cadena no solo es una visión simplista y egoísta sino también errada e incompleta.

La vacuna para el SARS-CoV-2 no tardará en llegar. La inversión científica mundial para esto fue inmensa y la carrera por adquirir la mejor versión del profiláctico está por llegar a su fin. Pero ¿de qué sirve generar una vacuna para el coronavirus si seguimos perpetuando el sistema que genera las pandemias?

Estamos en la puerta de un nuevo mundo, la decisión se encuentra en nuestras manos y es nuestra responsabilidad como ciudadanes reflexionar con responsabilidad, pensando en la sociedad actual y la venidera. 


El dengue: la otra peste

Los esfuerzos por detener el avance violento del SARS-Cov-2 (coronavirus/COVID-19), en Argentina en particular y en América Latina en general, distraen la atención de muchas otras enfermedades que padecemos en la actualidad. La necesidad de atender la pandemia que avanza a lo largo y ancho del planeta es lógica pero ¿qué pasa con todas las demás enfermedades graves, endémicas y sin tratamiento que se arraigan a nuestro país?

Hablemos de una enfermedad endémica en Argentina que necesita ser atendida de forma constante: el dengue. Conocida popularmente por la fiebre «rompehuesos», su urgencia sanitaria sobrepasa los límites de la época de calor para extenderse durante todo el año. Una enfermedad preocupante y alarmante en nuestro país que podría ser prevenida o minimizada con el compromiso social de los Estados y les ciudadanes.

¿Qué es el dengue? ¿Cómo se transmite?

El dengue es una infección producida por un virus y transmitida por la picadura de mosquitos conocidos por el nombre científico de Aedes aegypti. Este virus se puede transmitir de persona a persona pero solo con la picadura del mosquito como intermediaria. Al picar a una persona infectada con el virus, el mosquito se infecta y es capaz de transmitir la infección en futuras picaduras a otras personas sanas. Entonces, es importante recalcar que no nos pica «un dengue» sino un mosquito infectado con el virus del dengue.

Transmisión

El dengue tiene una particularidad y es que hay cuatro variedades del virus a las que se denominan «serotipos». En caso de contagiarnos, adquiriremos inmunidad solo para el serotipo con el cual hayamos sido infectados. Es decir que si nos contagiamos con un dengue de serotipo 1 (DEN-1) nuestra producción de defensas (anticuerpos) y la inmunidad será solo para ese serotipo y no podrá evitar que nos contagiemos con otro serotipo distinto.

Todos los mosquitos (no solo el que transmite dengue) nacen a partir de huevos pero antes de alcanzar la madurez viven en el agua en forma de larvas o pupas. A partir de entonces sufren algunas series de transformaciones bastante grandes hasta convertirse en adultos (es decir, el mosquito que vuela y nos pica).

A simple vista, el Aedes aegypti puede identificarse por ser más negro que otros mosquitos y tener rayas blancas en sus patas y dorsales. Aunque estos son los mosquitos que podrían transmitir el virus del dengue, no todos los mosquitos negros con rayas blancas se encuentran infectados, sino solo aquellos que picaron antes a alguna persona infectada. Es un mosquito huidizo y silencioso de hábitos diurnos que reposa sobre superficies oscuras y pica preferentemente durante las últimas horas del atardecer y las primeras del amanecer.

La cría del mosquito se desarrolla en recipientes que acumulan y estancan agua. Una particularidad de este mosquito es que pone sus huevos en superficies rígidas al ras del agua, a diferencia de otros mosquitos que los ponen directamente sobre el agua. Por ejemplo, puede reproducirse en baldes, frascos, neumáticos, bebederos de animales, canaletas, tanques de agua, etc.

En cada lugar y según las condiciones del contexto, la situación puede ser diferente pero los pilares fundamentales para la cría y transmisión son: contenedor de agua + superficies rígidas + personas cerca. En las zanjas, cunetas de agua u otros cuerpos de agua que no cumplen con las tres condiciones, el mosquito Aedes aegypti no se cría.

Estas características son generales y aplican de igual manera a la totalidad de la región, pero es un desafío y una urgencia sanitaria pensar cuáles son los criaderos que se encuentran presentes en cada una de las casas, los barrios y las localidades, ya que las particularidades pueden ser diversas y presentar dificultades diferentes.

¿Qué sucede en nuestro país frente a la epidemia del dengue?

La enfermedad producida por el virus del dengue es una de las tantas enfermedades endémicas de circulación autóctona en nuestro territorio que no cesa sino que viene escalando su récord en los últimos años.

En la Argentina actual y según el Boletín Integrado de Vigilancia Nacional, desde agosto de 2019 hasta la fecha se registraron 41.689 casos de dengue confirmados por laboratorio o nexo epidemiológico, es decir, por estar cerca de un criadero o de una zona donde el número de casos es elevado, sin antecedentes de viaje; 1.860 casos aún se encuentran en proceso de investigación.

Si comparamos los datos actuales con los del mismo periodo de 2016 (año en el cual se había registrado la mayor cantidad de casos hasta el momento), observamos que en lo que va de la temporada hubo alrededor de 43 mil casos en el país, superando los casi 40 mil de 2016.

En cuanto a la circulación de serotipos de dengue se detectaron tres en la presente temporada: 71% corresponden a DEN-1, 27% a DEN-4 y 2% de DEN-2. El DEN-3 aun no se encuentra como circulación autóctona.

¿Qué podemos hacer para eliminar el dengue?

Si llegaste hasta acá, voy a revelarte dos secretos un poco dramáticos. El primero es que, por el momento, el dengue no tiene tratamiento ni vacuna efectiva (sí hay estudios en curso y propuestas de vacunación). El segundo es que el Aedes aegypti no solo transmite el dengue sino también un montón de enfermedades como el zika, la fiebre chikungunya y la fiebre amarilla, entre otras. Así que, si no hay mosquitos, no puede haber dengue y tampoco las demás enfermedades mencionadas.

La estrategia más efectiva es la prevención. La manera más eficaz de proteger a las personas es eliminar los lugares en donde se crían los mosquitos adentro y alrededor de las casas, los lugares de trabajo y la comunidad en general. En cada zona se debe prestar particular atención para ver en dónde están las larvas (en cacharros, baldes, neumáticos, tanques, entre otros) y planificar qué hacer para que esos recipientes no sirvan como criaderos de mosquitos. Este es un trabajo colectivo y solidario en donde todes debemos estar involucrades en la prevención y el saneamiento de nuestro hábitat.

Las fumigaciones con insecticidas solo son efectivas para matar al mosquito adulto (no elimina larvas en criaderos) en zonas donde hay casos confirmados, es decir, para eliminar a los posibles mosquitos portadores del virus. Por esta razón, fumigar en zonas alejadas a los domicilios, sin recipientes con paredes rígidas  y agua, no tiene sentido.

Aquí se abre un interrogante que inmediatamente podemos responder en base a todo lo comentado antes: ¿sirven las pulverizaciones aéreas para controlar el dengue? Amigues, la respuesta es no.

Según GIMA (Grupo de Investigación sobre Mosquitos en Argentina), las pulverizaciones aéreas podrían provocar grandes problemas ambientales, poniendo en riesgo la salud pública y medioambiental. Además, este tipo de aplicaciones pueden causar un impacto negativo en la biodiversidad y en particular un efecto perjudicial en polinizadores y otras especies de insectos benéficos.

Las mujeres estamos en todos lados: prevenimos, curamos e investigamos

Mapa de la movilidad de la proteína

Un grupo multidisciplinario de científicas argentinas publicó en las últimas semanas un artículo sobre el mapa de la movilidad de una proteína que tiene el virus del dengue cuando infecta una célula humana. Esta iniciativa, encabezada por Laura Estrada y Manuela Gabriel —y en cuyo equipo trabaja Andrea Gamarnik, conocida recientemente por el kit serológico COVIDAR IgG—, es clave para el desarrollo de fármacos antivirales.

Para facilitar la comprensión de este hecho científico y entender el mapa de la movilidad de la proteína viral, una investigadora comenta:

«Es como si vos pudieras tener una imagen de las entradas y salidas de Buenos Aires y vieras por qué calles circulan más autos, por cuáles no circula ninguno, en qué dirección va cada uno. Se trata del flujo molecular. Por qué lugares se trasladan las moléculas y de qué manera, porque lo que demuestran nuestros mapas es que en algunos lugares el movimiento es muy desordenado pero hay regiones donde el movimiento es muy organizado».

Este avance científico es fundamental para la soberanía científica de nuestro país ya que es un trabajo realizado ciento por ciento en Argentina, por un equipo multidisciplinario de mujeres científicas que buscan dar respuesta a un problema grave y actual que enfrentamos. Esto demuestra que si nosotres no avanzamos en nuestras problemáticas locales, nadie lo hará.

A no relajarse

El dengue es una enfermedad que debemos prevenir y controlar todo el año. Accionar solo cuando vemos el mosquito adulto con rayas blancas en el verano es un error. Fumigar nuestros ambientes, pulverizar los campos y rociarnos en insecticida es un desacierto si durante las épocas de postura de huevos (épocas frías) no combatimos los criaderos.

La problemática relacionada con esta enfermedad excede por mucho los aspectos médicos y científicos, es decir, que las condiciones de transmisión no solo se relacionan con lo medico o lo biológico sino que están estrechamente relacionadas por decisiones políticas, económicas, sociales y culturales.

La prevención no es una responsabilidad individual sino que es un abordaje colectivo y solidario en donde todes somos responsables. No atender esta problemática es otro de los tantos actos de injusticia social donde aquelles con menores posibilidades sociales y económicas serán les más perjudicades.


Fuentes:

La prueba de amor

El mundo nuevo que nace bajo los efectos de la pandemia por COVID-19 pone de manifiesto no solo la peligrosidad del avance constante de la infección sino también de un mal que se disemina a mayor velocidad que el virus y nos invade con noticias poco confiables, falsas o  que promueven conductas incorrectas y peligrosas, concepto conocido actualmente como «infodemia».

En la actualidad y en particular en el caso del COVID-19, los fundamentos sobre la enfermedad, la prevención y el modo de acción en caso de síntomas o infección se encuentran al alcance de todes, en todos los medios de comunicación y a tan solo un clic de distancia. Los esfuerzos incansables de la comunidad científica y médica de todo el mundo son constantes y la implementación de los nuevos descubrimientos se produce en tiempo real.

La vorágine de comunicar es muchas veces perjudicial y peligrosa. Si bien hoy en día vivimos el ejemplo en «carne viva», no hace falta transitar una pandemia para encontrarnos con opiniones de vecines, amigues, compañeres de trabajo, influencers, periodistas y hasta exmodelos, no capacitades en ciencia y salud, que ponen en tela de juicio la idoneidad del sistema de salud, la comunidad científica, el avance de la medicina y la efectividad/seguridad de las vacunas.

A este grupo de «dudoses» podemos separarlo en dos: por un lado, tenemos las opiniones del núcleo duro de la antivacunación en donde se encuentran personas que se basan en algunos de estos conceptos: «A mí me funciona», «Viví toda la vida así y no me paso nada» y «Las vacunas son un curro de la industria farmacéutica», entre otros. La militancia es activa en estos actores de la comunidad que lejos de generar conciencia y edificar opiniones solidas, ponen peligrosamente en discusión de manera errónea, confusa y perjudicial conceptos sobre la salud que se encuentran en constante comprobación y validación científica.

Por el otro lado, se encuentran aquellas personas que dudan sobre la obligatoriedad y necesidad de la vacunación. Estas personas no son militantes ni tampoco fanáticos de la antivacunación pero hay algo en su experiencia personal de vida que genera esa duda activa y ruidosa que se necesita atender y responder otorgando las herramientas correctas para generar un compromiso social.

Quienes creemos que la vacunación es fundamental en la construcción de una sociedad más justa y equitativa no buscamos estigmatizar ni demonizar a quienes no creen esto, sino generar conciencia y compromiso. Elegir hablar de vacunación no es una opinión. Elegir hablar de vacunación es decisión, solidaridad y responsabilidad política. Es importante preguntarnos pero también respondernos, entender y aprender con fundamento y evidencia científica.

¿Vacunación, sí? ¿Vacunación, no? Vacunación, sí. Siempre. Y no importa cuándo se lea esto.

¿Qué son las vacunas?

Según la OMS, se entiende por vacuna a cualquier preparación destinada a generar inmunidad (defensas) contra una enfermedad. Puede tratarse, por ejemplo, de una suspensión de microorganismos inviables (muertos) o atenuados (sin virulencia). Se administran vía inyección u oral a las personas sanas (principalmente niñes aunque también adultes en algunos casos) para generar inmunidad activa y duradera al estimular la producción de defensas (anticuerpos). De esta manera, cuando se administra una vacuna, el sistema inmunológico «cree» que se trata de la enfermedad y responde produciendo los anticuerpos correspondientes.

Si, a lo largo de la vida, la persona entra en contacto con el microorganismo (virus o bacteria) que produce una enfermedad para la cual fue previamente vacunada, los anticuerpos generados gracias a la vacunación se encargarán de «atrapar» o contener al patógeno para que no produzca enfermedad o esta sea más leve.

Las vacunas y el agua potable son las dos herramientas más importantes para la prevención de las enfermedades infecciosas de la historia. Gracias a la vacunación, muchas enfermedades mortales o discapacitantes que eran habituales en el pasado se han controlado e incluso eliminado. Uno de los hitos más importantes de la salud pública mundial fue la erradicación de la viruela en 1980.

Breve historia de la vacunación.

La inmunidad de rebaño

Las vacunas tienen una función individual pero también tienen una función colectiva (o de rebaño). Para alcanzar lo que se conoce como inmunidad colectiva respecto de una determinada enfermedad, se requiere que la cantidad de personas vacunadas contra esta en una comunidad sea mayor a un valor que se denomina «umbral».

Este umbral va a depender de diversos factores, como las características del patógeno (bacteria o virus) y la respuesta inmune (producción de anticuerpos) que este produzca. Cuando este efecto se logra, aunque ingrese en la comunidad un patógeno importado, no va a poder diseminarse con tanta tranquilidad y probablemente no se genere un brote. Es decir, la vacunación y la respuesta inmune que produce responden como barrera o contención para frenar una enfermedad.

En cambio, cuando el número de personas vacunadas está por debajo de ese umbral, los patógenos encuentran una mayor facilidad para diseminarse y generar esa enfermedad.

Vayamos al ejemplo que tenemos más a mano: COVID-19. El patógeno en cuestión es el SARS-CoV-2 que presenta características nuevas y para el cual no existe una vacuna. El organismo humano, en presencia del virus, lo «desconoce» y responde generando anticuerpos. El problema principal radica en que esa respuesta viene acompañada con una enfermedad grave y riesgosa con alta morbilidad y mortalidad. Además, los estudios e investigaciones aun no son concluyentes sobre si esta inmunidad que se genera en respuesta al coronavirus es protectiva y si funciona a largo plazo.

Para evaluar todo esto hace falta tiempo. Tiempo invertido en las investigaciones de laboratorio y tiempo en la generación de evidencia científica. Así que si te estabas preguntando cómo funciona una enfermedad para la cual no hay vacuna: estamos viviendo en tiempo real la respuesta. Por ahora el aislamiento es el mejor tratamiento, así que quedate en casa.  

De la duda al brote

Uno de los mitos refutados hace años es que las vacunas podrían generar autismo. Esta historia comenzó con un paper (modo en el cual se publican los avances científicos) que publicó un gastroenterólogo británico en el año 1998 en el cual establecía una relación entre la vacuna triple viral y el autismo. El hecho fue desacreditado y este científico expulsado de la academia científica a la cual pertenecía. Pese a que la evidencia científica sobre la seguridad de las vacunas y la no asociación con el autismo eran concluyentes, el daño ya estaba hecho y miles de niñes en todo el mundo dejaron de recibir la vacuna.

Este fue uno de los acontecimientos en los cuales se baso la militancia antivacunas. Sin dudas, podemos encontrar muchas más opiniones y supuestos, pero lo que es importante recalcar es que las vacunas son extensamente estudiadas antes de salir al mercado y lo continúan siendo durante todo el tiempo de aplicación. Las vacunas con las que contamos hoy en día son de altísima calidad y los efectos adversos que producen son mínimos.

Uno de los ejemplo de rebrotes en nuestros días es el de sarampión. En 2018, más de 140.000 personas murieron a causa de este virus en todo el mundo y la mayoría de estas muertes se registraron en la población de niñes menores de 5 años. Además, contraer el virus del sarampión puede tener repercusiones sobre la salud a largo plazo ya que deja a les sobrevivientes vulnerables a padecer otro tipo de enfermedades potencialmente mortales.

El porcentaje de casos mortales a causa de sarampión es de alrededor de una muerte cada mil casos. En los países en vías de desarrollo, con altos grados de malnutrición y servicios sanitarios inadecuados, la cantidad de fallecimientos es del 10% y esta cifra asciende al 30% en casos de inmunocompromiso. Entonces, ¿cómo una infección de sarampión con este grado de mortalidad, principalmente en niñes, puede ser mejor que una vacuna cuyo efecto adverso puede ser de uno en millones?

Por el consenso y el compromiso social

Dicen que las vacunas son «víctimas de su propio éxito» porque la comunidad se ha olvidado de las enfermedades terribles de las cuales nos han prevenido al minimizar los efectos protectores que presentan. Pero son estas vacunas las que evitan seis millones de muertes al año, ahorran la pérdida de 400.000 años de vida y previenen 700.000 casos de discapacidad grave.

La vacunación es una de las medidas de Salud Pública que más vidas salvaron y continúan salvando a lo largo de la historia. Son efectivas y aseguradas por el Estado argentino de manera gratuita. Los efectos adversos que se pueden observar, en general, son leves y permiten prevenir enfermedades que, hasta no hace tanto, mataban a millones personas por año e incapacitaban a muchas más.

Existe la enorme certeza de que las vacunas son seguras gracias a las evidencias científicas de altísima calidad, ensayos clínicos, estudios epidemiológicos y metaanálisis. Es necesario atender a esas evidencias y dejar de lado nuestras connotaciones y emociones negativas y todo aquello que alguien nos dice basado en una opinión o vivencia personal.

La vacunación activa es un derecho y un completo acto de justicia social. Es una de las únicas herramientas que nos emparejan como sociedad, otorgándonos igualdad de condiciones a todes por igual. Las vacunas son un instrumento de equidad y disminuyen la desigualdad en la asistencia sanitaria, proporcionando también beneficios a les más desfavorecides. Las vacunas están dirigidas a todes por igual sin importar su contexto social o económico.

Aceptar la vacunación es amor y solidaridad.

Todas las vacunas del Calendario Nacional son obligatorias, gratuitas y se aplican en vacunatorios, centros de salud y hospitales públicos del país. Nuestro calendario incluye vacunas para todas las etapas de la vida, para situaciones especiales y para grupos específicos.

Para evitar la infodemia sobre COVID-19: CONFIAR.


Fuentes: