Discriminación hacia las personas mayores LGBTIQ+

Las personas adultas mayores suelen recibir malos tratos debido a su edad. Además, reflejando el efecto de la interseccionalidad, aquellas que se identifican como pertenecientes al colectivo LGBTIQ+ sufren una estigmatización adicional que se agrava en tiempos de pandemia y puede seguir empeorando por distintos factores.

La población mayor se compone de personas empoderadas, activas, participativas, que cuentan con el capital de la experiencia como uno de sus valores más preciados. Sin embargo, esta parte de la sociedad sufre malos tratos sin cesar.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) observa que «las niñas, niños y adolescentes LGBTI+ suelen enfrentar el rechazo de sus familias y su comunidad, quienes desaprueban su orientación sexual, identidad de género o diversidad corporal, lo que tiende a conducir a situaciones generalizadas de discriminación, estigmatización, intimidación, acoso, abuso, maltrato y violencia física, psicológica, sexual y, en casos extremos, incluso la muerte».

Y aclara que esta problemática alcanza a la población que aquí nos compete: «Lo mismo ocurre con las personas LGBT+ en la etapa adulta de sus vidas e incluso con las personas adultas mayores, con ciertas especificidades referentes al aislamiento social cada vez más prolongado que experimentan, en la medida en que postergan o evitan el acto de asumir públicamente su orientación sexual o identidad de género».

En esta línea, Edgardo Corts, miembro fundador de la organización Mayores en la Diversidad y vicepresidente del Centro de Jubilados y Pensionados de ATE Capital, en diálogo con Escritura Feminista, describió algunas de las situaciones a las que se exponen como, por ejemplo, el ser encasillades como población fuera de actividad.

«La sociedad constituye a las personas mayores como sujetos pasivos. Eso significa fundamentalmente que hemos salido de los circuitos de producción masivos y más rentables económicamente pero eso no nos inhabilita ni nos define como pasivos sin posibilidades. Estas están adaptadas a la edad y las circunstancias biológicas de los y las mayores».

Edgardo Corts.

Además del estigma de la poca actividad, también se les tilda de asexuades sin preguntarse por lo que sucede en sus camas. Tengamos en cuenta que con el ritmo de vida que llevamos todes, entre trabajo, estudio, entrenamiento, más estudio, hijes, familia y amigues, a muches les queda poco tiempo para la actividad sexual. De hecho, podríamos pensar que les viejes tienen más tiempo que la población más joven.

Graciela Balestra, creadora de Puerta Abierta, el primer Centro de Jubilados LGBTIQ+ del país, señaló a este medio que la «poca» actividad sexual y el «mal» estado de salud de les adultes mayores es un mito que se debe desterrar y expresó: «Los de 40 o 50 vivimos todos estresados, es cuando menos sexo se tiene, después de los 70 uno vuelve a recuperar el erotismo».

Continuando en el marco de la actividad sexual, Edgardo explica el peligro de esta caracterización: «Cuando vamos al médico pueden revisarnos cualquier tipo de patología pero en ningún momento investigan temas como VIH, hepatitis o enfermedades de transmisión sexual porque no nos consideran sujetos activos sexualmente. Que si bien los adultos mayores tenemos una sexualidad adaptada a este período de la vida, seguimos siendo, nacemos y morimos sexuados. Eso también nos invisibiliza y nos pone fuera de la asistencia».

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Tener más de 60, ser LGBTIQ+ y vivir en pandemia

En el contexto actual, les adultes mayores de 60 años integran el grupo de «población de riesgo», junto a embarazadas y personas con patologías crónicas, lo cual les hace permanecer en sus hogares para cuidar su salud. El problema se presenta cuando viven soles y necesitan salir a comprar comida, medicamentos o ver a sus médicos y médicas: no todes pueden hacer consultas online o pedir comida por teléfono. A esta situación se suma la falta de afecto por no poder ver a sus familias y amigues ni hacer sus salidas habituales.

Esto, que tiene mal aspecto para cualquier persona mayor, se vuelve aún más grave al pertenecer al colectivo LGBTIQ+. En este sentido, Edgardo explica:

«Pertenecemos a una generación en la que muchos y muchas han permanecido en el placard. Entonces en este momento de la vida se da que algunos de ellos o ellas tienen que vivir en centros geriátricos, en hogares de larga estadía, o bien volver a sus grupos familiares de origen. Y allí se ha dado que aquellos que toda la vida estuvieron en el placard tienen que seguir estándolo y aquellos y aquellas que pudieron salir, al estar en estos lugares, vuelven a ingresar al placard. Es como un reingreso a la no identidad».

Por su parte, Graciela, en el mismo sentido, afirma: «Hay mucha soledad. Muchos, cuando se asumen, la familia no les da más bolilla, los echan o no quieren que vean más a los nietos. Hay personas que se casaron y tuvieron hijos y cuando se dieron cuenta de que no eran heterosexuales se separaron y los hijos les dijeron que no vean más a los nietos o los obligaron al silencio».

Además, detalla brevemente cómo se da la discriminación hacia las personas mayores con identidades diversas: «A los viejos ya los discriminan por viejos por más que no sean gays y, si además sos lesbiana, se da una doble discriminación; si, además, llegas a ser pobre o negra, sonaste».

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El desafío de llegar a la vejez siendo trans

Las personas trans en Argentina tienen una expectativa de vida de 35 años. Mónica Roque, médica a cargo de la Secretaría de Derechos Humanos, Gerontología Comunitaria, Género y Políticas de Cuidado del PAMI, profundizó sobre esta problemática en diálogo con BAE: «Según las proyecciones de INDEC, para 2020 la expectativa de vida para una mujer (cis) será de 81 años. La de las mujeres trans será de 35 años. La inequidad es terrible. Hay mujeres trans que llegan pero en las peores condiciones. Tenemos algunas en PAMI. La historia de vida en una mujer trans, que seguramente estuvo en la prostitución y que antes no tenía acceso a los tratamientos hormonales médicos adecuados, hace que llegue en condiciones de vida bastante malas».

Sin embargo, como bien dice la especialista, hay algunas excepciones que logran superar las expectativas. La fundadora de Puerta Abierta cuenta que en el Centro de Jubilados hay algunos casos pero también detalla cómo lo hicieron: «las personas que vienen al Centro y son trans, si llegaron a los 60 o 70 años fue a costas de no asumir nunca el cambio de identidad. Hay personas que siguen siendo hombres cuando se sienten mujeres. Yo digo: salvaron su vida pero a costa de matar su deseo».

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Garantizar los derechos humanos de las personas mayores LGBTIQ+

Defender sus derechos y desestigmatizar a este colectivo implica la ardua tarea que llevan a cabo organizaciones como Puerta Abierta y la Casa del Orgullo, establecimientos en los que se crean redes de apoyo y contención. Según explica Graciela, que participa en ambos espacios, «son como familias alternativas para que cuando tienen que cortar con su familia de origen, por la falta de aceptación, no caigan en el vacío».

Entre sus acciones también se encuentran la concientización sobre derechos, la capacitaciones de personas que cuidan adultes mayores, la asistencia psicológica y los talleres culturales, entre otros.

La garantía de derechos va acompañada por el cambio de la imagen de las personas mayores: no todes son abuelos y abuelas, ni tienen problemas de salud ni están soles en sus casas sin saber qué hacer. Por el contrario, Graciela aclara que «cuando hacíamos un baile, por ejemplo, las de 80 años bailaban toda la noche, saltan más que yo, tienen ganas de vivir».

Con respecto a la invalidez de los estereotipos que rondan a hombres y mujeres mayores, menciona: «Ahora una mujer de 80 es joven, contrariamente a lo que uno pensaba antes. Las veo muy vitales, viajan, salen, bailan, van y vienen, no son esas viejitas que no se pueden mover. No todos están enfermos, hay más sexo que en las personas jóvenes».

Como población activa que continúa en la lucha por sus derechos, Edgardo hace hincapié en que:

«Más allá de la edad, todos somos sujetos de cuidado y mucho más en un proceso de pandemia como el que estamos viviendo y, además, nos identificamos como hombres y mujeres políticos. Por eso seguimos trabajando por un nuevo proyecto de ley para conseguir la cura del VIH, adaptado a estos contextos actuales y contemporáneos. Ese objetivo y la defensa de los derechos humanos de las personas mayores en la diversidad son los que en este momento perseguimos».

Para quienes quieran contactarse con Puerta Abierta para tener asesoramiento terapéutico o jurídico sobre casos de discriminación o de violencia de género, hacer consultas o participar del espacio, pueden solicitarlo a través del número telefónico 11 4470 9852.


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¿Qué tan responsable es Viviana Canosa?

Una pandemia nos rodea y el deseo por atravesarla lo mejor posible nos ubica en un lugar muy vulnerable ante la desinformación. Además, el tiempo extenso en nuestras casas nos lleva a consumir más información de la que ya consumimos en la era de la sobreinformación. Es una responsabilidad enorme la de comunicadores, periodistas, influencers y cualquiera que tenga un espacio y una audiencia. Quienes no comprenden esta responsabilidad sobre lo que comunican o la manera en que lo hacen pueden terminar en la justicia: Viviana Canosa fue imputada hace unos días a partir de la denuncia de Mariano Mansilla, diputado de Neuquén, bajo el cargo de «ejercicio ilegal de la medicina». 

¿Quién es Viviana Canosa?

Viviana Canosa es una presentadora de televisión, locutora y periodista argentina. Actualmente conduce un programa en el Canal 9 llamado «Nada personal», en el cual se debaten temas de la actualidad política de la Argentina. 

El 5 de agosto, Canosa comenzó su programa a las 23 h, como todos los días. Esa vez, el programa se enfocaría en una entrevista a Luis Juez, diputado y exgobernador de Córdoba. Avanzado el programa en 2 minutos, luego de nombrar a Bill Gates, mostró una botella con CDS (dióxido de cloro) y anunció con picardía: «Miren todo lo que me tomé, para generar más polémica, porque no necesito más polémica»

Llegando al final del programa, abrió la botella, ingirió el CDS en cámara y afirmó: «Yo no recomiendo, les muestro lo que hago». La reacción fue inmediata en las redes sociales, desde gente que festejaba su accionar hasta quienes la repudiaban. 

Transcurridos 13 días de este programa, el 18 de agosto, Viviana Canosa fue imputada por ejercicio ilegal de la medicina según el inciso 1 del artículo 208 del Código Penal que regula la medicina, los medicamentos y tratamientos considerados dentro del marco legal. El CDS no es uno de estos. 

La denuncia la radicó Mariano Mansilla, diputado de Neuquén perteneciente al Frente de Todos, tras el fallecimiento de un niño en la provincia el día 15 de agosto. Las investigaciones comenzaron y sus padres confesaron que le habían suministrado CDS por miedo a que el niño tuviera COVID-19. El niño murió por una falla multiorgánica causada por el CDS.

El mismo 15 de agosto, el Ministerio de Salud publicó un informe en el que aclaró que el dióxido de cloro no es una medicina autorizada para tratar el coronavirus. Entonces, ¿Viviana Canosa es culpable por la muerte de este niño? Esto no es algo que podamos afirmar pero ¿cuánta responsabilidad tiene como figura pública y por qué es importante hablar de esto?

¿Qué es el CDS?

El dióxido de cloro es un compuesto químico de cloro y oxígeno, lo cual lo convierte en una sustancia muy contaminante para nuestro sistema. Según el Ministerio de Salud: «La ingesta de dióxido de cloro puede causar irritación en el esófago y estómago, dolor abdominal, náuseas, vómitos, diarrea e intoxicaciones severas, entre otras complicaciones que pueden incluir graves trastornos hematológicos, cardiovasculares y renales». O sea: no hay que consumirlo. 

Si bien es un químico que se utiliza para potabilizar el agua (hecho que todes conocemos), la cantidad que se le pone al agua para que mate bacterias es de, como máximo, 0,8 partes por un millón (muy poquito)

El dióxido de cloro es un químico (mal) promocionado como «una cura mágica» para distintas enfermedades (incluso de VIH) y actualmente comenzó a ser anunciado como un tratamiento para el coronavirus. Es un químico del que se habla desde el principio de la pandemia: primero, mostrado como un medicamento aunque, después, se aclara que es nocivo, así como lo son la hidroxicloroquina o la ivermectina. Todos estos productos coinciden en algo: son químicos nocivos que se muestran como soluciones mágicas y son promocionados por figuras públicas que terminan siendo engañosas para el público. 

¿Qué comunicamos?

Hay algo nuevo que nos rodea e interpela, nos da miedo y queremos una solución. Se genera un clima de desesperación que nos vuelve vulnerables. Estamos pendientes (conscientes o no) de que exista una vacuna, una cura o una solución para poder salir de esta cuarentena. Es necesario que quienes están a cargo de comunicar lo hagan de la manera más responsable posible, comprendiendo la magnitud de sus actos y dichos. Más aun, si las audiencias son grandes.

Si bien no podemos culpar específicamente a Canosa por los fallecimientos por ingestión de CDS, sí podemos afirmar que la demostración bebiendo este químico es una irresponsabilidad. Además, teniendo en cuenta que después de ser imputada invitó a su abogado al programa, logró un show mediático que incrementó sus puntos de rating.

Como medida reparatoria, la Red Argentina de Periodismo Científico realizó un spot que advierte sobre este químico. Sin embargo, la producción de Canal 9 se niega a transmitirlo.

Los medios masivos de comunicación en la actualidad son considerados un «cuarto poder»: crean discursos y son responsables de lo que se informa y cómo se lo muestra. En cierto punto, son generadores de sentido común. Tienen una responsabilidad política y es aun mayor en medio de una pandemia en la que, en general, estamos todes un poco perdides.

Quienes podemos acceder a las redes sociales y a Internet, tenemos la «fortuna» de diversificar los medios de comunicación que leemos y vemos. Por ende, podemos emancipar nuestro sentido común. Así que: no tomemos CDS y consumamos más medios alternativos.


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Las lluvias que no mojan, ni siquiera en pandemia

El pasado jueves 2 de julio en horas de la mañana, el Hospital Cosme Argerich recibió la visita de Horacio Rodríguez Larreta, jefe de gobierno porteño. Se tomó fotos en los boxes de laboratorio de la planta baja, donde se testea a trabajadores expuestes a la COVID-19. También se fotografió conversando con Néstor Hernández, director médico del hospital.

Sin embargo, no lo vieron acercándose a los servicios de terapia intensiva, ni tampoco al cuarto piso, destinado al aislamiento de pacientes con COVID-19 de baja y media complejidad. Menos aún lo vieron interiorizándose sobre el estado de salud del personal contagiado o comprobando con sus propios ojos la cantidad y calidad de los equipos de protección disponibles.

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A diferencia de lo ocurrido en otros hospitales de la ciudad, donde fue forzado a retirarse fustigado por las demandas del personal, en esta ocasión, Larreta pudo moverse con total libertad.

El hecho sorprende por una variedad de razones. Entre las más concretas hay algunas que son de público conocimiento: fue en el Argerich donde se registró la primera muerte por COVID-19, a principios del mes de marzo. Cerca de 70 trabajadores se vieron expuestes al contagio por no aplicarse los protocolos de bioseguridad y diagnóstico, por lo que debieron aislarse.

Nota de aviso de colapso operativo, emitida por el hospital con la firma del Dr. Roberto Veneroni.

Posteriormente, ante la falta de personal, el servicio de urgencias debió comunicar un colapso operativo y la imposibilidad de recibir pacientes hasta nuevo aviso.

En el sistema de salud porteño, la atención de urgencias se maneja en red por medio del SAME. Si un servicio comunica colapso operativo, los servicios que se encuentren en las cercanías deberán absorber su demanda, además de continuar atendiendo la propia. Ello implica una probabilidad real de que también colapsen y se vea comprometida la atención médica de urgencia de todo un sector de la Ciudad.

A pocos metros de lo real

Mientras Larreta paseaba entre los boxes de extracción con el aval de quienes no lo echaban, en el servicio de urgencias faltaba Miriam Pucheta.

Miriam es una enfermera de 46 años de edad con varios años de antigüedad en el hospital. Se contagió el virus y su condición se volvió crítica. Miriam padece anemia hemolítica, una patología de la sangre en la cual se presentan dificultades para el abastecimiento de oxígeno a los tejidos. Bajo estas condiciones, no queda claro por qué razón se encontraba trabajando, en lugar de hacer uso de licencia.

Al cierre de esta edición, se encuentra internada en asistencia respiratoria mecánica. Sus compañeres y familiares debieron realizar una campaña de difusión del caso para conseguirle donantes de plasma y lograr que su cobertura médica la incluya en el protocolo de tratamiento. La Asociación de Enfermería de Capital Federal (AECAF) envió mensajes de solidaridad desde las redes sociales, intercalados entre oraciones a Dios por les colegas que ya fallecieron. No más que eso.

Miriam Pucheta, enfermera del Hospital Argerich.

Miriam Pucheta no es la única. Entre los meses de mayo, junio y lo que va de julio, se contagiaron trabajadores de varias salas de internación y también trabajadores de servicios generales que, según las planificaciones operativas, se encontraban afectades a tareas sin contacto con pacientes COVID-positivos.

En el Argerich, al igual que en todos los hospitales y centros de salud dependientes del GCBA, el personal de todas las áreas se dividió en grupos y concurre alternadamente en un intento de reducir las posibilidades de que un contagio masivo deje al área sin operatividad.

Todes tienen suspendido el uso de licencias mientras dure la emergencia sanitaria. Todes son pasibles de ser destinades de manera inconsulta a otros efectores de salud en caso de que alguno se quede sin personal. A quienes se desempeñen en los turnos franqueros, también pueden asignarles tareas en días laborables, según una resolución emitida recientemente.

En un pie de igualdad con el sector privado, además, acaban de recibir la primera cuota del afamado bono extraordinario, que primero se anunció de tres pagos de diez mil pesos, después de cuatro pagos de cinco mil y después de «solo palabras de agradecimiento», según dijera el propio Alberto Fernández, presidente de la Nación, al ser consultado por ello en conferencia de prensa.

El pago comenzó a regularizarse recién a cuatro meses de su anuncio con bombos y platillos y de vincularlo a la necesidad de reconocer y premiar la labor asistencial. No se ofrecieron mayores argumentos para justificar la demora que los de «una cuestión burocrática».

Curioso resulta, en estas condiciones, imaginar qué mundo habrá visto Horacio Rodríguez Larreta en su paseo por la planta baja del hospital. También cuál le habrán querido mostrar quienes lo recibieron y quiénes, sabiendo que estaba allí, no lo echaron. Quizás se trate de un mundo de trabajadores no humanos, que le ponen el cuerpo a una pandemia sin recursos, sin derechos de ningún tipo y sin verdadero reconocimiento social, entre otras vicisitudes.

Un mundo en el que les trabajadores, al cabo de muchos años de ser despojades de derechos básicos, se las arreglan para convencerse de que está bien, de que son ángeles o héroes o elegides para pelear una batalla. Y que, luego de tamaña lucha desigual, aún les queda resto para ofrecerle al opresor una bienvenida en una escena pulcra, clara y agradable a la vista, mientras la multitud aplaude, todas las noches a la misma hora, desde sus balcones.


Imágenes: Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires


¿Cristina Pérez vs. Alberto Fernández?

El pasado miércoles por la noche, Alberto Fernández fue entrevistado en el noticiero central de Telefé, en el cual la conductora, Cristina Pérez, le hizo una pregunta que incluyó adjetivaciones. El presidente de la Nación se detuvo a observar esta intencionalidad en la construcción de la pregunta y en varias ocasiones corrigió a la entrevistadora en sus expresiones. A raíz de estas correcciones, las redes sociales estallaron en comentarios.

Ya sea para ovacionar la pregunta de Pérez o para aplaudir la respuesta de Fernández, el foco fueron las personas y no los mensajes. Este accionar polarizante y repetitivo en las redes sociales es uno de los síntomas que aquejan a nuestra sociedad hoy en día, el problema de la posverdad

«Hablamos de posverdad cuando el discurso público (el de las personas, el de los estadistas, el de los medios) se inunda de prejuicios por motivos sentimentales, políticos o económicos que, en vez de ser confrontados con lo que sabemos, se consideran una verdad alternativa», apuntó Guadalupe Nogués, docente y comunicadora, autora de «Pensar con otros: una guía de supervivencia en tiempos de posverdad».

En este sentido, resulta imprescindible comenzar a tener una visión más amplia en este tipo de cuestiones como los debates sobre actualidad, política y economía. Dejar de lado los juicios que cargamos sobre quienes ejercen la palabra y trascender las personalidades para ir hacia el mensaje y poder discutir ideas y no personas. No es sencillo pero hay que intentarlo.

Para ir un poquito más allá en la polémica sobre las preguntas de la conductora del noticiero, es interesante pensar el rol que tuvieron sus colegas Rodolfo Barili y Reynaldo Sietecase o el de la producción que la acompañaba en el vivo y no advirtieron (o no quisieron advertir) lo incisivo de la pregunta. Pudieron intervenir pero no lo hicieron. 

Pérez tuvo que cargar con la responsabilidad de todo un equipo de trabajo, ya que podemos pensar en la preproducción que significa entrevistar a un presidente. Las preguntas, generalmente (y es recomendable que así sea), están pautadas con anterioridad, es decir, es lógico sospechar que esa intencionalidad estaba pactada de antemano. No es la primera vez que la dupla noticiosa de Telefé entrevista a une Jefe de Estado pero, sin embargo, sí es la primera vez que se cuestiona una pregunta al aire por parte del entrevistado.

Vamo’ a calmarno’

Estamos en un momento delicado en cuanto a la información que se maneja. Todos los días la actualización de los casos positivos, las muertes y el contador de días de cuarentena generan incertidumbre y ansiedad. Hoy más que nunca les comunicadores debemos tener la responsabilidad y la delicadeza de abordar la problemática sin contribuir a la paranoia, a la sensibilidad y al malestar social. 

La Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió sobre el problema de la «infodemia». ¿Qué es esto? Se refiere a un gran aumento del volumen de información relacionada con un tema en particular. A partir de la pandemia, hemos entrado en una etapa de sobreinformación pero también de desinformación y manipulación mediática, lo que dio lugar a fake news y hasta teorías conspirativas. 

En los últimos 30 días, se han publicado 361.000.000 de videos en YouTube en las categorías de «COVID-19» y «COVID 19» y, desde que comenzó la pandemia, se han publicado cerca de 19.200 artículos en Google Scholar. En el mes de marzo, unos 550 millones de tweets incluyeron los términos «coronavirus», «corona virus», «covid19», «covid-19», «covid_19» o «pandemia», según apunta un informe de la OMS para advertir el fenómeno. 

¿Cómo hacer frente a la infodemia?

«Estar inundados de información no es lo mismo que estar bien informados. Estar bien informados requiere hacerlo de forma medida, de buenas fuentes y encontrar tiempo lejos de las pantallas, tiempo introspectivo para analizar esa información pero también para pensar cómo nos sentimos», señaló Pablo González, comunicador científico parte del equipo de «El Gato y la Caja».

«Se ven repetidas las narrativas polarizantes, las que construyen de alguna manera un otro tribal, un «nosotros» y un «ustedes» y siempre amplificamos la información que afirma cualquier postura que refuerza la idea de que mi tribu, mi espacio de pertenencia, los míos son buenos y los otros son malos».

Pablo González, «El Gato y la Caja».

¿Es posible que la producción de Telefé y  hasta el presidente hayan sido parte de este fenómeno? ¿Cómo hacer para detectar las intencionalidades en las preguntas, el abordaje de noticias y no contribuir al malestar propio y de otres? ¿Tuitear furioses a lo Tano Pasman en contra de Cristina Pérez o Alberto Fernández sirve de algo?

«La única salida es coordinada, cooperativa y colectiva. La solución para la desinformación implica sí o sí tomar un rol activo en la información que retransmitimos. Y también poder conversar sobre la veracidad de la idea, centrándonos en atacar la idea y no a la persona», aconseja González.

Así como con las medidas de prevención sanitarias, entender el rol de cada une y asumir la responsabilidad individual ante el manejo de información, su replicación consciente, la recepción crítica y atenta pueden contribuir a que los debates sean medidos, respetuosos y en pos de acompañarnos en medio de la incertidumbre que genera el contexto.


Fuentes:

Salud, lingüística y memoria 

El coronavirus también afecta a las comunidades indígenas y les deja consecuencias más allá de la enfermedad porque repercute, además, en la conservación de su lingüística y subjetividad. 

Un gran porcentaje de población indígena está en situación de extrema pobreza, sometida a condiciones de desigualdad. En muchos casos, manifestaron no tener acceso a la salud ni al agua potable y estar expuestes a vulnerabilidades sanitarias como desnutrición, diabetes y dengue, entre otras. El no tener acceso al agua potable hace imposible la prevención del contagio de enfermedades y estas condiciones se profundizan en el momento actual que se está viviendo por la pandemia, que deja expuesta la crisis más amplia en la que están inmerses. 

Si bien se han producido algunos avances en el reconocimiento de sus derechos, no se tomaron las medidas necesarias para poder garantizar fundamentalmente el derecho a la salud. Desde el Estado no se tomaron medidas específicas para los pueblos indígenas que tuvieran en cuenta que se trata de una población en riesgo por las malas condiciones sanitarias en las que viven.

La profundización de una crisis previa a la pandemia afecta diversos aspectos de la vida tanto social como económica, política, cultural y ambiental. En parte, también, es consecuencia de un sistema capitalista que va en contra de la naturaleza y los derechos humanos: la desigualdad estructural queda así profundizada, acrecentando la marginación, el racismo y la vulneración a sus derechos. 

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El cuidado ambiental se ve amenazado por los derrames de sustancias tóxicas, que aumentan el riesgo de contagio de enfermedades en las comunidades. Sumado a eso, continúan los abusos de poder por parte del gobierno. Si antes lo hacían dejándoles sin protección frente a la pandemia, ahora se agregan los nuevos asesinatos cometidos a indígenas que han querido defender sus territorios.

No solo se les invisibiliza dejándoles en situación de abandono sino también con aquellas cuestiones vinculadas a los aspectos subjetivos de la comunidad. No se los nombra ni en los medios de comunicación, ni en los discursos, ni en las políticas públicas y tampoco en las estadísticas. Esto impide conocer(les) sus situaciones de contagio, muerte e historicidad. 

Borrar la memoria histórica de algunas comunidades indígenas impide conocer el pasado, en el que fueron arrasadas por la gripe, el cólera o la tuberculosis. De esta manera, también se les niega la posibilidad de llevar adelante estrategias de intervención en esos aspectos. Se ocultan las marcas de la historia que comprueban cómo muchas de las epidemias anteriores fueron usadas por los colonizadores como instrumentos de poder para dominar y controlar a  los pueblos indígenas, apropiándose de sus territorios. Historia que, además, niega los orígenes: los suyos que también atraviesan las raíces de toda América Latina. 

En estas primeras semanas de llegada del virus, los pueblos indígenas desarrollaron distintas estrategias de autoprotección de los miembros de sus comunidades, utilizaron sus propios conocimientos sanitarios y de supervivencia e implementaron estrategias en red entre distintos pueblos y al interior de su comunidad. Una de esas medidas ha sido el cierre de fronteras para impedir el ingreso de personas extranjeras. Algo que parecía una buena medida para intentar paliar una de sus vulnerabilidades dejó en evidencia otra de las tantas a las que están expuestas: la represión policial, en este caso, debido al cierre mismo. 

Por otro lado, la pandemia también afecta la subjetividad de las comunidades indígenas. Quienes residen en áreas urbanas se enfrentan a otro tipo de exclusión: la lingüística. Eso se traduce en desempleo, ausencia de medidas de prevención, daño psicológico y discriminación. La negación sistemática de sus derechos afecta directamente en la subjetividad de las personas que viven en estas comunidades indígenas, dejando un saldo de abandono y, en muchos casos, de muerte.

Existen un abanico amplio de palabras utilizadas en el habla cotidiana que tienen su origen en muchas de estas comunidades lingüísticas como, por ejemplo, el quechua: chacra, maíz, tomate, hamaca, petaca y apapachar, son solamente algunas de ellas.

En Argentina hoy se hablan al menos 14 lenguas indígenas, que tienen contacto con el castellano desde hace más de 500 años. Esto sin tener en cuenta otros territorios como Bolivia, Perú, Brasil y Colombia, por mencionar solo algunos. Muchos pueblos dejaron de hablar sus propias lenguas debido a procesos históricos de colonización, racialización, discriminación, negación y dominación, entre otros factores. 

El respeto y el reconocimiento de la diversidad de lenguas es parte de la identidad de cada pueblo. Forma parte de la subjetividad y la historia tanto de las comunidades en lo colectivo como de las personas que la componen individualmente. Por eso es importante que sean reconocidas e incluidas. 

Un aliado histórico de los mecanismos de homogeneización y dominación ha sido la escuela. Se encargó de unificar las diferentes hablas y construir un ideal común con respecto a las diversidades lingüísticas. En la actualidad no siempre son contempladas estas diversidades en las políticas educativas, a pesar de que la ley de educación nacional 26.206 lo contempla, garantiza ese derecho a las poblaciones indígenas y reconoce las variaciones lingüísticas y culturales que respetan los valores de los pueblos. El negarle su lengua a una comunidad y, así, excluirla y negarle su identidad e historia es violencia simbólica

En ese punto, son importantes las políticas educativas que contemplen esas diversidades dentro del aula pero también es fundamental la formación docente para que esas políticas puedan llevarse a cabo. 

A los pueblos indígenas se les debe garantizar el derecho a la salud y a la prevención de las enfermedades, y deben tomarse las medidas necesarias para que puedan vivir dignamente. También es necesario que se les garantice el respeto por la diversidad y la multiplicidad cultural, atendiendo a los distintos actores que conforman la comunidad. 

¿Cómo se puede contribuir a la lucha antirracista sin apropiarnos de ella?

Le activista indígena Nia (@haluami) propuso una serie de medidas que se pueden implementar para apoyar los reclamos desde situaciones de privilegio sin invadir sus espacios. @pibaafroqom @sandra_chagas09 @afroargentina @mmujeresindigenas son algunas de las cuentas de activistas indígenas que difunden actividades y propuestas antirracistas. 

Entre las medidas de apoyo a la comunidad que escribió Nia se encuentra la difusión a activistas racializades sin hablar por elles sino cediéndoles nuestro lugar de privilegio para que elles mismes lo hagan. Por otro lado, es importante practicar el antirracismo cotidianamente y dejar de apoyar personas que perjudican la lucha de los pueblos indígenas. También se puede colaborar aportando monetariamente a activistas que están en situaciones de pobreza estructural y, en muchos casos, situaciones interseccionales aun más difíciles si se trata de feminidades.


Fuentes:

Imagen: Facundo Rodriguez fotografía

Crisis sanitaria, climática y ecológica

El pasado 20 de mayo, el Observatorio de la Tierra de la NASA eligió como foto del día una imagen de Argentina. Específicamente, una fotografía satelital que muestra el avance de los desmontes en Salta. La imagen de la izquierda muestra el estado de las tierras en Salta el 18 de diciembre de 2000 y la de la derecha muestra cómo ha avanzado la deforestación en la zona hasta el 24 de diciembre de 2019. Al desplazar el círculo blanco podemos comparar ambas fotografías.

Esta situación ya había sido denunciada por Greenpeace. La organización afirma que, desde que comenzó la cuarentena, ya se ha desmontado el equivalente a media ciudad de Buenos Aires (casi 10 mil hectáreas) en las provincias de Santiago del Estero, Formosa, Chaco y Salta. Mucha de esta tierra ahora se usa para monocultivos de soja y para ganadería. ¿Por qué esto es grave?

Hernán Giardini, coordinador de la campaña de Bosques de Greenpeace, explica:

«Además de ilegal, es completamente inadmisible que, frente a la emergencia sanitaria, climática y de biodiversidad que estamos sufriendo, se siga deforestando. Los gobiernos no pueden seguir siendo cómplices y deben ponerle un freno a la ambición destructiva de algunos empresarios agropecuarios».

Greenpeace Argentina.

Esto se relaciona con lo dicho por la comunidad científica, que señala que la destrucción de ecosistemas facilita la transmisión de enfermedades zoonóticas, como el coronavirus o el hantavirus, que luego pueden evolucionar en pandemias. Diversos especialistas han advertido que la deforestación obliga a los animales a vivir en condiciones de hacinamiento, lo que crea un caldo de cultivo para enfermedades que luego pueden trasladarse a les humanes

Preservar nuestros bosques es vital para la salud de las personas. No es ningún secreto que las ciudades con más arboleda tienen menor polución en el aire. Los bosques actúan de esa misma manera con la contaminación en el mundo: son grandes fábricas naturales que purifican el aire que respiramos, reduciendo el dióxido de carbono (CO2) que no sólo es perjudicial para nosotres en grandes cantidades sino también para la atmósfera de la Tierra. Por ende, la conservación de la vegetación en nuestros parques trae beneficios muy necesarios en estos momentos críticos para la humanidad.

No podemos negar que la pandemia del COVID-19 ha causado una crisis sanitaria generalizada en el planeta. En Argentina esto empeora si tenemos en cuenta los problemas de salud ya presentes en gran parte de la sociedad: diabetes, obesidad y/o enfermedades cardiovasculares.

Como bien dicen las campañas, nuestra mejor arma contra este virus es lavarnos las manos con frecuencia y mantener el distanciamiento social. Sin embargo, esto es difícil de cumplir para muchos habitantes del país ya que no tienen acceso a agua potable, viven en condiciones de hacinamiento o dependen del dinero que generan por día de trabajo. Estas condiciones hacen que les más pobres sean les más expuestes a la pandemia.

Los residentes de los barrios Padre Mujica y Padre Ricciardelli en Buenos Aires denuncian desde hace semanas el abandono del Estado y los peligros de la desigualdad. Hoy, las villas son el mayor foco de contagio, principalmente debido a la falta de servicios básicos. Además, esta situación empeora cuando tenemos en cuenta que les más vulnerables enfrentan hoy también la pérdida de su ingreso económico, debido a la imposibilidad de salir a trabajar. 

Vemos entonces que les más afectades por la crisis sanitaria también son les más afectades por la crisis ecológica. América del Sur se ha vuelto el epicentro del coronavirus, con Brasil como el país más preocupante. Las medidas laxas, la ceguedad consciente del presidente Bolsonaro ante la crisis sanitaria que se da en su país y su aliento a las reuniones masivas en medio de una pandemia conforman una bomba de tiempo. Si a todo esto sumamos que es el país más deforestado, con 1,3 millones de hectáreas perdidas en 2018, no exageramos al afirmar que Brasil puede ser la fuente de una nueva epidemia o pandemia en un futuro próximo.

Según Antonio Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, en el marco del Día Internacional de la Biodiversidad el 22 de mayo,  las soluciones están en la naturaleza:

«Preservar y mantener la biodiversidad de manera sostenible es necesario para mitigar la disrupción climática, garantizar la seguridad del agua y la comida y hasta para prevenir pandemias. COVID-19, que emanó de la naturaleza, ha mostrado cómo la salud humana está íntimamente conectada con nuestra relación con el mundo natural. A medida que invadimos la naturaleza y agotamos los hábitats vitales, aumentan las especies en riesgo. Eso incluye a la humanidad y al futuro que queremos».

Antonio Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas.

Ambas crisis son globales, aumentan las desigualdades y se deben abordar desde la cooperación. Mientras pasamos esta pandemia, debemos tener puesto el ojo en el futuro y exigir el desarrollo y la implementación de soluciones tanto sanitarias como ambientales que involucren a la sociedad y que permitan la seguridad alimentaria, hacia la soberanía.

Es nuestra obligación hacer cumplir la ley de bosques, que desde su implementación ha recibido un presupuesto hasta 10 veces inferior al que le corresponde; la ley de glaciares, que diversos proyectos mineros están incumpliendo al contaminar zonas protegidas de glaciares; y la ley de presupuestos mínimos de adaptación y mitigación al cambio climático global, sancionada el año pasado. Además, garantizar la salud pública y el derecho a una vivienda digna. 

Múltiples especialistas —y personalidades como Roger Waters— han reafirmado en estas últimas semanas que volver a la «normalidad» de antes es inviable. Necesitamos una nueva y mejor normalidad en la que las desigualdades se reduzcan y se tomen acciones para detener y mitigar los efectos del cambio climático. No podemos pretender seguir viviendo en un mundo al que destruimos de manera consciente.


Mandatos de belleza durante la pandemia

Desde que el gobierno nacional decretó el aislamiento social obligatorio, las redes sociales se colmaron de memes que aluden a la gordura como consecuencia indeseable de esta cuarentena.

En un contexto de pandemia el estrés aumenta tanto como las cifras de contagios y fallecimientos por COVID-19. Nadie tiene certezas de cuándo o cómo pasará todo este caos. ¿Por qué frente al temor a enfermarse, la posibilidad de perder el empleo o aislarse con un violento, el mayor miedo de la sociedad es engordar?

La gordofobia en tiempos de coronavirus se camufla de «consejos» para adelgazar, noticias falsas, dietas milagrosas y planes de entrenamiento. Influencers y autoproclamados profesionales inundan las redes sociales con actividades para bajar de peso y obtener el cuerpo ideal. En medio de la tristeza y la incertidumbre que genera estar lejos las personas que más queremos se nos exige mantener una rutina, conservar nuestro peso, leer pero no caer en el sedentarismo y aprender a cocinar sin comer de más.

En las últimas semanas circularon fotografías de cómo se verían personajes famosos antes y después del encierro. Las imágenes muestran personas delgadas previo a la cuaretena y cuerpos obesos en su posterioridad. El mensaje que nos quieren imponer es claro: «No subas de peso».

No son solo memes, son una presión social hacia las personas que no cumplen con los parámetros de belleza, por cierto irreales, que se difunden en publicidades, redes sociales y medios de comunicación. Los mal denominados «chistes» funcionan como reflejo de una sociedad donde la cultura de la dieta violenta los cuerpos no visibles.

Cuerpos violentados

Un estudio de la Universidad de Buenos Aires reveló que todas las mujeres han estado inseguras con su aspecto o desconformes con su cuerpo. Además, alrededor del 80% ha recibido comentarios acerca de su peso. El miedo a engordar esconde la presión social de un prototipo de mujer delgada, asociado a la belleza y el éxito personal.

Resulta contradictorio que dentro de la cultura del hiperconsumismo, en la cual las condiciones laborales te empujan al sedentarismo, surja la gordofobia para reforzar un estereotipo que muy pocas pueden alcanzar y con el cual gran parte de la población no se siente representada. Según datos del gobierno nacional, 6 de cada 10 adultes presentan exceso de peso y entre niñes en edad escolar el 30% tiene sobrepeso y el 6% obesidad.

La gordofobia, la homofobia y la transfobia no existen si entendemos fobia como «miedo a determinadas cosas». El concepto es utilizado para abarcar el odio y la discriminación que sufren las personas que no encajan con lo que para nuestra sociedad es atractivo o saludable. La idealización de la mujer tal cual la conocemos es una herramienta del sistema para señalar qué cuerpos «merecen» o «deben» ser visibles y cuáles no, dejando aisladas a todas aquellas que no son jóvenes, blancas, delgadas y exitosas.

Brenda Amato, activista y modelo, expresó en sus redes sociales que considera contradictorio que quienes juzgan el modo de vida de las personas gordas lo hagan por una cuestión de salud. «Estaría bueno que la gente recordase que la salud es también psíquica y emocional y que este hostigamiento no es gratuito. Muchas veces termina repercutiendo en la salud física. En un contexto como este puede generar depresión, ansiedad y hasta trastornos alimenticios».

«[La violencia sobre los cuerpos] es la misma que padecemos cuando no podemos encontrar la ropa que nos gusta en nuestro talle, cuando vemos que los asientos en el transporte público son cada vez más chicos y cuando no podemos conseguir trabajo porque parece que no se puede tener buena presencia si sos gorda».

Acerca de las ofertas de entrenamientos y clases online, expresó que estamos educados para que la actividad física sea una obligación y un castigo. «Si te comiste un alfajor son 10 minutos más, si te pintó que la pizza estaba rica y comiste una porción más, 20 minutos, y así terminamos transformando algo que nos debería generar felicidad y placer en una tortura».

A raíz del incremento de la discriminación a los cuerpos no hegemónicos, el INADI elaboró un documento titulado «La discriminación en tiempos de Coronavirus: reflexiones sobre el uso de las redes en una pandemia». En el texto se afirma que: «En épocas donde la prioridad es la promoción de discursos que convoquen a la solidaridad y responsabilidad, la aparición de cuestionamientos, miedos y sugerencias sobre los cuerpos no hacen más que fortalecer la ridiculización y estigmatización de la diversidad corporal de las personas».

En momentos donde tener acceso a la comida es un privilegio, deberíamos dejar de juzgar la alimentación y el aspecto físico de otras personas. Comer es un acto social, como lo son cocinar y compartir esos momentos de placer con quienes nos rodean. Utilicemos este tiempo en casa para reflexionar acerca de los «chistes» que hacemos circular. Es hora de dejar atrás la idea de que el tamaño de nuestros cuerpos nos define.


Imagen de portada: Sebastian Cifuentes

Bienvenides al home office

Desde que el gobierno nacional comunicó la cuarentena de manera voluntaria, en las distintas empresas comenzaron a diseñarse los modus operandi para implementar el home office y que el hashtag #stayathome que emplean desde LinkedIn sea una realidad y no otra venta «copada» de algún vendedor con técnicas bien aceitadas. Sigue leyendo Bienvenides al home office