Esta película aparece como la receta perfecta que deberían seguir todos los filmes que traten temas de violencia de género. Ejemplifica a la perfección el peligro que conlleva el simple hecho de ser mujer, pero empodera al género femenino como pocos largometrajes lo han logrado. Es un grito de batalla electrizante en contra de la violencia y del abuso a la mujer.
Escrita y dirigida por Emerald Fennell, una de las dos mujeres nominadas en la categoría de mejor dirección en los Oscar, este thriller explosivo sigue la historia de Cassie (Carey Mulligan). Ella es una joven como cualquier otra, hasta que un suceso fatídico trunca su prometedor futuro y le marca un nuevo camino sembrado con mentiras, dobles identidades y sed de venganza.
Con un ritmo impresionante la historia comienza a desplegarse ante los ojos de le espectadore y no solo es un deleite visual de la mejor categoría -la cinematografía es impecable-, sino que la trama y los diálogos son excepcionales. Con maestría, la película muestra desde las microagresiones hasta los abusos directos que sufren las mujeres cotidianamente y no se saltea ninguno. Desde los «piropos» desubicados dichos en la calle, pasando por el descontrol de los abusos en los campus universitarios estadounidenses hasta situaciones sexuales no consentidas, escena tras escena la película expone estos hechos con una agudeza y precisión increíbles.

Tal vez lo que hace a este thriller más efectivo todavía es que, a diferencia de otros, está enraizado en situaciones totalmente reales y este factor hace que la audiencia se sienta más interpelada y esté más comprometida con lo que está sucediendo. A fin de cuentas, a veces la realidad supera todas las ficciones.
Otra fortaleza de la película es lo entretenida que es. Tiene acción constante y las actuaciones son impecables: Carey Mulligan atraviesa la pantalla en el rol protagónico. Además, la manera en cómo se incorpora la perspectiva de género en la cinta es excelente. Muchos otros films han intentado tener una agenda de género en el trasfondo de sus historias, sea porque buscan ser más comerciales o para hacer la película más relevante y, en varios casos, esto parece forzado y superfluo. En cambio, Promising Young Woman no deja rincón sin remover. Se apropia de la narrativa de género, la pone en primera plana y la muestra con orgullo.

A pesar de esto, es imposible ignorar la naturaleza controversial de la película. Es inevitable que divida a las audiencias, no solo en términos de género, sino también en términos generacionales. Si bien es probable que una película de estas características sea más atractiva para una audiencia femenina, la realidad es que también le habla específicamente a la mujer moderna joven. Le habla a la generación que decidió no callar más y trata de hacer una diferencia. Este es el factor más empoderador de la película. La pantalla vocifera: esto es lo que sucede todos los días, pero ya nada va a volver a ser como antes, ya no va a haber más silencio.
Bajo una paleta de colores pasteles, que simbolizan lo que debería ser una mujer según lo que dicta la sociedad (suave, paciente, linda e inocente), Fennell escribió a una heroína -o, mejor dicho, una antiheroína– que contrasta a la perfección con esta imagen de dulzura ingenua. Muestra a la mujer como un torbellino de energía, audacia y voluntad imparable. Y sí, también con una sed de venganza implacable. Es un thriller, después de todo.
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