Roberto Pettinato y el misterio del consentimiento

Acceder a tener relaciones sexuales en contra de la voluntad propia puede ser una tortura. Mirar el reloj y ver que la hora no pasa. Simular goce para complacer. Compartir cuestiones que podemos sentir íntimas y que quizás no queremos dar a conocer de esa forma, en ese momento.

Pero, ¿por qué accedemos entonces? Las razones pueden ser infinitas.

Porque nos enseñaron que la mujer es más atractiva cuando se pone a disposición del deseo ajeno. Porque nuestra pareja nos trajo un regalo y no sabemos cómo decirle que, justo hoy, no. Porque nos sentimos zarpadas. Porque quien nos lo propone es nuestro nuevo jefe, nuestro profesor, alguien con influencia y poder relativos en una estructura jerárquica, o inclusive alguien que nos intimida.

«A veces pienso que el acoso sucede porque la otra persona tarda mucho tiempo en decirte que no quiere coger con vos. Si la otra persona lo dijera rápidamente, el 50% de los hombres se achicarían», propuso el conductor Roberto Pettinato para disminuir los índices de acoso, a los que fue acusado de aportar, según relatos de ex compañeras de trabajo.

Además de no ser el indicado para ofrecer soluciones sin antes rever sus actitudes y discursos, deja por fuera de su visión la violencia sistemática que nos pone en el lugar de la sumisión.

Sí, tenemos que empoderarnos. Y lo estamos haciendo. Las marchas, los paros, los Encuentros Nacionales con convocatorias multitudinarias y las asambleas de Ni Una Menos que organizamos las mujeres, las trans y las lesbianas desde 2015 lo demuestran.

Sí, tenemos que aprender a decir “no”. La cantidad de denuncias públicas a acosadores, violentos y violadores que se desencadenan desde el año pasado en la farándula argentina y en las alfombras rojas hollywoodenses bien podrían ser ejemplo de que muchas mujeres ya no nos bancamos ser las sometidas ni las sumisas.

Detrás de las cámaras, en la vida cotidiana, hay debates que se están colando en todos los espacios y las instituciones, que poco a poco van instalándose para cuestionar el orden de las cosas.

Sí, es cierto, sería mejor si nos fuera más fácil decir “no”. Pero no alcanza. También necesitamos que la sensibilidad y la empatía empiecen a ser signos de “lo masculino”. Educar a los hombres (y a todxs) en la sexualidad, para preocuparse por lo que le pasa a la o las personas que están al lado; esa es la clave para entender la práctica sexual como un placer compartido y no como un deseo que se impone sobre otros.

El consentimiento no es simplemente decir “sí”: es una manera de relacionarse con el otrx, en la cual podemos sentirnos segurxs y cuidadxs, y en donde todas las partes pueden disfrutar. El goce es para todxs o para nadie. Si tuviéramos eso en claro, sería difícil “juzgar mal” las ganas de otras personas y sería simple entender cuándo sí y cuándo no.

Pettinato y su postura de hombre indomable, sin limitaciones, sin consideraciones, es síntoma de una época. El repudio generalizado ante sus dichos, es síntoma de otra. Ya no queremos ese “no” atravesado en la garganta. Queremos gritarlo.

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