Amarlo

Dormir es un sueño y amarlo también.

Es el acto de envolverse en un espacio suave, terso y caliente.

Envolverse y dejar de ser. «Dormir el dolor».

Quedarse cubierto, cubierta, cubierte por finas sábanas blancas. No ver.

Dormir es un sueño. Amarlo también.

Recostado, recostada, recostade, sin sábanas blancas,

me pregunto por qué. Cómo. Cuándo fue.

Quiero romper la crisálida. Ver el vuelo. Ser el vuelo. Militar el vuelo.

Pero en el vuelo también se quiebra algo. Duelen las alas, a veces, de aletear tanto.

Y, entonces, dormir es un sueño.

Amarlo, también.

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Dejada

Colaboración Constanza Ulloa @ulloacoo


Nos da miedo relacionarnos con el termino «dejadas».

Reconocernos naturales y salvajes es dejar crecer nuestros pelos, es amigarnos con la panza con curvas y mirar a los pozos que aparecen como parte del todo.

Dejar de quitarnos pelos de las cejas para abrazar nuestra verdadera mirada.

No voy a mentir, da miedo.

«Dejada» es un adjetivo calificativo para una casa abandonada, no para nuestro cuerpo. En él habitamos todo el tiempo, todos los días, inclusive los tristes, los difíciles. Nunca nos vamos y no regresamos.

«Dejada» es un adjetivo calificativo para lo que se abandona.

Yo dejo a mi cuerpo ser y lo cuido para que se desenvuelva así, natural.

Lo comprendo como cíclico, cambiante, resonando todo el tiempo junto a mis emociones.

Me comprendo así, entera.

Cuerpo, mente y alma.

Y si algún día quiero ponerme ese jean apretado y me ajusta un poco mas que ayer, lo entiendo. Lo adorno con un vestido holgado para dejarlo disfrutar de ese día, donde se hicieron visibles un par de kilitos nuevos.

«Dejada» es una mujer abandonada por ella misma, compenetrada en encajar en un molde que no le entra aunque se esfuerce.

El objetivo tiene que ser la recuperación de las bellas y naturales formas femeninas, ayudarnos entre todas para así alejarnos de ese molde que nos disfraza con cuidado personal y nos aleja de lo natural.

Ya decía Clarissa Pinkola Estes en mi biblia feminista, Mujeres que corren con lobos: «Son estas fugaces experiencias que se producen tanto a través de la belleza como de la pérdida la que nos hacen sentir desnudas, alteradas y ansiosas hasta el extremo de obligarnos a ir en pos de la naturaleza salvaje».

«Dejada» es esa casa que se abandona para no volver.

Mi cuerpo es mi templo. Y como tal, muta conmigo:

cíclico y salvaje.

Con mis piernas hago

¿Con mis piernas, qué hago?

Con mis piernas camino, rápido o lento,
Corro, salto, esquivo, desfilo.
Las luzco, uso jeans, calzas y faldas,
A veces con tacos y otras sin depilar.
Prefiero no usar medias.

Me desplazo
De un lugar a otro,
De un pensamiento a otro.

Con mis piernas juego, ejercito, trepo.
Sean flacas o gordas
Si buscás, seguro encontrás raspones y moretones,
Estrías y celulitis.

Ando segura.
Me mantengo firme en lo que creo
Y huyo de las verdades absolutas.

Mis piernas las estiro;
Voy de puntas o como puedo.
Piso, pateo,
Me abro paso.
Bailo sin necesidad de ser profesional.
Giro y giro,
Cambio el rumbo.

Resbalo.
Voy en equilibrio
Y también lo pierdo.
Caigo y me levanto.

Recorro.
Me arrodillo.
Subo,
Bajo,
Entro,
Salgo,
Paso.
Cruzo de vereda.
Viajo.
Me acerco y me alejo
De vos, de ella o de él.

Mis piernas las abro.
Las enredo durante el sexo,
Dejo que se llenen de besos.
Me divierto
Y si quiero las cierro.
Las visto y desvisto.

Ni tu mandato ni tu opinión las hacen trastabillar;
De tantos golpes, aprendieron a esquivar.
No van a convencerlas de que hacen daño.
Hacen oído sordo a tus reclamos,
A tu súplica por que controle lo que hago,
Y se burlan de que te generen desagrado.

Te repito que son mías.

Siguen su camino, no el tuyo.

Y que con mis piernas hago y deshago.

Un nuevo cuento

Tu boca pierde dulzura

En los espesos de aquella marca,

Hecha a mano pesada

Con mente oscura.

 

Ahí sigues

Junto a todas tus hermanas,

Metida en el laberinto,

Buscando por los rincones

El alma que tenías antaño.

Un alma que han sesgado

¡Mas no matado!

 

Tu útero llora cada día,

Tus hijos también.

Con ese sabor, vives en las mañanas

Y mueres por la noche.

 

Con los ojos entumecidos

Por la desgracia

Vas tomando fuerzas

Y te acobijan brazos suaves.

 

¡Ya llega! ¡Ya llega tu hora!

Junta las lágrimas,

Que en cada golpe y en cada palabra lastimosa

Su mundo se hace más pequeño

Y pronto llegará su fin.

 

Mujer o niña

Lo mismo da…

Ha salido el sol,

Y trepas como una enredadera

Cubierta de flores en primavera.

 

Abre tus manos,

Que el viento

Ya se lleva aquel tormento.

Desde hoy empiezas a escribir un nuevo cuento.

 

 

#Relatos No soy macho, soy varón

«No soy macho, soy varón».

¡Cómo te lo digo!

Piropeás a una mina por la calle,

te mostrás encarador para los pibes.

Sos machito pero no sos varón.

¡Cómo te lo digo!

Que tu madre, tu hermana y tu mujer

son mujeres sin ser tuyas.

¡Cómo te lo digo!

«Nadie entiende a las minas».

¿Alguna vez le preguntaste qué sentía?

¡Cómo te lo digo!

Que una caricia, una lágrima y un perdón

no te hacen puto, te hacen varón.

¡Cómo te lo digo!

Que te lo tengo que decir:

se va a pudrir tu corazón.

¡Cómo te lo digo!

Que te lo tengo que decir:

muerte al macho,

para que renazca el varón.

 

 

 

#PoesíaVenenosa: Sororidad

Algo se quiebra.
Algo, dentro de mí, se rompe.

Siento el ruido.
Crac, hace
y siento cómo duele.

No sana.
Sigue sangrando.

Pasa el tiempo y la cascarita no se forma.

Y justo cuando parece que no se va a curar nunca
aparece una mano

y otra

y después otra más

y todas juntas aprietan,
desinfectan,
presionan,
salvan
aquella herida que ahora es cicatriz.

 

 

Mucho ruido, pocas nueces y un derecho pisoteado

Asesina por abortar,

mamá luchona por necesitar ayuda,

negra de mierda por cobrar un plan.

Madre por deber,

presa por abortar,

muerta por intentar.

Sexualizada por decidir,

con derechos solo si la violan;

responsable por vestirse provocativa,

víctima convertida en agresora.

Estado femicida y responsable,

leyes retrógradas.

Y si le preguntás por qué el aborto no legalizan,

te dirá que quieren prohibirle que decida.

 

 

 

 

#PoesíaVenenosa: El insoportable dolor de ser mujer

Me duele.

Me duele, mamá,

me duele.

Siento en el pecho,

en las piernas,

en el útero,

en la existencia,

el insoportable dolor de ser

-y de ser mujer

en este mundo.

Me matan, mamá,

me matan.

Me asesinan,

me insultan,

me ultrajan,

cada vez que salgo a la calle,

cada vez que entro a la casa,

cuando voy al laburo,

a la universidad,

a la nada.

Ser mujer se convirtió

en un factor de riesgo

y mientras yo me desangro

hay quienes lloran por miedo

a perder sus privilegios.

Mamá, no quiero ser una cifra.

Quiero contar esta vida

aunque no la haya pedido.

Porque yo no lo elegí,

simplemente vine a este mundo.

Tampoco sé si vos lo elegiste,

o si hoy no te llamo por tu nombre

solo porque el aborto es clandestino.

Tal vez lo que querías era no morirte,

como yo, mamá,

y como tantas otras,

compañeras,

amigas,

hermanas,

sororas

que no conocimos

ni conoceremos nunca,

porque el miedo a la mujer sin miedo

se las tragó todas, completitas.

No quedó ninguna, mami.

Cada día hay una menos que respira,

una menos que dibuja,

una menos que canta,

que baila, que brilla.

Y cuando yo me entero

también se entera el universo,

porque nos enteramos todas

y el dolor no pasa desapercibido.

Porque se hace grito

que se siente, que se escucha,

suena fuerte, se hace acción,

se hace lucha.

 

Ilustración: Gabriela Di Pilla