Hay poetas a quienes es necesario leerles más de una vez, porque el primer acercamiento a sus versos puede resultar abrumador. En el caso de Denise Griffith ya no es una simple sugerencia, sino más bien una exigencia: hay algo en sus poemas que nos habla primero a lo lejos y después bien cerca.
Carencia es el segundo poemario publicado por la autora, esta vez bajo la editorial Liberoamérica. El libro nos recibe con una señal de advertencia que tendremos que tener en cuenta durante toda nuestra lectura: «La intensidad de este poemario no respeta los estándares internacionales para obras de estas características». A lo largo de las fotografías y las tres fases que estructuran este poemario seremos testigos de su desnudez poética y sentiremos que estamos espiando el universo de Griffith a través de un fino cristal que construyó con versos.

Es que Griffith es y fluye en su poesía. Cada palabra se articula a la perfección con la que la precede y es difícil pensar en alguna opción mejor que la que ella eligió. Hay construcciones brillantes, que obligan a cerrar el libro para procesarlas. Es evidente que la pluma de la autora no solo entiende del género, sino que también sabe cómo crear historias para que cada poema sea un acercamiento a un micromundo que nadie mejor que ella sabe crear.
Carencia está dividido en cuatro partes: «algunas fotografías y ninguna fase», «primera fase: ella», «segunda fase: yo» y «tercera fase». Cada una de las secciones del poemario tiene un subtono muy distinto, aunque la voz de Griffith es la que las entrelaza y las convierte en partícipes de un todo que denuncia, que se piensa a sí mismo y que está lleno de espacios por llenar. Y como la autora sabe bien que hay cosas que nunca estarán completas, le cede al lector la facultad de cubrir esos vacíos. ¿Podremos hacerlo? Quizás no. Tal vez la carencia de la palabra y el halo de nostalgia que recubren los versos de Denise calen profundo, pero lo que sí es seguro es que sumergirse en las páginas de este libro no será una tarea sencilla.

La primera sección del poemario es, como su nombre lo anuncia, una sucesión de imágenes que se graban en nuestras retinas luego de leer la última palabra de cada poema. Griffith nos habla de una «juventud desvencijada», de la diferencia que hay entre los primates y la humanidad, de lo que callamos hasta que ya no se puede mantener silencio y de cuán importante es escribir cuando las cuerdas vocales no son suficientes para expresar lo que sentimos. Con sutileza, nos introduce a un universo que comenzará con la primera fase.
«Primera fase: ella» es una selección de poemas que parecen hablar sobre alguien más. Están escritos en tercera persona, quizás porque la autora sabe que hay algo de universalidad en los temas que aborda. Es imposible adivinar si lo que Griffith propone en sus líneas le sucedió a ella o a alguna amiga, pero lo que sí está claro es que quien lee podrá encontrarse en sus versos. Además de la belleza que acompaña a toda su poesía, también aprovecha el espacio para hablar de todo eso que hemos callado durante tanto tiempo.

Sin que tiemble su pluma, la autora dispara contra el patriarcado que ha sabido colarse en todos los ámbitos: denuncia la violencia médica en su poema «Disgrafía» y reflexiona sobre el consentimiento con «La Calientapavas». La mirada de Griffith se afila en los versos de esta fase y se convierte en una observadora de un mundo que parece ajeno, aunque sabemos bien que no lo es tanto.
«Segunda fase: yo» es el tercer apartado del libro, en el que notamos un interesante cambio respecto a la sección anterior: ahora los poemas están escritos en primera persona. Griffith se desnuda ante la palabra y deja ver su costado más vulnerable. Se confiesa ante le lectore y se declara «refractaria a la noche», se asume frágil y deja al descubierto todos sus demonios que decide exorcizar en poesía. Que la agilidad de la lectura no nos engañe, porque lo que la autora tiene para decir está lejos de ser liviano.

«Tercera fase» es la culminación de este universo poético. Cuando creíamos que no se podía ahondar más en lo personal, nos damos cuenta de que todavía tenemos mucho por descubrir. La oscuridad continúa tiñendo los versos y la escritora revela algunas experiencias que tuvo a nivel familiar, le dedica un poema a su abuela ya fallecida y cierra el libro con un haiku autoconclusivo que tiene aires de esperanza.
Les que disfrutamos de la poesía hemos escuchado hasta el cansancio las quejas de quienes reniegan acerca del devenir del género, pero Carencia no hace más que dar por tierra esta creencia. El género se puede haber despojado de su famosa solemnidad y su formalidad fastidiosa, pero nunca de las voces que saben transformar la vulnerabilidad en arte. Griffith toma lápiz y papel y no titubea ni un segundo. Después de todo, Roberto Artl ya declaró hace décadas que «hay que escribir páginas que tengan la fuerza de un cross a la mandíbula» y ella lo consigue. Dispara con palabras, pero sabe muy bien hacia dónde apunta.
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¿Quién es la autora?
Denise Griffith nació en 1993 en Belgrano, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Se mudó a Núñez a los 11 años de edad y casi por esa época empezaba su amistad con las letras. Como muches otres de su generación, los primeros libros que llegaron a su biblioteca fueron los de la saga de Harry Potter y marcaron un antes y un después en su recorrido literario. «Había quedado maravillada con lo que se podía hacer con la escritura, entonces me animé a participar de concursos literarios en el colegio», le confiesa a Escritura Feminista.

Supo que quería ser escritora a los 13 y confirmó el deseo cuando se especializó en letras en los últimos años del secundario, tiempos en los que prefería quedarse en casa bocetando una novela antes que salir a bailar como el resto de sus compañeres. Durante una larga temporada se abocó a los cuentos porque ese era el género que le habían enseñado a escribir y los concursos literarios fueron el espacio ideal para que Griffith se animara a exponer sus narraciones.
La poesía no llegó a su vida hasta mucho después, cuando por curiosidad -pero no por casualidad- aprovechaba sus horas de trabajo en la librería El Ateneo Grand Splendid para devorar poemarios, uno tras otro. «Me anotaba las frases y los poemas que me gustaban y quise probar yo también», cuenta. Y negamos la fantasía del azar porque en la poesía encontró el refugio perfecto para fluir con libertad.
«Algo hermoso que tiene la poesía es que muestra un lado vulnerable con orgullo y yo toda mi vida me sentí un bicho raro por ser altamente sensible. De golpe encuentro este espacio en el que siento que soy una más y lo vivo como un abrazo».
Denise Griffith.
Para la autora, Carencia representa más que un segundo poemario que lleva su firma. Asegura que el proceso de confección del libro fue bastante más arduo respecto al anterior. «Fue un año y medio de trabajo intensivo. Me volví más crítica que con mi primer libro porque tenía más lecturas encima, más parámetros, una visión más clara de lo que quería lograr con el poemario y el efecto que quería ver», revela Griffith. Sin embargo, su esfuerzo rindió frutos porque el poemario le dio la satisfacción de toparse con sus propios poemas en blogs de lectores y ahora está celebrando su arribo a las librerías.
Lo define como «transparente», aunque advierte que no es una lectura para nada fácil. A nivel personal, consiguió exteriorizar cierto grado de insatisfacción con aquello que la rodea y con lo que le tocó vivir, ya sea a nivel afectivo o social. En el plano profesional, su mirada cambia bastante: «Yo lo veo un poco relacionado con el lenguaje, que puede ser positivo o negativo. Ese querer expresarlo todo con palabras que es difícil de lograr, porque el lenguaje tampoco es perfecto», reflexiona.

Por otro lado, es innegable que el feminismo tiñe los anteojos con los que Griffith ve al mundo. Además de la noche, se declara refractaria a las injusticias y encuentra la forma de aportar su granito de arena a través de su arte. «Me generaron una sensación horrible muchas situaciones de machismo. Para mí, la manera de hacer algo con eso y poder comunicarlo es escribiendo». Y así es, porque somos testiges de sus denuncias.
Pero el poemario es mucho más que un espacio de liberación para la autora. «Al terminar el libro, me gustaría que al lector le quedara una sensación agridulce y, al mismo tiempo, de novela de crecimiento». Para comprobarlo, no queda más opción que acercarse a la librería para zambullirse de lleno en las páginas de Carencia y dejarse empapar por la poesía de Denise Griffith.
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