Por ser históricamente las encargadas de las tareas de cuidado y por estar dentro del sector más bajo en la escala salarial, las mujeres han sido el género más afectado por la pandemia. Según un informe, en Argentina, 9 de cada 10 personas que redujeron horas de trabajo durante el aislamiento por COVID-19 son mujeres.
Bridge The Gap, consultora de soluciones en género y diversidad, llevó adelante una investigación con el fin de indagar y medir el impacto de la pandemia en los hogares y las trayectorias laborales en el último año a raíz de la pandemia de COVID-19. Denominado «Trayectorias Laborales y Covid-19», el estudio indicó que hubo una fuerte salida por parte de las mujeres del mercado de trabajo.
Dentro de los motivos, se remarca que el 60% de las mujeres encuestadas que tienen hijes tuvieron que reducir su jornada laboral, mientras que un 44,6% afirmó que el cierre de los establecimientos educativos influyó bastante. En la misma línea, la investigación consideró que algunas variables como la conformación del hogar, el empleo estable y las características de la actitud adoptada por las organizaciones amplifican el impacto del coronavirus dentro de los hogares argentinos.
Desde un feminismo interseccional se reconoce que no existe un solo eje de opresión (como, en este caso, el género) sino que los sucesos deben ser analizados desde un eje transversal. Esto implica que, a pesar de que el estudio haya sido realizado sobre las mujeres y por lo tanto las defina como las más afectadas, hay otras identidades, como personas no binarias, racializadas, de clases sociales bajas y desempleadas que se vieron igual o más afectadas.
En cuanto a las emociones preponderantes, el 56,6% de los cuerpos feminizados indicó haber vivido con angustia y preocupación las consecuencias económicas que se desataron luego de las restricciones a nivel nacional. Para los varones, casi 7 de cada 10 han referido la inquietud económica como la emoción preponderante, mientras que 37% menciona la angustia. Llamativamente, un 26% vivió el resignar horas de trabajo con satisfacción y tan solo el 3% de las mujeres dio la misma respuesta.
Además, el hecho de que las tareas de limpieza y cuidado recaigan sobre las mujeres repercutió en su desarrollo laboral: un 18% tuvo que rechazar posibilidades de ascenso o mayor responsabilidad en su trabajo por tener que asumir nuevas responsabilidades en la casa. Un número diferencial sobre el 3,5% en las mujeres que no son madres.
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Por otra parte, la modalidad del home office y el desarrollo personal también fueron puntos que se vieron complicados: el 67,5% manifestó dificultades para compatibilizar tareas laborales y familiares, en comparación con el 40% de los varones.
En cuanto al género, se visualizó que 9 de cada 10 personas que respondieron tener dificultades para compatibilizar ambos espacios son mujeres y que la misma proporción se mantiene en quienes respondieron sentir una falta de adecuación de su espacio de trabajo.
En cuanto a las empresas, 4 de cada 10 empresas que pasaron a la modalidad de teletrabajo no realizaron ningún cambio, mientras que 3 de cada 10 implementaron acciones de promoción de la conciliación, seguido de medidas de promoción de la salud mental y ampliación de licencias.
El rol de cuidadoras
Bridge The Gap observó que la disminución de la presencia en el mercado laboral se dio en un 45% en mujeres por responsabilidades domésticas, a diferencia de un 26% en los varones por el mismo motivo. En este sentido la pandemia afectó más la salida de mujeres que de varones del mercado laboral; según un relevamiento privado, 9 de cada 10 personas que tuvieron que reducir sus horas de trabajo fueron mujeres. El motivo es el mismo de siempre: el patriarcado y la feminización de las tareas de cuidado.
El 45% de la franja femenina afectada lo atribuyó al incremento de responsabilidades domésticas y el 33% al cambio de la forma de escolaridad de les hijes. Por el lado de los consultados masculinos, el 37% manifestó como primera motivación el miedo al contagio, el 26% por nuevas responsabilidades domésticas y, en último lugar, la escolaridad y los cuidados.
La familia es uno de los factores que trajo «dificultades laborales». En este punto, las diferencias son notorias entre las personas con hijes y las personas sin hijes: 6 de cada 10 mujeres que son madres tuvieron que reducir horas de su trabajo remunerado, pero el porcentaje no se mantiene en quienes son padres.
Dentro de las estrategias adoptadas para resolver este problema, el 31% de las personas dijeron que acudieron a contratar ayuda externa para realizar tareas domésticas durante la pandemia. En la mayoría de los casos, esto equivale a otras mujeres realizando tareas de limpieza y cuidado dentro y fuera de su hogar.
Cintia González Oviedo, directora de Bridge The Gap, habló con Infobae y expuso que «Hay una situación de género clara. Sobre todo las mujeres, que somos tradicionalmente las cuidadoras, tuvimos que conciliar el trabajo remunerado con las tareas domésticas y de cuidado de los hijos, la llamada doble jornada laboral a la que el año pasado se sumó también ser docente».
«Al tener que estar confinados también se rompieron las redes familiares de abuelos o personas contratadas para la atención de los niños. No quiere decir que no haya recaído también en los varones, pero somos las mujeres las que ocupamos más ese lugar.
A nivel global se dice que retrocedimos 10 años en puntos de inserción laboral. En general tenemos una recuperación más lenta las mujeres porque hay que volver a insertarse y eso tiene barreras más altas. No es algo que termina la pandemia y volvemos a 2020. Si vamos a la historia, la capacidad de recuperación económica de las mujeres suele ser más lenta porque están en sectores menos dinámicos de la economía, con menor demanda, con sueldos más bajos».
Cintia González Oviedo
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En relación con lo anterior, Naciones Unidas asegura que el 70% de las personas pobres en el mundo son mujeres. Del mismo modo, según Amnistía Internacional, las mujeres realizan el 66% del trabajo, pero solo reciben el 10% de los ingresos y poseen el 1% de la propiedad. Dentro del ámbito laboral la brecha salarial a nivel mundial es del 24%.
La división sexual del trabajo es una construcción social invisibilizada que asigna roles a las personas a partir de su sexo de nacimiento y convierte la diferencia en desigualdad social. La continuidad de los roles de género fomenta desigualdades sociales, culturales y económicas que siguen generando pobreza.
Fuentes:
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