#Reseña After: entre visibilizar y naturalizar

«Una historia que nadie quiere que acabe y todo el mundo quiere vivir», manifiesta la contratapa de After, el libro de Anna Todd publicado en 2014 que en sus comienzos fue un fanfiction de Harry Styles. Lo curioso es que detrás de esas frases promocionales podemos leer entre líneas (y no tanto) una historia de maltrato y violencia camuflada bajo la promesa de pasión, fuego y amor.

After es todo un fenómeno de la era digital: con sus orígenes en la plataforma para escritores amateurs Wattpad, el libro saltó a la fama luego de obtener millones de lecturas, lo que le valió la edición en papel de los cinco tomos que completan la historia en 2014 y la adaptación a la pantalla grande en 2019.

La historia no tiene nada de otro mundo: Tessa Young, una joven estadounidense de clase media sin mayores problemas que una vida aburrida y una madre conservadora, empieza su primer año de facultad y conoce a Hardin Scott, un chico tatuado y rebelde que la sumerge en un supuesto amor «peligroso, rebelde e infinito». 

El conflicto del libro, sin embargo, no tiene relación con que haya surgido como un fanfiction (una historia creada por fans que toma a un personaje ficticio ya establecido o una persona real como punto de partida) ni con que, originalmente, el protagonista haya sido el cantante británico Harry Styles y el resto de la boyband One Direction. Su peligro reside en la reproducción de estereotipos anticuados y relaciones violentas que se entienden como amor real.

 La trama

Como adelantamos, la historia no trae más que clichés que se distribuyen en peleas, besos, sexo y más discusiones. Lo significativo es que el motor de la trama parecen ser, justamente, estas peleas entre Tessa y Hardin, con temáticas que siempre rondan lo mismo: celos, inseguridades y venganzas. 

El círculo vicioso se repite una y otra vez: los personajes se pelean con insultos y palabras hirientes que nada tienen que ver con el motivo inicial de la discusión. Hardín busca a Tessa, le pide perdón, le ruega por una nueva oportunidad y le dice que la ama; están juntos, Hardín la maltrata, se pelean…

En este tire y afloje, hay una cuestión más profunda que solo definirlos como una «pareja tóxica». Detrás de este rótulo, se reproducen discursos totalmente reales sin la más mínima crítica: la violencia psicológica, la normalización del maltrato, el hecho de considerar que todo es soportable si hay un «te amo» de por medio.

Como si no fuese suficiente, el libro está incluido en la categoría de «novelas románticas» dirigidas a un público infantojuvenil. Así, además de sentar precedente de cómo debe ser un amor «real», idealiza y romantiza a personajes como Hardin y a la dinámica de la relación entre la pareja principal, lo cual puede tener consecuencias peligrosas y traumáticas en la vida real.

Josephine Langford (Tessa), Hero Fiennes-Tiffin (Hardin) y Anna Todd en el estreno del filme.

Los personajes

Sin poner foco en las personalidades superficiales con arcos narrativos totalmente predecibles, en Hardin y Tessa se concentran estereotipos clásicos y machistas.

A simple vista, Hardin Scott es el badboy, inteligente y deseado, con un pasado traumático, que la juega de misterioso y no se relaciona afectivamente. Sin embargo, a través de los anteojos feministas, en Hardin se pueden percibir actitudes propias de un hijo sano del patriarcado, manipulador y violento.

De manera sistemática, Hardin muestra actitudes violentas y controladoras como agarrar a Tessa de brazos y muñecas para que le preste atención, humillarla e insultarla. Los puntos más bajos del personaje se dan en las peleas cuando, luego de romper todo lo que está a su alrededor, Tessa parece ser en quien descarga todas sus frustraciones y dificultades y a quien termina responsabilizando por hacerlo reaccionar así. Una versión literaria del «mirá lo que me haces hacer».

Por el otro lado, Tessa condensa un tipo de chica «especial y diferente» que se distingue de las demás por no usar maquillaje, no ir a fiestas y no ser «fácil» ante los hombres. Al estar la historia contada desde su punto de vista, leemos sus comentarios despectivos sobre la vestimenta y la forma de actuar de otras chicas con una misoginia interiorizada que desde el feminismo sabemos que es necesario repensar.

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Constantemente insiste en separarse del resto, lo que la lleva naturalizar el machismo expreso de Hardin así como a buscar razones de por qué quien dice quererla la humilla tanto. Tessa piensa y exige razones para entender qué hizo para merecer aquel temperamento, como si hubiese algo mal en ella y fuera su culpa que Hardin reaccione de maneras tan violentas.

Tessa confía en ese amor romántico, puro y eterno que tanto nos han inculcado y se lleva lo peor de este, sin siquiera notarse como víctima. Sus insistentes aclaraciones de que ella sabe cómo deben tratarla los hombres o que nunca se dejaría faltar el respeto como las demás refuerzan el mito de que solo las mujeres sumisas se dejan maltratar y que, por ende, es culpa de ellas por permitirse algo así, cuando sabemos que la violencia de género es mucho más profunda y que la culpa nunca es de quien la sufre.

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La película

After: Aquí empieza todo (2019).

En 2019 se estrenó en cines After: Aquí empieza todo, la adaptación cinematográfica de este primer libro de la saga, con las actuaciones de Josephine Langford y Hero Fiennes-Tiffin en los papeles principales y con la propia Anna Todd en la producción. Obtuvo reseñas negativas por parte de la crítica y una recepción comercial mixta, pero la suficiente para producir una secuela (basada en el segundo libro), estimada a estrenarse en Netflix Argentina en los primeros días de octubre.

La película muestra algo de sensibilidad con los tiempos que corren al desintoxicar y despojar a Hardin de sus actitudes machistas y constantes maltratos. Al mostrar a la pareja pasar tiempo juntos y llevarse bien, se construye una relación más sana de la que se percibe en el libro. De todas maneras, esto no salva la pobreza de la trama y la ausencia de interés que producen los lugares comunes en los que la historia cae una y otra vez, así como la superficialidad de sus personajes.  

El problema que sí atrae la película es el efecto rebote que vuelve a colocar en escena un libro que ofrece una versión extendida de violencia machista y maltrato naturalizado sin ninguna crítica aparente o toma de conciencia en el correr de la trama. Sumado a esto, al estar rotulado como novela romántica, es muy difícil hacer un verdadero análisis sobre las constantes muestras de maltrato que hay en el libro. Y que, en síntesis, es lo que lo hace aun más peligroso. 


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Hablemos de violencia mediática

El 14 de septiembre se conmemoró el Día Latinoamericano de la Imagen de la Mujer en los Medios de Comunicación. La fecha se estableció en 1990 en el marco del V Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe como gesto de apoyo y solidaridad hacia el programa radial Viva María, dedicado al debate sobre los derechos de la mujer en Brasil, que estuvo al aire durante diez años hasta ser retirado por presiones políticas. 

Cada año para esta fecha se convoca a los medios de comunicación, tanto en lo que concierne a lo periodístico como publicitario, a transmitir una imagen de la mujer libre de estereotipos y en la diversidad étnica, cultural, económica y social.

Esa convocatoria a trabajar en los mensajes que se transmiten a la sociedad a través de los medios de comunicación tiene relación directa con las advertencia realizadas desde diferentes organismos, observatorios y ONG sobre las imágenes estereotipadas que se muestran de la mujer, una manera de «comunicar» que se traduce en violencia mediática. 

Algunos conceptos a incorporar 

Resulta importante, en principio, desmenuzar algunos conceptos. La violencia simbólica es uno de los tipos de violencia reconocidos junto a la física, psicológica, sexual y económica. Es aquella que reproduce mensajes o valores estereotipados que contribuyen a la desigualdad en las relaciones sociales y naturalizan la subordinación de la mujer. La violencia mediática, por su parte, es la modalidad en que estos mensajes se transmiten, es decir, las publicación de textos e imágenes con mensajes estereotipados a través de medios de comunicación masiva.      

La Red Par (Periodistas de Argentina en Red Por una Comunicación No Sexista) define la violencia mediática como «los mensajes que, en cualquier soporte comunicacional, humillen y discriminen a las mujeres. Tanto al agredirlas de manera directa, como al utilizar sus imágenes como objetos de consumo. La violencia mediática es una de las manifestaciones de la violencia de género. Expresa y refuerza la desigualdad entre las personas con diferente identidad sexual».

Este tipo de mensajes los podemos encontrar en programas periodísticos, de entretenimiento, ficciones y en el ámbito publicitario. Para analizar estos escenarios lo primero que debe identificarse son los estereotipos de género, aquellas representaciones asignadas socialmente a cada género a través de características y roles como supuestos identitarios de varones o de mujeres.  

En los medios de comunicación se construye sentido, se reproducen el sentido común, los valores y los conceptos. Esto lo podemos encontrar en comentarios sexistas de periodistas o conductores, la invisibilización de la mujer en los mismos roles que los varones, la asociación de la mujer con los espacios íntimos y de cuidado, la reproducción de la imagen del cuerpo femenino hegemónico como único modelo, dejando de lado la diversidad de los cuerpos, entre otros.    

En 2015, el Observatorio de la Discriminación en Radio y Televisión realizó un Monitoreo de las prácticas y los discursos discriminatorios en televisión —tomaremos este estudio de hace cinco años porque en los siguientes no hubo estudios pormenorizados de este tipo, debido a la disolución y desfinanciamiento de muchas de las áreas dedicadas a este relevamiento—. Dicho estudio contó con un seguimiento de programas de diferentes formatos y en diferentes franjas horarias durante la semana del 1 al 7 de junio de 2015 y, del total de registros sobre violencia contra la mujer, un 25% corresponde a tratamientos positivos, un 27% a aspecto positivos y negativos y un 48% han sido «completamente discriminatorios y alejados de toda perspectiva de género y derechos»

A su vez, en este 48 % se establecieron diferentes categorías para determinar cuáles fueron los aspectos negativos y un 9,4% de los registros se asocia con estigmatizaciones y estereotipos donde se asocia a las mujeres, por ejemplo, con roles domésticos, «madres histéricas y/o consumidoras empedernidas, sumisas, malas o brujas». 

El plano publicitario es uno de los que más expone esta violencia simbólica. En sus diferentes formatos, la publicidad es una vidriera de estereotipos y roles de género que nos permite absorber muy fácilmente estos conceptos.

Los mensajes publicitarios de electrodomésticos o productos de limpieza, por ejemplos, son dirigidos exclusivamente a mujeres de todas las edades (para que el legado del cuidado no se pierda en el camino); los bienes de consumo como un auto son asociados a mujeres con cuerpos que corresponden a los estándares sociales de belleza per nunca manejan ellas; los productos para «evitar» el paso del tiempo en la piel de los cuerpos femeninos son algunos de los mensajes que desde el inicio de este rubro lo han caracterizado. (Una pequeña recomendación: si te interesa conocer más sobre el mundo publicitario y los estereotipos de género, recomendamos la serie Mad Men). 

Sin embargo, en los últimos años, el ámbito de la publicidad ha logrado aggiornarse (al menos algunas marcas) y se han incorporado desde diversas identidades sexuales hasta cuerpos libres de estereotipos de belleza. ¡Y esto lo festejamos! 

¿Cómo evitamos la violencia simbólica? Incorporando la perspectiva de género para problematizar los estereotipos. Cuestionemos los conceptos que se nos han dado como establecidos, cuestionemos si estos remiten a la igualdad de géneros y, cuando la respuesta nos indique que hay una desigualdad, es allí donde podremos modificarlo y hackearlo con nuestro pequeño aporte. 


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La manipulación de las tetas

Si están al descubierto, provocan dos cosas: excitación o rechazo. Son objeto de susurros al oído, miradas sesgadas y también insultos lascivos. Las tetas de las mujeres son revolucionarias y, tanto lo serán, que todavía siguen tapadas… En ciertas situaciones.

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Esports: el mundo en línea también es de ellas

En una industria multiplataforma y en constante crecimiento, con asociaciones que apuestan por la profesionalización del deporte, hay un interrogante que se pone en agenda: ¿qué lugar ocupan las gamers dentro de la comunidad online?

Foto: Twitch.

Los esports se han convertido en un fenómeno que atrae a millones de personas que no sólo los practican profesionalmente, sino que siguen los distintos eventos que se realizan a nivel internacional. Y dentro de ese universo de millones, las gamers siguen desterrando prejuicios culturales.

La perspectiva de una gamer

«Por ser mujer, tenés que demostrar que sabés jugar», explica Miel Batista, una gamer que forma parte del equipo de DEVA, la Asociación de Deportes Electrónicos y Videojuegos en Argentina. «Cuando ingresé en el League of Legends, automáticamente por ser mujeres debíamos jugar support (como apoyo) porque otra cosa no podíamos hacer, por no tener habilidad».

Foto: Freepik.

Aun así, y con muchas anécdotas mediante, el feminismo hoy está pisando fuerte en el ámbito gamer«Hay gamers que exponen su pensamiento y no admiten machismo. Y así, paso a paso, vamos abarcando terreno. También hay grupos de feministas gamers que empezaron a estallar en las redes sociales, donde unidas ponen freno a estas actitudes».

Miel comenta que, cuando comenzó, no contaba con ejemplos a seguir ni equipos de mujeres para competir, pero hoy en día puede decir que «hay referentes femeninas en cada parte de la gama de posibilidades que da el gaming. Nikasaur, que presentaba los spotlights de League of Legends; Glory Lamothe en cosplay; Chun como referente chilena en caster; entre otras».

El género gamer en números

Un estudio realizado por EventBrite a más de 8 mil gamers en Argentina en 2018 reveló un dato muy importante: sólo el 28% son mujeres. Los rangos etarios más amplios se encuentran entre los 24 y los 29 años (36% del total) y entre los 18 y 23 años (34% del total).

Imagen: EventBrite.

Las asociaciones que apoyan la transformación

DEVA promueve la inclusión de las mujeres en los esports. Procuran el cuidado frente a situaciones de discriminación, para que se cumplan los distintos roles dentro de los videojuegos y también para comunicar la experiencia que tienen las mujeres en este ámbito y llevar a cabo distintas actividades dentro de la asociación.

Imagen: Freepik.

Hoy el equipo está conformado por cuatro chicas y la propuesta es añadir más. «En las sombras está lleno de mujeres extraordinarias y capaces. Todas con ideas, proyectos y sueños que quieren cumplir. No tienen que limitarlas a roles, actividades o aspectos específicos. Hay diversidad y hay entusiasmo. Solo hay que darles el lugar para que puedan demostrarlo».


Fuentes

Encadenadas a la libertad

Libertad e Independencia.

Libertad e independencia.

No, no es una dirección. Son las palabras que reiteraron en sus respuestas todas las integrantes del grupo de moteras «GNeras» cuando en una encuesta se les preguntó: «¿Qué es lo que más te gusta de andar en moto?».

¿Por qué? ¿Por qué les gusta tanto andar en moto? Tanto que empezaron a acercarse, a reunirse, a pensar en proyectos. Todo, ¿gracias a una moto?

No sólo ellas lo dicen. «El aumento está relacionado con la autonomía que desde hace unos años tiene la mujer y con la búsqueda, según sus posibilidades económicas, de un medio de transporte propio para no depender de otro. Lograrlo genera una libertad única», informa Luly Dietrich, fundadora y directora de Mujeres al Volante, una comunidad de mujeres que manejan y se interesan por los autos, motos y bicicletas.

Sin embargo, no se trata sólo de eso.

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Este grupo de moteras nació de una acción individual, pero por una necesidad colectiva. Hacia fines de 2017, la fundadora del grupo, Romi, participaba de un grupo de Facebook de motos, en su mayoría integrado por hombres. Allí notaba que las mujeres que subían fotos con sus motos pero con «demasiada ropa» eran calificadas de «tortas» o «machonas», y las que hacían preguntas sobre mecánica, de «taradas».

Con ya motivos suficientes para denunciar el machismo en ese espacio, algo más le hizo decir basta. En el grupo comenzaron a circular de mano de algunos usuarios videos e imágenes pornográficas sin reparo alguno de la existencia de le otre. Este hecho decantó en que se formara el grupo de GNeras, integrado únicamente por mujeres, para encontrar compañeras de ruta.

La idea tardó en prender. Al principio, el grupo era reducido y se organizaban encuentros en la costanera para conocerse en persona, charlar sobre motos y sobre las anécdotas recopiladas arriba de ellas. Con el tiempo, más fueron acercándose a participar. El factor común, además de ser mujeres, era que todas sentían un trato «diferencial» en el ambiente motero por cuestión de género.

Con el pasar de los meses, el grupo comenzó a tener mayor circulación y muchas mujeres se sumaron. Hoy, se trata de un colectivo de más de 50 mujeres conectadas por RRSS y Whatsapp.

Retrocedamos un poco. ¿Por qué una mujer tuvo que abandonar un grupo donde se interactuaba a partir de un interés común? ¿Por qué el 100% de las integrantes encuestadas refiere haber detectado machismo en el ambiente motero? Porque es una realidad, que hoy quieren poner en crisis desde la unión, con libertad, independencia y sororidad, y eso molesta.

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De hecho, en diciembre de 2018, el grupo decidió realizar un escrito pidiendo respeto y empatía con las mujeres moteras, a raíz de un mensaje que circuló un integrante en un grupo de Whatsapp donde llamaba a los hombres a «cuidarse de ayudar a las mujeres en cualquier circunstancia» e incluso a no contratar empleadas mujeres, por el peligro que representa para ellos ser acusados de acoso o abuso.

Mirando un poco alrededor, las moteras vieron que no se identifican con las fotografías comerciales de mujeres en moto, que los discursos que circulan en los grupos en los que participan no las representan, que en la calle los comentarios machistas están a la orden de día ante cualquier incidente de tránsito que las involucre.

Romi no se reconoce como feminista y aclara que su intención nunca fue hacer un grupo feminista de motoqueras pero, sin embargo, el contexto les permitió darse cuenta de que era momento de unirse, de no tolerar más el machismo y la misoginia. Pudieron, gracias a esa convocatoria individual, pensarse como mujeres entre los motores, las máquinas y los talleres, sin permitir que nadie se atreviera a opinar sobre cómo se ven arriba de una moto, cómo manejan o si están o no calificadas para opinar de mecánica.

Desde siempre, la mujer y las «máquinas» sólo tuvieron una relación lujuriosa. La mujer es el adorno perfecto para las carreras de TC, las presentaciones de vehículos y las publicidades de vehículos familiares.

Incluso las películas que quisieron hacernos creer que rompían con estereotipos no hicieron más que acentuar el costado más machista del mundo de los motores. Claro es el ejemplo de la saga Transformers, donde la coprotagonista es una femme fatale que conduce motos y autos, y tiene vasto conocimiento de mecánica pero aun así son infaltables las escenas donde despliega todo su encanto femenino para la tribuna de testosterona.

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Desde este colectivo, las mujeres empoderadas ponen un freno a estos estereotipos a través de la unión, la sororidad y la heterogeneidad que las caracteriza. Si sos mujer, andás en moto y querés sumarte, sos bienvenida. Ese es su lema, porque entendieron que cuidarnos entre nosotras es prioritario y que la lucha, con compañeras, será revolución.

Imagen de portada vía Revista Colombia

Enredadxs: sobre rulos y estándares de belleza

«La mujer es un animal de cabellos largos e inteligencia corta».
-Arthur Schopenhauer.

Nací con la cabeza llena, además de sueños y de ideas, de una cualidad heredada de mi familia materna: rulos.

Esta característica nata provocó que, en mi paso por la primaria, los comentarios fueran muchos: «Parece muy seco, ¿probaste con un baño de crema?», «¿Por qué no te hacés un brushing o te pasás la planchita?», «Quizá te quedaría mejor si te sacaras volumen».

Como le sucede a muchas otras ruludas, ninguna de esas opiniones había sido solicitada.

A los siete años, fui a una peluquería. Me senté y, con mis pies movedizos que aún no llegaban a tocar el suelo, le dije que quería el cabello bien corto. «¿Le preguntaste a tus padres?», me cuestionó el peluquero. «El pelo es mío», fue mi respuesta.

Estaba contentx, tenía el largo deseado. Pero estaban los rulos, esos benditos rulos, que parecían no agradarle a la gente y, en consecuencia, incomodarme a mí.
«Estás hecha un varoncito», me decían las amigas de mi abuela. «Ese corte no va con los rulos, pareciera que tenés un afro».

Lo dejé crecer. Traté de pretender que mi cabello no existía. Usé rodete durante años, pero eso no bastó. «¿Nunca usás el pelo suelto? Te quedaría más lindo», «¿Por qué tan tirante? Se te va a arruinar».

Cuando por fin lo soltaba, comenzaban los cuestionamientos acerca de si estaba sucio o era simplemente así, que por qué no lo desenredaba, si usaba crema para peinar o lo acondicionaba como debía. Cuando de rulos se trata, todxs son especialistas en nutrición capilar.

A pedido del público, a los quince años lo alisé. Me lloraban los ojos y no estaba muy segurx de qué producto estaba en mi cabello, pero quedó bien lacio y todo el mundo lo elogió. «Qué lindo que hayas decidido ser más arreglada», «Ahora tenés el pelo más sano, más brilloso». Pero no estaba sano, ni hidratado, ni más limpio: solo estaba lacio. Domado. Liso.

Hubo quienes no podían creer que me hubiera desecho de mis rulos. Imaginaban esos rizos de publicidad, bien armados, retocados, imposibles. No querían los rulos salvajes, los descontrolados, los que hacen caso omiso a cuanta crema para peinar se les imponga. No comprendían la independencia de aquellos cabellos que iban para donde les complacía y no adonde les decían. No encontraban la belleza de lo indomable, lo grande y lo voluminoso.

Cuando, al final, me harté de una rutina que demandaba levantarme una hora antes en la mañana para amoldar mi pelo a lo que les resultara estéticamente agradable a otrxs, fui a la peluquería y lo corté de nuevo.

A cada tijeretazo, se cortaban también de mí esas voces que retumbaban en mi cabeza. «Te quedaría más lindo lacio», ¡zaz! Un mechón menos. «Quizá deberías desenredar más esos rulos». Ya se fue la mitad. «¡Ay, con lo lindo que te quedaba el alisado!». Y se fue todo.

Todo el pelo, todos los comentarios sobre algo que en definitiva es solo mío. Todas las horas tironeando de un cepillo, tratando de coartar esa enrulada forma con dos placas calientes.

Me corté todo el pelo y así entendí que el cabello es una buena metáfora de las mujeres en la sociedad: se lo busca bello, suave, domado, normado y dócil. Hoy se encuentran con que es salvaje, impredecible y se aleja de todo estándar esperado de belleza.

Miradas paganas

Es habitual pensar a la mujer como el segundo sexo, representada como todo «lo no masculino», como quien construye su identidad y sus formas solo a través de las relaciones que establece con la masculinidad primaria.

Así, se la define por oposición a otro elemento y no mediante un proceso intrínseco. De allí el carácter pagano que muchas veces recubre a las producciones femeninas en tantos ámbitos, y el medio audiovisual no podía quedar exento.

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En este ambiente donde el sexismo es norma, las MuMa (Mujeres de Medios Audiovisuales en Bariloche) crearon la oportunidad de alzar su voz y organizar el  primer Encuentro de Mujeres de Medios Audiovisuales en la Patagonia en el marco del FAB-2017 (Festival Audiovisual Bariloche).

El encuentro se desplegó con varios ejes y eventos; entre ellos, la proyección de producciones de realizadoras de la región patagónica, a quienes se invito a participar mediante el envío de sus trabajos por Internet.

Además, se desarrolló una jornada en la cual distintas mujeres (cis y trans) narraron sus experiencias en el medio, así como también sus esperanzas e inquietudes. Estas experiencias parecen girar en torno al imaginario del «segundo sexo», de segundas miradas quizás, por el cual a las trabajadoras les cuesta hacerse de un nombre propio en un estudio donde se la quiere ubicar como la «esposa de».

Muchas mujeres no cuentan con espacios o recursos para mostrar sus trabajos y otras deben resignarse a lo estereotípico como recurso rentable para sus producciones. Pareciese que en este medio, como dijo la directora de la carrera de Diseño Artístico Audiovisual de la URN, los hombres producen y las mujeres reproducen.

Hacia el fin del Festival, el día viernes, se desarrolló una asamblea de trabajadoras en la cual se intentó definir la mejor forma que debería adoptar este movimiento nacional de mujeres de medios audiovisuales para poder tener mayor participación y poder disputar en términos reales los espacios de poder.

Además, se analizó qué entidad debería conformarse a futuro para solucionar los problemas más acuciantes para las mujeres trabajadoras del cine nacional y cuáles son los marcos de acción que dejan los medios para la mirada transformadora de la mujer.

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Todos los espacios se caracterizaron por su horizontalidad, aspecto que resulta imprescindible para Tatiana Cannistraci, integrante de MuMA Bariloche, quien destaca cómo este espacio, creado en abril de este año, halla en ese modo de organización la forma más eficiente de lucha.

Por ejemplo, las oradoras del evento del día jueves se seleccionaron a modo de micrófono abierto: con solo enviar un correo electrónico se podía contar con un espacio para presentarse.

Tatiana es fresca y aguerrida, irradia energía en cada uno de los movimientos que ejecuta al hablar de los proyectos que sueña desarrollar con sus compañeras, entre los que cuenta un festival feminista en el 2018, pero también al recordar las experiencias poco agradables que la convirtieron en una activista feminista dentro del medio.

Todo es terreno pisado para llegar a donde está ahora y eso le da la templanza para tomarse los desafíos con calma y anhelo. Rememora aquella dialéctica que resonó con fuerza en el EMMAP, el cuerpo como territorio primario y el territorio como forjador de miradas.

Por último, las mujeres MuMA nos proponen un juego: nos comparten un test mediante el cual pretenden despertar el espíritu crítico en los espectadores para poder discernir si el contenido que consumimos es sexista o no lo es.

Entendiendo como sexismo la naturalización de que en lo masculino se represente a todas las personas e identidades de género, se citan entre los largometrajes que han pasado el “Test Muma» a las producciones argentinas XXY, Yo la peor de todas, La ciénaga y Leonera.

Como adicional, nos comparten dos imprescindibles para que veamos este fin de semana. En el género series, nos invitan a ver la aclamada The Handmaid’s Tale (2017), basada en la novela de la candiense Margaret Atwood; en cuanto a largometrajes, nos aseguran que la argentina De Caravana (2011) logra construir su historia por fuera de los esquemas sexistas y misóginos que predominan en las producciones que muchas veces consumimos.

Quienes quieran completar el test MUMA, pueden acceder a él aquí.

 

Periodistas de Valencia tendrán que completar un curso de feminismo para evitar discursos violentos contra las mujeres

Artículo por Malena Keegan


Los periodistas de la televisión pública valenciana deberán completar un curso de feminismo para así contribuir a eliminar el lenguaje sexista en sus artículos, narraciones o locuciones, escritas y orales, en todos sus canales.

En esta línea, han modificado el borrador del libro de estilo de la Corporación Valenciana de Medios de Comunicación (CVMC), para que haga mayor énfasis en la igualdad entre hombres y mujeres desde los medios de difusión.

 

En el documento se destaca que “la lengua, como reflejo de la opresión contra las mujeres, ha consolidado unos papeles sexuales estereotipados, que a menudo se han asumido como propios sin ninguna consideración crítica”.

 

Un periodismo verbalmente más inclusivo

 

La modificación al manual reclama que decir “los valencianos” es incorrecto, y la opción correcta sería “el pueblo valenciano”. El manual también especifica que en el caso de nombres de cargos, titulaciones y profesiones lo adecuado es reemplazar a la persona con la acción u organismo que le es asignado, por ejemplo, “quien ejerce la jefatura de gobierno” en vez de “el jefe de gobierno”.

 

Además, establece una serie de palabras que deberían ser usadas genéricamente, como por ejemplo “alumnado”, “clientela”, “especie humana” o “humanidad”, para que se englobe tanto a hombres como a mujeres en la misma palabra. Tampoco se debería hablar de las mujeres como la “señora de”, para que puedan ser identificadas como personas, antes que como sujetos dependientes.  

 

El documento indica que cuando se hable de la sociedad en general ya no se hablará de “la mujer” sino de «las mujeres» para referirse a “sujetos históricos reales en toda diversidad” y mostrar “la pluralidad, la heterogeneidad y las identidades reales”.

 

Reunión del Consejo Rector de la Corporación Valenciana de Medios de Comunicación (CVMC)

 

Más que sólo caras bonitas

En los contenidos informativos, deberán ser contemplados diferentes modelos de mujer en cuanto a la edad, el estatus, el cuerpo y la capacidad física. Además se destaca que ciertos temas como el cuidado de las personas, la artesanía o la moda, deben dejar de ser adjudicados solo al público femenino.

Cuando mujeres sean entrevistadas ya no cabrán las tradicionales preguntas sobre maternidad, pareja, edad y cuidados del cuerpo, si no tienen una relación relevante con la noticia. En tanto sí se promueve que los hombres sean interpelados en el aspecto de la paternidad, la pareja y el hogar. También se explicita que la información no sustentará estereotipos donde el éxito femenino se asocie con la belleza y la sensualidad.

 

El libro de estilo además resalta la imperiosa necesidad de la aparición en escena de documentales biográficos que “rescaten del olvido a las mujeres ilustres”, películas dirigidas por mujeres y realizaciones audiovisuales donde las protagonistas femeninas no sean objetos estereotipados.

 

No a la publicidad violenta

 

No tendrán lugar en los espacios publicitarios la prostitución ni cualquier forma de explotación o servicio sexual, y tampoco habrá publicidad sexista, haciendo especial énfasis en la destinada a la infancia y adolescencia “ya que la publicidad genera constantemente imágenes pornojuveniles que avanzan cada vez más la incorporación de las adolescentes en el mercado de la seducción y de las apariencias, y contribuyen así a la diseminación de enfermedades de la percepción corporal como la anorexia, la bulimia y la dismorfia“, manifiesta el documento.