Top 5: artistas feministas que todes deberíamos conocer

En esta oportunidad, hablaremos de artistas latinanomericanes y feministas. Hemos realizado una selección de cada lenguaje de las artes y en el desarrollo de la nota te contamos por qué.

La construcción de espacios en el arte como agentes legitimadores quedó en el pasado. Las posibilidades de la digitalización y las redes invitan a nuevas formas de percepción del arte. Vivimos un momento histórico donde tenemos la posibilidad de repensar nuestro consumo de arte; para ello, les compartimos esta selección de artistas latinoamericanes que todes deberíamos conocer.


Piel de lava

Foto: Estrella Herrera.

Las primeras son «Piel de lava», una compañía teatral que defiende al grupo como una posición política. Ellas son Pilar Gamboa, Laura Paredes, Elisa Carricajo y Valeria Correa. Crearon la puesta en escena de «Petróleo», una obra teatral con una temática LGTBQ. Larguísimas colas y entradas agotadas para un argumento que intenta reconstruir y pensar a la transfobia en Argentina. También trabajaron en un film conocido como «La flor», donde las puestas en escenas reivindican a los personajes femeninos y reescriben los roles para reflexionar sobre nuestra corporalidad.

Rebeca Lane

Foto: Andy Cifuentes.

La segunda propuesta es una joya disponible en la plataforma YouTube, Rebeca Lane: una rapera guatemalteca feminista. Su obra sonora repiensa las problemáticas sociales como la memoria y la violencia. En 2014, ganó el primer premio con la «Cumbia de la Memoria». El recorrido audiovisual es explícito: muchas de las conquistas ganadas en las calles y en la marcha aparecen como registro en su producción.

Andrea Trotta

Foto: Fernando Pineda.

Si de mujeres con fuerza hablamos, no podemos no mencionar a esta artista matancera que pertenece a diversos colectivos: ella/elle es Andrea Trotta. Se define como artista visual perfomática y su recorrido nos deja en jaque. Sus acciones performáticas repiensan al cuerpo: por ejemplo, en la acción perfomática llamada «255», hace referencia a los feminicidios cometidos en 2015 hasta la fecha de la marcha #NiUnaMenos (04/06/2015).

Organismos como Mumalá o la Casa del Encuentro se encargaron de recopilar los datos —por supuesto, silenciados, casi escondidos entre los demás asesinatos, invisibilizando la violencia machista—. Le artista se recostó desnude sobre un círculo de pedazos de carbón contando en voz baja número a número. La desnudez invadió la sala, el sonido de los números perturbó y endureció el espacio. Encontrate con su obra acá.

Baila la chola

La cuarta propuesta son les pibes de «Baila la chola», una femi-murga con una obra sonora y sorora y un proyecto interesante: la constitución de un archivo de mujeres artistas. El paratexto digital expresa: «Dar a conocer a distintas mujeres artistas que no han sido o no son visibles, que estuvieron o están detrás de la figura de sus parejas o que no tuvieron lugar en la agenda machista. También para aquellas mujeres que pese a ser conocidas o haber sido difundidas, conviven en escenarios machistas y en desigualdad de condiciones». ¿Conocés algune artista cuya obra no se difunda? ¡Avisale y la publican acá!

Albertina Carri

Foto: Bernardino Avila.

Le últime de la lista va con tarea para el finde: se trata de Albertina Carri, creadora/e del film «Las hijas del fuego», una película erótica hecha por una mujer del colectivo LGTBQ+ hacia nosotres. La obra invita a ver ¡una buena porno! en la que el placer y los vínculos se redirigen camino a la psiquis de le espectadore directo a disfrutar del estímulo audiovisual, donde el placer lésbico y la sororidad son protagonistas, entre algunos enredos existenciales. Averiguá más acá.


Querides lectores, para cerrar esta breve nota de recomendaciones les invitamos seguir a les artistas en sus redes sociales. ¡Banquemos el arte popular!


Imagen de portada: Catalina


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De cuarentenas y otras artes

La cuarentena por COVID-19 ha resultado ser el contexto de surgimiento de numerosas y muy diversas expresiones artísticas. El hecho no sorprende: el arte es terreno fértil para la catarsis y la sublimación de emociones adversas.

El arte es herramienta para la ocupación de espacios en términos políticos e ideológicos. Hoy por hoy, ocupar espacios resulta una necesidad no solo desde ese plano sino también desde el plano más concreto y real.

Conocidos serán por nuestros lectores algunos contenidos virales que circularon por redes sociales en las últimas semanas: el reencuentro de Roxi y Panigazzi, de la serie Gasoleros, o el diálogo marital por videollamada entre Pepe y Moni Argento. En el plano musical, escuchamos «Supón», la interpretación colectiva-colaborativa de «Imagine» de John Lennon, impulsada por la actriz y conductora Tamara Bella. La canción inquietó a la audiencia más exquisita pero no deja de pertenecer a este rubro.

Se trata de creaciones que muy probablemente no hubiesen existido de no ser por la circunstancia de aislamiento. Sin embargo, en paralelo a estas, llama la atención un fenómeno muy específico que (por ineludible área de interés) hemos observado mayoritariamente en el ámbito literario: el surgimiento de expresiones artísticas que poseen a la cuarentena como raíz temática y matriz organizadora fundamental.

En el ámbito de la narrativa y la poesía, numerosas antologías se han confeccionado a manera de repertorio de la experiencia. Otras tantas mantienen sus convocatorias abiertas. En todos los casos, su edición digital de descarga gratuita ha resultado una herramienta valiosa para editoriales independientes, a los fines de conservar visibilidad.

En el ámbito de la dramaturgia, el gran Mauricio Kartún en conjunto con el Centro Cultural Caras y Caretas impulsaron en los últimos días la convocatoria «Monólogos de la peste», un certamen de libreto teatral centrado en la vivencia de confinamiento durante la pandemia de COVID-19. Se propone la elección de diez micromonólogos y plantea para ellos un plan de puesta en escena que no tiene tiempo: el tiempo estará definido por el devenir de la experiencia. Las obras seleccionadas serán representadas, dirigidas y filmadas para su difusión en la instancia que la cuarentena lo permita.

No se sabe más. No está en manos del artista la posibilidad de definir la variable temporal. Sin embargo, continúa intacta la posibilidad de encontrar razón, identidad y una mejor versión del mundo en la labor creadora.

El arte pasa, así, a ser espacio de resiliencia, de creación de nuevos deseos, nuevos vínculos, nuevas posibilidades de experiencias agradables.


Juana, trola y burladora

Artículo colaboración de Jorgelina Gálligo


El arte es crítica y se aggiorna constantemente a las nuevas épocas. Charlamos con el director Darío Pasache quien, luego de una investigación de cinco años, presenta una versión libre de «Don Juan» de Molière con un cambio rotundo: el personaje principal. Pasache invita a romper con el estereotipo social del hombre Don Juan y la mujer inmoral a través de su obra teatral «Juana la burladora y el convidado de piedra». Sigue leyendo Juana, trola y burladora

«A la vejez, Cilantro»: cómo repensarnos a través de amor

Cada sábado se apagan las luces y comienza la función. «A la vejez, cilantro» es una obra teatral para compartir, para divertirse mucho y también repensar un tema transcendental en la vida de todo ser humano: la vejez. Sea que nos falte mucho o poco, o porque tenemos pisando ese suelo a nuestros padres o abuelos, los textos y las actuaciones de esta obra no pasan inadvertidos: van variando entre la gracia y la sinceridad rotunda entre las amigas Marga y Ornella, que se encuentran en un geriátrico.

Ornella y Marga son dos mujeres que deben rondar la década número 7, o tal vez un poquito más. Son amigas de toda la vida, desde la escuela, y es allí en el geriátrico donde vuelven a encontrarse, donde son lo mejor que tienen ambas. Pero son muy distintas: Marga es una mujer que se considera de otra clase, con un apellido para repetir y sacar a relucir cuando algo no le gusta o no le cae en gracia. Ornella, en cambio, es una mujer honesta, que fue docente y que tiene una historia que contar.

Lo que ambas mujeres pudieron callar en otros momentos de su vida, ahora ya no lo quieren mantener guardado. «A la vejez, cilantro» es una comedia dramática con matices que sorprenden al público y es también un pequeño salvavidas para los tiempos que corren. ¿Por qué? Porque provoca las carcajadas en todo el público sin sacrificar los momentos que conmueven. Pareciera ser una obra pensada desde una historia mínima, desde esas personas que están ahí, que existen, que nos cruzamos todos los días y a veces no logramos ver.

A estas señoras que tanto divierten y conmueven las acompaña Elvirita, una enfermera joven que trabaja allí pero está estudiando porque quiere ser otra cosa. Es cómplice y al mismo tiempo muestra su costado pícaro, pero también deja ver lo que conlleva el trabajo de acompañar a personas mayores en un lugar así. Para completar el escenario se suma Lisandro, el nieto de una de ellas. Un hombre, al parecer, un tanto ortodoxo, metódico y con un dejo de misterio para descubrir.

Lisandro viene a mostrar un poco lo que hoy en día muchas mujeres queremos ir soltando. Cuando una no lo ve, la otra lo alerta: «Hay decirle a Lisandro, él tiene que saber», dice Elvira y le explica que si él no acepta las decisiones ajenas, o la vida tal como es, se va a quedar en el otoño (un lugar a dónde una de ellas manda a todas las personas y todos los recuerdos que no quiere en su vida).

Sobre todas las cosas, esta es una obra para repensar el amor, para pensarse dentro del amor y no por fuera. Tomar decisiones y aceptar las cosas como se dan. Que sea palpable el encuentro con otras personas y cómo eso alimenta toda nuestra historia. 

«A la vejez, cilantro» está hecha de forma autogestiva. Escrita y dirigida por Flavia Alcuaz (quien también se pone en los zapatos de Elvira), con asistencia de dirección de Fabián Asís, luces y sonido de Victoria Municoy y maquillaje a cargo de Carla Rod. Arriba del escenario están Graciela Rapaccini (Marga), Monona Candia (Ornella) y Adrián Flores (Lisandro).

Mañana es el último sábado de funciones programadas, pero ojalá se extienda. Son necesarios los refugios artísticos para hacerle frente a la realidad.

¿Cuándo? Sábado 22 de junio a las 21 h.

¿Dónde? CiPAE, calle 54 n° 1324, La Plata.

Valor de la entrada: $200.

«Petróleo»: una grieta en la dura convivencia entre hombres

Reseña teatral por Denise Griffith


«Que nada nos defina. Que nada nos sujete. Que sea la libertad nuestra propia sustancia».

Simone de Beauvoir

Petróleo arranca con la voz en off de una mujer que narra cómo funcionan las cosas en un pozo petrolero. Lo que vemos después son cuatro trabajadores que se construyen una convivencia, con sus propias formas de pasar el tiempo en el trailer donde viven. Pulseadas, charlas sobre mujeres, comidas, chicaneo.

En esta comedia de tinte inocente, tres de ellos se conocen desde hace ya un tiempo pero uno es nuevo: el Palla (Elisa Carricajo), con su estilo indie y su valija, que llega para desestabilizar todo. Formo (Valeria Correa) es el más curioso y Monto (Laura Paredes) el más temeroso. El Carli (Pilar Gamboa) es tosco, brusco, elocuente. Ellos se manejan como pueden en un espacio diminuto. En este sentido, la obra es profundamente vincular.

«Había algo en la manera de vincularse, en la energía de la broma pesada, tan de los ambientes donde se fomenta esa masculinidad y la complicidad para la maldad», declaró Laura Paredes en una entrevista de Infobae.

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Además de lo jocoso, hay, también, una lucha de poder entre el Carli (el líder) y el Palla: el Carli, mucho más preocupado por su masculinidad que el Palla, que un poco se burla de todo eso. Sin embargo, en medio de ese frío terrible, todos se sienten cada vez más a gusto entre ellos y se redescubren. La iniciativa de deconstrucción de uno se vuelve contagiosa para el resto, lo cual recuerda la lucha del colectivo feminista, en el que el movimiento de unx gesta algo en otrxs.

La escenografía, el vestuario y la puesta en escena, impecables. Laura Fernández en la dramaturgia y la dirección también hace un buen trabajo en esta propuesta audaz. Las actuaciones son espectaculares; le creí a las actrices en cada minuto: las voces, los gestos, la manera de caminar… Lo que surge como una experimentación deviene en un espectáculo que se lee y siente natural.

Con su quinta obra, Piel de Lava logra deslumbrar a su público, que no para de reír ni de aplaudir al final de la función. Se aborda la temática del género como construcción social pero de una manera perspicaz y se usan los estereotipos para que los terminen derribando.

Al mismo tiempo, la obra le gana por goleada al patriarcado en el contexto del petróleo, territorio inexplorado en teatro que a la mayoría nos es ajeno y resulta original e interesante. Lejos de ser una creación densa y dramática, Petróleo es, ante todo, una obra risueña para pasarla bien mirando una ficción distinta de lo que hay en cartel.


Piel de lava estará presentando su obra «Petróleo» en el Teatro Metropolitan Sura (av. Corrientes 1343, Buenos Aires) los días martes a las 20 h, a partir del 7 de mayo. Las entradas pueden adquirirse desde Plateanet.

 

Cabeza de globo, con muy buenas intenciones

La invitación de prensa promete lo siguiente: «Tomamos como punto de partida los textos de “Los montes de la loca” de Marisa Wagner (poeta, escritora y loca)«. Vamos al teatro con entusiasmo, emoción y bastante ingenuidad, esperando encontrar en «Cabeza de globo» algo del universo de la maravillosa poeta argentina Marisa Wagner

Al comenzar la obra escuchamos sonidos extraños y perturbadores, sin saber de dónde vienen. Vemos una especie de pecera repleta de globos blancos, en las tinieblas de un humo sutil. La escena dura un minuto hasta que ocho personas terminan de pararse y empiezan a «habitar el lugar».

Ese minuto fue un minuto de belleza, para dar lugar luego a un derrotero de lugares comunes, formas estereotipadas y prejuicios infantiles sobre la locura, la normalidad, el sentido común y, lo que es peor, sobre la memoria de Marisa Wagner.

El diseño de vestuario y de escenografía fue realizado por Victoria Chacón, que aportó la posibilidad de aproximarse a lo artístico. Chacón hizo una lectura sensible acerca de la ironía en la obra de Marisa Wagner, y su trabajo como escenógrafa es generoso, genuino y bello. El diseño de luces acompaña, contiene y cuida a los intérpretes y la dirección. El equipo técnico en general aporta profesionalismo a la propuesta.

Los poemas de Marisa Wagner son pequeños relatos cargados de ironía. «Los montes de la loca» no es sólo un libro: es una pieza de literatura que salvó la vida de Marisa Wagner. Ese libro fue para la autora nada más y nada menos que la diferencia entre la vida y la muerte, el empleo y la desocupación, la libertad y el encierro.

La lectura que realiza la dirección sobre la locura bajo el pretexto del «expresionismo» es por lo menos ingenua. Romina Oslé plasma en escena el conflicto del manicomio desde una posición apolítica, pero sabemos que la posición «apolítica» de la vida también es una posición política, asociada al neoliberalismo y los gobiernos de derechas.

En la otra vereda de la vida, la cultura latinoamericana hoy en día ha empezado a visibilizar a las personas locas como una minoría social y la jurisprudencia avanza en el reconocimiento de sus derechos. ¿Pueden los artistas ser ajenos a estas conquistas sociales? Claro que sí, pero corren el riesgo de volverse unos «cabezas de globo».

La dramaturgia colectiva refuerza la cultura antipsicótica que padecemos, porque abusa de la literatura de Wagner hasta cambiar el mensaje (y, peor aún, la ética) de sus poemas. Ese es el punto en el cual el espectáculo cae: si la literatura de Marisa Wagner es el punto de partida, cambiar su esencia es una forma de abusar de ella.

El espectáculo en general, lejos de ser onírico y expresionista como se presenta en la gacetilla, tiene muchos elementos del art brut. El proyecto tiene todos los elementos necesarios para convertirse en un fenómeno de culto, como sucedió con la película The Room en Estados Unidos, que se proyecta en cines desde el año 2009.

Recomendamos ir a ver este espectáculo, plagado de buenas intenciones, porque de todas formas siempre la última palabra la tiene el público.


 

«Quiero crear verdades que se vuelvan realidad»

Martina Ansardi es intérprete, coreógrafa y activista trans. En esta entrevista con Escritura Feminista charlamos de teatro, danza, el ser transgénero y su próximo estreno, el viernes 12 de Marzo, de «Las cosas que importan» de Matías Vitali. 

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Escritura Feminista: ¿Cómo empezás a hacer teatro?

Martina Ansardi: En el arte comienzo por la danza primero. Una de las personas que más me incentivó a conectarme con la danza fue una profesora de música de la secundaria que nos incitaba todo el tiempo a armar performances.

La primera vez que pisé un escenario, a los quince años como bailarina de danza contemporánea, yo ni siquiera sabía que estaba haciendo danza contemporánea. Armé una performance en base a un tema musical de «Era», el famoso «Ameno», y a la profesora le gustó tanto que lo llevó a un escenario.

Yo soy de Tucumán. Años mas tarde, fui a la facultad de arte en Tucumán a inscribirme en teatro y me enteré de que había una carrera de danza contemporánea gratuita. Yo no sabía que existía, y en Tucumán todo lo que había en cuanto a danza era privado, carísimo, y mi familia no tenía cómo para pagármelas. Tampoco lo hubieran hecho porque no era digno de mi género.

E. F.: ¿Por qué?

M. A.: Porque obviamente, ellos me veían como un chico,  no como una chica. Entonces, me inscribí a escondidas y estuve siete meses cursando sin que se enterase mi familia, escondiendo la ropa en casa de amigas, hasta que la situación no dio para más y lo conté en mi casa.

En la carrera de danza contemporánea, todo el tiempo estábamos en contacto con alumnos de teatro. En Tucumán, la línea que divide danza de teatro es bastante difusa y es un fenómeno muy interesante de ir a verlo. Tucumán es súper performático, y yo empecé desde ese lugar como intérprete.

Mi cuerpo no entiende la diferencia entre teatro y danza. Yo encaro las dos disciplinas de la misma forma y eso es por la raíz, por cómo crecí y me formaron.

E. F.: ¿Cómo fue tu primera obra?

M. A.: Tengo como dos primeras obras. Hay una obra de teatro físico que me gustó mucho, que la presentamos en un concurso y fue la primera vez que pude sentir el teatro en un escenario. Era un obra sin nombre. Era simplemente un trabajo. La otra obra, más oficial, donde fui actriz y coreógrafa, se llamaba «Sufrida, la doblada». Era sobre la vida de Frida Kahlo y mi papel era el de «la enfermedad» de Frida.

E. F.: ¿Cómo te llevas hoy con la crítica?

M. A.: Estoy estudiando con Ana Seoane. Siento que la crítica es olvidable en el teatro.

E. F.: ¿Y con los medios de comunicación en general?

M. A.: Siento que no existe el periodismo legítimo en los medios masivos. Con los periodistas reales me llevo muy bien. De hecho, creo que es la forma de militar más conveniente en este momento: hacer difusión, dar entrevistas y visibilizar las realidades de los seres humanos.

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E. F.: ¿En España hiciste teatro?

M. A.: Sí, en un festival que organizaba una «Spytrans» hice un unipersonal de danza teatro. Las cosas que vi en ese festival fueron de un nivel increíble, lo cual me hizo sentir muy orgullosa. Hasta vi una lectura de Susy Shock, a quien tienen como una referente. Lo malo es que allá el circuito under no existe. Laburé bailando en clubes, en discotecas y dando clases en gimnasios.

E. F.: ¿Cómo empieza tu relación con la militancia trans?

M. A.: En el año 2010 me surge la necesidad de tener un documento. Trabajaba en una prepaga, y hablé con mi jefe para que reconozca mi nombre. Me dijo que él iba a respetar lo que decía mi documento y que, si en mi documento mi nombre era de varón, él iba a usar ese nombre.

Entonces, encontré a la asociación «100% Diversidad y Derecho» que justo en ese momento estaba tramitando un amparo colectivo para cinco chicas. Me sumaron y presentamos en la Contenciosa Administrativa de Buenos Aires un amparo colectivo de seis chicas trans para que se reconociera su nombre autopercibido. La jueza Elena Liberatori emitió el fallo a favor de nosotras.

Entonces en 2011 conseguí el DNI casi sin hacer nada. Ahí me di cuenta que había recibido un regalo, porque no había hecho nada. Y si había recibido un regalo tenía que devolverlo, porque sino iba a ser muy egoísta de mi parte. Siento que si uno no devuelve, no circula, se estanca. Después, las chicas trans que militaban en 100% Diversidad y Derecho crearon la agrupación «Mujeres trans Argentina» y me sumé.

E. F.: ¿Creés que hay diferencias entre una coreógrafa mujer, uno varón y una persona trans?

M. A.: Sí. Las dificultades que se tienen para llegar a ese lugar, las dificultades educativas y económicas, las desventajas afectivas… Todo eso hace que yo haya tardado 50 veces más que cualquier otra variante de género.

E. F.: ¿Quién te gusta en la dirección?

M. A.: Pina Bausch, porque yo nací con su mirada. Vos ves una obra de Pina, y no sabés si es teatro o es danza. Es mi lenguaje lo que ella hace.

E. F.: ¿En qué proyectos estas?

M. A.: Estamos ensayando con Matias Vitali una obra para el Ciclo 4000 Caracteres que se estrena el 12 de marzo en el teatro Vera Vera, donde vamos a estar los viernes. Se llama «Las cosas que importan» y se trata de una representante de Argentina en una convención internacional a quien le rechazan su propuesta, entra en crisis, y dos personajes tratan de resolver esa crisis sin que todo se vaya a la mierda.

Yo soy la representante de Argentina que entra en crisis. No te cuento nada más para no spoilear la obra. Es muy divertida. Trabajo con Tamara Septier, que está haciendo en el Teatro Nun «Amores Fóbicos«, y con Andrés Granier, que lo tuve como compañero en «La Salamanca», dirigida por Alan Robinson, el año pasado. Las obras de Matías, a mí me hacen reír solo con leerlas.

E. F.: ¿Cuál sería hoy un desafío para Martina Ansardi?

M. A.: Modificar la sociedad desde el arte. Especialmente desde la dirección teatral, que es resistencia, es política y es crear verdades que se vuelvan realidad.

 

Leticia Torres estrena «Rayito de Sol»

«Rayito de sol, un amor sin tiempo», de Natalia Villamil y con la actuación de Leticia Torres, se estrena el próximo viernes 16 de febrero a las 20 hs. Escritura Feminista entrevistó a la actriz protagonista sobre este nuevo unipersonal.

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E. F. – ¿De qué nos habla la obra «Rayito de Sol»?

 L.T. –  Esta obra plantea una crítica a ese famoso amor romántico, a esa creencia que dice que las mujeres esperamos a ese famoso príncipe azul que cuando llega nos salva, nos despierta y nos hace vivir felices comiendo perdices.

E. F. – ¿Hay diferentes miradas sobre el amor en la obra?

L. T. – En la obra, hay una línea del personaje protagonista, Rayito, que dice: «Cien años de amor valen la pena, pero un amor sin tiempo es de prostituta». Habla claramente de este mandato establecido que sobrevuela y que pesa, como todas las cosas, mucho más sobre las mujeres que sobre los varones.

Si elegiste un varón, que tiene que ser ese príncipe azul ideal que cumpla todos los requisitos, será para toda la vida o nada. Pareciera ser que es la única manera en que se puede vivir el amor. Un amor de otra índole, un amor casual o un amor apoyado fuertemente en lo sexual parecería no servir, como si fuera otra cosa que no se sabe bien qué es pero que no es amor.

E. F. – ¿Cómo elegís un proyecto?

L. T. – Cuando alguien me convoca, cuando llega alguna propuesta, lo que yo veo primero es quién me convoca, si tenemos algún vinculo, y qué empatía tengo con esa persona o con su trabajo. Para mí es súper importante lograr la empatía; no necesariamente que seamos amigos o amigas, pero sí que estemos muy de acuerdo en cosas básicas.

Una de esas cosas básicas, que sería lo segundo a atender aunque no por eso menos importante, es la mirada de género que tiene esa persona y ese proyecto en particular. Todas las obras están atravesadas por una mirada de género, no solo las que hablan sobre una problemática femenina. En cualquier espectáculo podés analizar si tiene perspectiva de género o no.

A eso también le presto mucha atención. Que yo comulgue con esa manera de ver las cosas, o que me parezca interesante ponerlas en cuestión, es importante. Tengo una manera de pensar y algunas cosas bastante claras con respecto al tema, pero estoy abierta a seguir debatiendo, discutiendo, encontrando caminos y formas de mostrar la problemática.

Y, por supuesto, que la obra esté buena, que sea un proyecto sólido, viable y que me entusiasme mucho, que me de muchas ganas de hacerlo.

E. F. –  ¿Qué es el «artivismo» y qué lugar ocupa en tu vida?

L. T. – El artivismo es una palabra maravillosa que resume muy bien lo que es el activismo, pero a través del arte. Realizar acciones que pongan en visibilidad, que reclamen, que protesten sobre situaciones injustas, pero con un lenguaje particular y propuestas artísticas.

En mi vida, ocupa un lugar grande porque yo formo parte de la colectiva Mujeres de Artes Tomar, con la cual realizamos numerosos artivismos en fechas emblemáticas que refieren a la mujer durante el calendario anual, pero también en situaciones emergentes cuando nos es necesario.

Es una manera que encontré, por suerte, para poder manifestarme, donde están bien unidas la artista y la persona. Obviamente, para mí somos una misma cosa. Pero acá se unen con claridad mi manera de pensar, mi deseo de Leticia como persona y el lenguaje que aprendí como artista.

Puedo nuclear, utilizar mi saber, mi conocimiento, para reclamar y visibilizar cosas que yo como ciudadana y ser humano considero injustas y que es necesario cambiar, transformar y modificar.

 

Actuación: Leticia Torres
Dramaturgia: Natalia Villamil
Escenografía: José Escobar
Vestuario: Paula Molina
Música original: Daniel Quintás
Iluminación: Sebastián Evangelista
Diseño gráfico: Sebastián Villamil
Producción ejecutiva: Bárbara García Di Yorio
Asistente artística: Natalia Villamil
Dirección: Cintia Miraglia

Estreno: viernes 16 de febrero – 20 hs.
Funciones: todos los viernes a las 20 hs.
Espacio Callejón – Humahuaca 3759, CABA
Teléfono: 4862-1167

Duración: 55 minutos
Mail: rayitodesolteatro@gmail.com