Yamila, de 23 años de edad, estuvo más de 16 horas con su bebé muerto en su vientre. Después de llegar al Instituto de Maternidad y Ginecología de Tucumán por un malestar en la panza y de estar varias horas hospitalizada, les médiques se negaron a operarla.
La joven llegó al centro de salud con urgencia después de encontrar su panza dura. Cursaba su primer embarazo y estaba de 32 semanas de gestación. Llegó solicitando información, entre el apuro, el miedo y el dolor. Llegó esperando ser asistida y acompañada pero no se imaginó lo que pasaría después.
El mismo miércoles que acudió al hospital con la panza hinchada quedó internada. El jueves volvió a sentir algunos malestares. El viernes dejó de sentir los movimientos del feto y tuvo que pedir una ecografía porque ni siquiera habían reparado en eso. Efectivamente el feto estaba muerto. Solicitó una cesárea pero no se la hicieron porque les médiques querían esperar a que tuviera un parto vaginal. Ese sábado, el resto de las semanas y todo el año se vulneran los derechos de mujeres y otras identidades gestantes.
Les familiares que acompañaban a la joven se presentaron en el centro de salud para exigir explicaciones y pedir por una operación para que ella no corriera riesgos de contraer alguna infección, pero sus reclamos no fueron escuchados.
El médico a cargo de la paciente comentó que Yamila estuvo contenida todo el tiempo y cuando fue el cambio de guardia autorizó la cesárea. También agregó que la decisión de esperar a tener un parto vaginal y no hacer una intervención quirúrgica estuvo consensuado con ella. La joven y su familia no dicen lo mismo, sino todo lo contrario. Además de no haber tenido acceso a un buen tratamiento en lo que respecta a su salud, tampoco estuvo acompañada en lo que respecta a lo emocional. Una vez más se vulneraron los derechos de una mujer joven. Una vez más los hechos ocurrieron en Tucumán.
Otra vez Tucumán. La provincia de Belén, la joven que estuvo presa más de dos años por un aborto espontáneo. Tucumán, otra vez custodiada por un policía una puerta de ingreso mientras la vida de una mujer corre peligro. Otra vez la Tucumán de Romina Tejerina, acusada de matar a su bebé producto de una violación luego de un brote psicótico causado por el trauma. Otra vez, las que padecen las consecuencias de este sistema patriarcal son mujeres, jóvenes y las de menos recursos. Otra vez, Tucumán.
En 2006, La Vaca decía: «Las mujeres vienen sufriendo distintas violencias, el acoso sexual y las violaciones son una problemática que vienen padeciendo en distintas regiones del país. La presencia de dichos casos y la ausencia de justicia en la mayoría de ellos, acompañada de una campaña feroz que apunta al olvido, invisibilización e indiferencia, demuestra que vivimos en una sociedad que naturaliza las violencias existentes hacia las mujeres», sobre el caso de Romina. Hoy la historia se repite con el nombre de otra mujer.
La semana pasada la provincia de Tucumán retrocedió al siglo XVI, donde se daba vida a la obra teatral Fuente Ovejuna escrita por Lope de Vega. El dramaturgo español jamás imaginó que su obra pudiera tener la impronta en estas latitudes del norte argentino donde un hecho aberrante recuerda el argumento de aquella obra basada en hechos reales.
En el texto de Lope de Vega quedan expuestos a la perfección los excesos que comete el poder —representado en el comendador— arremetiendo contra el pueblo de Fuente Ovejuna, que actúa cuando Laurencia es violada por el funcionario del Rey, mancillando el honor de toda esa comunidad. El texto teatral pone el foco en el pueblo interpelado por el deseo de sangre, el deseo de venganza.
Salvando las distancias pero no siendo menos comparable lo que sucedió con los tucumanos el pasado miércoles 21 de octubre, toda una comunidad hastiada de la lentitud de la Justicia, decepcionada con todas las instituciones, y acusando a la policía como principal partícipe necesario de la muerte de Rocío Abigail Riquel, decidieron «tomar la justicia entre sus manos». Con un final lamentable —y evitable—, tuvo como resultado la muerte del principal sospechoso, José Guaymás.
El caso Abigail
El domingo 18 de octubre alrededor de las 9 de la mañana, Rocío Abigail Riquel, de 9 años, desapareció de su hogar, lo cual provocó la inmediata reacción de su familia y de los vecinos, quienes emprendieron una búsqueda desesperada. Los padres de la niña se dirigieron a la comisaría de la zona poniendo en conocimiento a las autoridades policiales sobre la desaparición de la menor. Pese a la gravedad de lo que contaron, la policía no tomó la denuncia.
No fue sino hasta las 5 de la tarde de ese mismo domingo que los vecinos encontraron el cuerpo de Abigail en un descampado con signos de haber sido abusada sexualmente y luego asesinada a golpes con las mismas piedras que estaban en el lugar.
El principal sospechoso del femicidio era José Antonio Guaymás, de 25 años, quien según se pudo saber contaba con 19 causas en su contra por delitos contra la propiedad privada. En algún momento circuló también la versión de que tenía antecedentes de índole sexual, aunque esto último fue descartado por José María Molina, abogado de la familia Riquel.
La viralización de su fotografía en las redes sociales activó una bomba que esperaba su tiempo para estallar en la cara de propios y extraños. Eso finalmente ocurrió en el día miércoles cuando alrededor de 500 personas encontraron al sospechoso y lo lincharon. Las autoridades del Cuerpo Médico Forense y Morgue Judicial confirmaron que Guaymás llegó sin vida a esa dependencia.
Es la maldita policía
La policía de Tucumán lleva en su haber el estigma de «no servir para nada». Para los habitantes de la provincia, las fuerzas no solo no cumplen con el trabajo que se les ha asignado, sino que entorpecen y en ocasiones «defienden» a los culpables. Esta misma policía es la que mató al adolescente Facundo Ferreyra en un caso de gatillo fácil, la que también tuvo participación en la desaparición y posterior muerte de Luis Espinoza y se podría seguir nombrando los innumerables casos donde la fuerza estuvo involucrada.
Sin embargo, tanto para el gobernador Juan Manzur como para el ministro de seguridad provincial Claudio Maley, la policía actuó siempre de acuerdo a las disposiciones de la Justicia. No hay autocrítica posible en donde no se reconoce que hubo inacción y excesos en los casos correspondientes.
La policía tucumana no solo falló en primera instancia cuando no tomó la denuncia, sino que agravó aun más su accionar al no movilizar los recursos necesarios para encontrar a la niña en las primeras horas de su desaparición. La policía falló, otra vez, cuando comenzó la viralización de la identidad de Guaymás. Ese accionar derivó en un solo objetivo: encontrar al presunto autor y matarlo.
Efectivamente, cuando fue capturado por los vecinos recibió golpes y lesiones con elementos contundentes que terminaron dándole la muerte. La policía no solo no garantiza la seguridad de los niños y niñas tucumanas, sino que además no garantiza la seguridad de quien debía tener un proceso justo como principal sospechoso, porque el Estado de derecho —desdibujado en Tucumán— se alcanzó hace muchos años, pero se fue lavando como una tinta berreta con cada lágrima de injusticia en la provincia.
El pueblo tucumano lo hizo
La sensación que nos queda al oír al padre de Abigail es que ni siquiera siente que lo que pasó sea un acto de justicia. Entre líneas, sus declaraciones hablan de una total decepción con las instituciones de la provincia. No hay palabras que lo consuelen porque creyó desde el domingo a las 9 horas, cuando desapareció Abigail, que el Estado no lo abandonaría. Porque se dirigió a la comisaría como acto reflejo que tiene un ciudadano que exige que sus derechos sean respetados. Pero no recibió lo que buscaba. La palabra de autoridades nunca llegó a sus oídos, ni siquiera un mea culpa por la inoperancia de todos los responsables involucrados. No hubo renuncias. No hubo respuestas. Tampoco, justicia.
Hoy, varios días luego del caos, no solo nos invade la sensación de retroceso sino que también quedó en evidencia el hartazgo de una sociedad que no cree ni respeta las leyes, que no desea ya esperar los tiempos judiciales para resolver estos casos y en donde la violencia sexual a niñas y mujeres en la provincia es moneda corriente.
Los vecinos se muestran molestos al enterarse de que la Justicia podría tomar como autores de la muerte de Guaymás a las personas que participaron en el linchamiento. Sin embargo, y trayendo a propósito unas líneas de la obra de Lope de Vega: «Cuando se alteran los pueblos agraviados, y resuelven, nunca sin sangre o sin venganza vuelven». ¿No hubo en Tucumán un funcionario que leyera el panorama en esa clave? ¿Era tan difícil imaginar lo demasiado predecible?
Ante el linchamiento del comendador de Fuente Ovejuna, el Rey resuelve: «Pues no puede averiguarse el suceso por escrito, aunque fue grave el delito, por fuerza ha de perdonarse». Tucumán, en tanto, escribió un capítulo más a su novela de desidia permanente, de política acéfala, de total carencia de Justicia. Tucumán ya no soporta que violen a sus niñas y mujeres. Tucumán tomó la justicia en sus manos, no sin mancharse con sangre.
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Ivana Noriega es una activista lesbofeminista tucumana. En 2018, creó Proyecto Tijeras: lesbianas impulsando palabras, un espacio de difusión de literatura lésbica. Te compartimos la desgrabación de nuestra segunda entrevista en vivo del #MesDelOrgullo.
Ivana Noriega: Empezó hace dos años. En ese momento estaba haciendo unos talleres en la Facultad de Arte de Tucumán: me fui a una librería de usados y encontré un libro que hablaba de fantasías sexuales. Lo compré, empecé a ojear y era pura heterosexualidad. Había un relato lésbico (uno en 50, más o menos). Entonces dije: «¿por qué no hay más material de este estilo al alcance?». De pronto te das cuenta de que para llegar a esta información, a esta circulación abierta de material literario, no hay fácil acceso.
Yo en ese momento escribía y dije: «es hora de empezar a gestionar nuestros propios textos y a visibilizarlos, de alguna manera». Armé unos panfletos caseros invitando a enviar relatos lésbicos a un mail. Así empezaron a llegar relatos de compañeras de Tucumán. Como una manera de impulsar la literatura, yo empecé a escribir textos de manera anónima.
«Si bien yo lo gestiono, las personas que lo construyen son las que envían sus textos. A la fecha hay aproximadamente 2500 textos. Es sentarse y aportarle al activismo lésbico, de alguna manera».
E. F.: ¿Realizaste algún tipo de activismo en el espacio público?
I.: Empecé a hacer intervenciones callejeras. Me invitaron a eventos, a fiestas, a dictar talleres. Dicté un taller en el Encuentro de Trelew, de escritura y literatura lésbica. Fue un espacio al que fueron más o menos 50 personas, estuvo buenísimo. Yo llevé material y armamos nuestros propios textos. El año pasado también asistí.
E. F.: ¿Tenés otros espacios de difusión, además de Instagram?
I.: Está el sitio web, pero es como un canal para que lleguen más fácilmente al contacto. Intenté activarlo, pero era demasiado y quedó ahí.
E. F.: ¿Qué tipo de material publicás en Instagram? ¿Narrativa, poesías?
Ivana: Una mezcla de las dos cosas. El proceso es así: a mí me llega el texto. La cuenta de Proyecto tiene más o menos 20 mil seguidores, entonces hay un horario determinado en que se conecta más gente. En ese horario trato de publicar los textos que llegan, dos por día. Todos los que van enviando se van publicando. No voy seleccionando cuál va y cuál no, pero llega tanto material que tengo que decir: «esta cantidad por día».
E. F.: ¿Qué condiciones ponés para publicar?
I.: Primero, cuando llega un texto, pregunto si prefieren el anonimato o el nombre público. Creo mucho en esto de la visibilidad y afirmo, y reafirmo, la importancia de la visibilidad. Todos los textos tienen sus personalidades y sus cuestiones. Si quieren compartir con una foto, también se puede, si no la busco yo. El estilo empezó siendo vintage, pero fue cambiando a medida que iban compartiendo sus fotos. No quiero ser la yuta de la literatura, de decir: «esto sí va, esto no». No es la idea, no quiero perder el foco.
E. F.: ¿Había espacios de difusión de literatura lésbica antes de Proyecto Tijeras?
I.: He buscado mucho. A mí me gusta muchísimo Adriana Carrasco, es periodista y activista lésbica. Hace un suplemento en Página 12. En el año 1986 sacó la primera publicación lésbica de Argentina, los Cuadernos de existencia lesbiana. En cada provincia hay agrupaciones regionales de lesbianas, como Las Arpías de Salta, pero no conozco otra cuenta que aborde literatura como Proyecto Tijeras.
E. F.: ¿Creés que todo activismo lésbico es necesariamente feminista?
I.: Es una pregunta contradictoria. Hoy escuchaba una entrevista de Adriana Carrasco, donde decía: «Las lesbianas siempre estamos siguiendo la agenda feminista. Somos las primeras que salimos. Incluso, las primeras movilizaciones fueron impulsadas por lesbianas feministas. Pero si hay lesbianas que no lo sean, sí las hay». Hay espacios donde se debaten mucho estas cuestiones.
«Una problemática en el lesbianismo es la violencia entre lesbianas y ahí se disputa mucho desde el feminismo, por cómo encaramos estas situaciones y cómo podemos acompañar. Podés no ser feminista, ser lesbiana, pero tenés un montón de problemáticas que de alguna manera te van a llevar ahí».
Empecé Proyecto Tijeras sin tener un montón de información: lo arranqué y ahí comencé a aprender, investigar y llegar a nueva información. Ahí recién empezás a conocer la otra cara del lesbianismo. Vos decís «lesbiana» y se te vienen a la cabeza dos mujeres besándose…
E. F.: Como el sentido común y la imagen de la lesbiana butch con el pelo corto…
Ivana: Tal cual. Y a medida que te vas metiendo, vas rompiendo con eso. Una vez fui a una fiesta en un barrio, un poco lejos de la capital de Tucumán, donde se pone más difícil el lesbianismo. Una chica me sacó a bailar y su pareja me vino a pegar. Ese día yo me vine destrozada, no sólo por la situación de que me había pegado, sino porque pensaba en lo que podía estar vivenciando esa novia. En el Encuentro del año pasado se debatió mucho este tema, porque nos interpela pero también tenemos que empezar a hacernos cargo para activar y cambiarlo.
E. F.: Una pregunta para ir cerrando: ¿creés que el Proyecto Tijeras superó sus objetivos iniciales?
Ivana: Y sí. Yo creo que lo literario es la base y de alguna manera se va ramificando, abriendo otras posibilidades de activismo y difusión. Son espacios necesarios, que tenemos que empezar a apropiarnos. Decía una compañera, el año pasado, en el taller: «estamos tan preocupadas por la agenda feminista que nos olvidamos de nuestras propias efemérides».
Proyecto Tijeras tiene proyectos de libros y fanzines para recaudar fondos. La vejez lésbica, hoy por ejemplo, es una problemática muy importante que también nos necesita. La autogestión es muy complicada, pero si yo tengo esta herramienta y la puedo utilizar para que estos sectores puedan salir a flote, hagámoslo. El proyecto de libro es una selección de aproximadamente 40 textos para recaudar fondos a beneficio de la vejez lésbica. Esa es como una gran meta. La idea es que salga en formato físico, lo estoy editando sola pero tengo amigas que me van ayudando.
E. F.: ¿Creés que se construyen estereotipos y clichés en la literatura lésbica?
Ivana: Sí, y es un debate también conmigo misma. El otro día publiqué un video del primer casamiento lésbico en otro país y ahí entro en discusión: «bueno, ¿seguimos repitiendo el régimen heterosexual?». Diariamente me lo pregunto a mí misma. Lo he notado muchas veces, pero también trato, en paralelo, de reflexionarlo. Si recibo un texto con esas características, inmediatamente abro el debate en las historias de Instagram para que no quede ahí.
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El jueves pasado, Tucumán adhirió sin modificaciones a la ley nacional 27.499, conocida como ley Micaela. Su aprobación en toda la república es otra conquista por parte de movimientos feministas y organizaciones sociales.
La ley lleva el nombre de Micaela García, la joven entrerriana que fue víctima de femicidio en el año 2017, a los 21 años de edad. Sancionada en 2018, establece la capacitación obligatoria en perspectiva y violencia de géneropara les funcionaries públiques de los tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial.
Según lo expuesto por el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, autoridad de aplicación de la ley, se espera: «Transmitir herramientas y (de) construir sentidos comunes que cuestionen la desigualdad, la discriminación y transformen las prácticas de cada cosa que hacemos». Muches funcionaries ya fueron capacitades por personalidades destacadas como Dora Barrancos, entre elles, el presidente de la Nación y su gabinete.
Es importante discutir la preparación de quienes nos gobiernan para poder plantear procesos de formación integral que erradiquen la violencia de instituciones públicas hiperpatriarcales como lo son la justicia y el Estado. Solemos pensar que el machismo se da en las relaciones de pareja pero el aparato que deja por fuera a las mujeres es mucho más amplio:
«Constituye toda una constelación de valores y patrones de conducta que afecta todas las relaciones interpersonales, la amistad, el trabajo, el tiempo libre y la política».
Marina Castañeda, escritora de «El machismo invisible»
La lucha tras la pérdida de Micaela no solo se convirtió en ley sino también en la búsqueda de una salida colectiva. En 2017 se creó la Fundación Micaela García «La Negra», espacio desde el cual se brindan clases de apoyo escolar, talleres, meriendas y otras actividades que ahora están frenadas por la pandemia.
Tucumán: Iglesia y antiderechos
No es sorpresivo que quienes gobiernan Tucumán no cumplan con leyes y derechos. La provincia tiene una deuda con mujeres, niñas, lesbianas, trans y no binaries en materia de educación sexual integral, interrupción legal del embarazo y erradicación de la violencia de género.
En agosto de 2018, bajo el contexto del debate por el aborto, Tucumán fue declarada una provincia «pro-vida». Con 39 votos a favor y 4 en contra, la legislatura sancionó una resolución en la que afirmaba posicionarse en contra de la ESI y la legalización del aborto, y donde citaba fragmentos de la Biblia que afirman que «quién debe vivir o debe morir, esa decisión la tiene solo el ser supremo que es nuestro Dios», evidenciando el peso de la religión.
En febrero de 2019, con Juan Manzur como gobernador de dicha provincia, una niña de 11 años fue obligada a parir. Con la presión de la iglesia católica y grupos a favor del aborto clandestino, le negaron la interrupción legal del embarazo a la pequeña que había sido violada. Le prohibieron el aborto hasta la semana 23 de gestación, cuando, en lugar de cumplir con los protocolos, le practicaron una cesárea, forzándola así a una maternidad no deseada.
Sus derechos fueron vulnerados al momento del abuso y, como si no bastara, el sistema de salud junto con el aparato judicial/estatal la revictimizó al negarle su derecho a terminar con el embarazo. Recordemos -nuevamente- que desde 1921 el código penal exime de punibilidad a quienes interrumpen un embarazo cuando este sea producto de una violación.
Hasta el pasado jueves, además de no reglamentar la ley, un grupo de ultraderecha encabezado por Ricardo Bussi (hijo del genocida Antonio Bussi), Walter Berarducci y Nadina Pecci presentó un proyecto para modificarla. Los funcionarios definían la capacitación como «un caballo de Troya para imponer ideologías sectoriales y autoritarias».
Los legisladores atacaron al Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad, presidido por Elizabeth Gómez Alcorta, por tener una orientación ideológica «ultra feminista y abiertamente abortista». Además, sostuvieron que esta ley «empodera a la mujer como una suerte de Gestapo ideológica».
Cuando los gobernantes tucumanos se negaron a efectuar la ley, les integrantes de la Fundación Micaela García brindaron un comunicado en sus redes sociales, pidiendo la adhesión de todo el país sin modificaciones. Las últimas palabras del escrito son conmovedoras; les invitamos a hacernos eco de ellas y transformar el dolor en lucha:
«Más temprano que tarde será real esa sociedad con la que Mica soñó porque la construiremos con empecinada paciencia, inclaudicable esfuerzo y, sobre todo, con amor por la vida.
Micaela García, ¡presente! ¡Ahora y siempre!
Negra querida, ¡no nos han vencido!».
Portada: Fundación Micaela García
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