Hace años se vienen dando debates sobre las consecuencias de la violencia patriarcal. En muchos ámbitos se ha logrado implementar estrategias de acompañamiento y protocolos de protección a las personas violentadas, pero todavía no sabemos muy bien qué hacer con los machirulos, los violadores, los que vulneran y violentan.
Tal parece que el punitivismo no es el camino. Los escraches han permitido visibilizar muchas situaciones que se escondían bajo la alfombra, e incluso han logrado que muchos, aunque por miedo a ser expuestos, piensen sus actos antes de hacerlos. Pero en otros casos, la cosa sigue igual y los pactos machistas siguen sólidos.
Las consecuencias para quienes se animan a denunciar dependen mucho del acompañamiento que se tenga, el acceso a la información y los espacios de contención, pero también sucede que las situaciones se conocen y nadie hace nada al respecto. ¿Por qué? ¿Qué estamos esperando? ¿Qué nos falta entender aún? ¿A qué tenemos miedo?
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Hace falta corashe
Existe una tensión in crescendo, que solo puede explotar si no se contiene de alguna forma. Los violadores, los abusadores, los violentos son nuestros familiares, amigos, compañeros, referentes, parejas, jefes. Y a pesar de que hubo un gran avance cultural de reconocimiento y deconstrucción en muchos ámbitos, todavía falta mucho.
Hablar del tema es incómodo, reconocer situaciones en las que hemos sido vulnerades es doloroso, acusar no es gratis ni fácil, pedir ayuda lleva tiempo. Esquivar el tema parecería la mejor solución en lo inmediato, cuando no se tienen las herramientas de abordaje, pero esto solo garantiza la impunidad patriarcal. ¿Cuánto tiempo más hay que esperar para dar las discusiones que tenemos que dar? ¿Algún día vamos a estar listes?
Los feminismos vienen dando batalla hace rato sobre esta problemática: con las líneas de varones, las organizaciones que trabajan con masculinidades y la implementación de la Ley Micaela, la necesidad de interpelar a quienes asesinan, violan y abusan es parte de la lucha por erradicar las violencias de género.
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Los resultados están a la vista. Los llamados a la línea 144 van en aumento, el Área de Asistencia a Varones Violentos se encuentra colapsada al punto que la lista de espera para recibir atención se extiende hacia 2022 y solo asisten mayormente quienes son obligados por la justicia.
Existe una demanda de abordaje integral de la cuestión de género, y eso incluye a las masculinidades. Desde la legislatura porteña se presentó el proyecto de ley «Repensarnos» para dejar atrás el punitivismo y buscar otras maneras de trabajar con quienes ejercen violencia patriarcal.
Es una iniciativa que invita, justamente, a repensar cómo plantear políticas públicas para emprender todos los frentes de una problemática tan compleja y arraigada en nuestra cultura.
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