Mumalá propone un proyecto para erradicar la violencia de género

En Argentina, la violencia machista no cesa. Según el Observatorio Lucía Pérez de violencia patriarcal, entre el 1 de enero y el 17 de diciembre de 2021, se cometieron 296 femicidios y 247 niñes quedaron huérfanes. Además, ocurrieron 356 marchas y movilizaciones contra la violencia patriarcal. Respecto al mes de diciembre, 18 mujeres murieron en manos de femicidas en 17 días, es decir que hubo un femicidio cada menos de 24 horas.   

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Gaby Sosa, Directora Ejecutiva de Mumalá Nacional, cuenta a Escritura Feminista que hace muchos años que la agrupación Mumalá viene trabajando en todo el país por los derechos de las mujeres y las diversidades sociales. Entre otros trabajos, acompañan en el territorio y en los pedidos de justicia, contienen y brindan estrategias de fortalecimiento a mujeres y disidencias, para quienes han transitado la violencia y necesitan volver a vivir una vida libre.

Descripción de imagen: retrato de Gaby Sosa sonriendo a cámara. Es una mujer de piel morena clara y cabello lacio, castaño oscuro, largo hasta el pecho.
Gaby Sosa, Directora Ejecutiva de Mumalá Nacional

Proyecto #EmergenciaNiUnaMenos

El proyecto fue difundido por redes sociales y se encuentra en la plataforma change.org para seguir juntando adhesiones. En la misma línea,  durante los años 2018 y 2021 fue presentado ante el Congreso de la Nación. En la actualidad, el proyecto está en la Cámara de Diputados y desde Mumalá reclaman por su debate y posterior aprobación.

«Hablamos de emergencia porque los números lo explicitan así. En la argentina tenemos 204 femicidios a fecha del 25 de noviembre, y no han podido descender esos números en la última década», manifiesta la directora de Mumalá. Además, agrega que eso debe ser «sumado a hechos muy paradigmáticos donde se ha evidenciado la ausencia, la desprolijidad y el desorden del Estado».

Respecto a los registros de la violencia machista, Sosa explica que «los datos estadísticos que va produciendo la Corte Suprema de Justicia de la Nación y los que van generando las organizaciones, entre ellas nosotras desde Mumalá, evidencian la emergencia en violencia de género». La activista sostiene que no solo se trata de los femicidios, sino también de los intentos de femicidios que no son registrados por la Corte ni por ningún organismo del Estado. Mumalá está trabajando en la recopilación de estos datos.

Con el objetivo de buscar soluciones, dentro de los principales puntos del proyecto se encuentran:

  • Abordaje integral de las violencias machistas.
  • Acompañamiento económico y asistencia integral para personas en situación de violencia de género.
  • Inversión para la creación de ámbitos de género y diversidad por parte del estado.
  • Fortalecimiento de organizaciones que promueven los derechos de mujeres y de la comunidad LGBTIQ+.
  • Monitoreo de normativas vigentes como la Ley Micaela, Ley de Educación Sexual Integral y Ley IVE.
  • Plan nacional de desarme en la sociedad civil.
  • Abordaje y reeducación de varones agresores.
  • Creación de casas de protección para personas en situación de violencia de género y riesgo de vida.
  • Registro único de situación de violencia de género.
  • Fortalecimiento de los mecanismo para el acceso efectivo a los servicios de salud sexual, reproductiva y no reproductiva.

El rol del Estado

«En ese camino de acompañamiento y de trabajo con las mujeres y disidencias, fuimos identificando cuáles eran los problemas que tenía el Estado a  la hora de asistir, de sancionar, y desde ahí pensamos la construcción del proyecto de emergencia y, a la par de eso, de las estadísticas que nosotras vamos elaborando. Experiencia concreta y elaboración de las estadísticas».

Gaby Sosa, Directora Ejecutiva de Mumalá Nacional.

Por su parte, el proyecto contempla un abordaje integral de la violencia. No se trata solamente de políticas de sanción a los agresores, dado que claramente es necesario un abordaje desde la prevención para que las situaciones no sucedan: «Desde la asistencia, cuando han sucedido, y esto que tiene que ver con el Poder Ejecutivo, de contar con legislaciones que no se superpongan sino que potencien y aborden las particularidades de la violencia. Son múltiples las dimensiones que originan las violencias de género, son múltiples las dimensiones. Es responsabilidad de los tres poderes del estado y los tres niveles del estado resolver la situación, eliminar la violencia», explica Sosa.

Descripción de imagen: de pie en la calle, dos jóvenes sostienen un cartel blanco con letras violetas resaltadas en naranja donde se lee «¡Todes a las calles! Emergencia Ni Una Menos. Mumalá».

Por otro lado, al usar la palabra «integral», Mumalá se refiere no solo al rol del estado sino al rol de las organizaciones de la sociedad civil: «Las organizaciones de mujeres feministas disidentes han puesto en la agenda pública este tema. En 2015, como momento importante, el primer 3 de junio, pero lo seguimos poniendo y creemos que ahí hay un rol determinante a la hora de visibilizar las violencias, pero también esas miradas el estado necesitaría tener en cuenta».

Respecto al acompañamiento del Estado a las organizaciones, Sosa denuncia que es limitado. «Muy escaso el acompañamiento, siempre ha sido a través de la lucha que hemos dado en las calles que nos han atendido en los ministerios».

«Hay una marca muy similar con la gestión anterior. Creo que hay más facilidad de acompañamiento a organizaciones que están más cercanas a la política de la gestión. Esto ya pasó con Macri y vuelve a pasar con la gestión de Alberto Fernández».

Gaby Sosa, Directora Ejecutiva de Mumalá Nacional.

La entrevistada explica que la violencia de género aumenta en el contexto de crisis y desigualdad, tanto económica como social, que atraviesa nuestro país. «Una mujer o una persona travesti-trans que atraviese una situación de violencia de genero, cuando hay una base de pobreza, de indigencia u otras desigualdades, se agudiza su situación. Se hace mucho más complejo salir de esa situación si no tenés autonomía económica», concluyó.


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#Reseña Las cosas por limpiar: violencia de género y resiliencia

Alex (Margarte Qualley) abre los ojos y observa dormir a su pareja Sean (Nick Robonson). Tratando de no hacer ruido sale de la cama, se viste y busca a su hija que duerme en su cuna. Todo está oscuro porque es de madrugada y tras envolver a la niña y sentarla en la sillita del auto se alejan de la casa donde horas antes hubo gritos y vidrios rotos. Así comienza la serie Maid, traducida al español como Las cosas por limpiar.

Estrenada a principios de octubre, es una de las más vistas en la plataforma. En 10 capítulos de 55 minutos, narra una compleja trama de violencia y las dificultades que tiene salir de ella. Además, sin intención de spoilear, las trabas burocráticas, los vacíos legales y la explotación laboral se ven durante todos los capítulos.

La protagonista de esta historia es Alex, de 25 años, quien vive con Sean, su marido alcohólico y violento, y su hija Maddy de casi 3 años. Luego de huir de su casa, en el primer capítulo, cae en la cuenta de que por diversas razones no cuenta ni con su madre ni con su única amiga para pasar la noche. Entonces, es el primer momento en que descubre que las redes que podían sostenerla no lo hacen, por lo que madre e hija terminan durmiendo en el auto.

En la historia se muestra la importancia de los lazos de contención a la hora de transitar una situación de violencia de género. Para visibilizar dicho rol, la serie tienen una escena en la que Alex mantiene un diálogo con otra mujer víctima de violencia que vive también en el hogar para sobrevivientes: «¿Crees que en la primera cita me dijo “Pásame la sal, algún día te estrangularé”? No, la violencia va creciendo como el moho», le dice Danielle (Aimée Carrero). Y, además de aconsejarla, logra que la protagonista deje de llorar tirada en una alfombra para levantarse y dar pelea.

Por otra parte, la trama logra empatizar con quienes están del otro lado de la pantalla dado que visibiliza un problema recurrente de las madres solteras: las complicaciones de trabajar y cuidar de sus hijes. A lo largo de todos los capítulos se ven las dificultades que tienen las madres solteras, quienes deben hacer malabares para llegar a fin de mes, encontrar un trabajo (en los que mayormente son precarizadas) y, al mismo tiempo, un lugar seguro donde dejar a su hije durante su eterna jornada laboral.

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En la serie, Alex repasa todos los días —en su cabeza y en la pantalla para los espectadores— cuánto dinero tiene, para qué le alcanza lo que gana por día por limpiar una casa y cuánto le queda: siempre el crédito es negativo. Allí se puede observar otra arista de la violencia que es la dependencia económica y cómo, más allá de los temores y el dolor que afrontan al abandonar una casa donde reciben malos tratos, también deben lograr sobrevivir anímica y económicamente fuera de ese hogar abusivo.

No solo los golpes son violencia

Por otro lado, la historia busca resaltar la importancia de reconocer el abuso emocional como parte de la violencia de género. Cuando Alex llega a la oficina donde pide ayuda del Estado, la asesora le pregunta por qué no denunció en la Policía, a lo que ella responde: «¿Me van a creer? ¿Cómo les digo que me maltrató si no me ha golpeado?». Su exmarido no le daba libertad financiera, le decía qué hacer, le gritaba y la minimizaba. Hechos que gran parte de la sociedad y el sistema niegan como violencia, pero que sin embargo no dejan de serlo.

«Yo no sufro abuso real», manifiesta reiteradas veces la protagonista. En una de esas ocasiones se lo comenta a la asistente social de un centro al que va a pedir ayuda. «Sólo necesito trabajo y lugar donde vivir», agrega. «¿Y cómo es el abuso real? ¿Intimidación, control?», le pregunta la asistente y la recomienda en una empresa de limpieza, pero la deja reflexionando.

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En este sentido, los personajes secundarios de la historia intentan mostrarle a la protagonista que la violencia por cuestiones de género es mucho más amplia que recibir un golpe, y que sus manifestaciones se van dando de modos sutiles hasta llegar a sus máximas expresiones como golpes y hasta femicidios. Por ello es importante remarcar que la violencia dirigida hacia las mujeres puede tener distintas formas, entre ellas:

  • Violencia física.
  • Violencia simbólica: conocida como «madre» de todas las violencias, porque contiene en sí misma otras violencias y porque está tan naturalizada que muchas veces no es percibida ni por las mismas víctimas. Por ejemplo, creer que por ser hombre se es mejor, que lavar los platos es cosa de mujeres o que existen razones que justifican ejercer violencia física sobre una mujer solo por su condición de género.
  • Violencia psicológica: cualquier acción que tenga el objetivo de degradar a la mujer como persona o tratar de controlar sus acciones o decisiones. Por ejemplo, cuando se le dice «No servís para nada», «Si te vas, me mato», o «Si me denunciás, no ves más a tus hijes».
  • Violencia económica o patrimonial: se da cuando el hombre maneja los recursos comunes; cuando siendo el único sostén del hogar regatea los recursos necesarios para llevar una vida digna o cuando no aporta las cuotas alimentarias de hijes.
  • Violencia sexual: ¿Cuántas veces tuvieron sexo pero no querían, no tenían ganas o no estaban preparadas pero les insistieron tanto que accedieron? ¿Cuántas veces las «apoyaron» en un espacio público? ¿Cuántas veces las tocaron sin su consentimiento? Hay muchas pequeñas acciones que no concebimos como violencia sexual pero lo son.

Resulta fundamental visibilizar estas historias que, como en este caso, suelen basarse en hechos reales, porque puede servir de ejemplo y motivación para las mujeres que se encuentran en situación de violencia. Esta serie está inspirada en las memorias de Stephanie Land, una joven mujer estadounidense que en 2019 publicó Maid: Hard Work, Low Pay, and a Mother’s Will to Survive («Trabajadora doméstica: trabajo duro, salario bajo y la voluntad de una madre por sobrevivir») y que se convirtió en un best seller.


Casa Barreda: de símbolo de violencia a centro de asistencia a mujeres

Artículo colaboración escrito por Sofía Fuentes


La ministra de Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual bonaerense, Estela Díaz, confirmó que la casa en la que vivió el femicida Ricardo Barreda será entregada a la municipalidad de La Plata con el fin de crear un centro de asistencia y prevención de violencia de género.

El destino de la casa ubicada en 48 y 11 había quedado trabado tras disponerse su expropiación por ley provincial en 2013 para crear el centro de asistencia para víctimas de violencia de género. A fines del año pasado, la Justicia citó a la familia de las víctimas, que se presentó como heredera y afirmó estar de acuerdo con que el inmueble sea concedido para esos fines. «El caso Barreda fue un hecho emblemático para la ciudad y el país entero y siempre se planteó desde las organizaciones feministas que la casa se recupere para los derechos de las mujeres», explicó Díaz.

En diálogo con Radio Provincia, Díaz resaltó la complejidad de llevar a cabo el proyecto dada por el estado de abandono en el que se encuentra la casa, lo que implica una «inversión inmensa» para su reconstrucción. Aun así, la funcionaria destacó el compromiso por parte del gobierno de continuar resignificando espacios para la memoria, brindando herramientas para seguir avanzando en materia de derechos humanos.

«Cuando la memoria tiene una función de construir un recorrido y que nunca más ocurra algo así, hay una tarea que hay que hacer y poner decisión política y recursos para que se cumpla el objetivo político de la prevención y erradicación de la violencia».

Ministra Estela Díaz.

La apropiación y recuperación de sitios para la memoria por parte del gobierno es una práctica activa que se realiza desde 2002, con la sanción de la ley N° 26.691 de preservación y señalización de sitios de memoria, a partir de la cual en Argentina reforzamos el grito de Nunca Más a la violencia, tortura, y desaparición forzada de personas.

El caso Barreda se suma a la memoria colectiva como hecho que marcó un antes y un después para la historia argentina. Hoy, a 28 años del cuádruple femicidio en la ciudad de La Plata, nos preguntamos quién fue Ricardo Barreda y por qué es tan importante la toma de posesión de su antigua vivienda.

De odontólogo a femicida

Odontólogo platense, maestro mayor de obra y fanático del club Estudiantes de La Plata, la vida de Barreda acabó el día en que decidió ejecutar con una escopeta a todas las mujeres de su familia: su esposa Gladys McDonald (57 años), su suegra Elena Arreche (86 años) y sus dos hijas, Cecilia (26 años) y Adriana (24 años). El cuádruple femicidio cometido en 1992 se volvió tan mediático que el juicio oral dictado en 1995 fue televisado y cubierto por diarios y radios de todo el país.

Barreda durante el juicio.

El 15 de noviembre de 1992, el día del cuádruple femicidio, Barreda salió de su casa alrededor de las dos y media de la tarde hacia lo de su amiga, con quien había estado tomando mates la tarde anterior y la mañana del crimen. Luego, condujo hacia Punta Lara, donde arrojó la escopeta en el arroyo El Gato de la localidad balnearia del partido de Ensenada. Una vez que se deshizo de la escopeta y de los cartuchos, estos últimos descartados en una de las bocas de tormenta del camino, manejó hacia el cementerio de La Plata, al otro lado de la ciudad cerca de Los Hornos, para llevarles flores a sus padres y comentarles lo que había hecho. Después fue al zoológico, donde se sentó a mirar a los elefantes y alimentar a las jirafas. «Los animales me calman», diría en su declaración. Más tarde, se encontró con su amante Hilda Bono para ir a un hotel alojamiento, donde Barreda «tuvo sexo sin problemas», según destacó el psiquiatra ante lo que se llamó «lujuria homicida», la compulsión que tienen los asesinos después de matar de saciar la falta de adrenalina con sexo.

Antes de volver a su casa, el odontólogo y su amante fueron a comer a una pizzería, y a medianoche el hombre regresó a su casa, solo, donde aún lo esperaban los cuatro cadáveres.

En su declaración en el juicio, el femicida reconstruyó el recorrido que había hecho luego de la escena del crimen: desde su visita al zoológico hasta el encuentro con su amante en un hotel alojamiento. Pero la figura que más resaltó en su historia para psicólogos y peritos, menos para la justicia, fue la visita a su amiga Pirucha Guastavino, su amiga de la infancia y sostén emocional. «Supongo que he sido yo. Intuyo que las maté yo porque éramos cinco en la casa y de pronto me encontré con cuatro cadáveres».

Barreda afirmó en el juicio haber sentido «una sensación de alivio, de liberación» y que había hecho «justicia» al asesinar a las cuatro mujeres de su familia. En su versión, nunca acreditada en el juicio, justificó su accionar como un «arranque de furia» ante el supuesto maltrato y la humillación que recibía por parte de su familia. Decía que lo provocaban llamándolo despectivamente «Conchita», apodo que psiquiatras y amigas de las víctimas consideraban que las mujeres no utilizaban, sino más bien que era como él se refería a sí mismo. «Eran ellas o yo», había sido la frase que, según el psiquiatra y perito Maldonado, resonaba en la cabeza de Ricardo Barreda día y noche.

Después de 28 años entre escombros, la tierra y el moho en las paredes de la casona de 48 y 11 quedaron en pausa junto a los movimientos de la familia platense, símbolo de la violencia machista desencadenada aquel domingo por el femicida Ricardo Barreda. El proyecto de apropiación del espacio habilita la posibilidad de transformación y reconstrucción de los significados en ese sitio particular, haciéndolo visible en tanto soporte y vehículo de esa narrativa particular que marcó la historia pasada. Aquel espacio que por largos años representó una de las tantas caras del poder patriarcal, hoy se resignifica como ejemplo de la memoria colectiva para que los hechos no se repitan nunca más.


Fuentes:

  • Diario El Día (La Plata)
  • 0221 (La Plata)
  • Feminacida
  • Secretaria de Derechos Humanos – Sitios y Espacios de Memoria

¡Vecine, la violencia de género no es un tema privado!

Desde la comodidad de nuestro hogar podemos escuchar muchos momentos de la vida cotidiana de nuestres vecines, entre ellos, a un vecino que insulta a su pareja, llantos y hasta discusiones. La situación se repite: todes saben lo que sucede pero deciden no intervenir porque son «cosas privadas»; pero esa creencia es un gran error, la violencia no es algo privado y debemos intervenir.

Si algo aprendimos de los feminismos e internalizamos en los últimos años, sobre todo a partir del Ni Una Menos, es que la violencia de género no es un tema privado: si alguien cercane está viviendo una situación así, podemos y debemos intervenir. ¿Cómo? ¿Adónde llamo? ¿Cómo me puedo acercar a la persona?

Según la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, se considera violencia contra la mujer «todo acto de violencia que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada».

Dicha declaración, emitida por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1993, expresa que la violencia dirigida hacia las mujeres puede tener distintas formas, entre las que podemos encontrar: violencia física, violencia simbólica, violencia psicológica, violencia económica o patrimonial y violencia sexual.

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Todos los meses conocemos cifras frías de esa violencia que no cesa. Según el Observatorio Lucía Pérez de violencia patriarcal, creado por el medio La Vaca, en lo que va de 2021 se cometieron 204 femicidios. Además, se supo que 171 niñes quedaron huérfanes tras la muerte de su madre y en muchos casos el propio padre fue el femicida.

Pero esas víctimas no son números: son personas con familiares y vecines que pueden ayudar. ¿Qué sucede cuando las cifras se vuelven historias que conocemos y que están sucediendo del otro lado de la pared? ¿Nos involucramos? ¿Tocamos el timbre? ¿Nos contactamos con la vecina? ¿Llamamos a la policía o a la línea 144?

Por su parte, el Observatorio Mumalá registró que entre el 1 de enero y el 30 de agosto de este año se cometieron 142 femicidios. El 62% ocurrieron dentro de la vivienda de la víctima o compartida, lo que hace pensar que la vida privada se vuelve el principal escenario donde ejerce la violencia.

En este sentido, desde diversos grupos feministas se sostiene que la frase «Quedate en casa» es beneficiosa para preservar la salud ante la pandemia por COVID-19 pero no lo es a la hora de combatir la violencia de género. Esto se debe a que, según diversos informes, entre el 65% y el 70% de los femicidios tiene lugar en la vivienda de la víctima por lo que, como venimos señalando, el hogar no es un lugar seguro para las mujeres en situación de violencia.

¿Cómo intervenir? Quien detecta una situación de emergencia puede comunicarse al 911. En cambio, si se toma conocimiento de un hecho que ya sucedió o que es recurrente pero no está sucediendo en ese momento se puede brindar contención, escucha y asilo a la víctima como también acompañarla a hacer la denuncia.

A continuación, compartimos acciones que podés realizar si sos cercane a alguien que se encuentra en situación de violencia de género:

  • Ponete al servicio. Expresá desde tus redes sociales que sos un punto de contacto, de escucha y apoyo.
  • Compartí los números oficiales de urgencia y asesoramiento para personas que viven violencia de género.
  • Acercate a la persona en situación de violencia cuando el agresor no esté y creá un vinculo de confianza.
  • Ofrecé tu compañía y tu espacio como un lugar seguro.
  • Ofrecé tu escucha activa y paciente.
  • No juzgues, demostrá que estás presente y que sos una parte activa del entorno.

Para denunciar una situación de emergencia llamá al 911. Para pedir asesoramiento sobre una situación de violencia de género, podés llamar al 144 de manera gratuita las 24 horas, los 365 días del año. También se puede contactar por WhatsApp al 1127716463, por correo electrónico a linea144@mingeneros.gob.ar o mediante la app.


Imagen de portada: Fundación AVON

Fuentes:


Llorar por cosas buenas

Colaboración escrita por Micaela Abdala


Llevate los autitos, me dice mamá. Según ella, el tiempo pasa más rápido si tengo algo para jugar, pero para mí es lo mismo, porque no me gusta estar encerrado en el quincho. Entra mucho sol por las ventanas y si cierran las puertas me muero de calor. Más ahora en verano y sin pileta. Además mamá sabe que nunca juego, siempre estoy parado, apoyado contra la puerta viéndolos mover la boca y hacerse señas con las manos. Ellos saben que yo los miro. 

Soy como un pollo cocinándose adentro de un horno, pienso y me río. Eso debe ver un pollo cuando yo me acerco a mirar por la ventanita si ya está listo para comer. Me río tan fuerte que parece que me escuchan, porque papá me señala y los dos me miran. Mamá está llorando, como siempre, seguro papá la retó por encerrarme y tiene razón, ¿cuál es el secreto tan grande que guardan como para mandarme al quincho? Veo que él le levanta la mano y mamá mira para donde estoy yo como diciendo «Esto es lo que les pasa a los que se portan mal».

Que se haga hombre, grita papá, lo dice tan fuerte que yo puedo escucharlo desde donde estoy. No sé qué quiere decir con eso, deben ser cosas de grandes y yo no me tengo que meter, así que agarro los autitos y me pongo a jugar. Me estoy haciendo pis pero tengo que aguantar, porque si salgo me van a retar y sé que en un rato mamá va a venir. Yo odio estar acá, pero cuando viene a buscarme es mi parte favorita, porque después vamos a tomar un helado o a la plaza y estar conmigo a mamá la pone contenta.

La veo cruzar el patio, viene llorando y tiene el brazo rojo, como cuando yo me rasco las picaduras de los mosquitos. Abre la puerta y me abraza fuerte.

—¿Por qué lloras mamá? —le pregunto.

—Porque te amo mucho, hijo —me dice.

No entiendo mucho su respuesta.

—Pero eso es algo bueno —le digo.

No me contesta. Me sigue abrazando y yo también lo hago. Tengo que hacerlo, porque está llorando por mí y eso me pone mal. Yo también la amo mucho, pero no me dan ganas de llorar por cosas buenas.

Quiero que esté feliz así que antes de que me diga qué hacer, voy a bañarme, como hago siempre que me viene a buscar. Entro a casa y papá no está, casi nunca está. Cuando él y mamá hablan, se va y vuelve por la noche. No lo veo, porque siempre me obligan a acostarme temprano y encerrarme en la pieza. Pero yo los escucho. Encerrado, otra vez, pero no me molesta porque a esa hora me da sueño.

Nancy nos pasa a buscar para ir al parque y cuando mamá la ve, corre a abrazarla. Veo que empieza a llorar otra vez y me pongo celoso. Si llora es porque también la ama, seguro más que a mí, porque se conocen desde antes de que yo naciera. Es su mejor amiga, iban a las escuela juntas. Yo también quiero que Felipe sea mi amigo cuando seamos grandes.

A papá no le cae muy bien Nancy, a veces se refiere a ella como «la trola esa». Creo que es algo malo, porque mamá siempre le dice que no diga eso. Seguro Nancy sabe, porque no viene mucho a casa cuando está él. A mí no me importa lo que sea ser trola, porque ella es como una tía para mí y siempre me regala cosas y la hace reír a mamá.

—¿Cómo anda mi hombrecito preferido? —me pregunta Nancy cuando la suelta—. Mirá lo que te traje.

—No soy hombrecito, soy Francisco —le respondo y agarro la bolsa de caramelos.

Se ríe y me despeina.

—Decí gracias, Pancho —me dice mamá—, y caminá adelante que con la tía tenemos que hablar.

Corro hasta la esquina y cuando llego la miro para que me deje cruzar la calle solo. Le grito que no viene ningún auto y me hace señas para que siga.

Es domingo, hace más calor que en el quincho y el parque está lleno de chicos para jugar. La veo a Juana subiéndose a la hamaca y cuando me ve me llama para que vaya. También los veo a sus papás, que están tomando mate sentados, riéndose. En un momento el papá la abraza y le da un beso en la boca y yo miro para otro lado. Me da asco, por suerte en casa no tengo que ver eso.

—Hola, Fran —me dice Juana.

—Hola. Tus papás se están besando —le digo y me subo a la hamaca que está al lado.

Juana se da vuelta para mirarlos.

—Siempre se dan besos —me responde—. Cuando yo sea grande quiero un novio como mi papá.

Lo que dice suena raro pero no le respondo. Tomo envión para ir rápido y llegar más alto con la hamaca. Tan alto que siento que estoy tocando las nubes con mis pies.

—¿Por qué llora tu mamá? —me pregunta Juanita.

La miro y veo que Nancy la está abrazando otra vez. Es la única que llora en la plaza y me da un poco de vergüenza porque no sé qué le pasa.

Me bajo de la hamaca y, escondiéndome entre los árboles, voy hasta donde están para ver si puedo escuchar algo de lo que hablan. Juana grita mi nombre y le hago señas para que se calle. No quiero que se enteren de que las estoy espiando. Nunca me dejan escuchar lo que hablan porque dicen que son cosas que no entiendo, me tratan de tonto.

—A mí no es la violencia lo que me preocupa —le dice mamá llorando—, es el hecho de que por más que haga lo que haga no puedo dejarlo.

—Escuchame, flaca —le dice la tía—. Esto no va para más. Ahora sos vos, mañana es Pancho y la próxima no la cuentan ninguno de los dos. 

Presto más atención cuando escucho mi nombre.

—Pero yo lo amo —le dice mamá.

Nancy le contesta que eso no es amor y yo salgo de mi escondite antes de que se den cuenta y vuelvo con mi amiga.

—¿Y? ¿Por qué llora? —me pregunta.

—Porque ama mucho a mi papá —le respondo.

—¡Ahhh! ¡Pero eso es algo bueno, tonto! Se quieren como mis papás —me dice y vuelve a subirse a la hamaca.

Yo los vuelvo a mirar y ahora la mamá de Juana está leyendo con la cabeza apoyada en las piernas del papá, mientras él le acaricia el pelo y la mira todo el tiempo. No estoy muy seguro de que mis papás se quieran igual que ellos, como dice Juana.

Mamá me grita para que vaya a donde está ella. Nos vamos, dice. Yo saludo a mi amiga y le prometo que el domingo que viene voy a venir a la misma hora para que juguemos. Me dice que me va a esperar en las hamacas con una sorpresa y yo ya quiero que llegue ese día. 

—Vamos Pancho, apurate que tengo que hacer cosas en casa —me dice mamá.

—¿Y Nancy? —le pregunto mientras caminamos.

—Se fue, pero en un ratito la vemos —me contesta y me da la mano para cruzar la calle.

Me tironea para caminar y llegamos súper rápido. Cuando abre la puerta me dice que la abuela está enferma y que nos vamos a ir unos días a la costa para estar con ella y que se sienta mejor. Yo me pongo feliz, estamos de vacaciones y la playa me encanta. Además hace mucho no veo a la abuela, ya no me acuerdo ni de su cara.

Prepara dos valijas grandes y una chica donde pone todas mis cosas, está apurada porque no dobla nada de lo que guarda, las hace un bollo, como hago yo cuando me saco la ropa.

—¿Puedo llevar la pelota? —le pregunto.

—Sí, mi amor, pero apurate  —me responde—. Y traé también las cosas de la escuela.

No sé por qué quiere que lleve los libros. Estamos de vacaciones y yo no quiero practicar cuentas, todavía falta para volver a clase, pero igual le hago caso y pongo todo en la mochila.

—¿Y las cosas de papá quién las prepara? —le pregunto.

Está arrodillada frente al mueble revolviendo papeles y metiéndolos en una carpeta. Saca la billetera, cuenta plata y mete todos los collares y los aritos en una bolsa.

—¿Ya tenés todo? —me pregunta.

—Sí, ¿y papá? —le repito.

—Papá no viene ahora, tiene que trabajar.

Pobre, pienso. Se va a perder ir al mar y armar castillitos conmigo.

—¿Le podemos dejar una notita? —le pregunto.

—No, Fran —me responde enojada—. Yo después lo llamo y hablo con él.

No pregunto más nada. No quiero que se enoje conmigo. Ya lloró mucho en el día y no quiero volver a verla llorar. Espero sentado en el living mientras termina de acomodar las cosas. Afuera está oscuro, papá tiene que estar por volver y aunque no voy a llegar a decirle chau, estoy contento porque es la primera vez que voy a viajar de noche. Nunca estuve despierto hasta tan tarde.

Afuera se escuchan bocinazos. Me asomo por la ventana y veo a Nancy abriendo el baúl.

Le grita a mamá que se apure y ella abre la puerta con todas las valijas y corre.

—Vamos, vamos —me dice y mira para todos lados.

Subimos al auto y mamá saluda a la casa como hace siempre que viajamos, pero esta vez se pone a llorar. Nancy la abraza como hoy a la tarde. Flaca, pensá en el nene, le dice.

Mamá me mira triste y me da la mano desde el asiento de adelante. La tía arranca y yo miro cómo nuestra casa se hace chiquita. Estoy contento. No hay nada que quiera más que ya estar jugando en la arena, aunque me hubiese gustado avisarle a Juanita que el domingo no voy a llegar.

Imagen de portada: Gabriel Abdala


El femicida Fabián Tablado otra vez detenido

Fabián Tablado, asesino de Carolina Aló, fue otra vez detenido luego de violar la perimetral que le prohíbe acercarse a menos de 500 metros a la familia de la víctima. Tras obtener el beneficio de 2×1 y ser liberado en febrero de este año, el femicida no solo tenía prohibido acercarse a los familiares de Carolina sino también a su exesposa e hijas, quienes lo habrían denunciado por violencia y amenazas.

Tablado fue captado por las cámaras de seguridad mientras caminaba con sus hijas a una cuadra y media del trabajo de Edgardo Aló. El padre de la joven asesinada habría realizado la denuncia en noviembre pero los hechos corresponderían al 19 de octubre. El fiscal Sebastián Fitipaldi pidió la detención por el delito de desobediencia y fue detenido recién el miércoles pasado.

Tablado tiene una tobillera de monitoreo electrónico con la que el Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB) lo controla por otra perimetral, que le fue impuesta por la misma jueza de familia para que no se acerque a menos de 300 metros de su exmujer, Susana Villarejo -con quien se casó en la cárcel en 2007, luego se separó y amenazó de muerte-, ni a sus hijas. En los videos de las cámaras de seguridad se lo puede ver con sus hijas, por lo que no solo violó una perimetral sino también la que la jueza le había impuesto.

En la puerta de la Fiscalía de Violencia de Género de Tigre donde Tablado iba a ser indagado, su madre María Esther Gallardo afirmó ante la prensa que su hijo no hizo nada malo, que cometió una «infracción» y que solo «llevó a sus hijas a tomar un helado». Por este motivo, Gallardo señaló: «No se merece lo que le está pasando, ni él ni sus hijas, se ve que el señor Aló le tiene miedo, no sé de qué le tiene miedo».

No olvidemos a carolina

El 27 de mayo de 1996, Fabián Tablado, de 20 años de edad, asesinó a Carolina Aló (17 años) de 113 puñaladas en la casa de la familia del femicida. Por lo que se pudo reconstruir, luego de tener relaciones sexuales y «discutir por celos», el agresor persiguió por toda la vivienda a quien entonces era su novia, con diferentes cuchillos.

Tablado escapó, le confesó lo sucedido a un amigo y se fue a esconder debajo del puente de la calle Tedín, en Tigre, a unas 20 cuadras del lugar del crimen y seis de la escuela a la que ambos asistían y de la cual ese día se habían retirado antes para verse. Unas horas más tarde, la policía lo detuvo en su escondite.

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Como entonces no existía el concepto de femicidio, en 1998 fue condenado a 24 años de prisión por homicidio simple. En 2013 sumó una segunda condena por amenazar a su exmujer y su exsuegra y se le unificó en una pena de 26 años y seis meses que concluía a fines de 2022. Por su buena conducta y por la realización de cursos dentro del programa de estímulo educativo obtuvo el beneficio de la derogada «ley del 2×1», lo que redujo la condena que se dio por concluida el 28 de febrero de este año, cuando abandonó la Unidad 21 de Campana y se fue a vivir a la casa de Tigre donde hace 24 años cometió el femicidio de Carolina.

Padre de Carolina reclama justicia.

Si bien en los últimos años se ha trabajado mucho para visibilizar las distintas problemáticas de género y frenar la violencia machista, venimos de una sociedad en la cual si matás a tu novia de 113 puñaladas sos condenado por homicidio simple y si dentro de la cárcel amenazas a tu exmujer te benefician por buen comportamiento.

matar en nombre del «amor»

No solo las leyes suelen estar del lado de los femicidas: en los años noventa, el caso tuvo una gran cobertura mediática donde se hizo mención a los celos, el exceso de amor y la vida sexual de la joven. Los medios de comunicación hablaban de crimen pasional, del noviazgo que tenían y la popularidad del caso no estuvo relacionada a que un hombre asesinara a su novia sino a los detalles macabros del crimen.

Luego de varios años de lucha por parte de los familiares de la víctima, el 27 de mayo de 2013 se decretó el Día de la Prevención de la Violencia en el Noviazgo, a través de la ley 4.547, en homenaje a Carolina Aló. Pero, si bien pasaron más de 20 años y hoy palabras como femicidio, machismo y violencia de género son mencionadas dentro de la sociedad, las mujeres siguen siendo asesinadas por sus parejas y exparejas.

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En el marco del Día Internacional de la Eliminación de las Violencias contra las Mujeres, desde el Observatorio de las Violencias de Género «Ahora Que Sí Nos Ven» dieron a conocer las cifras de femicidios en Argentina entre el 1 de enero y el 20 de noviembre del año 2020, elaboradas a partir del análisis de medios gráficos y digitales de todo el país. Las cifras, lejos de disminuir, muestran que 265 femicidios se cometieron entre el 1 de enero y el 20 de noviembre, lo que es igual a 1 femicidio cada 29 horas.

Algunos datos destacados:

  • Ocurrieron 184 femicidios durante los períodos de ASPO y DISPO entre el 20 de marzo y el 20 de noviembre.
  • El 63,8% de los femicidios fueron cometidos por las parejas o exparejas de las víctimas.
  • El 64,5% de los femicidios ocurrieron en la vivienda de la víctima.
  • 61 víctimas habían realizado una denuncia o tenían medidas judiciales de protección.
  • Al menos 230 niñes perdieron a sus madres como consecuencia de la violencia machista en 2020.

Según los datos registrados, el hogar de las mujeres continúa siendo el lugar más inseguro, ya que el 64,5% de los femicidios ocurrieron en la vivienda de la víctima. Este dato cobra mayor relevancia en el contexto de aislamiento social, preventivo y obligatorio, dado que las víctimas se encuentran más expuestas al estar aisladas con su agresor. Del mismo modo, se puede observar que las mujeres no están seguras dentro de su propio entorno dado que los femicidas pertenecen a su círculo cercano: en más del 60% de los casos la víctima había tenido un vínculo sexoafectivo con su agresor.

Además, desde el Observatorio aseguran que «todo femicidio es político, es un disciplinamiento que mujeres y diversidades sufrimos producto de la desigualdad estructural de nuestra sociedad y las relaciones de poder que siempre configuran en un rol de superioridad a los hombres y de inferioridad a mujeres y personas LGBTIQ+».

Dado que la Justicia y el Estado no logran prevenir las relaciones violentas que terminan en el peor de los casos en femicidios, la educación sexual integral y los grupos de contención de mujeres sirven para visibilizar y combatir la violencia machista. Cuando la Justicia no alcanza, las familias, amigas y grupos feministas se vuelven esenciales para apoyar a las mujeres en situación de violencia. Si tu pareja te cela, te prohíbe ir a determinados lugares, te aísla de tu círculo íntimo, te grita, insulta o amenaza también es violencia y es importante que sepas que no estás sola.

Si sufrís violencia de género podes comunicarte de manera gratuita con la línea 144 los 365 días del año.


Fuentes:

Imagen de portada: Perfil



«Esto es violencia política y de género»

Silvia Martínez Cassina fue desplazada de su lugar como conductora de «NotiTrece» luego de denunciar públicamente desigualdades de género y salariales en Canal 13. El hecho no es casual: Cassina es delegada del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA) y en las últimas semanas mostró su repudio frente a la inequidad de género y apoyó los reclamos salariales de trabajadores de Polka. Un movimiento de la empresa con gusto a castigo patriarcal y gremial.

Silvia Martinez Cassina co-conduce el noticiero de Canal 13 -ARTEAR- desde 1997. Su presencia es histórica y por muchos años fue la cara de los mediodías de la señal. Sin embargo, desde el año pasado arrastra un conflicto con el Grupo Clarín que tuvo como consecuencia su desplazamiento a un lugar de columnista, lo cual significa una preponderancia y una cuota de pantalla mucho menor.

Todo empezó en noviembre del año pasado, cuando la periodista hizo un reclamo porque le estaban recortando tareas habituales del noticiero como participación y reportajes que, por contenido, solía hacer. El conflicto finalmente estalló en los primeros días del pasado julio, a partir de un aviso en el Diario Clarín, en donde se publicitaba la programación matutina del canal con fotografías solo de periodistas hombres. A través de su cuenta de Twitter, Cassina no se quedó callada y mostró su descontento con la tapa discriminatoria.

«Desplazan y acallan voces. Afuera, @eltreceoficial firma acuerdos de equidad en los medios. Adentro, la realidad es esta», tuiteó, acompañado con el hashtag #PerspectivaDeGenero. Días después, Martínez Cassina se refirió a la situación de Polka —productora de ficción a cargo de Adrián Suar—, cuyos trabajadores se manifestaron frente al canal en reclamo por sus sueldos y cobertura de salud. Además, compartió un video con el hashtag #LeyDeEquidadYa.

Martínez Cassina es delegada del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA) desde hace tres años. La situación actual de la periodista está totalmente ligada a su voz en tanto mujer sindicalista. La ausencia de figuras femeninas en los medios —sobre todo, los audiovisuales— o mismo la supremacía de las personalidades masculinas por sobre el lugar de las mujeres deviene de una violencia simbólica en donde el papel de eminencia le pertenece al hombre por «orden natural».

Una mujer que habla, que se queja y que rompe con la línea editorial de un medio hegemónico y poderoso es una mujer que desobedece el mandato patriarcal y se vuelve una amenaza para el poder conservador. Al no poder despedirla por su calidad de delegada, la empresa desplazó a Cassina de su silla de co-conductora y redujo su papel a columnista como reprimenda política por sus declaraciones.

Quien ocupa su lugar, ahora, es nada más ni nada menos que un hombre: Sergio Lapegüe, quien al ser consultado por las modificaciones en el programa respondió que acata órdenes y que no tiene por qué avisarle de los cambios porque no es su jefe, según declaraciones de la propia Cassina.

«Esto es #ViolenciaPolíticaxGénero porque desplazan de la conducción de un noticiero a una mujer, porque esa mujer es una voz feminista. Están cediendo al conductor masculino el tratamiento de casos de violencia, no tienen ninguna perspectiva de género», expresó la periodista en un encuentro virtual realizado por la Defensoría del Pueblo.

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En 2016, cuando todavía no era delegada, ya había recibido un «apriete» del medio después de expresar su solidaridad con la lucha feminista en el saludo de despedida del noticiero. A través de un apartado sin firma en el diario Clarín, la compararon con Juana de Arco y le advirtieron —en algo muy cercano a una amenaza—: «Ojo con la lucha, Silvia, mirá que esa Juana de la que hablan terminó quemada en la hoguera».

La pregunta que surge entre apoyos y enojos es qué sucede puertas adentro de los espacios laborales, en este caso los mediáticos, con aquellas personas —mujeres y disidencias— que están mas abajo en la cadena de poder, lejos no solo del beneficio jerárquico sino también de los privilegios replicados por un sistema heteronormativo y patriarcal. Si Cassina, en tanto representante gremial y voz femenina con más de 20 años frente al noticiero, es castigada sin más, ¿qué queda para el resto de les trabajadores que viven día a día situaciones de desigualdad de género y laboral?

La periodista no dudó en referirse a la cuestión en una entrevista con La Izquierda Diario: «Lo que me pasa a mí es un hostigamiento porque no me callo. Pero si ven la grilla de los que salimos en pantalla y ya no están, son desplazados a fines de semana o dejan de aparecer, es impresionante. Mi obligación sindical es no callarme. Defendemos derechos laborales y luchamos por un periodismo digno».

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Martinez Cassina se mostró agradecida con el apoyo y respaldo de agrupaciones, gremios y colegas de trabajo recibido a través de las redes sociales. «Recibí cariño, apoyo y solidaridad de los lugares, personas y organizaciones menos esperados», contó a Radio Del Plata y finalizó remarcando sentirse «muy empoderada, con la seguridad de que lo que estoy reclamando es legítimo».


La política es cosa de minas

En los últimos días, diferentes periodistas agredieron con «chistes» sexistas y nombres de enfermedades a la vicepresidenta Cristina Fernández y a la secretaria de Acceso a la Salud de la Nación, Carla Vizzotti. Es importante aclarar que la libertad de expresión permite analizar y criticar los mandatos de les gobernantes pero descalificar, insultar y juzgar su aspecto físico es violencia política.

Jorge Lanata, en su programa dominical Periodismo para todos, se burló de la apariencia física de Carla Vizzoti comparándola con una imagen de la modelo Kate Rodríguez hipersexualizada. En ese «chiste» hay otro mensaje, el cual dice que el espacio de lo público, de lo político, no es para las mujeres. En el mismo canal pero en el programa de Mirtha Legrand, conducido actualmente por su nieta Juana Viale,  Baby Etchecopar se refirió a la expresidenta con términos como «cáncer» y «sola», esta última en relación a la ausencia de su marido.

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El repudio a estos dichos fue generalizado. El lunes pasado, 63 legisladores del Frente de Todos presentaron una denuncia ante la Defensoría del Público de Servicios de Comunicación Visual, que señala que los dichos de Etchecopar implican formas de violencia simbólica, mediática y política.

El periodista tiene antecedentes machistas y misóginos: ya había sido denunciado ante el INADI por otros dichos violentos. «Si tu hija de 12 años sale mostrando las tetas y haciendo trompita, hay una provocación», señaló refiriéndose a Micaela García, víctima de femicidio. Además, fue imputado por estigmatizar a las trabajadoras de peajes en agosto de 2019, cuando se quejó de su atención y las descalificó con términos como «boludas», «asquerosas» y «pendejitas».

Es necesario mostrar que estos no son casos aislados. A pesar de que las nuevas generaciones intentan cambiar los modos de referirse a las mujeres, las redes sociales y los medios masivos de comunicación siguen siendo un lugar de ataques e insultos para las que se atreven a meterse en política. Podemos tomar como ejemplo a Ofelia Fernández, la diputada más joven de la Ciudad de Buenos Aires, quien es constantemente denigrada y amenazada en sus redes sociales.

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A su vez, es habitual que en diferentes programas se asocie lo femenino con lo débil o con las tareas del hogar. Sin ir más lejos, Gustavo Sylvestre utilizó la frase «lloran como señoritas» en un debate en su programa en el canal C5N. Otro ejemplo es Domingo Cavallo, quien en una nota para La Nación declaró: «Cristina nos atendía como una buena ama de casa, nos traía el café y servía la mesa. Nunca ella era la interlocutora en temas serios de política» en referencia a la actual vicepresidenta.

Estos mensajes van más allá de los medios de comunicación, repiten los estereotipos machistas que asumen que el lugar de las mujeres no es la política sino la familia, el gestar, el maternar, el vivir en la casa, específicamente en la cocina: lo privado. La idea que quieren imponer es que no importa lo que hagamos, lo que digamos o cómo nos desempeñamos en nuestro trabajo. Importa qué nos pusimos, si engordamos, si estamos maquilladas, si somos viejas.

Violencia política

A fines de 2019, se convirtió en ley el proyecto para tipificar la violencia política como violencia de género:

«Se define acoso político como acto de presión, persecución, o amenazas, y a la violencia política como acciones, conductas y/o agresiones físicas, psicológicas, sexuales que tienen propósito reducir, suspender, impedir o restringir el ejercicio de una mujer en una posición política, o inducir a una mujer, a cometer un acto o una omisión, en relación con su mandato político».

-Modificación de la ley 26.485. 

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Cuando un político usa estereotipos de género para atacar a sus oponentes mujeres, el acto se convierte en un caso de violencia contra las mujeres en política, dado que sugiere que las mujeres, como mujeres, no pertenecen al ámbito político. Esto implica un mensaje amplificado y disciplinador para otras que se quieran dedicar a lo mismo.

Fuente: Instituto Nacional Electoral de México

Vivimos en una sociedad que valora a las mujeres por su apariencia; se felicita a quienes cumplen con el mandato de belleza hegemónico, convirtiéndolo entonces en una obligación. Hay que hacer lo que sea para encajar en ese modelo porque «eso es ser mujeres». También se convierte en una condición de acceso al trabajo: no importan nuestro desempeño, habilidades e inteligencia, seremos evaluadas por si somos «feas» o «lindas» de acuerdo al criterio imperante.

¿Alguien cuestiona el peso o la ropa de los políticos hombres? ¿Hacen referencia a si son viudos, solteros o casados? ¿Alguien juzga su carácter? ¿Se espera que sean sumisos y agradables? ¿Se los compara con otros hombres más jóvenes o más flacos? Cuando se critica su desempeño, ¿se los denomina «cáncer» «loco» «gordo» «solterón» o «viejo»?

No se trata de poner a las mujeres de la política en un rol de víctimas, mucho menos de prohibir que se juzgue se desempeño en el ámbito público. Pero a los varones no se les exige el requisito de belleza profesional porque el espacio de lo público se considera naturalmente masculino. Solo queremos igualdad.


Fuentes: