Viajar como el culo

«No tienen de qué quejarse ahora, los trenes nuevos tienen aire acondicionado», plantea indignado Abel, un expasajero del servicio. También cuenta que apenas tuvo sus primeros ahorros, los invirtió en un auto para evitar viajar en el tren. Frecuentaba la línea Sarmiento mientras estudiaba en la Universidad de Buenos Aires, para lo que debía trasladarse desde Haedo hasta la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El tren Sarmiento nunca se caracterizó por su buen servicio. Durante años fue normal ver trabajadores colgados de sus puertas, viajando con la mitad del cuerpo fuera del vagón y sin las correctas medidas de seguridad. El costo de este estado de la situación fue altísimo: la tragedia de Once, ocurrida en 2012, dejó un saldo de 51 muertes y más de 700 heridos, producto de una negligencia estatal que toda persona del conurbano conocía.

Los cambios en el ferrocarril, implementados sólo a partir del ¿accidente? ferroviario en Once, supusieron un punto de giro en el día a día de los pasajeros: no sólo se tomaron las medidas de seguridad exigidas, como controles al personal y mejoras en la señalización, sino que también se compraron máquinas nuevas, calefaccionadas y con puertas que, finalmente, se cierran sin dejar cuerpos colgados.

El derecho a un viaje de calidad… que no se cumple

Sin embargo, pasados ya casi 7 años de la actualización del servicio, la calidad del viaje no presenta variaciones en materia de comodidad: los trenes llegan a la terminal de Plaza Miserere con vagones estallados de gente. Los usuarios están habituados a pasar entre 40 y 60 minutos avasallados unos contra otros, o contra las puertas. La posibilidad de sentarse, en hora pico, es sólo una utopía que pocos afortunados logran realizar.

En la franja horaria entre las siete y las diez de la mañana, viajar en el tren supone una odisea. En principio, sólo intentar subir al vagón puede tomar entre 10 y 25 minutos. No tanto por la falta de frecuencias (aunque presentan demoras eventuales) sino por la imposibilidad de subir debido a la cantidad de gente que transporta el vehículo.

Logrado el cometido de ingresar al vagón, sin que las puertas se traben por alguna mochila, campera o zapatilla que impide el correcto cierre, nuevos desafíos de supervivencia cotidiana no tardan en aparecer. Pasar 40 minutos de viaje sin padecer dolores de cabeza por la falta de aire (el cual difícilmente circula entre tantas personas encerradas en un espacio tan pequeño) es un reto que pocos superan sin ayuda de aspirinas o unos auriculares que aíslen de la situación.

-Permiso, ¿me dejás pasar? Hay lugar en el fondo si te corrés.
-Dejá de empujarme, ¿no ves que no hay espacio?

Claro está que nadie entra a un tren esperando encontrar asiento. Quizás, con el azar de tu lado y si subís en las estaciones terminales de Moreno o Merlo, se puede llegar a conseguir un lugar. La mayoría se resigna y logra satisfacerse con la bendición de no tener que soportar peleas entre pasajeros.

Organizar la rabia

Hace algunos meses, se inició una campaña virtual titulada #ViajoComoElCulo. Una cuenta de Twitter se encarga de visibilizar los reclamos de los pasajeros, que hasta entonces no contaban con una vía donde canalizar toda la bronca acumulada por transitar viajes de pésima calidad. Entre las quejas manifestadas por pasajeros en la red social, las más frecuentes son las referidas al exceso de gente en los vagones, el constante aumento del precio del boleto, las largas demoras, los malos olores y las amenazas de bomba que entraron en tendencia en el último tiempo.

¿Se viaja mejor que hace algunos años atrás? Bueno, el aire acondicionado nunca falta en verano. Pero los derechos a un viaje de calidad y a una tarifa con un precio justo y razonable, garantizados por la ley Nº 2873 y la resolución Nº386/2015 del ex Ministerio de Transporte, no se cumplen. Además, ¿qué pasaría si ocurriera un accidente en hora pico? Al trasladar vagones con exceso de pasajeros, apretados como sardinas en una lata o ganado en un camión, las consecuencias que podría tener una colisión con otro vehículo, un descarrilamiento o (toquemos madera) otra tragedia como la de Once serían fatales.

Si quedan dudas, sólo hace falta observar los resultados que arroja Twitter cuando en su buscador se escribe: viajo como el culo.