Ni un pibe trans menos

La semana pasada hallaron los restos de Santiago Cancinos quien había desaparecido en 2017 y fue encontrado por un lugareño. Otro chico trans que sale de su casa y no regresa, la historia se repite una y otra vez. ¿Qué pasa con los derechos de las personas travestis, trans y no binarias? ¿Qué sucede cuando estos no son garantizados por el Estado ni respetados por la sociedad en general?

Santiago tenía 14 años cuando desapareció el 16 de mayo de 2017. Salió de su casa rumbo a una clase de educación física y no regresó. Según los datos aportados por una amiga de la familia, se lo vio por última vez en el Parque del Bicentenario, al norte de la ciudad, hecho que se corroboró por las cámaras de seguridad de la zona.

Desde allí la familia no paró de buscarlo, difundió su imagen, se ofreció una recompensa a quien aportara algún dato del menor y se realizaron rastrillajes en diferentes lugares. El joven trans, si bien no había realizado los trámites correspondientes al cambio de género en su DNI, se autopercibía como varón trans con el nombre de Santiago. Esa decisión debe ser respetada tanto en la causa como en los medios de comunicación que replican la noticia.

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Días atrás, un adulto que realizaba junto a su hijo tareas de desmalezamiento encontró el cuerpo en la ruta 9 a la altura del kilómetro 12, en la localidad de Vaqueros. Los investigadores explicaron que es un lugar de difícil acceso por lo que de ahora en adelante resta averiguar que le sucedió al adolescente y cómo llegó hasta allí.

Imagen de Página 12

Hay otres Santiagos

Según el Observatorio de Personas Trans Asesinadas, entre 2008 y 2020, han aumentado cada año los asesinatos de personas trans y de género diverso. Por su parte, el Observatorio Nacional de Crímenes de Odio LGBT+ presentó su informe anual que abarca desde el 1 de enero al 31 de diciembre del 2020, según el cual se cometieron 152 crímenes donde la identidad de género y la orientación sexual fueron vistas como pretexto para vulnerar sus derechos.

Del total de las personas de la comunidad LGBTIQ+ víctimas de crímenes de odio registradas durante el 2020, el 84% (127 casos) corresponden a mujeres trans; el 12% contra varones gays cis; el 3% fueron ataques a lesbianas y el 1% hacia varones trans.

La violencia y los abusos contra personas trans y no binarias han aumentado durante la pandemia. En algunos casos, como consecuencias del confinamiento, las personas trans se vieron obligadas a convivir con familiares hostiles, otras se han visto forzadas a ponerse en peligro para ganarse la vida.

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Seguimos buscando a Tehuel

Al hablar de la vulneración de derechos y la invisibilización hacia las personas trans no podemos dejar de mencionar la búsqueda de Tehuel de la Torre, joven trans de 22 años que salió de su casa el 11 de marzo de este año y lleva más de 75 días desaparecido. El tema fue noticia en algunos medios masivos, pero no faltaron los que lo abordaron de manera discriminatoria, haciendo énfasis en su identidad y poniendo el foco en la vida de la víctima.

En nuestro país rige la ley de identidad de género, resultado del activismo local y pionera para otras leyes que la sucedieron pero, sin embargo, en las notas sobre Santiago y Tehuel se ve su incumplimiento: se observa el uso del nombre que figura en su DNI, cuando la ley expone que, más allá de lo que diga la documentación, deben tratarnos y nombrarnos como nos autopercibimos.

Tehuel fue visto por última vez cuando partió hacia una entrevista laboral en Alejandro Korn, Provincia de Buenos Aires. Allí se encontraría con Luis Alberto Ramos (37) quien le habría ofrecido un puesto de trabajo como mozo de un evento. Al iniciar la búsqueda encontraron el celular y ropa del joven en su casa.

Por la causa hay dos detenidos, Ramos y su amigo Oscar Alfredo Montes. Además de las pertenencias encontradas, lo que los incrimina es una foto tomada el día de la desaparición donde se puede ver a los tres juntos, aun cuando los acusados dijeron no haberlo visto. Hasta el momento ambos se negaron a declarar.

Desde mediados de marzo, familiares y amigues realizaron marchas, cortes de calles y acciones en redes sociales pidiendo por su aparición con vida. También circularon distintos flyers con el lema «compartí como si fuese cis», pidiendo tanto que se replique la búsqueda como que se respete su identidad de varón trans.

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La pandemia se ocupó de resaltar los conflictos sociales del mundo en el cual vivimos, entre ellos, ha revelado cómo los años de discriminación han llevado a las personas trans y no binarias a la marginación, volviéndolas más vulnerables durante la crisis sanitaria y económica actual. En este contexto se redujeron los ingresos de gran parte de la población, pero esta situación creció dentro de la comunidad travesti trans dado que la mayoría ejerce su trabajo dentro de la economía informal.


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Grey Anahí Ríos: la violencia transodiante viralizada

El Observatorio Nacional de Crímenes de Odio LGBT+ presentó su informe semestral, del 1 de enero al 30 de junio, que da cuenta de 69 crímenes de odio, de los cuales el 78% corresponden a víctimas mujeres trans (travestis, transexuales y transgénero). Dentro del 16% se encuentran los varones gay cis y con el 4% de los casos les siguen las lesbianas. Por último, el 2% corresponde a los varones trans.

El 6 de septiembre, Grey Anahí Ríos, una mujer trans hondureña de 34 años, estaba en un bar de su pueblo en San José de Comayagua, una zona central de Honduras, cuando la atacaron a machetazos. Grey, quien se dedica al trabajo doméstico, le contó a la agencia de noticias Presentes que ese día acababa de salir de una de las casas en las que trabajaba y sintió sed. «Fui a buscar un refresco en un local donde también venden bebidas alcohólicas», comentó.

Según su relato, al verla dentro del negocio, Jesús Tábora Muñoz (hijo de la propietaria del bar) le dijo «Te voy a matar». Grey no salió del bar, por lo cual el agresor procedió a cumplir su amenaza tomando un machete –instrumento de labranza usado por los campesinos hondureños–: se acercó a Grey y le dio un machetazo en la muñeca izquierda, causándole una profunda herida que requirió la aplicación de diez puntos de sutura.

«Salí sin decir nada para ver si alguien me ayudaba. Fui a sentarme en una banca de un punto de buses. La gente que estaba ahí me ayudó».

Grey Anahí Ríos, mujer trans atacada.

Una de las personas que estaban en la estación de autobuses tomó la foto que se ha vuelto viral en las redes sociales. La foto de Grey ensangrentada sentada en una banca de madera tras el ataque de Tábora se viralizó en las redes sociales con el mensaje: «¡Los derechos trans también son derechos humanos!».

Imagen Archivo

En la imagen se ve a Grey sentada mientras se aprieta la muñeca izquierda con la otra mano en un intento de detener el flujo de sangre que le cubre la ropa y las piernas así como forma un charco en el suelo. «Unas mujeres me apretaron el brazo para parar la sangre», relató Grey. Luego la llevaron a un centro médico cercano para atenderla.

Lamentablemente, el odio y la discriminación hacia Gray no terminaron con el ataque: siguieron cuando radicó la denuncia en el juzgado de paz de San José de Comayagua, donde dice nadie le hizo caso. «Me sentí discriminada porque muchos de los que tomaron la denuncia no me tomaron en cuenta. Sentí que yo no era una persona, que no había derechos humanos para mí», se lamentó. 

El 16 de septiembre, Grey y su abogada llegaron a los juzgados comayagüenses para tener una audiencia con el agresor Jesús Tábora, donde ambas exigieron una orden de alejamiento contra al atacante, así como el pago de los costos médicos derivados de la herida. «También pedimos que no siga el hostigamiento físico y psicológico que él ha tenido contra mí», comentó Grey.

Además de la angustia y el dolor físico, Grey tiene que enfrentarse al desempleo, ya que la convalecencia por la herida le impide trabajar. «Tengo derecho a un empleo y no sé si después de esto estaré incapacitada durante varios meses», sentenció.

Para Grey, no es la primera vez que sufre el desprecio de la pequeña comunidad rural en la que vive. Inició su transición a los 11 años y casi toda su vida, contó, ha sufrido humillaciones y abusos. «Pero soy lo que soy y me siento orgullosa de ser quien soy», agregó. 

El ataque contra Grey es uno entre muchos en Honduras. En 2020, el Observatorio de Muertes Violentas de LGTBI+ de Cattrachas (Honduras) ha registrado 16 muertes violentas de personas de la diversidad sexual. Siete de ellas, personas trans.


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Detrás de la magia, un discurso de odio

J. K. Rowling, conocida mundialmente por ser la autora de los libros de Harry Potter, volvió a estar en el centro de la polémica. Después de una seguidilla de declaraciones transfóbicas en su cuenta de Twitter, les fans y les protagonistas de la saga salieron al cruce en defensa de la comunidad transgénero. Sus huellas en el Paseo de Harry Potter aparecieron manchadas con pintura roja y con una bandera trans ubicada al pie.

El conflicto comenzó a principios de junio, cuando la reconocida escritora publicó un tweet que desató la polémica. A través de su cuenta oficial de Twitter, Rowling citó una nota de opinión titulada «Creando un mundo post-covid más igualitario para gente que menstrua» para luego ironizar escribiendo ella misma: «Estoy segura de que solía haber una palabra para esa gente. Alguien que me de una mano. Wumpen? Winpud? Woomud?» finalizó, haciendo referencia a la palabra «Woman» (mujer). 

Bajo este reducido tweet dejó claro para les más de 14 millones de seguidores de su cuenta su posición sobre el género: solo las mujeres menstrúan. De esta manera, invisibilizó a aquellas personas que no se identifican con el género asignado al nacer.

Sus seguidores, muches fanátiques de la saga de Harry Potter, no tardaron reaccionar a los dichos transfóbicos de la autora, mostrando su decepción y desacuerdo a través de cientos de tweets que convirtieron a «J. K. Rowling» en trending topic de la red. 

Sin embargo y a pesar de que muches le recordaron que los varones trans también menstrúan, Rowling continuó escribiendo sobre el tema. Días después, en su página web, publicó una carta abierta con declaraciones tales como que la biología es la única manera de determinar el sexo, que «abrir la puerta de baños y de cambiadores a cualquier hombre que se cree o siente mujer es abrir la puerta a cualquier hombre que desee entrar allí» y que ella se niega a «participar de un movimiento que está haciendo daño al buscar borrar “mujer” como clase política y biológica». 

El mundo mágico levanta la voz

Radcliffe, Grint y Watson en Harry Potter y las Reliquias de la Muerte (2011)

Además de les millones de Potterheads (nombre con el que se denominan les fans de Harry Potter) y seguidores de la autora, les protagonistas de la saga del mago no tardaron en tomar posición.

Daniel Radcliffe (quien encarnó al mismísimo Harry) se expresó mediante una carta abierta publicada en The Trevor Project, una organización a la que pertenece hace más de diez años, cuyo objetivo es prevenir crisis y suicidios de jóvenes que pertenezcan a la comunidad LGBTQ+. 

Allí comunicó que: «Las mujeres transgénero son mujeres, cualquier declaración en sentido contrario borra la identidad y la dignidad de las personas transgénero y va en contra todas las recomendaciones dadas por asociaciones profesionales de la salud, quienes tienen más experiencia en este tema que Jo o yo»

Emma Watson y Rupert Grint (Hermione y Ron, respectivamente) también se mostraron a favor de la comunidad trans, así como Eddie Redmayne —protagonista de Animales Fantásticos, el spin-off de la saga en curso— y otras figuras de las películas. 

Las respuestas también llegaron de parte de grandes personalidades del medio. El famoso escritor de terror Stephen King no dudó en expresar su opinión a través de un tweet, aun después de que Rowling le hubiera dedicado unas palabras de agradecimiento en su cuenta (que luego borró). King escribió «Las mujeres trans son mujeres» y no dejó lugar a dudas sobre su posición.

Antecedentes y consecuencias

No es la primera vez que Rowling realiza declaraciones transfóbicas. En diciembre del año pasado, se había pronunciado a favor de Maya Forstater, una investigadora de una organización benéfica cuyo contrato no fue renovado después de que ella escribiera comentarios transfóbicos en sus redes sociales.

En esta ocasión, sin embargo, las repercusiones fueron mayores. El pasado 12 de julio, sus huellas en las baldosas del Paseo de Harry Potter, ubicado en Edimburgo, aparecieron manchadas de rojo con una bandera trans ubicada al pie.  

Las consecuencias también repercutieron en contratos y negocios. Cuatro autores anunciaron que abandonarán la agencia literaria que compartían con Rowling después de que el espacio editorial no realizara ningún comunicado con respecto a los dichos de la autora. Asimismo, la librería de Estados Unidos Left Bank Books declaró mediante sus redes sociales que dejará de comercializar los libros de Harry Potter como muestra de apoyo a su personal y clientes trans. 

Las huellas de Rowling en el Paseo de Harry Potter, Edimburgo
Fuente: @siriusclaw

Mas que una cuestión de opinión

La dimensión discursiva tiene un poder mucho más amplio y profundo que ser meras palabras que alguien dice o piensa. Los discursos modelizan, estructuran y condenan. Los dichos de J. K. Rowling no son simplemente una opinión personal: constituyen un discurso de odio y perpetúan mecanismos de invisibilización que refuerzan la opresión histórica sufrida por parte de la comunidad trans. Tienen consecuencias concretas y reales en las vidas de aquelles que nos rodean. 

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Sin ir más lejos, el 6 de julio, una sucursal de la cadena Burger King en California encubrió el fallecimiento por coronavirus de Angela Martínez Gómez, una empleada transgénero, al alegar que había muerto por  inyección de hormonas. En Argentina, del total de las personas de la comunidad LGBT+ que fueron víctimas de crímenes de odio registrados en 2018, el 64% de los casos corresponde a mujeres trans (travestis, transexuales y transgénero), según datos de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires


Luz Aimé Díaz, viñetas de justicia patriarcal

En mayo de 2018, Luz Aimé Díaz es muchas cosas.

Estudiante del Bachillerato Popular Trans Mocha Cellis, a donde llegó para completar su escolaridad y seguir estudiando. Inquilina del Gondolín, conocido hotel del barrio de Villa Crespo en donde viven 47 mujeres travestis y trans, que se autogestionan organizadas bajo la modalidad de Asociación Civil.

Trabajadora sexual, migrante y sobreviviente de varios ataques transodiantes, uno de ellos sufrido a sus trece años a manos de un cliente que la molió a golpes. Como consecuencia de ese ataque, Luz perdió el 100% de la visión de su ojo izquierdo y conserva apenas un 25% de la visión del derecho. Dice que aprendió a manejarse sin bastón y que los clientes que vinieron después, en los años, nunca se dieron cuenta.

Es preciso detener el devenir de la escritura en este punto y pedirle al lector que repase el párrafo anterior. Que intente pensar en una niña de trece años en situación de prostitución. En el cliente, varón y adulto, que pide sus servicios y luego de usufructuarlos los paga con golpes y ceguera. En los clientes del después, varones también, que no registran que están ante una persona ciega, creando una especie de paradoja de lo visual y de la propia acción y efecto de percibirlo.

En mayo de 2018, Luz, de por entonces 21 años de edad, es contratada por dos hombres en el barrio de Palermo. La llevan a su departamento y los atiende, de a uno, en una habitación. En la habitación de al lado, se encuentra un hombre secuestrado, atado y amordazado. Luz no se da cuenta de nada. Concluye su servicio y se va. La vida —y ella— siguen siendo muchas cosas por los siguientes dos meses.

Y entonces llega julio, el frío, un hotel y algunas copas, también en Palermo. Dos hombres se acercan, igual que en aquella noche del mes de mayo. Le preguntan cuánto cobra por un servicio. Cuando los saca cagando, se identifican como policías y le develan la verdad: la buscan por aquel secuestro del cual nunca se había enterado.

La llevan detenida y al cabo de unos días la trasladan al penal de Ezeiza. Allí pasa ocho meses con prisión preventiva, hasta que vuelve al Gondolín con arresto domiciliario. Desde entonces, la sostienen sus compañeras y les docentes del Bachillerato. Su familia también, desde su Salta natal, como puede. Aguarda fecha de juicio, que ya fue pospuesto en dos ocasiones.

En la opinión pública se ha expresado un generalizado repudio y el pedido de absolución. Se ha dicho que la justicia tuvo un accionar patriarcal y sesgado, que no contempló perspectiva de género ni el historial previo de vida de Luz.

El accionar judicial fue esencial y fundamentalmente transodiante. Lo suficiente como para establecer que una filmación de Luz entrando al edificio es prueba suficiente para adjudicarle la autoría de un secuestro. Para creer que ella, aun en condiciones generalizadamente desfavorables y con una discapacidad visual, sería capaz de doblegar físicamente a la víctima. Para creer, además, que tendría motivaciones para hacerlo, destacando que se trataba de un varón homosexual.

Al creer eso, la justicia reprodujo el mito que dibuja a la mujer travesti-trans como necesariamente vinculada al crimen y creó otro peor: la idea de que las personas LGBT se matan y secuestran entre ellas, sin otro motivo aparente más que lo intrínseco de sus identidades de género o sus orientaciones.

¿Y por qué omitiría considerar la discapacidad visual de Luz como limitante objetivo para cometer un secuestro, cuando fue comprobada por sus propios peritajes? ¿Por qué resolver todos los interrogantes del caso en su presencia en el edificio, sin investigar a los hombres que aquella noche la llevaron?

Lo cierto es que hoy es junio de 2020 y Luz no está sola. Tiene a su lado un ejército de amor y aguante. Una comisión formada para defenderla y ayudarla en lo que haga falta. Sus compañeras del Gondolín confeccionan barbijos y los venden para cubrir los gastos en una cuarentena que a la mayoría de ellas les impide trabajar. También reciben donaciones de artículos de higiene y alimentos en la sede del hotel, respetando los recaudos que impone la contingencia.

Luz no está sola. Pero su caso deja abierto un interrogante final, imposible de evitar: ¿cómo sondear la aparentemente insondable soledad que produce descubrirnos a nosotras, las mujeres en toda nuestra diversidad, unidas, pero a merced de un aparato judicial que con vía libre y total impunidad nos odia?


Imagen de portada: noralezano

La pequeña gran victoria de la televisión

En momentos donde la representación puede serlo todo, llega «Pequeña Victoria», la nueva tira de Telefé que busca instalar debate en las casas argentinas. 

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«No están aceptando la realidad de que la infancia trans existe»

La historia de Tiziana representa una de las tantas luchas en busca de derechos, contra el bullying y el acoso; de experimentar un nuevo mundo, perseguir la felicidad y la comodidad con unx mismx. Dos años después de compartir con sus papás su sentimiento de ser mujer, Tiziana logró ser reconocida por la justicia salteña y pudo cambiar su género en el Documento Nacional de Identidad.

Desde ese día sostiene que la gente debe respetarla por lo que es, y que ella se siente como cualquier otra nena de su edad.

Sin embargo, con tan solo 10 años tuvo que enfrentar burlas y faltas de respeto por parte de las autoridades del colegio Alejandro Gauffin, al cual asistía. A pesar de la pérdida de algunxs amigxs, el lunes comenzará las clases en otra escuela, en la cual busca mayor contención y una nueva oportunidad de disfrutar su infancia.

Graciela Puchetta, madre de la niña, presentó ante el INADI una denuncia en la que informa el maltrato y la discriminación de los que era víctima su hija, tanto por parte de sus pares como por parte de las autoridades del colegio.

Sus compañerxs le decían “doble”, “puto famoso”. Puchetta afirma que su hija no quería ir a clase por temor a las maestras. Cuando se enojaban con ella, la llamaban con nombre de varón o le decían “papito”. Tiziana tenía miedo de hablar y, por eso, no le contaba a sus padres el tormento por el que pasaba, del que se enteraron a raíz de una discusión que tuvo con un compañero de clase.

Graciela habló con la vicedirectora del establecimiento, y en ese momento entendió que quienes estaban al poder tampoco respetaban la identidad de su hija: se referían a ella como “niñito”. Por eso decidió realizar las denuncias correspondientes, en defensa de Tiziana y para evitar que esto vuelva a pasar.

«Me decían que los varones no usaban pelo largo y aritos, pero Tiziana era una nena y me hacían mandar autorizaciones firmadas para que pudiera usarlos. Ahora, hasta con un papel, siguen vulnerando los derechos de mi hija y no piensan cambiar».

Tiziana no es la única víctima de este tipo de situaciones, que muchas veces son fomentadas desde los medios de comunicación, cuando por ejemplo ultrajan la identidad de figuras como Florencia de la V.

Por este tipo de razones, entre otras, es de suma urgencia que se aplique la ley de Educación Sexual Integral en las escuelas (ESI), en espera de que la información sobre identidades sexuales eduque y termine con la discriminación.

«Estoy contenta pero pienso pedir audiencia con la ministra de educación. Tengo esperanzas de que no le pase lo mismo en la nueva escuela. Voy a seguir las denuncias pertinentes, pido a todas las organizaciones y les activistas que también lo hagan. No están aceptando la realidad de que la infancia trans existe. Quiero que respeten a mi hija y también a todes les niñes trans», sostuvo la madre de Tiziana.


Fuentes

A prisión por defenderse

Joe Lemonge se defendió de sus agresores y podrían condenarlo a ocho años de prisión.

Todo comenzó (o culminó) el 13 de octubre de 2016, cuando Joe Lemonge fue atacado por tres hombres en su casa, ubicada en Santa Elena, provincia de Entre Ríos.

Como lo digo y no me canso de repetirlo: no fue al voleo, no era una cuestión aislada. Esta persona [su agresor] me conocía del barrio y ya desde años anteriores eran insultos o la típica burla cada vez que iba a un kiosco o al almacén”.

Durante este episodio, Joe se defendió e hirió de bala a Juan Manuel Gimenez, uno de sus agresores. Es por esto que se lo imputó por “tentativa de homicidio” y podrían condenarlo hasta a 8 años de prisión.

Joe contó que, junto a su familia, denunció varias veces las agresiones, pero estas nunca fueron registradas de forma oficial.

“Sabían todos en el pueblo que siempre fui abiertamente homosexual. Luego, ya por el físico, decían ‘es un macho viejo, hay que matarlo’, insultos por los que estoy traumado y de los que estoy cansado de escuchar. Yo sabía, esa noche que vinieron, que era la última; decía ‘esta noche no me salvo, algo va a pasar’”.

Según cuenta Joe, los motivos de la agresión fueron siempre los mismos: en principio la homofobia y luego la transfobia.

Durante una de las audiencias por el juicio, los agresores incendiaron su casa y dejaron sin nada tanto a él como a su mamá.

A la fecha, espera una nueva audiencia que se llevará a cabo el 4 de mayo. Su abogado, Alejandro Mamaní, de la red Abogados por los Derechos Sexuales, dijo que el juicio probablemente sea express ya que en estos casos, sin visibilización en medios, no suelen hacer nada.

«El fiscal puso como agravante que soy una persona culta, con estudios, y que eso hizo que tuviera conocimiento de lo que hice”.

El fiscal Santiago Alfieri descree de la versión de Joe. Dice que Giménez y los otros dos agresores fueron a comprar al kiosco de Joe, y ante la insistencia porque no los atendían, Joe salió con un arma y amenazó con disparar si seguían insistiendo.

«Toda la defensa de Joe es solamente su versión, no hay ningún elemento objetivo que lo acompañe. Sin embargo, todas las pruebas objetivas corroboran la versión inicial de la víctima», dijo Alfieri.


Fuentes:
UNO Entre Ríos
Agencia PRESENTES

Viviendo con el enemigo

Todos los días en las redes sociales vemos gente que habla de transfobia, pero ¿qué es realmente? Desde Escritura Feminista decidimos derribar algunos mitos, consultándole a quienes saben de primera mano de qué hablamos cuando hablamos de transfobia.

“La transfobia es el miedo, el odio, la falta de aceptación o la incomodidad frente a las personas transgénero, consideradas transgénero o cuya expresión de género no se ajusta a los roles de género tradicionales”, expresa la definición de Planned Parenthood.

Hace poco tiempo, cuando Florencia de la V ganó un premio Carlos como figura femenina destacada, vimos un episodio de transfobia en los medios. Carlos Caserta, un locutor cordobes, dijo que era una ofensa que se le entregara dicho reconocimiento.

“Sinceramente, no lo digo de malo. ¡No es mujer! ¡Tienen que respetar a la mujer, carajo! ¿Cómo puede ser que un trava sea más importante que una mujer? Y las mujeres, encima, no hacen nada, lo toman con gracia”.

Desde INADI, rechazaron las declaraciones y se pusieron en comunicación con el locutor para ofrecerle información y capacitación en el tema.

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“Para mí, transfobia es cada vez que alguien, durante mi vida fuera del armario y sobre todo cuando estaba en el instituto, utilizaba los pronombres incorrectos y mi deadname (nombre de nacimiento) adrede, a sabiendas de que me iba a hacer mal.

Se han burlado de mí, negándome que soy un chico, porque me gustan el maquillaje, las cosas rosas y los vestidos, o porque mi voz no es como la de un camionero y no mido dos metros”. Andrei

No reconocer la identidad de una persona es una de las caras más comunes de la transfobia. Es una manera de herir a la persona, de invisibilizar su verdadera identidad, de restarle importancia a su verdad.

Si salgo a tomar algo con una chica cis, no me toca a mí definir su orientación sexual. Sería confluencia de intereses, expuesta y explicitada por ambas. Sin embargo, ella reconoció que pasadas las pintas aún no se animaba a estar con una trans”. Donnatella

Otro de los casos frecuentes (y del cual más se habla en redes sociales), es la genitalidad. La no aceptación del otro por sus genitales. Los hombres no necesariamente tienen pene y las mujeres no tienen por qué tener vagina. Sin embargo, a mucha gente le cuesta aceptar eso a la hora de la sexualidad. Le gustan los hombres o las mujeres, pero solo si tienen el genital que “les corresponde”.

“Cuando sos un chico trans y en la calle te gritan, te chiflan, te tocan bocina y te siguen, te produce el doble de inseguridad, porque sabés que el doble de dolor lo vas a tener vos. Recordar que el ojo ajeno te sigue viendo como una mujer es realmente horrible”. Iván

La mirada del afuera duele. El saber que aún no te ven como realmente sos, como querés ser visto. Los afectos pueden ya haberse acomodado a la nueva realidad, al igual que el entorno más cercano, el que ves a diario. Pero el resto del mundo, no. Muchas veces, la gente ignora las identidades de los demás, decide no hacerles caso y actuar en base a lo que ellos consideran correcto.

La transfobia es lo peor que un ser humano pueda vivir, ya que lo primero de lo que se aleja es de los afectos. Para seguir y construirse solo, son conceptos que encasillan. Como que yo tenga que decir, porque aún no estoy mastomizado, que soy un varón transmasculino. El patriarcado es para nosotros, no te digo enemigo, pero lo peor que hemos padecido”. Tobías

La transfobia nace de un sistema que pretende perpetuar los roles de género, seguir con la idea de la mujer y el hombre “porque Dios/la naturaleza así lo quiso”, de que todo lo que se salga de los estándares impuestos está mal, equivocado, es una falta de respeto, de moral.

Aunque quisiéramos que no fuera así, hay una corriente ligada al feminismo que pregona esta práctica discriminatoria. Las denominadas “TERF” (“Trans Exclusionary Radical Feminists”, Feministas radicales transexclusivistas) son un grupo que se autoproclama feminista, pero que sin embargo, excluye a las identidades trans.

Desde hace muchos años, esa corriente busca quitarle derechos a las personas trans y no reconoce las identidades autopercibidas, sino que consideran que siguen perteneciendo al género asignado al nacer.

En Estados Unidos, la transfobia tiene forma de figura legal. Existe el llamado «trans panic» que permite a un agresor alegar que actuó de manera violenta por miedo y/o una supuesta confusión ante la identidad de quien es agredido.

Es hora de que dejemos de excluir a las diversas identidades. De que entendamos que el género de una persona no lo definen sus genitales, y mucho menos un tercero. El género se construye, y lo ideal sería poder hacerlo desde la libertad de poder elegir quién ser sin que nadie juzgue tu decisión.

Hay que acompañar a las personas transgénero, darles contención, y educar para que en un futuro nadie los tome por extraños, raros o personas que están fuera de la norma. La norma se rompió hace rato, la norma es lo que cada uno decida.

Si tu feminismo no incluye a las identidades trans, no es feminismo.


Fuentes:
Planned Parenthood
Psicología y Mente
Transadvocate
LGBT Bar